Título Cartas a Manuel Montt : un registro para la historia social y política de Chile (1836-1869)
Descripción 473 p.
Datos Santiago de Chile : Dirección de Bibliotecas, Archivo y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, c2001 (Santiago de Chile : LOM Ediciones)
Notas Recopilación y estudio preliminar, Marco Antonio León León, Horacio Aránguiz Donoso
Colección Biblioteca Nacional
f) Correspondencia de Vicente Pérez Rosales (1858-1861)
Las 49 cartas que se reproducen, entregan fundamentalmente información sobre la situación política europea a fines de la década de 1850, su influencia en el embarque de colonos a Chile y las alternativas sobre algunos desórdenes en la zona central, producto de la guerra civil de 1858-59. Todos estos acontecimientos son narrados con sumo detalle por Vicente Pérez Rosales, buen testigo de estos hechos.
El contacto entre Pérez Rosales y Montt nace del proyecto de colonización ideado para las provincias de Valdivia y Llanquihue, incentivado por el gobierno del presidente Manuel Bulnes y respaldado por el entonces Ministro del Interior, Relaciones Exteriores y Colonización, Manuel Montt. Luego de la dictación de la ley de colonización del 18 de noviembre de 1845, se envió a Alemania al encargado del gobierno, Bernardo Philippi, para promover esta iniciativa. Si bien Philippi pudo despachar la primera partida de colonos desde Hamburgo en 1849, diversos problemas con la repartición de la propiedad en la zona de Valdivia desincentivaron la partida de nuevos grupos. Fue en este contexto que Antonio Varas, ahora Ministro de Colonización, llamó a Vicente Pérez Rosales, quien había arribado a Chile hacía unos meses desde San Francisco, como agente de colonización en Valdivia. Así, en poco tiempo el nuevo enviado partiría a Hamburgo para reactivar la llegada de los inmigrantes alemanes.
De esta manera puede comprenderse el contacto establecido entre Pérez Rosales y el presidente Montt, lo cual permite tener una idea del panorama general que se presenta en el Viejo Mundo respecto de la emigración, entregando Pérez Rosales en sus cartas detalles que sitúan en un contexto más amplio este proceso. Esta situación es la que comenta en una de sus primeras comunicaciones desde la ciudad de Hamburgo, donde describe de modo contundente las adversas circunstancias en las cuales se debía promover el viaje hacia Chile:
Por el Señor Ministro sabrá Ud. en qué estado se encuentran los asuntos de la emigración. Camina esto lentamente, por que los estados de Handie (...) y de Prusia han encontrado en la Confederación una oposición intencionada y enérgica contra todo lo que tienda a dejar emigrar, y por que la Inglaterra y el Brasil costean íntegros los pasajes de los pocos que puedan emigrar. Las Colonias brasileñas y las del Cabo de Buena Esperanza nos causan un perjuicio incalculable. A sus medios eficaces de acción solo puedo oponer actividad y ruegos, y estos no bastan"[1]
A pesar de este tipo de comentarios, que de una u otra forma se reproducen en otras cartas de los años 1858-1859, queda en claro el deseo de responder personalmente por la gestión realizada. Pérez Rosales, en más de una frase, recalca su responsabilidad en este proceso, el que defiende ante cualquier crítica, según expresa en una carta de octubre de 1858:
“Yo he tenido la honra de manejar desde el principio los asuntos coloniales por orden de Ud., [...] puedo asegurar a Ud que si en el día se consideran como inútiles, perjudiciales y aún atentatarios los pasos que se dieron al principio, la omisión de uno solo hubiera acarreado el descrédito del país en este ramo, y causado el de la emigración por muchos años"[2]
En las nueve cartas que hacen directa alusión al trabajo de Pérez Rosales, como promotor de la colonización en las provincias del sur de Chile, es posible apreciar una intranquilidad general no tan sólo por el convulsionado escenario europeo sino además por los disturbios que durante estos años se están produciendo en Chile, a causa de la nueva insurrección de las provincias en contra del gobierno de Montt. La distancia y el desconocimiento de noticias certeras, aumentaban la intranquilidad de quienes como Pérez Rosales, debían promocionar la partida a un país del cual no se tenía información fidedigna, como se desprende de una de sus cartas cuando comenta la llegada de falsas novedades a Europa:
“... se me transmitió por el telégrafo la noticia más alarmante sobre el estado político de la República: Revolución en Chile próxima, es inevitable caída de la actual administración. Semejante noticia me llenó la casa de comerciantes justamente alarmados. Procuré tranquilizarlos negando de lleno la verdad del país, y dando al mismo tiempo noticia a los periódicos autorizándolos para desmentirlas, pues no era posible deducir otra cosa del juicio de la mayoría de los chilenos, ni del tino y firmeza de los miembros de la actual administración. [3]
Por suerte, algunos meses más tarde la situación en Chile se normalizó, repercutiendo este hecho en la gestión para el envío de nuevos colonos. Pérez Rosales es enfático al comentar que se encuentra dichoso «por el establecimien to del orden público en Chile. Ruego a Dios cuan encarecidamente puedo dis ponga que el ejemplo de tantos males sirva de provechoso escarmiento para que no se renueven en lo futuro»[4].
