Thursday, February 11, 2010

El Fin de la Historia ¿Realidad o ficción? El hombre y su Pensamiento Ilustrado, como motor de la Historia.


“La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.”[1]

Desde finales del siglo XX y luego de la caída del muro de Berlín y el consecutivo derrumbe del bloque soviético, se ha ido gestando una nueva visión teórica sobre las ideologías predominantes en las dos últimas centurias, que nacieron con la independencia de las colonias inglesas en Norteamérica en 1776 y la caída del absolutismo monárquico por allá en 1789 con la revolución francesa.
Entre los autores más controvertidos esta Francis Fukuyama[2], historiador de origen japonés, pero criado intelectualmente en Estados Unidos, es el creador de esta defunción de la Historia para dar paso el devenir de un nuevo periodo: la globalización y el auge de la sociedad de libre mercado y del consumismo extremo. Este autor anuncia la muerte de las teorías racionalistas y del proceso de ilustración nacido en el siglo XVIII en su obra “El fin de la historia y del último hombre” destaca que la única opción viable es el liberalismo democrático, que se constituye así en el llamado pensamiento único, ganador triunfante de la lucha ideológica de la guerra fría. Agrega con ello que, las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la Economía. Por consiguiente, en el mundo pos histórico, afirma Fukuyama- "no hay lucha en torno a grandes asuntos y, en consecuencia -no se precisa ni de generales ni estadistas-.”[3] En suma, el mundo pos histórico en su madurez es un mundo sin conflictos.De esta forma concluye que, Estados Unidos sería así la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases, donde realmente se conjugan las bases ideológicas de las dos revoluciones más importantes de la historia contemporánea.[4]
Pero en cierto modo, aquí postularemos otra perspectiva del asunto. Basándonos en la hipótesis, que el mundo de las ideas racionales, ilustradas y los paradigmas teóricos, creados a partir de la razón, son los impulsores de los procesos históricos y los cambios sociales. Realizaremos una retrospectiva histórica para confirmar que la historia y el mismo movimiento humano, con sus conflictos, incorcordancias sociales, económicas y políticas, han sido estos últimos 200 años, la forma común para poder impulsar los proyectos sociales, de uno u otro bando político-económico, y que aún está lejos de fenecer, porque siguen manteniéndose las mismas esencias de incertidumbre social, en el corazón del ser humano. Por mucho que se respire un aire de pasividad y monotonía en la mayoría de los ciudadanos que conformamos el sistema político, siempre existen factores que permiten soslayar las cadenas que aun siguen esclavizando nuestra libertad y madurez como seres integrales, ilustrados y racionales, que se preguntan e interrogan y además se dan respuestas, argumentando y teorizando su realidad, para buscar con ello, la construcción de un nuevo horizonte de bienestar y un futuro mejor.
Pero comencemos desde el principio, en ambas revoluciones ya señaladas, estaban implícitas las ideas ilustradas-racionalistas, que sacudirían de sus cadenas al ser humano, amarrado a su pasado tradicionalista y religioso, donde la teoría escolástica y el temor a Dios y al señor feudal, junto con los vastos prejuicios que imponía la Iglesia Católica en todo el accionar humano, encasillaba al Hombre, en una celda de pereza intelectual, como también de servidumbre moral, creando con ello una condición de pasividad social, de fácil manejo, todo a favor para la instauración de una jerarquización estamental. Pero las dos revoluciones, La Norteamericana(1776) en primer lugar, que proponía a la libertad económica como figura conceptual máxima, y la Revolución Francesa(1789) con sus tres paradigmas de libertad, igualdad y fraternidad, como una combinación idealista del futuro social del ser humano, quebraron el status quo de estas viejas estructuras sociales pre modernas.
