Una ciudad impuesta
En el orden social urbano la ciudad es idéntica a sus percepciones. Percepción de lo físico, del futuro, del pasado, de lo necesario, de lo superfluo, de lo sagrado, percepción mediante la cual se busca imponer una cultura, o los más esenciales motores de ella, arraigados en una base profunda que limitamos, arbitrariamente, a una mínima expresión socioeconómica y sociocultural, la familia.
Pero estas percepciones, que son los elementos con que se constituyen los discursos sobre la ciudad, también son los indicadores más claros de la conformación de códigos comunes, es decir, que son el requisito esencial para la constitución de grupos. Cada grupo constituye su discurso sobre la ciudad. Estos discursos, que pueden formalizarse o no, son utilizados por los grupos en la interacción, la transacción y la competencia. Un discurso formalizado logra imponerse, convertirse en hegemónico, cuando es aceptado y adoptado por otros grupos.
De la familia al grupo, de la cultura familiar a la cultura urbana hay un sólo paso, la búsqueda de la generalización y de la máxima extensión de códigos comunes familiares, la adopción por parte de la ciudad toda del código común de nuestra familia, que ya hemos conseguido generalizar como código común de nuestro grupo, desde la transacción con otras familias. Un elemento común, no familiar, reconocido por el grupo como síntesis de sus aspiraciones y por las familias como la mejor solución posible a sus diferencias, el menor sacrificio posible en pos del control urbano.
Aunque la cultura familiar se impone con escasa o inútil resistencia y lentísimo cambio en el tiempo y los elementos de acuerdo intragrupales se consiguen sobre una decisión más de convivencia que de lucha, la cultura urbana es sólo impuesta desde la interacción grupal, en la confrontación y pugna por el dominio, que nunca será absolutamente pleno, pero que sí deberá ser mayoritariamente aceptado.
La aceptación y adopción del discurso urbano no necesarimente implica -generalmente no lo implica- que los grupos lo comprenden plenamente y menos que tienen la capacidad de hacerlo cambiar. En ello radica la esencialidad de su dominio. El reproductor es dominado, no partícipe del control y de la gestación de la cultura de la ciudad.
La constitución de un elemento de la cultura urbana, ya transformado por la interacción y la pugna por la generalización como forma del control urbano, otorga al grupo autor el control de la ciudad, pero finalmente revierte e impacta en la cultura de cada familia, que adopta o puede adoptar estos elementos generalizados de la ciudad, y quizas originados en su seno, para corregir su forma de relación con las otras familias, la conformación grupal y, finalmente, la estrategia de dominio y control sobre la ciudad; en otras palabras, determina el discurso urbano que la familia-grupo adopta, el que pasa a constituir un elemento de su cultura urbana.
Ahora bien. El problema esencial es que, instados a explicar la ciudad, es probable que no podamos sino buscar la generalización de nuestro discurso sobre ella, a un conjunto, generalmente desprevenido, de discentes. Un discurso, probablemente, a su vez, sobre nosotros, impuesto.
Los textos y los discursos de la ciudad
El discurso urbano determina, en distintos momentos del análisis del discurso producido en el ámbito de la ciudad, la constitución del ámbito social urbano, la definición de grupos sociales, la interacción de los mismos y las constituciones de los discursos dominantes.
En el plano de las interacciones sociales, una ciudad es la experiencia vital de quienes habitan en ella. Cuando hablamos de experiencias vitales, damos por entendido que el hecho de habitar un ámbito social urbano no puede ser experimentado de la misma manera por los distintos grupos sociales. La experiencia de vivir en una ciudad es diferente según las expectativas, frustraciones, logros, insatisfacciones que los grupos sociales consideran realizar o no en el ámbito de la ciudad. Existe por lo tanto una multiplicidad de ciudades, que no dependen del número de hombres que las habitan sino del número de grupos de hombres constituidos a partir de vivir en la ciudad una experiencia urbana común.
Una ciudad se reconoce como tal en tanto se diferencian en ella grupos que interactúan entre sí a partir de la necesidad práctica de convivir. De hecho, no puede pensarse en la existencia de un ámbito social urbano sin reconocer la interacción de los grupos sociales. La experiencia urbana se desarrolla en la convivencia de los grupos. Es en la convivencia en la ciudad donde los grupos buscan su identidad, interpretan a la sociedad e intentan imponerse para satisfacer sus expectativas.