Desde el segundo semestre de 1859, ahora como Intendente de Concepción, reinicia sus comunicaciones epistolares con Montt, para entregar informes muy detallados sobre la situación política en las provincias con posterioridad al movi miento revolucionario de 1858-1859. Comunicando éstos y otros pormenores, mantendrá contacto con Montt hasta septiembre de 1861. Sin embargo, gran parte de esta correspondencia demuestra un cambio de tono cuando se alude a Montt. Si bien era posible apreciar, en las cartas provenientes de Hamburgo, un trato más formal que se iniciaba con el encabezamiento: Señor Don Manuel Montt, Señor al Excelentísimo Don Manuel Montt; las cartas escritas a partir de 1860 se vuelven más familiares, no perdiendo por ello el respeto hacia su receptor, pero sí deno tando mayor confianza. En este sentido, la expresión "mui querido amigo i señor”, se vuelve más corriente a partir de este período.
Este segundo grupo de cartas permite captar la realidad casi cotidiana de la zona de Concepción a principios de la nueva década. Por tales motivos, las informaciones enviadas son un permanente llamado de alerta al gobierno de que deben tomarse medidas serias y permanentes para consolidar el "orden públi co**. Las montoneras, el bandidaje y los robos se convierten en fenómenos fre cuentes que requieren de la intervención de las autoridades:
"En días pasados se organizó una pandilla de 25 bandidos en la subdelegación Culenco y acto continuo se internó la indiada llevando consigo cua tro fusiles y algunas armas blancas. (...) Momentos antes de recibir mi orden, me anunció el Señor Gobernador que aquella pandilla reforzada con indios fronterizos había entrado en el Departamento por donde mismo se había ido, asaltando algunas casas de pobres vecinos y saqueando completamente la del Señor Don Tomas Sade; agregando que el espíritu de insubordinación y de revuelta cundía en la subdelegación Culenco"[5].
La disciplina permanente, la persecución de los agentes del desorden y la organización de las Fuerzas militares en un territorio inestable; fueron los obje tivos inmediatos de Pérez Rosales como representante del gobierno en Concep ción. De allí sus severos y descriptivos diagnósticos al momento de evaluar la situación en un área marcada por la intranquilidad, que involucraba también a los propios cuerpos armados cuando, alejados del control de su mando central, caían en excesos e irregularidades. Por tales razones, al referirse a las milicias de Chillan, expresaba que:
"Los soldados se suelen salir de noche por el portillo bajo de una pared del corral interior donde están los rastros vivos de un tránsito frecuente y el compadrazgo y la borrachera ganan terreno. En menos de un mes se me han fugado tres presos uno en pos de otro; y a pesar de haber dispuesto el castigo de la custodia, de haber hecho venir al Comandante, espresándole mi des agrado por estos frecuentes descuidos, agregando que por el honor del cuer po y por su propia reputación devería manifestarse mas severo para con el soldado"[6].
En general, estos juicios sobre la necesidad de restablecer el orden público y disciplinar tanto a las tropas como a los bandidos se reproducen en otras cartas, pero comunicar estos sucesos a Montt era algo más que un mero afán de presen tar catástrofes. Se trataba, sin duda alguna, de iniciar una reorganización política administrativa por parte de la autoridad central en la zona. Dicha idea no pre tende ser llevada a término por Montt, quien sabe perfectamente que su período presidencial se encuentra próximo a expirar, sino más bien implementada en sus bases para lograr una materialización a largo plazo. Por lo demás, Montt tampo co se desentendería del problema una vez fuera del Ejecutivo, ya que al reasumir la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, bajo la administración de José Joaquín Pérez, se volvería a reencontrar con problemas similares de desorden rural, aumento de la criminalidad y falta de profesionalización de los cuerpos armados.
