Tuesday, June 8, 2010

Historia de las Ideas Políticas. Nociones conceptuales sobre Absolutismo.

Absolutismo

Introducción

 La historia de las ideas políticas siempre se encuentra muy relacionada con la historia de los pueblos.
La historia del pensamiento político no es la clave para entender el pasado, el presente y menos para poder discernir el futuro de la historia política

En este trabajo me dediqué a investigar sobre un régimen político el cual centra el poder en una persona, este régimen es el absolutismo. Su máximo exponente fue Luis XIV... pero ha tenido otros protagonistas de los cuales también me he preocupado de escribir.

 ABSOLUTISMO

 "El Estado soy yo". La conocida sentencia de Luis XIV de Francia resume en pocas palabras la esencia del absolutismo: un régimen político en el que una persona, el soberano, ejerce el poder con carácter absoluto, sin límites jurídicos ni de ninguna otra naturaleza.

 Resulta totalmente artificial oponer los tumultos de la Reforma a la soberana majestad del "siglo de Luis XIV".

Bajo diversas formas, el absolutismo ha sido la forma de gobierno de muchos países en distintas épocas. Sin embargo, se ha reservado dicho término para designar, en un sentido específico, el ejercicio del poder en un momento histórico y espacial concreto: el de las monarquías absolutas europeas de los siglos XVI al XVIII. Muchos autores distinguen un primer período, correspondiente al siglo XVI, de monarquía autoritaria, que no llegaría a ser plenamente absoluta hasta mediados de la centuria siguiente.

El siglo XVI, es un siglo innovador, lo es también en el campo de las ideas políticas. La Europa de comienzos del siglo XVI es un mosaico de cuerpos políticos muy diferentes. Junto a reinos diversamente organizados, pero ya sólidamente implantados en su independencia nacional, existen repúblicas urbanas y señoríos nacidos en torno a una ciudad, así como principados laicos o eclesiásticos, cuya autonomía es tan efectiva en Alemania como en la Italia desembarazada de la ficción misma del poder imperial.

El siglo XVII es un siglo de crisis. Crisis económicas, políticas, guerras desórdenes de los Países Bajos, religiosas y crisis intelectuales.

En vinculación con el progreso del poder real en ciertos Estados, se elabora una doctrina -la del absolutismo- que se define como una soberanía monárquica sin límites y sin control, que no reconoce a los súbditos más que el deber de obedecer. El absolutismo sale aparentemente reforzado de estas crisis. El siglo XVII se nos muestra así como el apogeo del absolutismo; pero es un absolutismo precario, híbrido y en vías de ser rebasado.

Precario, ya que las causas que favorecen temporalmente el absolutismo tienen que provocar, a más o menos plazo, su disolución

Híbrido, porque el absolutismo del siglo XVII hace descansar la noción de soberanía simultáneamente sobre los elementos tradicionales (los deberes del monarca, el contrato, la costumbre, las leyes fundamentales del reino) y sobre elementos nuevos (mercantilismo y utilitarismo).

Anacrónico, ya que, aunque el absolutismo reine, no sin luchas, en la mayor parte de Europa, se derrumba en el país más ampliamente abierto el capitalismo moderno: Inglaterra.

Por otro lado, la política permanece ideológicamente en la dependencia de la religión cristiana. Y, sobre todo, el equilibrio de las fuerzas sociales, las condiciones materiales y el estado de las técnicas oponen tales obstáculos a la instauración de un poder realmente concentrado, que las tesis absolutistas, susceptibles por lo demás de interpretaciones ampliamente divergentes, encuentran vivísimas oposiciones. Es preciso señalar, además, que los conflictos mezclan siempre las cuestiones religiosas con las cuestiones políticas.

Hemos de ver como las expresiones del absolutismo reflejan una secularización del pensamiento político cuyos orígenes aparecen ya en la Edad Media.

El absolutismo se concibió principalmente como la negación del feudalismo. La monarquía absoluta continúa estando limitada por la ley divina y la ley natural, y el que se oponga a la dispersión feudal no significa despotismo y tiranía.

