Saturday, March 6, 2010

Gobiernos conservadores y proyectos nacionales en Chile.



Bernardino Bravo Lira.
Título: LOS PROYECTOS NACIONALES EN EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y SOCIAL CHILENO DEL SIGLO XIX
Autor: MANUEL LOYOLA, SERGIO GREZ
Formato: 14x 21,5 cms.
Páginas: 171
Edición: 3ª Edición
Año: 2005
ISBN: 956-7947-03-1
ISBN 13: 978-956-7947-03-4
Materia: Historia de Chile
Reseña: Visiones e interpretaciones de las construcciones ideáticas predominantes en Chile durante el siglo XIX hasta comienzos del XX.

            Después de este preámbulo resultara tal vez decepcionante afirmar que, a mi entender, el proyecto conservador del que me encargado tratar, no existe. Es una especie de contradicción en los términos. Hay, ciertamente, lo que cabe llamar gobiernos conservadores, con una visión propia de la política y los modos de ejercer el poder, por encima de ellos hay una mentalidad y una actitud conservadora, referida a los distintos aspectos de la vida y la cultura. Pero nada de esto tiene que ver con un proyecto de transformación de un país o incluso a la humanidad entera, ideado por algunos teóricos, que sus seguidores se empeñan en imponer, casi como si fuera una creencia, una doctrina de salvación. Tales son los ismos al estilo del siglo XIX, desde el liberalismo y al socialismo hasta los más recientes como el desarrollismo y las grandes planificaciones globales. Su versión más radical reviste la forma de ideologías, ósea, sucedáneos de la religión, que pretenden imponerse con la fuerza de una creencia. 40
            Por sus fines y por su modo de actuar, un gobierno conservador es en cierto modo, la antítesis de estos proyectos. Está al servicio de creencias, instituciones, y de la patria misma, los cuales son todo menos obra de iluminados. Son patrimonio común y, en general, de la tradición. Por lo mismo, un conservador se resiste a sacrificarlos a los dictados de teorías o ideologías de turno. Desdeña la pretensión misma de rehacer el país y el mundo conforme a ellas. Frente a estos aires revolucionarios que actualizan y mantiene vigente lo propio de cada pueblo y cada cultura. 41
            Estado de la cuestión.
            Hace ya tiempo que Edwards lo señalo en la fronda aristocrática, obra en muchos sentidos no superada. En un capitulo celebre opuso a la política conservadora, lo que llamo religión liberal. Esta si representaba un proyecto político, que sus promotores se creían autorizados a imponer el Apis en nombre del progreso y de la imitación de naciones tenidas por más adelantadas. En cambio, escribe, “la paz interior y la continuidad del régimen legal de que aquí gozamos nos acercaba a las monarquías europeas de la misma época, casi todas absolutas o temperadas por algunas formas representativas”.[1]
            Es curioso, pero los autores posteriores no han avanzado mucho, Góngora se ocupo en varias ocasiones de la tradición y el tradicionalismo en chile. Esto le permitió decir en 1983, “no se dio nuca en chile un conservantismo monárquico, ni siquiera el conservantismo tradicionalista en el sentido de las ideas de los románticos alemanes o de Joseph de la Maistre, solamente en el siglo XX con un Alberto Edwards podemos hablar de un conservantismo a la manera británica”[2]. Góngora menciona un “proyecto político” del régimen portaliano, que “consistía en un gobierno fuerte, apoyado por “los hombres de juicio y sequito”, “amigos del orden”  41-42
            Hemos visto que Edwards señalo la afinidad de chile con las monarquías centroeuropeas en este campo. Actualmente los estudiosos reconocen que chile no es un caso aislado. Al igual que en los países danubianos y algunos iberoamericanos, como Brasil, se identifica el hombre de orden con conservador. Este es un rasgo común no solo en casos llamativos de estadistas o gobernantes sino de la gente corriente.42
            Así se explica, en parte, su perplejidad a la hora de denominar ese régimen portaliano, de  que hablan Edwards y Góngora. Unos los llaman república autoritaria”, otros oligárquica[3] otros conservadora, otros autocrática, o en fin aristocrática. Solo últimamente se le ha reconocido como “república ilustrada“ lo cual nos sitúa en el centro de nuestro tema.
Gobiernos conservadores de Chile.