El contacto entre Pérez Rosales y Montt nace del proyecto de colonización ideado para las provincias de Valdivia y Llanquihue, incentivado por el gobierno del presidente Manuel Bulnes y respaldado por el entonces Ministro del Interior, Relaciones Exteriores y Colonización, Manuel Montt. Luego de la dictación de la ley de colonización del 18 de noviembre de 1845, se envió a Alemania al encargado del gobierno, Bernardo Philippi, para promover esta iniciativa. Si bien Philippi pudo despachar la primera partida de colonos desde Hamburgo en 1849, diversos problemas con la repartición de la propiedad en la zona de Valdivia desincentivaron la partida de nuevos grupos. Fue en este contexto que Antonio Varas, ahora Ministro de Colonización, llamó a Vicente Pérez Rosales, quien había arribado a Chile hacía unos meses desde San Francisco, como agente de colonización en Valdivia. Así, en poco tiempo el nuevo enviado partiría a Hamburgo para reactivar la llegada de los inmigrantes alemanes.
De esta manera puede comprenderse el contacto establecido entre Pérez Rosales y el presidente Montt, lo cual permite tener una idea del panorama general que se presenta en el Viejo Mundo respecto de la emigración, entregando Pérez Rosales en sus cartas detalles que sitúan en un contexto más amplio este proceso. Esta situación es la que comenta en una de sus primeras comunicaciones desde la ciudad de Hamburgo, donde describe de modo contundente las adversas circunstancias en las cuales se debía promover el viaje hacia Chile:
Por el Señor Ministro sabrá Ud. en qué estado se encuentran los asuntos de la emigración. Camina esto lentamente, por que los estados de Handie (...) y de Prusia han encontrado en la Confederación una oposición intencionada y enérgica contra todo lo que tienda a dejar emigrar, y por que la Inglaterra y el Brasil costean íntegros los pasajes de los pocos que puedan emigrar. Las Colonias brasileñas y las del Cabo de Buena Esperanza nos causan un perjuicio incalculable. A sus medios eficaces de acción solo puedo oponer actividad y ruegos, y estos no bastan"[1]
A pesar de este tipo de comentarios, que de una u otra forma se reproducen en otras cartas de los años 1858-1859, queda en claro el deseo de responder personalmente por la gestión realizada. Pérez Rosales, en más de una frase, recalca su responsabilidad en este proceso, el que defiende ante cualquier crítica, según expresa en una carta de octubre de 1858:
“Yo he tenido la honra de manejar desde el principio los asuntos coloniales por orden de Ud., [...] puedo asegurar a Ud que si en el día se consideran como inútiles, perjudiciales y aún atentatarios los pasos que se dieron al principio, la omisión de uno solo hubiera acarreado el descrédito del país en este ramo, y causado el de la emigración por muchos años"[2]
En las nueve cartas que hacen directa alusión al trabajo de Pérez Rosales, como promotor de la colonización en las provincias del sur de Chile, es posible apreciar una intranquilidad general no tan sólo por el convulsionado escenario europeo sino además por los disturbios que durante estos años se están produciendo en Chile, a causa de la nueva insurrección de las provincias en contra del gobierno de Montt. La distancia y el desconocimiento de noticias certeras, aumentaban la intranquilidad de quienes como Pérez Rosales, debían promocionar la partida a un país del cual no se tenía información fidedigna, como se desprende de una de sus cartas cuando comenta la llegada de falsas novedades a Europa:
“... se me transmitió por el telégrafo la noticia más alarmante sobre el estado político de la República: Revolución en Chile próxima, es inevitable caída de la actual administración. Semejante noticia me llenó la casa de comerciantes justamente alarmados. Procuré tranquilizarlos negando de lleno la verdad del país, y dando al mismo tiempo noticia a los periódicos autorizándolos para desmentirlas, pues no era posible deducir otra cosa del juicio de la mayoría de los chilenos, ni del tino y firmeza de los miembros de la actual administración. [3]
Por suerte, algunos meses más tarde la situación en Chile se normalizó, repercutiendo este hecho en la gestión para el envío de nuevos colonos. Pérez Rosales es enfático al comentar que se encuentra dichoso «por el establecimien to del orden público en Chile. Ruego a Dios cuan encarecidamente puedo dis ponga que el ejemplo de tantos males sirva de provechoso escarmiento para que no se renueven en lo futuro»[4].