En el espacio asistemático del discurso urbano uno de los indicios de la interacción entre los grupos es la conformación de distintos discursos. En el plano del discurso, la determinación de la interacción de los grupos sociales se realiza fundamentalmente a partir de un discurso ajeno. Los grupos son identificados por otros grupos en su afán de diferenciación. En este sentido o no hay grupo, o podría determinarse el interés de que no lo haya, si no hay una evidencia de él en el discurso.
Sin embargo la diferenciación de los grupos se advierte también en la conformación de distintos discursos, no ya sobre otros grupos sino sobre los objetivos particulares de cada grupo, objetivos que cada uno de ellos considera de importancia para su liderazgo y satisfacción.
Entre estos discursos puede delimitarse el discurso sobre la ciudad. Aquel discurso sobre la ciudad que se imponga, conformará a la propia ciudad. La ciudad será, entonces, aquella conformada en el discurso del grupo dominante.
Aunque el discurso urbano es un organizador de los grupos en tanto los grupos gestan distintos discursos sobre la ciudad, creando y usando la ciudad como referente conocido para su interacción, el funcionamiento grupal por completo en torno a lo urbano no puede explicarse de por sí si se considera la existencia de uno y sólo un discurso urbano.
El discurso urbano se compone por aquel discurso posible de producir a partir de aquellos textos que se ocupan de un sujeto, la ciudad y de aquellos términos que forman parte de su área semántica, pero lo urbano se debe no sólo a este discurso urbano sino a una red de discursos que se extienden de manera infinita o casi infinita en la actitud grupal de crear y utilizar la ciudad.
Esto se produce dado que los distintos términos que componen el área semántica de ciudad son, a su vez, sujetos sobre los cuales se producen textos con los cuales es posible producir un sinnúmero de discursos que permiten determinar la organización de los grupos en torno a ellos. Es decir que los grupos se conforman con un propósito, y gestan discursos en torno a sujetos diversos, discursos que pueden o no mantenerse y que no significan la identificación permanente de los integrantes del grupo ni su conformación permanente para otros fines. Algunos de los individuos de un grupo forman parte de otros para otros objetivos competitivos dentro de la lucha por el liderazgo en el cuerpo social urbano.
La determinación de los discursos organizadores de los grupos y conformadores del discurso urbano, en tanto éste se entiende como creador de la entidad que llamamos ciudad, entidad que, justamente, debe ser trascendente a las luchas de los grupos por espacios limitados del cuerpo social urbano, tiene el propósito de definir aquellos grupos mayores del cuerpo social que contribuyen a la formación de la entidad y, por lo tanto, implica la necesidad de excluir aquellos discursos que, si bien son propios a la interacción, son determinantes de una parte mínima, circunstancial y superficial de la conformación de la entidad ciudad.
Esto permite, al distinguir los discursos determinantes de los discursos pasajeros, limitar el análisis del corpus a los mots-pivots propios de los discursos determinantes del proceso de conformación del discurso urbano, dejando de lado aquellos que, si bien se reiteran en el uso y demuestran un interés definido de ciertos grupos por su utilización, interés que se expresa de manera explícita en los textos, no contribuyen, justamente por ser éstos una utilización conciente y explícita, a nuestro análisis, ya que analizar su utilización significa interpretar la percepción del fenómeno urbano según la voluntad particular de los grupos, es decir, circunscribir la investigación a la delimitación de la ciudad superficial de los textos intencionales que los grupos crean en su interacción y definen, como hemos visto, según intereses pasajeros, en comparación con la conformación de la entidad urbana que estan creando. Es decir, tomar la ciudad según la perspectiva de grupos enunciadores según una única interpretación de los sentidos de las palabras que éstos utilizan para la definición de la ciudad y de los otros términos que componen su área semántica.