             Según se verá son más persistentes de lo que a primera vista parece. No se limitan al periodo de su apogeo entre 1830 y 1861. Como vio Edwards ya en 1913, el modelo de gobierno conservador fue acuñado por la monarquía ilustrada en la segunda mitad del siglo XVIII, de suerte que el llamado régimen portaliano es más que una restauración que una novedad.[4]  Por encima de los trastornos de la independencia, tenemos, pues, un siglo largo de gobernantes y gobiernos conservadores, lo cual no es una excepción. Algo semejante ocurre en Brasil y en Europa Central. 43-44
            Pero hay más. Hacia fines del siglo XIX encontramos una renovación conservadora ligada al positivismo. La mentalidad conservadora adopta nuevas formas. Fuera de la vertiente de raigambre ilustrada, militar y clerical, cobra vida otra de sello más práctico, profesional y burócrata, cuyo lema es orden y progreso. Al igual que el conservador católico y nacional, este conservador laico y nacional promueve la modernización dentro del orden, quiere evitar la revolución mediante reformas. 44
            Este perfil del conservador es fácilmente perceptible a través de algunas constantes y personajes. Desde luego, el orden está lejos de ser algo etéreo e inasible. No puede ser más concreto. Se condensa en la trilogía religión-rey-patria. A su vez, ella es la razón de ser de un gobierno fuerte, que vela por el orden y esta, por tanto, al servicio de fines supremos y permanentes del estado, por encima de las opiniones o preferencias de los gobernantes o gobernados. No sin razón es la época de los gobernantes eficientes y realizadores, desde manso de Velasco, hasta Montt, pasando por Jáuregui y Ambrosio O’Higgins. La noción conservadora de gobierno se confunde con la del servicio al rey o, después, al estado. por eso es también la época de los grandes servidores del rey y de la patria, como judas Tadeo reyes, Portales, domingo Eyzaguirre, Manuel José Benavente, Juan de Dios Vial del Rio y,  sobre todo, Andrés Bello. Quienes materializaron una política de estado.  44
            Conforme a los ideales de la ilustración, esta política tiene una dimensión modernizadora, encaminada a promover desde arriba el progreso y la felicidad de los gobernados. Por último, se trata de una modernización con el doble carácter católico y nacional, fundado en la trilogía antes mencionada, y atenta en todo momento a la estabilidad institucional, de suerte que no comprometa a la monarquía ni después a la oligarquía que sucede. Lo cual enfrenta al conservador con el revolucionario, que aparece a la vez bajo el doble signo de irreligioso y cosmopolita. 45
            Entre reformas y revolución
            A la vista de los horrores de la revolución francesa, estos hombres reafirman la política reformadora, al servicio de la religión y de la patria, que es el núcleo del gobierno conservador. Figura culminante de esta vertiente de la ilustración es el venezolano Andrés Bello (1781- 1865), rector de la Universidad de Chile. Su discurso de instalación de la misma en 1843 reafirma solemnemente la armonía entre las dos revelaciones, la natural contenida en el libro de la naturaleza y la sobrenatural contenida en las sagradas escrituras.
            Los grandes paradigmas de las dos vertientes opuestas de la ilustración –reforma o revolución- son, en cierto modo Inglaterra y Francia.
            Inglaterra no necesito romper con constitución para convertirse en una potencia moderna. Siguió una línea conservadora. Simplemente se renovó. Por eso no tuvo ni constitución escrita ni códigos. Tampoco paso de la preeminencia del poder frente a otros poderes, propia del estado pre moderno, al monopolio del poder, característico del Estado moderno. De ahí que muchos hayan dudado de que constituya un verdadero Estado. Lo que no impidió montar una frondosa administración, con sus oficinas y su personal. Ni tampoco ser una modelo de estado de derecho, entendido como rule of law, esto es, en palabras de Dicey,  igual sumisión tanto de los ciudadanos como del poder público a un único derecho, aplicado por jueces cotidianos y situado por encima de todo. En una palabra, Inglaterra se convirtió en un modelo de modernización conservadora sin estatalizar ni el gobierno ni el derecho.
            Francia, en cambio, adopto el camino de la revolución, es decir, de la ruptura de la constitución histórica y del incesante hacer y deshacer constituciones escritas. Reemplazo la preeminencia real, que algunos todavía llaman absolutismo, por un fenómeno único, dotado de un imponente aparato de oficinas y que en principio de auto limita mediante esos textos constitucionales (división de poderes), que en el hecho se suceden unos en pos de otros sin cesar. Constituciones y códigos, abrieron paso a la contraposición entre estado y sociedad civil, destituida de poderes. La estatalización avanzo así en forma conflictiva. Afecto a la iglesia, al derecho, a la enseñanza, a la salud, etc. 47
            Gobernantes y gobiernos conservadores.