Desde el segundo semestre de 1859, ahora como Intendente de Concepción, reinicia sus comunicaciones epistolares con Montt, para entregar informes muy detallados sobre la situación política en las provincias con posterioridad al movi miento revolucionario de 1858-1859. Comunicando éstos y otros pormenores, mantendrá contacto con Montt hasta septiembre de 1861. Sin embargo, gran parte de esta correspondencia demuestra un cambio de tono cuando se alude a Montt. Si bien era posible apreciar, en las cartas provenientes de Hamburgo, un trato más formal que se iniciaba con el encabezamiento: Señor Don Manuel Montt, Señor al Excelentísimo Don Manuel Montt; las cartas escritas a partir de 1860 se vuelven más familiares, no perdiendo por ello el respeto hacia su receptor, pero sí deno tando mayor confianza. En este sentido, la expresión "mui querido amigo i señor”, se vuelve más corriente a partir de este período.
Este segundo grupo de cartas permite captar la realidad casi cotidiana de la zona de Concepción a principios de la nueva década. Por tales motivos, las informaciones enviadas son un permanente llamado de alerta al gobierno de que deben tomarse medidas serias y permanentes para consolidar el "orden públi co**. Las montoneras, el bandidaje y los robos se convierten en fenómenos fre cuentes que requieren de la intervención de las autoridades:
"En días pasados se organizó una pandilla de 25 bandidos en la subdelegación Culenco y acto continuo se internó la indiada llevando consigo cua tro fusiles y algunas armas blancas. (...) Momentos antes de recibir mi orden, me anunció el Señor Gobernador que aquella pandilla reforzada con indios fronterizos había entrado en el Departamento por donde mismo se había ido, asaltando algunas casas de pobres vecinos y saqueando completamente la del Señor Don Tomas Sade; agregando que el espíritu de insubordinación y de revuelta cundía en la subdelegación Culenco"[5].
La disciplina permanente, la persecución de los agentes del desorden y la organización de las Fuerzas militares en un territorio inestable; fueron los obje tivos inmediatos de Pérez Rosales como representante del gobierno en Concep ción. De allí sus severos y descriptivos diagnósticos al momento de evaluar la situación en un área marcada por la intranquilidad, que involucraba también a los propios cuerpos armados cuando, alejados del control de su mando central, caían en excesos e irregularidades. Por tales razones, al referirse a las milicias de Chillan, expresaba que:
"Los soldados se suelen salir de noche por el portillo bajo de una pared del corral interior donde están los rastros vivos de un tránsito frecuente y el compadrazgo y la borrachera ganan terreno. En menos de un mes se me han fugado tres presos uno en pos de otro; y a pesar de haber dispuesto el castigo de la custodia, de haber hecho venir al Comandante, espresándole mi des agrado por estos frecuentes descuidos, agregando que por el honor del cuer po y por su propia reputación devería manifestarse mas severo para con el soldado"[6].
En general, estos juicios sobre la necesidad de restablecer el orden público y disciplinar tanto a las tropas como a los bandidos se reproducen en otras cartas, pero comunicar estos sucesos a Montt era algo más que un mero afán de presen tar catástrofes. Se trataba, sin duda alguna, de iniciar una reorganización política administrativa por parte de la autoridad central en la zona. Dicha idea no pre tende ser llevada a término por Montt, quien sabe perfectamente que su período presidencial se encuentra próximo a expirar, sino más bien implementada en sus bases para lograr una materialización a largo plazo. Por lo demás, Montt tampo co se desentendería del problema una vez fuera del Ejecutivo, ya que al reasumir la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, bajo la administración de José Joaquín Pérez, se volvería a reencontrar con problemas similares de desorden rural, aumento de la criminalidad y falta de profesionalización de los cuerpos armados.