El carácter nacional de las monarquías se afirma claramente en Francia e Inglaterra.

Desarrollo Histórico

Las teorías medievales del derecho divino suponían el poder dividido, por voluntad de Dios, en dos grandes brazos: espiritual y temporal. La iglesia, y a su cabeza el pontífice de Roma, se reservaba la potestad sobre los asuntos espirituales, mientras que el poder temporal era ejercido por otras instituciones, encabezadas por el rey. Aun cuando los conflictos entre ambas autoridades fueron continuos, a fines de la edad media el origen divino del poder real era comúnmente admitido por los tratadistas y el pueblo. Sin embargo, la potestad real estaba limitada por fueros, leyes y privilegios de muy variado signo.

A fines del siglo XVI cobró fuerza el fenómeno nacional, en íntima relación con el cual nació el absolutismo. Con el desarrollo de éste, el rey no sólo tendió a asumir la totalidad del poder temporal, sino que pretendió convertirse en cabeza de una iglesia nacional. Aunque en las monarquías que siguieron fieles a Roma se incrementó la injerencia del soberano en los asuntos eclesiásticos, ésta no llegó a afirmarse por completo. En los países en los que triunfó, la reforma dio pie, sin embargo, a la creación de iglesias nacionales, encabezadas por los monarcas correspondientes. La teoría del origen divino del poder real fue aceptada y apoyada decididamente por Lutero y Calvino, cuyas doctrinas ofrecieron a los gobernantes la oportunidad de sustituir por el suyo propio el poder de la iglesia romana. Han visto la luz diversas teorías que explican el surgimiento del absolutismo en la Europa renacentista. Parece evidente que los nuevos medios de guerra - armas de fuego y tácticas de ataque y defensa muy elaborada - requerían la constitución de ejércitos profesionales y permanentes, con la consiguiente inversión de unos medios económicos que la nobleza feudal no estaba en condiciones de aportar. El incremento del comercio y las comunicaciones resultó decisivo para la consolidación de grandes estados nacionales como Francia, España e Inglaterra, que desde un primer momento estuvieron estrechamente ligados a las monarquías reinantes. Se produjo así un proceso de anulación de los privilegios locales y regionales, y la transferencia de sus jurisdicciones y poderes a las instituciones encabezadas por el monarca.

Para poner orden en la fragmentada sociedad medieval, los gobernantes de los nuevos estados necesitaban centralizar todos los poderes. Con tal objeto se desarrolló una burocracia.

 Causas religiosas del absolutismo.-

 a) El recuerdo de las guerras de religión está todavía vivo. No cabe duda de que en una y otra parte se lanzan violentos ataques contra el absolutismo; pero, en definitiva, el absolutismo sale reforzado de ellos. En los países desgarrados por la guerra la mayoría de la población sólo aspira a la paz, contando con el monarca para garantizarla.

b) Tanto en Inglaterra como en Francia se manifiesta un sentimiento común de independencia respecto al Papado. Mientras que Inglaterra permanece fiel al anglicanismo, el galicanismo es la doctrina oficial de la Monarquía de los Parlamentos y de los obispos de Francia. La declaración de 1682 significa a este respecto el remate de una larga evolución. El triunfo del galicanismo frente a las teorías ultramontanas libera a la Monarquía de todo sentimiento de obediencia respecto a Roma. Anglicanismo y galicanismo caminan en la dirección del absolutismo.

 Causas políticas.-

 a) Los Movimientos revolucionarios contribuyen a reforzar el Poder, a hacer sentir la necesidad de orden y de la paz no sólo en los círculos gobernantes, sino en los medios populares. La dictadura de Cromwell sigue a la revolución de 1649, y el absolutismo de Luis XIV está profundamente marcado por el recuerdo de la Fronda. El tema de la paz civil domina el pensamiento político del siglo XVII, en especial el de Hobbes.

b) Las guerras, sin embargo, se suceden a lo largo del siglo, exigiendo una concentración y un reforzamiento del Poder. En lo inmediato consolidan el absolutismo, pero a la larga contribuyen a destruirlo. De esta forma el peligro exterior favoreció, sin duda, el absolutismo de Richelieu; pero las guerras de finales de siglo precipitaron el ocaso del absolutismo francés y el nacimiento del liberalismo europeo.

