El presente trabajo no tiene objetivo más que intentar reflexionar colectivamente entre quien comienza a dar sus primeros pasos en la investigación y la estructuración de un discurso historiográfico y quienes enseñan a niños y jóvenes la historia de nuestro país y en especial, espero, al de nuestra región.
Por esto creo necesario plantear tres niveles en los cuales centrar la discusión. Primero, es preciso establecer una mirada o una lectura de la historia nacional que comúnmente hemos estudiando y aprendido. Luego, caracterizar la relación de la historia regional o local respecto de la historia nacional y por ultimo plantear una propuesta de historia local del sur de chile, tratando de establecer procesos, hitos, y elementos característicos.
Desde distintos puntos de vista, ya sea desde la política, la economía o lo social, nuestra historia ha estado centrada en una serie de procesos que encuentran su referente espacial y temporal en el centro político e histórico de nuestro país. Así lo que hoy entendemos por historia de chile no es más que la construcción hegemónica de una pasado de carácter nacional, frente al cual estamos obligados a aceptar e internalizar una serie de generalidades e interpretaciones que en muchos casos no tiene relación con nuestra construcción histórica en particular y especifica.
A mediados de la década de los ochenta, Gabriel Salazar y otros historiadores de lo popular, comenzaron una labor crítica de lo que ellos llamaron historiografía tradicional. Argumentaron que la historia de chile había sido escrita en función de un solo gran constructo identitario, el estado nación, y que la mirada academicista de los historiadores habían desalojado del relato histórico de nuestro país a una serie de sujetos, que formaban parte del mundo popular y que eran participes de esta historia en una perspectiva distinta de la de los grandes héroes notables de nuestra patria.
Es así, como Salazar junto a María Angélica Illanes, Mario Garcés, julio pinto y otros mas, han desarrollado una fructífera labor buscando articular la historia de los grupos sociales subordinados a procesos más amplios y de larga duración, que han llevado a nuevas interpretaciones sobre el desarrollo histórico- social de nuestro país.
Los estudiosos de la historia popular chilena como los de la María Angélica Illanes, han centrado su atención en aspectos complementarios y distintos de los desarrollados por el autor antes mencionado. Illanes ha trabajado el disciplinamiento laboral y las formas de resistencia penal a la salarizacion y posterior proletarización, también ha indagado en las formas de generación del poder local, con sus estadios de la comuna autónoma, al mismo tiempo que reflexionado sobre el valor epistemológico de la historiografía popular.
Mario Garcés, en una perspectiva tompsoniana y claramente salazariana, ha estudiado los motines populares de principios de siglo y julio pinto en una perspectiva más regional, intenta establecer el derrotero histórico de la formación del proletariado obrero en el mundo del salitre, desentrañando del desierto y la pampa los orígenes de la cultura política de nuestro país.
Estas investigaciones, si bien ayudan a comprender mejor la complejidad de la historia local, la ignorancia respecto de los hitos y los mitos, que han construido la memoria historia regional. En segundo lugar, la visión tradicional y repetitiva acerca del proceso de colonización alemana en las decimonónicas provincias de Valdivia y Llanquihue, detalladamente relatado por Blancpain, quien a principios de la década de los 70, pretendió hacer un estudio objetivo sobre la inmigración germana en nuestras tierras, y hasta el día de hoy, su lectura de este proceso no ha sido cuestionada, ni profundizada.
Otro problema es, de qué manera insertar nuestra historia local en el discurso histórico general del país, o cual es la relación entre los procesos globales de la historia nacional y el devenir de la sociedad regional. De manera de no caer en un reduccionismo que asimile el desarrollo histórico del sur a un proceso demasiado global o que atomice el análisis en un particularismo extremo.
El estudio de la historia regional que intento desarrollar, parte como ya he establecido, del análisis y del discurso historiográfico salazariano y los avances hechos por la investigación popular de los últimos diez años, en tanto aportan elementos interpretativos para una historia popular y nacional desde una perspectiva distinta y haciendo hincapié en proceso alternativos y marginales a los abordados por la historia del estado chileno, en la que sectores subordinados no tenían cabida ni participación. He comenzado tratando de establecer las características del proceso y del proyecto modernizador estatal impulsado a mediados del siglo XIX, con la colonización alemana en la región. No para realizar un estudio de inmigración o de demografía histórica sobre la colonia germana en nuestra zona, sino mas bien para buscar una lectura propia que explique e intérprete este proceso como parte del desarrollo global del camino hacia la modernidad chilena, tan buscada y anhelada hoy en día.