A pesar de la visión negativa que se desprende de la correspondencia de Pérez Rosales, ya hacia mediados de 1860 algunas mejoras paulatinas se iban introduciendo en la zona, en particular aquellas que decían relación con la reno vación de la planta de las milicias y la llegada de nuevos contingentes que aseguraban la protección de la población y, por supuesto, representaban a la autoridad republicana. En este sentido, Pérez Rosales comentaba:
"... lo que deseo tener es jente mía, jente segura, para colocarla en buenas manos y en ciertos puntos delicados. Así pues si a Ud. no le parece mal la idea, conviene que antes de mi salida de esta plaza que será el 20, tenga yo aquí la autorización suprema para disolver y reorganizar las milicias de la Provincia. Asi estirpo la mala yerba sin inconveniente y planto semilla escojida"[7].
[1] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XIV, folio 311-319. Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 14 de junio de 1858.
[2] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez. Rosales, vol. XIV, folio 315. Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 27 de octubre de 1858.
[3] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XVIII, folio 89, Carla de Vicente Perez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 14 de febrero de 1859.
[4] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XVIII, folio 91. Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 28 de abril de 1858».
[5] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XX, folio 284, Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Concepción, 19 de febrero de 1860.
[6] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XX, folio 291, Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt. Concepción, 3 de marzo de 1860.
[7] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. xx, folio 310, Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Valparaíso, 15 de agosto de 1860.
"... lo que deseo tener es jente mía, jente segura, para colocarla en buenas manos y en ciertos puntos delicados. Así pues si a Ud. no le parece mal la idea, conviene que antes de mi salida de esta plaza que será el 20, tenga yo aquí la autorización suprema para disolver y reorganizar las milicias de la Provincia. Asi estirpo la mala yerba sin inconveniente y planto semilla escojida"[7].
[1] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XIV, folio 311-319. Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 14 de junio de 1858.
[2] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez. Rosales, vol. XIV, folio 315. Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 27 de octubre de 1858.
[3] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XVIII, folio 89, Carla de Vicente Perez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 14 de febrero de 1859.
[4] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XVIII, folio 91. Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Hamburgo, 28 de abril de 1858».
[5] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XX, folio 284, Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Concepción, 19 de febrero de 1860.
[6] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. XX, folio 291, Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt. Concepción, 3 de marzo de 1860.
[7] A.M.M., Correspondencia de Vicente Pérez Rosales, vol. xx, folio 310, Carta de Vicente Pérez Rosales a Manuel Montt, Valparaíso, 15 de agosto de 1860.
CORRESPONDENCIA DE VICENTE PEREZ ROSALES A MANUEL MONTT EN RELACIÓN A LA COLONIZACIÓN EN EL SUR DE CHILE.
(1858-1861)
pp. 372-384
Folio 315.
4)
Excelentísimo Señor Don Manuel Montt. Hamburgo, 27 de Octubre de 1858.
Mi querido y respetado amigo:
Mi hermano Ruperto [....] dándome cuenta de una visita que hizo a Ud, me reconviene por no haber a Ud. contestado sus amables cartas y también por que en las empresas que he repartido a los emigrantes aparecen bajo mi firma ofrecimientos superiores a los que permite le ley. Veo con verdadero agradecimiento que Ud. ha tenido la delicadeza de hacer pasar su reconvención por la boca de un hermano, para que me fuese menos penosa.
Yo no solo he contestado, sino que lo he hecho en el acto y con sumo gusto.
¿Y como no contestar de este modo cartas que tanto me honran y que releo con tanto placer como respeto ?. Fuerza será creer que se extravían, lo que es para mi sumamente y justamente sensible, por que tengo muy a pecho el conservar activas mis relaciones de corazón y Ud. no es solamente jefe mío.
En cuanto al segundo cargo, permítame hablarle con aquella franqueza amilitarada que tanto sienta entre personas que se estiman. Entiendo que trae su origen de no haber yo contestado a Ovalle su reconvención de oficio, por haber ofrecido herramientas de labrar a los emigrados cuando la ley; según él, no las concede.
Ovalle fijándose mas en las palabras que en el espíritu de la ley de 18 de Octubre de 184.5, al mismo tiempo que esto escribía, tuvo la poca cautela de dejar escapar algunas expresiones y de dirigir otras directamente a un hermano mío, las cuales habiendo sido fielmente transmitidas, me dieron a conocer que tenía la pretención de enmendar la plana a Varas. Esto me dio rabia, confieso mi pecado y no pudiendo contestarle como merecía, no recibió de mi respuesta ninguna.