            Brevemente nos ocuparemos de las tres fases antes anunciadas de gobiernos conservadores, monarquía ilustrada, república ilustrada y gobiernos de orden y progreso.
            La primera es anterior al enfrentamiento entre las dos variantes de la ilustración. Corresponde  al nuevo giro que imprime el gobierno la monarquía ilustrada. No se contenta hasta entonces, con la  justicia, con mantener sus vasallos en paz y justicia. Se propone promover su felicidad. Con este objeto lleva a cabo una gigantesca transformación. Su lema es dios-rey-patria, que encontramos por ejemplo, en la instrucción de las milicias, a lo largo de todo chile y de toda América. Los noveles soldados casi siempre iletrados, han de ser formados en este triple amor. Lo mismo recomienda a sus sucesores, del modo más solemne, Carlos III en su instrucción reservada de 1787. 47
            Surge así la figura moderna del rey gobernante que reemplaza a la medieval de rey justiciero. Del mismo modo, cobra en chile la figura del presidente gobernante, cuya gestión se aprecia por la tangible que deja tras de sí: fundación de ciudades, universidad real, oficinas y ministerios, intendencias, monumentales obras públicas, como caminos carreteros, canal de Maipo, los tajamares del Mapocho y edificios de la grandeza la moneda, la catedral, la real audiencia, etc. Este presidente eficiente y realizador es el arquetipo del gobernante conservador, identificado con los intereses supremos y permanentes de la patria. 48
            Este modelo pasa por un eclipse en los años de la independencia. Pero, al cabo de las dos décadas, revive con mayor fuerza. Es notable como pervive su recuerdo. El ex presidente pinto lo evoca en estos términos. “los capitanes generales eran respetados por su probidad”, y aclara que en el Chile indiano “nadie temía ser encarcelado ni expatriado por un abuso de autoridad”. [5]
Apogeo del gobierno conservador.
La república ilustrada representa el apogeo del gobierno conservador en chile, y del engrandecimiento  del país, que pasa a ser la primera potencia del pacifico sur. En 1833 el presidente prieto inauguró  los trabajos de los constituyentes con el llamado hacednos felices, que hoy suena candoroso, pero que condensaba el ideal de la ilustración.[6] De su lado, Portales, con el desenfado que acostumbra, escribe “el gran secreto de gobernar bien está solo en distinguir el bueno del malo, para premiar al uno y dar garrote al otro”, y “el peor mal que encuentro en no apalear al malo es que los hombres se apuran poco por ser buenos, porque los mismo sacan de serlo como de ser malos”.[7]48
El propio portales aclara que buenos son “los hombres de orden”, en cambio malos con “los enemigos del orden, de la verdad, de honradez y de la decencia”. [8] Nos encontramos, pues, una vez más, con la noción clave del orden y el papel del gobernante como guardián del mismo.  48
La figura del presidente gobernante llega en su plenitud en el periodo de 1831-1861 bajo prieto, Bulnes y Montt. Los ministerios e intendencias, introducidos en la fase anterior, les permiten proseguir la modernización del país. Al respecto, bello afirma en 1842 desde la las columnas del araucano “la religión del estado (es) la primera atención de todo buen gobierno “[9] y en el senado “miro la dotación de la iglesia como una de las más urgentes necesidades del país, como la que propende mas a la civilización y la moral de los ciudadanos”[10] bajo este signo se realizan los grandes ideales del reformismo ilustrado, particular educación popular, fomento económico y obras publicas. Chile se convierte en un pis prospero del erario y de acoger, como Brasil, a los exiliados políticos de los países vecinos. 49
Conclusión
Los gobiernos conservadores marcan un hito en la historia de chile. Su acción modernizadora fue decisiva para transformar el antiguo chile, predominantemente rural e iletrado, en el chile moderno, con una cultura urbana y letrada cada vez más difundida, que protagonizo una expansión nacional sin precedentes. Pero su caso no es una excepción. Por eso, solo puede comprendérselo cabalmente como intuyó Góngora, en el marco de la ilustración católica en Europa –toscana, Nápoles Austria, en el mundo hispánico, desde España y Portugal, hasta ibero América y Filipinas. 51