Este tipo de análisis ha sido común en los investigadores que han incursionado en la problemática urbana, generalmente antropólogos, desde el análisis de los textos producidos en la ciudad, siguiendo una tendencia muy arraigada en los historiadores de considerar la existencia de una cierta "transparencia" semántica de los textos:
"La relación que tradicionalmente el historiador establece con la lengua postula implicitamente la evidencia del sentido desde la perspectiva del receptor y una cierta transparencia de las "palabras" desde la posición del enunciador. El historiador posee una tendencia a detenerse unicamente en el léxico. El peligro -señala R. Robin- de sobrevalorar la importancia del léxico sin informarse lo suficiente sobre los problemas de la sintáxis y de la semántica, y sin tener en cuenta toda la complejidad del status de la palabra en el discurso, conduce generalmente a definir la posición política de una persona sólo por su vocabulario. Se borra de esta manera el juego de las opacidades que hizo decir a Marx que a los hombres no se los juzga por lo que dicen de ellos mismos sino por lo que son. Así, la aparición de palabras de un léxico de izquierda resulta suficiente para ubicar a un discurso como de izquierda." (Goldman, N. 1989. El discurso como objeto de la historia. El discurso político de Mariano Moreno. Buenos Aires, Hachette, p. 6.)
También historiadores y urbanistas han estudiado la percepción del fenómeno urbano desde esta perspectiva, considerando la ciudad por las expresiones en textos que los grupos elaboraban para referirse a la ciudad. Esto significó pensar la ciudad como una entidad no trascendental a los grupos, limitada, determinable y modificable en el corto plazo y, por lo tanto, independiente de los fenómenos culturales de la sociedad. Mucho de los análisis de urbanistas y paisajistas apuntan a considerar una ciudad independiente y condicionada, que, por ejemplo, puede planificarse en lo edilicio para determinarse en lo social y en lo cultural.
Ante esta disyuntiva de analizar, o textos vehiculizadores de una ciudad que aparece como intencionada y superficial, o textos que incluyen lo urbano como elemento de incorporación inconciente en la elaboración del texto y, por lo tanto, representativo de lo sobreentendido, lo divulgado y lo conocido como referente común por la cultura, nos preguntamos. ¨Qué discursos pueden producirse y a partir de que textos que sean representativos de la gestación de lo urbano? ¨Hasta que nivel debe llevarse la limitación de los sujetos para que la selección de los mots-pivots permitan la producción de discursos que posibiliten el análisis de la conformación de lo urbano? ¨Existen, en algún momento de la conformación del discurso urbano, indicadores de la existencia de estos sujetos por parte de los grupos, o los grupos no acuden a ellos y ningún discurso supragrupal puede ser producido? ¨Cuál es el nivel mínimo de la convivencia urbana en la que los grupos desarrollan las categorías para definirse, es decir, para definir la ciudad?
Es evidente que, para poder analizar lo urbano desde esta perspectiva se nota como indispensable en la selección de los textos considerar aquellos que permitan determinar y producir los discursos que puedan organizar los grupos sociales. Pero, cuando se procura distinguir y caracterizar socioculturalemente estos grupos, se advierte que es posible producir un conjunto más o menos extenso de ellos y organizar grupos diferentes, más que por lo que que hasta el momento se consideró como los orígenes y fundamentos de la distinción grupal urbana -es decir las circunstancias socioculturales y socioeconómicas elementales a la vida social urbana traducidas en diferencias ideológicas y económicas-, en distintas percepciones que hacen diferentes a los grupos por su distinta percepción y cultura. Es posible determinar entonces que el discurso urbano organiza también grupos en torno a aspectos profundos de la cultura urbana, la percepción del "nosotros", la pertenencia, la identidad, el pueblo, el vecindario, la fundación, el origen y que estas diferencias no determinan los mismos grupos sino grupos mucho más extensos, que llegan a monopolizar la vida urbana de un determinado período, que aquellos discursos que se producen sobre los elementos de interacción de los grupos en su lucha por fines particulares y momentáneos al liderazgo por determinados espacios de poder de la ciudad.
Desde esta primera conclusión, y volviendo a los textos, se entiende el porqué de lo infuncional de determinar "agentes", como son llamados en el análisis del discurso tradicional, y detectar un discurso sobre ellos y por lo tanto de delimitar un corpus justificable para el estudio del discurso. Se evidencia que lo que corresponde para estudiar el discurso urbano es definir los grandes movimientos y variaciones de la cultura urbana de una ciudad, de los cuales estos agentes fueron sólo protagonistas de la lucha intergrupal. No se trata, por ejemplo, de partir desde el análisis del discurso de los grupos dominantes, sino del análisis del discurso sobre el origen, el génesis, el nacimiento de la identidad y la propia definición, donde el grupo dominante del ámbito decisional participa en la gestación como un competidor más por un determinado ámbito del espacio urbano pero no necesariamente define y limita la gestación de los elementos de la cultura urbana.