En cuanto a enmiendas yo no conozco mas que una sola persona que pueda hacerlas y esa es Ud. No vea Ud. en esto S. Don Manuel ningún adulo, soy incapaz de ello. No puedo decidir cual de Uds. dos vale más, es cierto, porque soy parte interesada en ambos; pero si se que Varas es mas arrojado que Ud. y Ud. sin tener menos firmeza tiene mas calma que Varas: por consiguiente solo uno de Uds. dos pudiera modificar las disposiciones del otro, porque entre los dos forman un todo que a mi pobre juicio, no deja nada que desear.
Varas tiene buenos amigos; pero no le faltan, por desgracia, perversos y muy gratuitos enemigos. Como yo no conozco ni a unos ni a otros, por el carácter versátil que va cundiendo tanto entre mis paisanos; siempre estoy alarmado y sobre aviso cuando sospecho la existencia de algo que pueda tender a menosca-
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bar su merecido crédito de honradez intachable y de muy sólidos conocimientos que adorna a Don Antonio. Por lo mismo no quise disculparme con mis instrucciones; porque aunque ellas sean obra mía, siempre se hubieran (...) minado a Varas y no a mi.
La reconvención de Ud. por su carácter y por la persona muy competente de quien emana, me hace echar con recelo una mirada retrospectiva. Siento que mi hermano no me haya señalado aquellos ofrecimientos que han sobrepasaso la latitud que permite la ley; y que corren impresos bajo mi firma. Fuerza es pues que Ud. me permita recurrir a generalidades, porque pudiera suceder que en ellas se encontrase, ya que no mi completo descargo, por lo menos algunas causas atenuantes.
Dos son las Colonias que en conformidad con la ley de 18 de Noviembre de 1845 he fundado por orden del Gobierno, al sur del Bio-bío: Valdivia y Lian-quihue. A la primera, fundada dos años antes que la segunda, se la doto con todas aquellas excenciones y privilegios que la citada ley concede. Dos años después se fundó la Colonia de Llanquihue y no habiéndose dictado ninguna disposición suprema que despojase a la de Valdivia de la posesión de derechos legalmente adquiridos, siguó como era natural gozando de ellos cuando yo salí para Europa.
Por esta razón creo que habiendo despojado en mis prospectos a la Colonia de Valdivia de la mayor parte de sus privilegios, la reconvención de haberme propasado en la concesión de gracias no debe aludir a las que a la citada Colonia se hacen por mi, sino a las que corresponden a Llanquihue. (...) los ofrecimientos hechos a los emigrantes para esta última colonia, y no con el mayor sentimiento que la admisión de la palabra adulto aludiendo a los terrenos que se dan a los hijos de familia, ha sido la causa de todo el mal. Tube que valerme de intérpretes
no poseyendo el alemán entonces, y la necesidad de pasar por tercera mano, me ha hecho incurrir en ese grave error.
Por lo demás y asumiendo yo solo toda la responsabilidad, no tiene Ud. porque arrepentirse de todos y de cada uno de los pasos que se han dado desde el año de 1850 hasta ahora en el fomento de la Colonización. Yo he tenido la honra de manejar desde el principio los asuntos coloniales por orden de Ud., yo que he visto y paJpado las dificultades y que he tenido el arrojo de obrar y pedir después autorización para hacer lo que ya estaba hecho, puedo asegurar a Ud. que si en el día se consideran como inútiles, perjudiciales y aun atentatorios los pasos que se dieron al principio, la omisión de uno solo hubiera acarreado el descrédito del país en este ramo, y causado el de la emigración por muchos años. Esta opinión no es solo mía, también la es de Varas y de cuantos han presenciado de buena fe lo que se ha hecho.