Los orígenes de la modernización nos remiten a este vasto escenario y a la acción reformadora de las monarquías ilustradas. Entonces cobra forma la trilogía dios-rey-patria. Su apogeo corresponde a la época que sigue a la derrota de napoleón y de la vertiente revolucionaria de la ilustración, irreligiosa y cosmopolita, como se ve en el caso del Brasil y de chile. Este periodo se prolonga, de algún modo, hasta fines del siglo XIX, con el orden y progreso del positivismo. 51
La clave de la política conservadora es una visión nacional del gobierno. Está al servicio de esos ideales que hemos observado dios-rey-patria y no de un proyecto político ideado por teóricos foráneos o sus seguidores criollos. Menos aun está al servicio de fluctuantes miras personales. Es la antítesis de la dictadura y del gobierno de partido. Más que un proyecto nacional es un modo de promover  la modernización del país dentro del orden. Su acción es mucho más que suprapartidista, porque es anterior y al espíritu de partido. En una palabra, se traduce en una política de estado mantenida por los sucesivos gobernantes a veces durante generaciones. 52
Al actuar así los gobiernos conservadores no intentaban, en modo alguno, imponer un proyecto nacional discurrido a priori, sino de promover empíricamente el engrandecimiento de la patria por los medios, que fueren conducentes. Esta política es netamente ilustrada, no se mide por lo que se halaga o puede alagar al pueblo, a la mayoría, a la masa inculta. No pretende ganarse su aplauso, su simpatía o su apoyo. Antes bien, en lugar de dejarse guiar por el sentir del pueblo, pretende elevarlo, mediante la educación y la mejora de las condiciones de vida, aunque eso suponga contrariar sus hábitos y costumbres. En el centro de gravedad de los gobiernos conservadores no está el pueblo, sino la minoría ilustrada. 52
La política de estado tiene metas y no plazos. El gobierno conservador, por tanto, tiene una razón de ser pedagógica y no demagógica. Al pueblo se le educa, no se le utiliza por una minoría ansiosa se conquistar y retener el poder. Se le eleva y se le capacita, en lugar de explotar su incultura y sus inclinaciones en interés de las oligarquías partidistas que luchan por el poder. 52
Orden y modernización son las constantes de la política conservadora. En el curso del tiempo se les identifico primero con la trilogía ilustrada dios-rey-patria, luego se hablo de orden y libertad, como lo hizo Montt, y finalmente bajo el influjo de Comte , empeñado en evitar a toda costa la revolución que hace chocar entre su el progreso con el orden, se dio a la modernización el nombre de progreso y se llego al lema positivista orden y progreso, cuyas profundas resonancias conservadoras explican su eco en Hispanoamérica. 53
           
               



[1] Edwards, Alberto, La Fronda Aristocrática, Santiago 1928, p 300-301.
[2] Góngora, Mario “la noción de lo civil en la historia de chile” en instituto de estudio humanísticos, historia de las mentalidades, Valparaíso, 1986, 15. Sobre el gobierno fuerte en Chile, Bravo Lira, Bernardino, gobierno fuerte y función consultiva, cuadernos de ciencia política S, Santiago 1984, con bibliografía.
[3] Heise, Julio, historia constitucional de chile, Santiago.
[4] Edwards, Alberto, “apuntes para el estudio de la organización política de chile”, en revista chilena de historia y geografía 9, 12 y 14, Santiago 1913 y 1914, del mismo. La organización política de chile 1810-1833. Santiago, 1943.
[5] Pinto, francisco Antonio, “apuntes autobiográficos del general Don…”, en boletín de la academia chilena de la historia 17, Santiago 1941, 87.
[6] Prieto, Joaquín, alocución del presidente a la gran convención, en Letelier Valentín (Comp.). Sesiones de los cuerpos legislativos…, 37 vols., Santiago, 1887, 1908
[7] Portales, Diego “carta a Antonio garfias”, Valparaíso 14 de enero de 1832, en el mismo, epistolario, recopilación y notas de Ernesto de la Cruz 3 Vols., Santiago, 1936, 7,2, 386. 
[8] Portales, Diego “carta a Fernando urizar garfias”, Valparaíso 5 de agosto de 1833, en epistolario, nota 31,2,418
[9] Bello, Andrés, el araucano 596, Santiago, 21 de enero de 1842; en sus obras completas, nota 27,9,231
[10] Bello, Andrés, sesiones del senado 4 de agosto de 1848, ahora en Letelier, nota 27.