Cabe agregar como un factor esencial, que el nacimiento de ambas revoluciones se dio dentro de un marco histórico imbuido en el racionalismo científico y la creciente instauración de la revolución industrial, como motor de cambio y rápido avance económico a finales del siglo XVIII. Con ambas procesos en movimiento, el cambio político se vio favorecido, ya se sentía que se estaba en un periodo de rápidas reformas sociales tanto en lo político como en lo económico, propio de una modernidad ascendente que ya se avecinaba en el horizonte del mundo occidental hasta esa fecha, Europa, Estados unidos y las colonias españolas americanas, agregando el vasto imperio comercial inglés y francés que ya imbuía dentro de los modelos occidentales, a millares de personas de otras civilizaciones.
Con el avance de la Ilustración, las nuevas ideas se propagaban con los mismos procesos históricos que se iban gestando. Desde el mismo seno de la revolución francesa, se creó la figura de Napoleón[5], como personaje histórico paradigmático del modelo de hombre que se generaba, el hombre que se creaba a sí mismo, el nuevo hombre racional libre de todas ataduras religiosas y tradicionales, donde el ser noble no constituía sinónimo de superioridad. Esta nueva concepción está claramente expresado en la misma coronación de Napoleón como emperador, en el cual, el mismo se corona, dejando de lado la tutela religiosa del papado. En cierta forma no se requería de su presencia en el ámbito del poder.
Junto con Napoleón y sus guerras de dominio europeo llevo como consecuencia al desmembramiento del imperio hispano así nacen nuevas, pequeñas y ultra dependientes repúblicas en Hispanoamérica, agregando a ello, el nacimiento de potencias mercantiles y comerciales, como Inglaterra y estados unidos, para finalmente en Europa ,la creación de nuevas repúblicas de corte Monárquico Republicano, crearon en toda la faz occidental, una nueva concepción del mundo, en la cual si bien seguía existiendo la seguridad en la ciencia y en las ideas ilustradas y que los cambios sociales podían ser parte y a la vez controlados por un constructo teórico científico más amplio, esto último aplicados en su fase más extrema, con el Positivismo como paradigma de control social durante mediados del siglo XIX. Ya durante el siglo XIX, se manifestó concretamente el predominio de las Luces, como el camino a seguir para un mejor bienestar del ser humano, tanto materialmente como espiritualmente. Pero, las contradicciones y debilidades de la misma economía capitalista, que llevaba a una explotación sin igual, con abismantes desigualdades sociales.
Este nuevo movimiento, abrió el camino para el nacimiento de una nueva forma de ver la realidad. Basándose en los mismos pilares científicos racionales del positivismo, Nace la creación del socialismo científico-marxista, como parte de esta continuidad histórica revolucionaria nacida por allá en el siglo XVIII, es en cierta forma una manifestación teórica de los mismos principios que socavaron el antiguo régimen. En ella se plasma las ideas sostenedoras del devenir humano: la Revolución como motor de la historia, y la contradicciones dialécticas entre las clases dominantes y las clases dominadas donde en el campo de la economía, estaba la base de dominación por de alguna de estas clases.
Por otro lado, esta misma corriente ilustrada, científica y liberal que llevo en su seno, el industrialismo y la preponderancia de la maquina sobre el Hombre, llevo a este ultimo a replantearse las mismas ideas claves que abrieron las cadenas de su esclavitud. Con el avance de la economía, y la fría sociedad racional que se estaba creando, algunos intelectuales llegaron a realizar una retrospectiva de la historia pasada, como una búsqueda de las mismas raíces pedidas por el avance del tecnificado y el frio mundo de los cálculos y los números. Pusieron en el centro de esta realidad al espíritu humano, y las características identitarias que estaban en una nación determinada. Con ello sentaron las bases para el Movimiento Romántico, en el cual el Hombre y su espíritu, eran la forma de expresión máxima, la esencia misma de una nación que debía tener una hermandad y fraternidad entre todos sus integrantes para su propio beneficio. Crearon así, la piedra angular para el nacimiento del Nacionalismo. Ideología delimitadora de culturas, naciones y estados, la esencia misma del binomio Estado Nación, que predomina en la actualidad.