En el dia es diferente, las cosas han cambiado de aspecto, el campo está ya abierto y descuajado; ya se puede pensar bajo de techo, y los hombres y la naturaleza juntamente, no imponen al que decía dar la última mano a esa obra, la obligación de atropellar más bien que la de vencer dificultades. Cuando yo
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llegué allí el terreno no valía dos reales cuadra; ningún hijo del país quería recibirlo regalado, con la obligación de recidir y trabajar en él. ¿Cómo negar a los emigrantes europeos que eso sabían, la mezquina gracia de hacer participar a los hijos menores del número de cuadras que la ley solo concedía a los adultos? Esto es ilegal, ¿ quién podrá negarlo ?. Pero la ley dejaba un gran vacío que llenar, una obligación justa que satisfacer. Un padre de familia de 50 años de edad llegado a Llanquihue con dos hijos adultos y ninguno menor, obtenía una hijuela de 49 cuadras; 25 para él y 12 para cada niño. Otro padre de familia, joven aun, y con ocho hijos menores de diez años, solo obtenía 25 cuadras y ninguna para sus hijos. Reformar la ley tan pronto no era posible, esperar dejan do colgadas las esperanzas de un padre de familia que aun no tenía motivos para creer en mis promesas, era sembrar el desaliento y nada podía hacerse con hombres desalentados. En la alternativa de ver decaer la Colonia o ver decaer mi reputación nunca he titubeado, siempre ha sido esta la sacrificada. Los primeros pobladores de Llanquihue obtuvieron todos la concesión de terrenos por el número de sus hijos. Esto sin duda acarreará al Gobierno algún embarazo; el anularlo será perjudicial y por lo mismo propongo a Ud. que si fuese posible saldar el inconveniente haciendo que se tase el exceso de terreno repartido, e imponiéndome a mi la obligación de pagarlo no se titubee en adoptar esta medida. El emigrado recibió el terreno de buena fe; esa donación lo determinó a fijarse en él, y talvés a desechar mejores conveniencias, como me consta que ha sucedido. ¿ Cómo imponer al emigrado un castigo por la sola culpa de un agente atrevido ?
Quiera Dios que mi demasiado celo por el logro de la emigración, no le de a Uds, mas incomodidades de las que les ha daso hasta ahora.
Ya habrá Ud. recibido mis cuadros Cronológicos de la historia antigua y moderna de Chile y del Perú, acójalos Ud. con su acostumbrada benevolencia. Acabo de embarcar una obrita sobre ganadería dedicada a los hombres de campo de nuestro país, y un adas geográfico en miniatura que también he publicado para el uso de las escuelas primarias. Pronto tendré el gusto de dar a Ud. mas pormenores sobre el uso de cada una de estas dos publicaciones.
Respecto a emigración todo marchará bien en la próxima temporada, si las ordenes que espero me llegan pronto, pues ya estamos a principios de invierno, y esa es la estación de los trabajos preparatorios.
Mi salud muy mejorada después de mi vuelta de los baños. Mis recuerdos a misia Rosarito y Ud. Señor disponga como siempre del cariño de su viejo inútil, pero sincero amigo, y Su Servidor.
Vicente Pérez Rosales.
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Folio 90
7)
Excelentísimo Señor Don Manuel Montt.
Señor de todo mi cariño y respeto:
He recibido el reglamento relativo a las gracias que devo ofrecer a los emigrados para Llanquihue, y siento que ellas sean tan generosas; porque creo que los vamos a dejar mal enseñados para cuando queramos que sigan yendo sin ellas.
Emigrantes me sobran y sería de anegar el país con ellos, si se le facilitasen más medios de ir a expesas de aquellos que se les facilitan para establecerse. Hombres solteros no van, y los casados por lo mismo que lo son, necesitan de un verdadero capital para costear el exceso de la subvención hasta el entero del valor del pasaje. Muchos de los que no han ido por faltarles algo para completar el pago, me suplican antes de embarcarse para Norte-América que enterase aquella cantidad y se las rebajase de los valores que tenían que percibir en Chile. Sin autorización no pude hacerlo, y tube el sentimiento de verlos tomar otro rumbo. La pérdida de una familia es siempre grande porque siempre lleva consigo prendas que no tiene el hombre soltero y porque son escasas aquellas que se atreven a expatriarse.
La asignación de 15 pesos al mes por cada familia en el curso del primer año forma un capital de $180 por cada una, si le damos allá 120 y las socorremos aquí con los 60 restantes haciendo que respondan por ellos se facilitaría extraordinariamente su envío y adquiriríamos hombres más endurecidos y más rúgales, sin que dejasen de ser por esto activos e industriosos.