Es decir que el análisis del discurso urbano no puede concentrarse en el estudio de estos discursos, fuertemente condicionados a las circunstancias particulares de los grupos, sino en aquellos otros, los discursos elementales, que significan una mejor definición y comprensión de la constitución de la entidad y de la identidad a partir de la conformación del discurso sobre a ciudad, aunque, como parte complementaria a esta investigación, debe estudiar el discurso del grupo dominante del ámbito decisional con el fin de confrontarlo con aquellos que dominan el espacio del discurso urbano y ver su grado de contribución a la percepción colectiva.
De esta manera pueden producirse dos tipos de discursos, que constituyen lo que se denomina discursos elementales:
1. El discurso que incluye las percepciones de los elementos de la cultura que hacen a la semantización del término ciudad en función de estructuras permanentes de la mentalidad constitutiva de la cultura urbana: el pueblo, el vecindario, la ciudad.
2. El discurso que incluye las percepciones de los grupos sobre acciones propias a la vida urbana, acciones que los grupos advierten indisolublemente unidas a lo urbano y hacen que percibian la ciudad especialmente en éstas categorías mentales. Sobre estas percepciones los grupos gestan una percepción de la ciudad en la que reconocen:
a. Una ciudad idealizada en el pasado, que les sirve para explicar el origen y justificar y tratar de entender su presente por la búsqueda del génesis, el "de donde venimos", "como nacimos". Esta ciudad se construye a partir de la invención de elementos simbólicos, lugares y personajes, que se ligaran muy especialmente a un momento, también simbólico, que se denomina la "fundación de la ciudad".
b. Una ciudad idealizada en el futuro, que ayuda a los grupos a organizar su proyecto de ciudad, la cual se compara y liga a otras ciudades de la red urbana. En esta mímesis con otras ciudades se procura además la búsqueda de la identidad colectiva a partir de la comparación ("somos como", "somos distintos a", "(Barcelona) es como")
c. Una ciudad idealizada en transición, que cohesiona los grupos en torno a un discurso polarizador, o bien a favor de la ruptura con el pasado o bien a favor de la continuidad con el pasado, como condición indispensable para la consecución de la ciudad.
El dominio de la comunicación
La ciudad es esencialmente comunicación. Un ámbito que no consiga establecer condiciones para la comunicación es imposible que se constituya en un ámbito urbano. El intercambio de información a mayor velocidad y alcance se constituye en la búsqueda permanente de cualquier ámbito urbano. Algunos autores insisten en ésto de manera tal que llegan a afirmar que el desarrollo del ámbito urbano es dependiente sólo del incremento de la velocidad en el intercambio de información. Autores como Marc Augé definen los espacios de comunicación de las ciudades como "no lugares", espacios anónimos en los que, por exceso de la faz comunicativa urbana se ha pasado, en las épocas actuales -o "sobremodernas" como las define, a la constitución de lugares de ocupación provisoria.
Ahora bien, ¨cuales son las formas urbanas mediante las cuales se establecen los mecanismos de la comunicación y, en definitiva, la posibilidad de los grupos de generalizar e imponer sus discursos?. Como ya hemos mencionado, todo texto urbano puede ser vehiculizador de un discurso, el que, como tal, busca imponerse. De esta forma, toda expresión sobre la cual pueda producirse el discurso urbano es un texto urbano, un producto cultural de la ciudad. En general, se trata de formas del texto incorporadas en la cultura urbana de lenta transformación en el tiempo. Las más generalizadas pueden ser o muy antiguas, -la traza, la disposición y la edificación- o muy nuevas, los "medios": el periódico, la radio, y la televisión. Pero además, muchas otras, que pueden ser de creación más o menos reciente en la vida de la ciudad, como la literatura, el lenguaje coloquial, el texto judicial, en fin, un número casi infinito de textos de distinta escritura superpuestos, reutilizados, reelaborados como consecuencia de la interacción grupal urbana.
