Friday, June 18, 2010

LA UTOPÍA COMO "VISIÓN" DEL FUTURO

Ma. del Rayo Ramírez Fierro

En

Sabido es que el proceso de descubrimiento y Conquista del Nuevo Mundo estuvo impregnado y hasta determinado por las imágenes paradisiacas del viejo continente. La visión del paraíso, como reza el título del libro de Sergio Buarque de Holanda, precedió al encuentro —invención, conquista— de los blancos con las tierras americanas.1 Esto mismo nos recuerda la tesis de Alfonso Reyes al decir que América antes de ser descubierta fue imaginada como algo que aún no tenía una existencia real, concreta, tamizada por la experiencia, y que sin embargo existía en las mentes de novelistas y navegantes, lo cual permitió la configuración del nuevo mundo.2 Esas ideas imaginadas, a veces ricamente esbozadas, se daban en el imaginario social, y en tanto tales tienen su historia. Intentaremos responder aquí no a la pregunta de su historicidad sino a la de su 'naturaleza"; además, no sólo de la naturaleza de las ideas imaginadas que precedieron el descubrimiento y conquista de nuestra América, sino de la naturaleza de las imágenes visionarias implícitas u operantes en el pensamiento utópico. Es necesario, pues, explicar brevemente los varios sentidos de la palabra "utopía", porque ésta, como las monedas

1 Sergio Buarque de Holanda, la visión delparaíso, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1987.
2 Alfonso Reyes, "No hay tal lugar", en Obras completas, México, unam, 1960, t. xi.

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que se han usado corrientemente, ha ganado y perdido sentidos que dificultan su comprensión. Aquí seguimos la propuesta de Horado Cerutti para quien es necesario distinguir entre: a) lo utópico en tanto que imposible o sentido cotidiano del término, b) la utopía como género literario donde lo utópico es posible ficticiamente, es decir, sólo desde el punto de vista literario, y c) lo utópico en cuanto manifestación históricoontológica que aparece como posibilidad en la realidad histórica concreta de innovación o recreación.3

Por todos los niveles cruzan imágenes, visiones, esbozos o descripciones del deseo que se quiere o espera, pero que aún no existe. En el primer sentido de lo utópico, que sería la parte más común y corriente del uso de este término, su contenido se juzga como "imposible" e "irrealizable". La idea de que ya no va a haber devaluaciones, de que liabrá empleo para todos y que nadie lo perderá ni aun siendo ancianas o ancianos o, al menas, que siéndolo, la pensión de retiro seguirá siendo el equivalente a 100% del total de los ingresos de la edad productiva, la idea de que habrá alimentos suficientes para todos los habitantes del planeta, o simplemente que no logremos el ecocidio con la emisión de contaminantes o la creación de tantos basureros por todo el mundo, todo esto es simplemente calificado de utópico.

Sería muy bonito y bueno si ocurriera, pero hay un "realismo" básico que permite afirmar que es imposible, a menos que la dinámica de la reproducción económica neocapitalista actual cambie radicalmente. Hay una valoración negativa, descalificativa, nos dice Cerutti, frente a estos contenidos, pero también liay una descalificación —y hasta desconfianza— del sujeto que los afirma; a éste se le acusa de utópico, soñador, iluso o chiflado. Sin embargo, los contenidos puestos en juego en estos "sueños diurnos", como

* Horacio Cerutti, "¿Teoría de la utopía?", en Utopía y nuestra América, Quilo, Biblioteca Abya-Yala, 1986, pp. 93-108.
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los definió Ernst Bloch, son contenidos que construimos y que nos acompañan durante nuestra vida en vigilia, característica por la cual también se les ha llamado "sueños soñados despiertos".4 Ya este tipo de "sueños", sus contenidos y el comportamiento del sujeto requieren una explicación. El segundo sentido del término, la utopía como género literario, nos lleva a reconocer en primer lugar su estructura tensional que late en el seno de la creación literario-polí-tica entre una línea que remarca la exposición crítica del topos, de su lugar y su momento, y otra que propone su superación a través del diseño imaginario de una nueva realidad. Así, en la literatura utópica encontramos descripciones pormenorizadas de cómo debería ser la organización social, la vida productiva, el espacio urbano, las leyes, las escuelas, el desarrollo del saber, etc. Las utopías literarias renacentistas, paradigmas de las utopías en cuanto invención literaria, permiten comprender críticamente el espacio y el tiempo de donde emergen, y, al mismo tiempo, saber cómo los hombres del renacimiento imaginaban su futuro. Eugenio ímaz formula esta doble dirección implícita en las utopías renacentistas con los términos de topos (lugar existente-pre-sente) y u~topos (no-lugar-ideal, por tanto no existente).5