En esta búsqueda me encontré con el sugerente planteamiento que Salazar hace para el proceso de modernización mercantil iniciado en la década de 1830, con la llegada de los capitales ingleses y alemanes al puerto de Valparaíso.[1] De acuerdo de este planteamiento, hacia la tercera o cuarta década del siglo pasado, se inicio un proceso específico llamado las inmigraciones nórdicas, que a su vez formaron parte de otro más global denominado por este autor como heteromodernización.
La principal característica de este proceso modernizador era su matiz foráneo, impositivo, extranjerizante y devastador “la vorágine modernizadora eclipsó y arrollo todo lo que, no siendo parte de ella, encontró a su paso: colores locales, las modernizaciones locales, las crisis locales“[2] así cualquier forma de modernización autónoma auto inducida se dejo de lado para adquirir sin cuestionamiento los artículos, mercaderías, costumbres y las modas intelectuales europeas. Configurándose es estilo nórdico occidental de ser moderno.
Según Salazar: “decorada la diversidad y la policromía de las remodernizaciones locales, se entretejió por doquier, una tensa homogeneidad lejana: por abajo, procesos laborales mecanizados, fichas salarios, trabajadores sin rostro ni familia, conventillos, mortalidad; por arriba, europeísmo en las calles y en el salón, idiomas rubios, decretos con voluntad de ley, ciclos monetarios ingobernables, parlamentarismo a toda prueba y, por sobre todo miedo. Miedo político a la desestabilización del sistema moderno” [3]
De esta forma, la elite criolla entregó el liderazgo económico de nuestro país al capital mercantil extranjero, abandonando todo afán productivista, sin otra iniciativa modernizadora que la compra de tecnología norteamericano y europea.
Este proceso contrario a la heteromodernización, según este autor, es el de la auto modernización que tendría origen la modernización latina, iniciada en los países mediterráneos (con anterioridad a la revolución industrial) e instalada en América mediante la colonización hispana de nuestro continente. Este tipo latino preindustrial de modernización humanista, se habría caracterizado por una opción independiente que no contemplaba el trabajo asalariado ni disciplinado como la que devino en la segunda mitad del siglo XIX, más bien propiciaba un tipo de empresarialidad social productivista artesanal y local, unida al sistema internacional por medio del monopolio mercantil colonial y el estado.
Este análisis de Salazar, tiene como principal objetivo rescatar el constructo histórico de los proyectos premodernos del desarrollo local, para contrarrestarlos con el entusiasmo y el encanto producidos por las modalidades adaptadas por la modernización decimonónica de nuestro país. De esta manera, es posible insertar en el discurso histórico nacional la existencia de un proyecto social pre moderno, local y popular, que existió, coexistió, resistió y antagonizó con el constructo elitario del estado nacional chileno.
El problema de legitimidad en Salazar, tiene un doble carácter, por un lado es un cuestionamiento político a la formación del estado nacional en chile, en tanto ha sido construido, desde las cúpulas elitarias e impuesto sobre el resto de la población y de la sociedad chilena, principalmente mediante la fuerza, la represión y la violencia de estado. Por otro lado, es una crítica al carácter excluyente de la modernización nacional, que implemento un sistema económico y cultural hegemónico, capitalista, dependiente del capital mercantil extranjero, poco desarrollado industrialmente que además desconoció y reprimió todo intento de empresarialidad popular y productivista.
El proyecto de colonización alemana, iniciado a mediados del siglo pasado, coincide con el periodo y las características que, según Salazar, tuvieron las modernizaciones nórdicas. Por un lado la modernidad estaba asociada a la capacidad empresarial alemana, a la vez que se impuso desde el estado sobre el resto de la sociedad local y lo que pudo haber sido una elite criolla cedió terreno y sucumbió ante el agente modernizador extranjero. Sin embargo, es necesario tener presente ciertas peculiaridades históricas propias del proceso operado en nuestra región, como por ejemplo, el carácter periférico de nuestra sociedad, en que no estamos frente a una gran cantidad de capital mercantil llegado a nuestras ciudades a comerciar, sino que estamos ante un grupo de colonos que llegan a forjarse el capital con el cual transformaran un grupo social dominante en esta parte del país. Por otro lado, los alemanes no fueron un grupo social captado por la elite central chilena, como los ingleses llegados a Valparaíso, que pronto se unieron a las grandes familias terratenientes del valle central, para así tener acceso del poder político e imprimirle a la política chilena el positivismo modernizante que caracterizo a la sociedad chilena de la segunda mitad del siglo XIX.
Los alemanes de nuestra zona eran parte de un proyecto modernizador del sur de Chile, eran el agente transformador e importador de la modernidad introducido en nuestra región, al interior de nuestra sociedad, que a pesar de registrase algunos matrimonios mixtos, mantuvo por largo tiempo su identidad cultural germana, claramente diferenciada del resto del los grupos sociales locales.