Hugo Gaggiotti es becario del CONICET (Argentina) y profesor en la Universidad Nacional de La Pampa
http://www.ub.es/geocrit/sv-34.htm
En el orden social urbano la ciudad es idéntica a sus percepciones. Percepción de lo físico, del futuro, del pasado, de lo necesario, de lo superfluo, de lo sagrado, percepción mediante la cual se busca imponer una cultura, o los más esenciales motores de ella, arraigados en una base profunda que limitamos, arbitrariamente, a una mínima expresión socioeconómica y sociocultural, la familia.
Pero estas percepciones, que son los elementos con que se constituyen los discursos sobre la ciudad, también son los indicadores más claros de la conformación de códigos comunes, es decir, que son el requisito esencial para la constitución de grupos. Cada grupo constituye su discurso sobre la ciudad. Estos discursos, que pueden formalizarse o no, son utilizados por los grupos en la interacción, la transacción y la competencia. Un discurso formalizado logra imponerse, convertirse en hegemónico, cuando es aceptado y adoptado por otros grupos.
De la familia al grupo, de la cultura familiar a la cultura urbana hay un sólo paso, la búsqueda de la generalización y de la máxima extensión de códigos comunes familiares, la adopción por parte de la ciudad toda del código común de nuestra familia, que ya hemos conseguido generalizar como código común de nuestro grupo, desde la transacción con otras familias. Un elemento común, no familiar, reconocido por el grupo como síntesis de sus aspiraciones y por las familias como la mejor solución posible a sus diferencias, el menor sacrificio posible en pos del control urbano.
Aunque la cultura familiar se impone con escasa o inútil resistencia y lentísimo cambio en el tiempo y los elementos de acuerdo intragrupales se consiguen sobre una decisión más de convivencia que de lucha, la cultura urbana es sólo impuesta desde la interacción grupal, en la confrontación y pugna por el dominio, que nunca será absolutamente pleno, pero que sí deberá ser mayoritariamente aceptado.
La aceptación y adopción del discurso urbano no necesarimente implica -generalmente no lo implica- que los grupos lo comprenden plenamente y menos que tienen la capacidad de hacerlo cambiar. En ello radica la esencialidad de su dominio. El reproductor es dominado, no partícipe del control y de la gestación de la cultura de la ciudad.
La constitución de un elemento de la cultura urbana, ya transformado por la interacción y la pugna por la generalización como forma del control urbano, otorga al grupo autor el control de la ciudad, pero finalmente revierte e impacta en la cultura de cada familia, que adopta o puede adoptar estos elementos generalizados de la ciudad, y quizas originados en su seno, para corregir su forma de relación con las otras familias, la conformación grupal y, finalmente, la estrategia de dominio y control sobre la ciudad; en otras palabras, determina el discurso urbano que la familia-grupo adopta, el que pasa a constituir un elemento de su cultura urbana.
Ahora bien. El problema esencial es que, instados a explicar la ciudad, es probable que no podamos sino buscar la generalización de nuestro discurso sobre ella, a un conjunto, generalmente desprevenido, de discentes. Un discurso, probablemente, a su vez, sobre nosotros, impuesto.
Los textos y los discursos de la ciudad
El discurso urbano determina, en distintos momentos del análisis del discurso producido en el ámbito de la ciudad, la constitución del ámbito social urbano, la definición de grupos sociales, la interacción de los mismos y las constituciones de los discursos dominantes.
En el plano de las interacciones sociales, una ciudad es la experiencia vital de quienes habitan en ella. Cuando hablamos de experiencias vitales, damos por entendido que el hecho de habitar un ámbito social urbano no puede ser experimentado de la misma manera por los distintos grupos sociales. La experiencia de vivir en una ciudad es diferente según las expectativas, frustraciones, logros, insatisfacciones que los grupos sociales consideran realizar o no en el ámbito de la ciudad. Existe por lo tanto una multiplicidad de ciudades, que no dependen del número de hombres que las habitan sino del número de grupos de hombres constituidos a partir de vivir en la ciudad una experiencia urbana común.
Una ciudad se reconoce como tal en tanto se diferencian en ella grupos que interactúan entre sí a partir de la necesidad práctica de convivir. De hecho, no puede pensarse en la existencia de un ámbito social urbano sin reconocer la interacción de los grupos sociales. La experiencia urbana se desarrolla en la convivencia de los grupos. Es en la convivencia en la ciudad donde los grupos buscan su identidad, interpretan a la sociedad e intentan imponerse para satisfacer sus expectativas.