Ya entrando a siglo XX, con una guerra mundial a cuestas, gracias a un armamentismo sostenido por la disputa entre las potencias coloniales Alemania, Inglaterra y Francia, una revolución marxista concretada en la Rusia zarista donde la teoría se volvió realidad, un debacle económico manifestado en el crack bursátil de Nueva York en 1929. Por último, el florecimiento extremo del romanticismo nacionalista decimonónico, con sus elementos fascistas tanto en Italia, con Benito Mussolini a la cabeza; España, con Franco; y por último el modelo más radical, científico y planificado, a la hora de expandirse por Europa, la Alemania nazi, de Adolf Hitler. Tres entelequias de un mismo movimiento cultural, propuesto en su momento, como una expresión misma del espíritu humano frente a la racionalidad exacerbada, pero ahora levado a su máxima expresión, donde representaría el espíritu de naciones, de masas humanas, movidas con fines y objetivos en común, en pos de su propio bienestar. Ayudándose, de la técnica y la ciencia, como herramientas de conquista y control social.
Estos tres conceptos ya mencionados implícitamente, los pilares de la Revolución Francesa y sustento espiritual de la misma: libertad, igualdad y fraternidad, llegarán a tal punto de enfrentarse uno contra otro. Es en cierto sentido, es una carrera ideológica, una competencia que los llevara a enfrentarse en una nueva guerra mundial. Todo en pos del dominio y la soberanía de un solo pensamiento. Es una manifestación de una carrera de ideas racionalistas, todas ellas fundamentadas en la Historia, la Ciencia y la Teoría.
Durante esta guerra, en la cual Alemania, Italia y el Imperio Japonés pasaron a formar parte del Eje. Por el otro lado, los aliados, Inglaterra último reducto de la libertad en europea, y los Estados Unidos, como la gran potencia industrial americana, agregando su aliado estratégico, la Unión Soviética, pasaron a formar el bando contrario, buscaran vencer a este nacionalismo exacerbado, nacido y expandido por Europa y el mundo, por los debacles económicos del sistema capitalista y el peligro de la revolución socialista significaba para la unidad nacional, agregando a ella, la manifestación de odio y limpieza racial como proyecto político, ayudándose de la técnica de la industria de exterminio.
Esta gama de perfiles ideológicos, se enfrentara a muerte durante la Segunda Guerra Mundial, por la preponderancia global de la perspectiva del mundo de cada una de ellas. Finalmente, los ganadores de esta fatídica guerra, detentarían el poder y la supremacía militar, la cual se barajaría por medio del paulatino incremento de tropas en la devastada Alemania dividiéndola y donde su capital, Berlín sería el epicentro de una lucha ideológica y logística nunca antes vista en la historia de las guerras europeas. Ya derrotado el bloque nacionalista, en el cual, Estados Unidos se erguía como gran superpotencia, gracias al avance científico y su gran capacidad industrial, con una nueva arma, la bomba atómica. La Unión Soviética, por su parte, gracias a su gran masa humana, su rearme económico, y su gran capacidad organizativa estatal. Pudieron gestarse como los dos grandes vencedores de una de las guerras más atroces que ha dejado este último siglo. Estas dos grandes potencias se disputarían durante más de 40 años la gran batalla de la ideas, con fundamentos teóricos y propagandísticos, pero también con una amenaza aun mayor, una guerra atómica total. [6]
Desde 1945 hasta la fecha del debacle soviético. Ambas sociedad, se enfrentaron como en un tablero de ajedrez, buscando las debilidades y los errores de su enemigo, que se pudiesen cometer en un accionar bélico determinado, o en la misma carrera armamentística que nació de luego de la asegunda guerra mundial. La llamada “Guerra Fría” llego a ser considerada la guerra “más larga de este siglo” sin haberse enfrentado cara a cara dos enemigos acérrimos. Sin ningún atisbo de declaración de guerra, se enfrentaron con muchos artilugios propagandísticos, con una expansión logística-comunicacional a nivel global, donde ninguna nación quedo fuera del dilema ideológico planteado por las dos superpotencias y todos los gobiernos y naciones del planeta se hacían parte de uno u otro bando, dependiendo de lo avatares políticos que el mismo conflicto producía. Todo esto, conllevo a la creación de nuevas formas de suplir las debilidades internas de cada modelo político-social, por un lado, para sostenerlo a través del tiempo, como también, mantener el ordenamiento interno, de cada modelo económico, implementado en cualquiera república o estado que se haga participe del conflicto.