Por otro lado, al operar con las categorías salariazarianas sobre los procesos de modernización, estamos afrontando el problema desde una perspectiva que explica los efectos del desarrollo histórico de la modernidad chilena, pero que están relacionados con procesos de carácter predominantemente económicos, es decir al plantear la modernización del sur de Chile como heteromodernizacion, necesariamente tendríamos a contraponer el concepto de auto modernización y buscar a nivel local algún tipo de proyecto empresarial alternativo o social-productivista en el bajo pueblo regional. Al mismo tiempo, al evidenciar el surgimiento de un tipo de capital industrial y mercantil en la zona que la vincula a círculos económicos más globales, tendríamos que cuenta de los mecanismos de resistencia a la salarizacion, la proletarización y el disciplinamiento laboral de los peones o grupos marginales de la zona.
Al mismo tiempo, este proyecto de colonización alemana que provoco serios cambios a nivel regional, en aspectos políticos y sociales, no conto con la participación de la población local y se impulso e impuso desde el centro político nacional, sin tomar en cuenta el debate generado en las provincias, evidenciando las condiciones autoritarias en que se construyó la legitimidad y la soberanía del estado nacional chileno.
Al respecto, la investigación en archivos ministeriales, legislativos, de prensa y de las respectivas, intendencias creadas en la región, muestran un complejo proceso de construcción social y estatal a nivel local. Por un lado, tenemos unos territorios tomados por la fuerza en la segunda mitad del siglo XIX, inmediatamente continuos a la frontera mapuche en los que una vez instalado el estado se intenta construir un sistema de ordenación social que permitía centralizar el poder y bloquear 0cualquier reaparición de bandos políticos disidentes como los liberales federalistas de Valdivia.
En este mismo sentido, el nuevo orden social prospectado para la región pretende integrar en un mismo espacio físico distintos grupos sociales y culturales tales, como los alemanes, la población criolla local, los indígenas y los migrantes chilotes que llegaran a conformar la mano de obra industrial y agrícola.
Tomando en cuenta estos escasos y generales elementos podemos aventurar que la complejidad del desarrollo histórico en nuestra región, no pasa solo por un problema de modernización económica, que altero las modalidades de producción premodernas, sino también un problema político cultural, que generó conflicto y resistencias a nivel cotidiano, así como prácticas sociales específicas entre los distintos grupos sociales, que generaron formas de dominación y de poder que permearon y modelaron las expresiones del poder estatal en la región.
La complejidad local está dada por las distintas conductas y ambigüedades que a veces caracterizan el actuar, no solo los representantes del poder central o de los grupos dominantes, que en ocasiones hacen coincidir sus acciones e intereses con los del estado y a veces se oponen a él, sino también por la complicada política popular regional, que no es univoca, más bien parece pendular entre resistencia y el enfrentamiento al proyecto modernizador estatal y la aceptación e inserción en el nuevo orden social. Por un lado, en los sectores populares vemos operando la solidaridad y la generación de estrategias de acción colectiva y aglutinadora de ciertos grupos sociales subordinados, y por otro, alianzas y coaliciones de grupos populares con el estado o sectores de elite en contra de miembros de su propia clase social.
Esta complejidad lleva a cuestionar los grados de ilegitimidad de la autoridad y la construcción estatal en la región, pues el proyecto de modernización regional se legitima por distintas vías y en distintos sectores de la sociedad local. Desde un punto de vista lógico, el estado en algún momento debe lograr la aceptación de, al menos una parte de los grupos sociales subordinados, aceptación que no tiene que significar un total sometimiento al sistema de poder impuesto en la localidad, más bien puede responder a una estrategia política de sobrevivencia, que manifieste los conflictos internos de la sociedad a nivel cotidiano, en la generación de prácticas sociales y discursivas antagónicas entre un grupo social y otro, que no tengan que expresarse necesariamente a nivel de política formal o partidista.
103-108
[1] Salazar Gabriel: cris en la altura, transición en la profundidad: la época del Balmaceda y el movimiento popular. En Luis Ortega edito, ob. Cit, pp, 171-195, Salazar ha desarrollado estas ideas en otros textos más recientes como: dialéctica de la modernización mercantil: intercambio desigual, coacción, claudificacion (chile como West Coast, 1817-1843) ponencia presentada en las XI jornadas de historia de chile. Osorno 23, 24, 25 y 26 de octubre de 1995, texto mimeografiado.
[2] Salazar (1993), ob.cit. p 181-182
[3] Ibid, p.182