En el espacio asistemático del discurso urbano uno de los indicios de la interacción entre los grupos es la conformación de distintos discursos. En el plano del discurso, la determinación de la interacción de los grupos sociales se realiza fundamentalmente a partir de un discurso ajeno. Los grupos son identificados por otros grupos en su afán de diferenciación. En este sentido o no hay grupo, o podría determinarse el interés de que no lo haya, si no hay una evidencia de él en el discurso.
Sin embargo la diferenciación de los grupos se advierte también en la conformación de distintos discursos, no ya sobre otros grupos sino sobre los objetivos particulares de cada grupo, objetivos que cada uno de ellos considera de importancia para su liderazgo y satisfacción.
Entre estos discursos puede delimitarse el discurso sobre la ciudad. Aquel discurso sobre la ciudad que se imponga, conformará a la propia ciudad. La ciudad será, entonces, aquella conformada en el discurso del grupo dominante.
Aunque el discurso urbano es un organizador de los grupos en tanto los grupos gestan distintos discursos sobre la ciudad, creando y usando la ciudad como referente conocido para su interacción, el funcionamiento grupal por completo en torno a lo urbano no puede explicarse de por sí si se considera la existencia de uno y sólo un discurso urbano.
El discurso urbano se compone por aquel discurso posible de producir a partir de aquellos textos que se ocupan de un sujeto, la ciudad y de aquellos términos que forman parte de su área semántica, pero lo urbano se debe no sólo a este discurso urbano sino a una red de discursos que se extienden de manera infinita o casi infinita en la actitud grupal de crear y utilizar la ciudad.
Esto se produce dado que los distintos términos que componen el área semántica de ciudad son, a su vez, sujetos sobre los cuales se producen textos con los cuales es posible producir un sinnúmero de discursos que permiten determinar la organización de los grupos en torno a ellos. Es decir que los grupos se conforman con un propósito, y gestan discursos en torno a sujetos diversos, discursos que pueden o no mantenerse y que no significan la identificación permanente de los integrantes del grupo ni su conformación permanente para otros fines. Algunos de los individuos de un grupo forman parte de otros para otros objetivos competitivos dentro de la lucha por el liderazgo en el cuerpo social urbano.
La determinación de los discursos organizadores de los grupos y conformadores del discurso urbano, en tanto éste se entiende como creador de la entidad que llamamos ciudad, entidad que, justamente, debe ser trascendente a las luchas de los grupos por espacios limitados del cuerpo social urbano, tiene el propósito de definir aquellos grupos mayores del cuerpo social que contribuyen a la formación de la entidad y, por lo tanto, implica la necesidad de excluir aquellos discursos que, si bien son propios a la interacción, son determinantes de una parte mínima, circunstancial y superficial de la conformación de la entidad ciudad.
Esto permite, al distinguir los discursos determinantes de los discursos pasajeros, limitar el análisis del corpus a los mots-pivots propios de los discursos determinantes del proceso de conformación del discurso urbano, dejando de lado aquellos que, si bien se reiteran en el uso y demuestran un interés definido de ciertos grupos por su utilización, interés que se expresa de manera explícita en los textos, no contribuyen, justamente por ser éstos una utilización conciente y explícita, a nuestro análisis, ya que analizar su utilización significa interpretar la percepción del fenómeno urbano según la voluntad particular de los grupos, es decir, circunscribir la investigación a la delimitación de la ciudad superficial de los textos intencionales que los grupos crean en su interacción y definen, como hemos visto, según intereses pasajeros, en comparación con la conformación de la entidad urbana que estan creando. Es decir, tomar la ciudad según la perspectiva de grupos enunciadores según una única interpretación de los sentidos de las palabras que éstos utilizan para la definición de la ciudad y de los otros términos que componen su área semántica.