Yo que he abogado tanto porque se trate a los primeros emigrantes con liberal generosidad, me opongo ahora, o más bien dicho, me empeño por que se les disminuyan año a año los socorros, por ser este el único medio de hacerles ir al cabo, sin más obligación para el Estado, que el tenerles terrenos baratos que darles en venta. Antes tuvimos que enamorarlos y estar a su merced; porque no conocían a Chile ni podían tener fe en los ofrecimientos que se les hacía de una parte de la muy desacreditada América-Española; mas ahora que ellos solicitan ir, sin imponer como antes condiciones, sino con suma disposición a recibirlas, creo llegado el caso de utilizar tan feliz estado de cosas.
Por el buque Hamburgués Edward que salió de aquí a mediados de Octubre mandé a la casa de los Señores Fehrmann y Co. de Valparaíso, para tener a disposición del Señor Ministro del Interior, un cajón marca G.U. conteniendo dos ejemplares de un pequeño trabajo sobre ganadería, hecho con el objeto de generalizar entre los más rústicos habitantes de nuestros campos, aquellos principios más vulgares y de más económica aplicación en la crianza, mejora y
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curación de los ganados que forman la base de su riqueza. ¿ Será atrevimiento mío suplicar a V. E. de orden para que se obsequien tres ejemplares a cada biblioteca departamental, y rogarle que disponga de los pocos restantes como fuese de su agrado ?
Sea Ud. dichoso y disponga como siempre de su sincero amigo y S.S.
Vicente Pérez Rosales.
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Folio 93
9)
Excelentísimo Señor Don Manuel Montt. Hamburgo, 8 de junio de 1859.
Muy estimado Señor y amigo:
Creo escusado deber manifestar a Ud. el profundo sentimiento y desagrado con que miro la incalificable conducta de algunos de mis paisanos y las diarias mortificaciones que Ud. debe experimentar a consecuencia de ella. Dios quiera que esto no altere su salud ni le haga desmayar en la penosa tarea de salvar al pais.
No puede Ud. imaginarse hasta que punto ha llegado entre los navieros de esta plaza y la de Bremen el deseo, o más bien dicho la fiebre de trocar el pabellón por el de Chile. Hermosos buques de vela que trafican directamente con nuestros puertos y algunos vapores que renuncian a sus carreras europeas por trasladarse a Chile me han sido ofrecidos con exijencia para que los abandere. El temor que la guerra se haga de un golpe extensiva al norte, tiene a todos los dueños de lugares en la mas completa alarma. Nadie quiere fletar buques alemanes y los emigrantes rehusan embarcarse en ellos.
No teniendo yo derecho para cancelar aunque sea in transito el uso de la bandera, escribo lo que ocurre al Señor Ministro del Exterior. Entretanto la casa ex [...] Gudeffroy e hijo de Hamburgo para poder llevar emigrados a Talcahuano, se ha visto en la necesidad de vender el bergantín Yserbrook a su socio Pappe vecino de Valparaíso, mudarle de nombre y bautizarlo con el de Inca. Yo le he dicho que no le permitía ponerle bandera Chilena en el lugar de mi residencia y que si el se la ponía en alta mar y por algún acaso perdía el buque ningún cargo tendría que hacer a nadie. Gudeffroy me ha contestado que mas bien quiere
correr los riesgos del acaso, que no el cuasi seguro de perder su lugar en manos de las Franceses y me ha suplicado con encarecimiento me dirija a Ud. en persona contándole lo que ocurre y empeñe mi influjo para que su buque llegando a Chile no sufra perjuicios por las autoridades, pues va directamente a abanderarse allá, no habiendo podido hacerlo aqui ni tampoco reabilitar la partida de la matricula Hamburguesa que acreditaba la nacionalidad del buque. En una palabra Señor este buque navega sin papeles, y no me cabe duda que no sera el primero y el único que asi lo haga. Si de algo vale mi recomendación dígnese admitirla con benevolencia.
El antuguo bergantín Yserbrook hoi Inca llegará a Talcahuano con emigrantes en todo Septiembre.
Esta noche salgo para la Bohemia. Necesito moverme mucho este año por que esta desgraciada guerra Europea nos deja sin emigrados. Sin embargo algu-
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nos caminaran. Todos los que salieron por su propia cuenta para Valdivia abor do del Andador son sujetos mui acomodados; básteme decir a Ud. que un car pintero de los que va lleva en plata mas de dos mil pesos.
Mi salud no esta ni buena ni mala.
Mil recuerdos a Misia Rosaríto y Ud. Señor mande como siempre a su viejc inútil pero sincero amigo
Vicente Perez Rosales,
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