Un ejemplo de lo anterior, son las reformas estructurales llevadas a cabo en las economías latinoamericanas, las reformas agrarias en los años 60. En Estados Unidos el devenir de la nueva economía social de mercado, como modelo de exportación a todo el orbe, desarticulando el rol del Estado en la economía y lo social, privatizando y mejorando su gestión con nuevas técnicas y modelos administrativos. Y en contrapartida, la instauración de la Glaznot y la Perestroika como un tinte de libertad y democracia al bloque soviético. En todas ellas, se suplían las debilidades de cada paradigma ideológico imperante en su sociedad rearticulándose y acomodándose a los nuevos cambios y quiebres vertiginosos que produjo los años 60, sobre todo en el quiebre generacional y cultural en el ámbito social occidental. Acentuándose aun más durante los años 80, en el cual, ya se vislumbra los cambios profundos que se gestarían a partir del año 1989.
Ya finalizando el siglo XX, y con una contienda ideológica, económica y militar que trajo muchos avances científicos a la humanidad, como también un constante odio y resentimiento que podían convertir a esta Guerra Fría en caliente, se percibe el agotamiento de una de ellas. Muchos autores plantean que si bien el socialismo científico no resulto como se tenía planificado en la teoría misma de Marx, con la disolución y destrucción del Estado, para dar a una sociedad libres y sin clases. No fue una mera utopía. Ya que, no se puede dejar de lado, el avance que tuvo en la sociedad rusa, tanto en el campo de la educación, salud y seguridad laboral, como el avance en el ámbito científico y tecnológico que acarreo la competencia con el mundo occidental, tanto en la carrera armamentística como en la carrera espacial.
En cierto modo, el punto sustancial que lo llevo a la debacle fue más bien, una brecha entre la realidad individual de sus sociedades y la estructura política que la dominaba. Cabe agregar, que el avance de las tecnologías de la comunicación, que permitían al individuo la expresión de sus ideas, el nuevo rol social del mercado con su faz neoliberal, que se iba imponiendo en todo el espectro occidental, y que iba ganando terreno rápidamente en las economías en Vías de Desarrollo, en contra del modelo de planificación científica y estatizada, agregado con ello la nueva cosmovisión de la clase dirigente que se gestaba en el mismo bloque comunista;, con un relajamiento, una amplitud a nuevos horizontes, observado significativamente a las democracias occidentales, conllevo a rearticular, desde sus estructuras gubernamentales, una tolerancia hacia los cambios, hacia la nueva época que se gestaba, donde las diferencias y los conflictos de clases, serian parte del pasado. Ellos fueron los que finalmente derrumbaron el muro en 9 de agosto de 1989. Y que disolvieron el bloque soviético. Para dar fin a esta carrera ideológica, iniciada en el siglo XVIII, movida por el afán ilustrado y el espíritu de la ciencia, con un único horizonte, alcanzar la libertad, la igualdad y la fraternidad de todos los hombres de la tierra.
Ya entrando en el siglo XXI, y con una economía capitalista impuesta en todo el orbe, con una ideología triunfante, donde la libertad ocupa un puesto fundamental, pero que paulatinamente se ha ideo desplazando y transformado en libertinaje individualista en el campo de la economía, se podría concluir que ¿la ideología predominante y ganadora de todo este proceso, es la libertad o mejor dicho, el liberalismo económico nacido por ella en 1776 con su características de democracia, republicanismo, libertad de pensamiento o de culto, igualdad social y fraternidad como nación? ¿Es la misma libertad, democracia republicana liberal donde los derechos humanos y políticos del hombre y de los ciudadanos están cabalmente respetados?