Este tipo de análisis ha sido común en los investigadores que han incursionado en la problemática urbana, generalmente antropólogos, desde el análisis de los textos producidos en la ciudad, siguiendo una tendencia muy arraigada en los historiadores de considerar la existencia de una cierta "transparencia" semántica de los textos:
"La relación que tradicionalmente el historiador establece con la lengua postula implicitamente la evidencia del sentido desde la perspectiva del receptor y una cierta transparencia de las "palabras" desde la posición del enunciador. El historiador posee una tendencia a detenerse unicamente en el léxico. El peligro -señala R. Robin- de sobrevalorar la importancia del léxico sin informarse lo suficiente sobre los problemas de la sintáxis y de la semántica, y sin tener en cuenta toda la complejidad del status de la palabra en el discurso, conduce generalmente a definir la posición política de una persona sólo por su vocabulario. Se borra de esta manera el juego de las opacidades que hizo decir a Marx que a los hombres no se los juzga por lo que dicen de ellos mismos sino por lo que son. Así, la aparición de palabras de un léxico de izquierda resulta suficiente para ubicar a un discurso como de izquierda." (Goldman, N. 1989. El discurso como objeto de la historia. El discurso político de Mariano Moreno. Buenos Aires, Hachette, p. 6.)
También historiadores y urbanistas han estudiado la percepción del fenómeno urbano desde esta perspectiva, considerando la ciudad por las expresiones en textos que los grupos elaboraban para referirse a la ciudad. Esto significó pensar la ciudad como una entidad no trascendental a los grupos, limitada, determinable y modificable en el corto plazo y, por lo tanto, independiente de los fenómenos culturales de la sociedad. Mucho de los análisis de urbanistas y paisajistas apuntan a considerar una ciudad independiente y condicionada, que, por ejemplo, puede planificarse en lo edilicio para determinarse en lo social y en lo cultural.
Ante esta disyuntiva de analizar, o textos vehiculizadores de una ciudad que aparece como intencionada y superficial, o textos que incluyen lo urbano como elemento de incorporación inconciente en la elaboración del texto y, por lo tanto, representativo de lo sobreentendido, lo divulgado y lo conocido como referente común por la cultura, nos preguntamos. ¨Qué discursos pueden producirse y a partir de que textos que sean representativos de la gestación de lo urbano? ¨Hasta que nivel debe llevarse la limitación de los sujetos para que la selección de los mots-pivots permitan la producción de discursos que posibiliten el análisis de la conformación de lo urbano? ¨Existen, en algún momento de la conformación del discurso urbano, indicadores de la existencia de estos sujetos por parte de los grupos, o los grupos no acuden a ellos y ningún discurso supragrupal puede ser producido? ¨Cuál es el nivel mínimo de la convivencia urbana en la que los grupos desarrollan las categorías para definirse, es decir, para definir la ciudad?
Es evidente que, para poder analizar lo urbano desde esta perspectiva se nota como indispensable en la selección de los textos considerar aquellos que permitan determinar y producir los discursos que puedan organizar los grupos sociales. Pero, cuando se procura distinguir y caracterizar socioculturalemente estos grupos, se advierte que es posible producir un conjunto más o menos extenso de ellos y organizar grupos diferentes, más que por lo que que hasta el momento se consideró como los orígenes y fundamentos de la distinción grupal urbana -es decir las circunstancias socioculturales y socioeconómicas elementales a la vida social urbana traducidas en diferencias ideológicas y económicas-, en distintas percepciones que hacen diferentes a los grupos por su distinta percepción y cultura. Es posible determinar entonces que el discurso urbano organiza también grupos en torno a aspectos profundos de la cultura urbana, la percepción del "nosotros", la pertenencia, la identidad, el pueblo, el vecindario, la fundación, el origen y que estas diferencias no determinan los mismos grupos sino grupos mucho más extensos, que llegan a monopolizar la vida urbana de un determinado período, que aquellos discursos que se producen sobre los elementos de interacción de los grupos en su lucha por fines particulares y momentáneos al liderazgo por determinados espacios de poder de la ciudad.
Desde esta primera conclusión, y volviendo a los textos, se entiende el porqué de lo infuncional de determinar "agentes", como son llamados en el análisis del discurso tradicional, y detectar un discurso sobre ellos y por lo tanto de delimitar un corpus justificable para el estudio del discurso. Se evidencia que lo que corresponde para estudiar el discurso urbano es definir los grandes movimientos y variaciones de la cultura urbana de una ciudad, de los cuales estos agentes fueron sólo protagonistas de la lucha intergrupal. No se trata, por ejemplo, de partir desde el análisis del discurso de los grupos dominantes, sino del análisis del discurso sobre el origen, el génesis, el nacimiento de la identidad y la propia definición, donde el grupo dominante del ámbito decisional participa en la gestación como un competidor más por un determinado ámbito del espacio urbano pero no necesariamente define y limita la gestación de los elementos de la cultura urbana.