Horacio Cerutti, por su parte, define esta doble direccionalidad como la estructura tensional que caracteriza al pensamiento utópico, cuyo paradigma es el género literario inventado en los albores de la modernidad, pero al mismo tiempo lo rebasa. Lo verdaderamente valioso de las utopías no es ni la crítica que liacen de su tiempo, ni las ideas fantásticas de cómo debiera organizarse la vida social, las artes y las ciencias, sino su coexistencia tensional. Esta tensionalidad explica la naturaleza, estructura y dinamismo de las utopías literarias y de todo

4 Ernst Bloch, Bprincipio esperanza, Madrid, Águilar, 1977.
5 Eugenio finaz, Topía y utopía" (estudio introductorio), en Utopias del renacimiento, México, fce, 1980.
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pensamiento utópico (religioso, científico, político, etc.). Cerutti ha explicado en diversos lugares que es la tensión entre el ser y el deber ser, entre el topos (lugar) y el u-topos (no-lugar), entre la realidad y el ideal, lo que expresa el corazón de lo utópico. Para el autor, las utopías literarias, cuyos límites comparte con las utopías políticas, forman parte del universo simbólico de una sociedad que incluye los deseos y anhelos de sus miembros. Más exactamente, y en esto coincide Cerutti con Arturo Andrés Roig, detrás de toda utopía literaria (y por extensión política, religiosa, científica, feminista, etc.) hay sujetos que siempre son colectivos (de grupos, sectores o clases sociales), que expresan sus deseos o ambiciones mediante ellas.6

El tercer sentido del término utopía —que Cerutti insiste continuamente en diferenciar de los anteriores— es el nivel de lo utópico que opera en la historia; es ese núcleo tensional interno descubierto en las utopías literarias el gozne entre lo real y lo ideal que se juega en cada momento histórico, y más cuando éste es decisivo en la construcción de lo nuevo en el devenir humano. A esta dimensión nos referimos como lo utópico manifiesto (histórica y ontológicamente), que expresa la condición humana que no está dada de una vez y para siempre, sino que va siendo en contextos culturales y sociales específicos. Sabemos por las numerosas investigaciones alrededor de las ideas utópicas, particularmente en torno a nuestra América, que el presente es, si no un producto directo, al menos parte del desencadenamiento abierto por las ideas utópicas, deseos y ambiciones de sujetos concretos. 
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6 Arturo Andrés Roig, "El discurso utópico y sus formas en la historia intelectual ecuatoriana" (estudio introductorio), en Utopias etí ei Ecuador, Quito, Banco Central del Ecuador/Corporación Editora Nacional, 1987.

Holanda hay una diferencia fundamental entre los constructores de la nueva realidad, en el norte y en el sur de América: unos eligieron forjar un proyecto de colonización (los del Norte, más exactamente alude con ello a la región protestante de América), mientras que los otros lo concibieron como conquista (Sur, región católica de América). Pero, en ambos casos, la construcción de lo "real" se configuró desde las imágenes irreales paradisiacas. Los de la América del norte —dice Buarque de Holanda— venían movidos por el afán de construir en la tierra una comunidad bendecida, exenta de opresiones religiosas y civiles; mientras que los de América Latina,

[,.»] se dejaban atar por la esperanza de encontrar en sus conquistas un paraíso hecho de riquezas mundanales y beatitud celestes que se les ofrecía sin exigírseles trabajo mayor, como un don gratuito [...] En este último caso no hay contradicción entre la ambición pecuniaria y la devoción. En verdad, una y otra frecuentemente se hermanan y se confunden: ya Cristóbal Colón lo había expresado al decir que con el oro todo se puede hacer en este mundo, hasta enviar almas al cielo.10


10 Buarque de Holanda, op. cit, p. 14.


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