Si es así, porque persisten aun la sombra de las desigualdades sociales, la hambruna, las guerras fratricidas entre etnias y religiones, las constantes crisis económicas, con sus consecuencias, tanto en el desempleo como en el aumento de la pobreza y un sinfín de problemática sociales aun no resueltas. Es ahí el punto en disputa de toda esta temática.
De esta forma, se podría argumentar que ¿La historia como tal, como un accionar político económico y social del hombre tanto en su faz de masa humana o su faz de persona individual se ha detenido? Que el proceso nacido por allá en el siglo XVIII, es un proceso caduco y que las sociedades actuales están satisfechas con los artilugios comprados en una multitienda y la imitación de las vidas modelos reflejadas en un televisor o propaganda de una bebida cola? ¿Está ahí el punto culmine de todo raciocinio teórico humano? ¿Volvimos a encadenarnos y encerrarnos en unas celdas, ya no con las supersticiones y los dogmas religiosos, impuestos desde las cúpulas dominantes, sino ahora desde una imagen reflejada en un televisor o en perdernos en la maraña informativa del Internet?
Son las grandes interrogantes aun no resueltas, pero que en cierto modo, tienen sus respuestas en el pasado, en la misma memoria del ser humano. En su ser racional, ilustrado y humanista que dio origen a todo este proceso y que en cierta medida, es el motor mismo de la Historia, que aun sigue viva y de seguro no volverá a sorprender con su vitalidad. Así como señala Eduardo GaleanoAhora nos dicen que el futuro es el presente.”[7] Es encadenarnos a un cambio y evolución constante, pero que finalmente, no cambia nada. Porque matar a la Historia, y los pilares cimentados en la revolución francesa “libertad igualdad y fraternidad”, es en cierto punto, matar al personaje principal de ella: el Hombre.


[1]Emmanuel Kant, Filosofía de la Historia, Fondo de Cultura Económica, 1979, p.25
[2]Francis Fukuyama (nacido el 27 de octubre de 1952 en Chicago) es un influyente politólogo estadounidense de origen japonés. En la actualidad es miembro del Consejo Presidencial sobre la Bioética y catedrático Bernard L. Schwartz de Economía Política Internacional en la School of Advanced International Studies, Universidad Johns Hopkins en Washington, DC.
[3]Francis Fukuyama. "¿El fin de la historiar?” En Revista de Estudios Públicos, Número 37, año 1990, p. 9.
[4]Una temática similar, pero con una perspectiva más filosófica, se encuentra en el artículo de Luis R. Oro Tapia ¿EL FIN DE LA HISTORIA? NOTAS SOBRE EL ESPEJISMO DE FRANCIS FUKUYAMA, en Revista Enfoques, segundo semestre, número 007, Universidad Central de Chile. Santiago. Chile, pp. 73-82
[5]Cabe recordar dentro del anecdotario histórico que, Napoleón en el momento de su coronación como emperador, el mismo se corono, sin el beneplácito del Papa Pío VII. Esto da a entender la poca importancia que manifiesta la iglesia y en este caso la religión dentro de los cánones liberales del nuevo orden que se estaba gestando, en el cual Napoleón, en uno de sus más fieles exponentes.
[6]Albert Einstein, señalo en alguna ocasión, como sería la próxima guerra mundial, si persistía la capacidad bélica nuclear de las superpotencias, con la siguiente frase: “No sé con cuáles armas pelearán en la Tercera Guerra Mundial, pero en la Cuarta Guerra Mundial usarán palos y piedras.
[7]Eduardo Galeano, La teoría del fin de la Historia: El desprecio como destino, en: http://www.patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano/ser.como.ellos/la.teoria.del.fin.de.la.historia.htm
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