Es decir que el análisis del discurso urbano no puede concentrarse en el estudio de estos discursos, fuertemente condicionados a las circunstancias particulares de los grupos, sino en aquellos otros, los discursos elementales, que significan una mejor definición y comprensión de la constitución de la entidad y de la identidad a partir de la conformación del discurso sobre a ciudad, aunque, como parte complementaria a esta investigación, debe estudiar el discurso del grupo dominante del ámbito decisional con el fin de confrontarlo con aquellos que dominan el espacio del discurso urbano y ver su grado de contribución a la percepción colectiva.
De esta manera pueden producirse dos tipos de discursos, que constituyen lo que se denomina discursos elementales:
1. El discurso que incluye las percepciones de los elementos de la cultura que hacen a la semantización del término ciudad en función de estructuras permanentes de la mentalidad constitutiva de la cultura urbana: el pueblo, el vecindario, la ciudad.
2. El discurso que incluye las percepciones de los grupos sobre acciones propias a la vida urbana, acciones que los grupos advierten indisolublemente unidas a lo urbano y hacen que percibian la ciudad especialmente en éstas categorías mentales. Sobre estas percepciones los grupos gestan una percepción de la ciudad en la que reconocen:
a. Una ciudad idealizada en el pasado, que les sirve para explicar el origen y justificar y tratar de entender su presente por la búsqueda del génesis, el "de donde venimos", "como nacimos". Esta ciudad se construye a partir de la invención de elementos simbólicos, lugares y personajes, que se ligaran muy especialmente a un momento, también simbólico, que se denomina la "fundación de la ciudad".
b. Una ciudad idealizada en el futuro, que ayuda a los grupos a organizar su proyecto de ciudad, la cual se compara y liga a otras ciudades de la red urbana. En esta mímesis con otras ciudades se procura además la búsqueda de la identidad colectiva a partir de la comparación ("somos como", "somos distintos a", "(Barcelona) es como")
c. Una ciudad idealizada en transición, que cohesiona los grupos en torno a un discurso polarizador, o bien a favor de la ruptura con el pasado o bien a favor de la continuidad con el pasado, como condición indispensable para la consecución de la ciudad.
El dominio de la comunicación
La ciudad es esencialmente comunicación. Un ámbito que no consiga establecer condiciones para la comunicación es imposible que se constituya en un ámbito urbano. El intercambio de información a mayor velocidad y alcance se constituye en la búsqueda permanente de cualquier ámbito urbano. Algunos autores insisten en ésto de manera tal que llegan a afirmar que el desarrollo del ámbito urbano es dependiente sólo del incremento de la velocidad en el intercambio de información. Autores como Marc Augé definen los espacios de comunicación de las ciudades como "no lugares", espacios anónimos en los que, por exceso de la faz comunicativa urbana se ha pasado, en las épocas actuales -o "sobremodernas" como las define, a la constitución de lugares de ocupación provisoria.
Ahora bien, ¨cuales son las formas urbanas mediante las cuales se establecen los mecanismos de la comunicación y, en definitiva, la posibilidad de los grupos de generalizar e imponer sus discursos?. Como ya hemos mencionado, todo texto urbano puede ser vehiculizador de un discurso, el que, como tal, busca imponerse. De esta forma, toda expresión sobre la cual pueda producirse el discurso urbano es un texto urbano, un producto cultural de la ciudad. En general, se trata de formas del texto incorporadas en la cultura urbana de lenta transformación en el tiempo. Las más generalizadas pueden ser o muy antiguas, -la traza, la disposición y la edificación- o muy nuevas, los "medios": el periódico, la radio, y la televisión. Pero además, muchas otras, que pueden ser de creación más o menos reciente en la vida de la ciudad, como la literatura, el lenguaje coloquial, el texto judicial, en fin, un número casi infinito de textos de distinta escritura superpuestos, reutilizados, reelaborados como consecuencia de la interacción grupal urbana.
Hugo Gaggiotti es becario del CONICET (Argentina) y profesor en la Universidad Nacional de La Pampa
http://www.ub.es/geocrit/sv-34.htm