Supervivencias feudales y particularismos locales

En Francia, desde Luis XI; en Inglaterra, a partir de los dos primeros Tudor, y en la España de Fernando e Isabel, la autoridad del rey no cesa de afirmarse. El impuesto permanente, el ejército permanente y la multiplicación de los funcionarios reales dan forma a un Gobierno central y a una Administración provincial que controlan a las autoridades locales o las substituyen. A estos rasgos corresponden una adhesión o una resignación por parte de los súbditos. Esta modernización no rebasa ciertos límites; a pesar de sus tendencias autoritarias y centralizadoras, los Gobiernos han de tener en cuenta numerosos particularismos y han de respetar, en la forma y a veces en el fondo, las franquicias de las colectividades urbanas o provinciales.

El absolutismo monárquico

La corriente favorable al absolutismo monárquico es más fácil de seguir, a pesar de la diversidad de sus aspectos. Se trata, en primer lugar, de la aceptación tradicional y, por así decirlo, natural de la autoridad existente, de la obediencia enseñada desde hace siglos por la Iglesia; numerosos autores laicos y eclesiásticos repiten incansablemente la necesidad de esa aceptación, ocupando este tema un lugar predominante en la literatura política inglesa de la primera mitad del siglo XVI.

Francia gozó después de la guerra de los Cien Años de una mayor estabilidad política. La monarquía tenía un prestigio casi místico, el del rey taumaturgo, ungido de la Sainte Ampoule y que cura las escrófulas. Sobre este fondo de creencias populares, algunos panegiristas bordan, en provecho de grupos sociales más restringidos, variaciones de alcance principalmente literario: simbología de las flores de lis, leyenda troyana destinada a exaltar la línea real y que será más tarde ilustrada laboriosamente por la Franciade de Ronsard. Cabe considerarlas como una trasposición, en otros registros, del pensamiento de los doctores y licenciados in utroque iure que pulen a placer definiciones y comentarios sobre el poder real, sin gran originalidad por lo demás, ya que todos beben en las mismas fuentes clásicas del derecho romano (cuyas sentencias la Edad Media no ha bía ignorado), incluso cuando concuerdan poco con la realidad política del momento. El rey es emperador en su reino; aunque esta frase también se utiliza en Inglaterra, en Francia, donde la tradición de los legistas posee mucho vigor, se la acompaña con desarrollo de mayor profundidad.

Factores decisivos

Los inicios de la Edad Moderna coinciden con la creciente consolidación de los Estados nacionales. La poliarquía medieval resulta paulatinamente reemplazada por comunidades centralizadas en las que los intereses nacionales prevalecen sobre las particularidades locales.

El Rey ya no es un primus inter pares. Se presenta ahora como cabeza de un estado nacional con límites territoriales cada vez más precisos. Surge la noción jurídica de "frontera", desaparecen los llamados "espacios vacios" y comienza a desarrollarse una verdadera cartografía terrestre.

Las casas reinantes comienzan a requerir un número creciente de colaboradores que integran las primeras burocracias estatales. En el siglo XV los estados italianos crean, con carácter estable, la diplomacia. A partir del siglo XVI las monarquías europeas establecen embajadas estables que frecuentemente son asignadas a la alta nobleza.

Este proceso de centralización se cumple bajo el signo del absolutismo. El desconocimiento de la autoridad religiosa del sucesor de Pedro, el Romano Pontífice, mueve a reyes y príncipes a asumir atribuciones religiosas. Los límites derivados de la distinción entre lo que es de Dios y lo que pertenece al César comienzan a esfumarse, generando abusos y despotismo. Tales tendencias son manifiestas en la primera etapa del protestantismo. Pero también en monarquías católicas como las de Francia y España aparecen corrientes que llevan en embrión desviaciones cesaropapistas. El Concordarto de Bolonia (1516) otorga a los reyes de Francia el derecho de "presentación" de obispos y abades. Y en España los Reyes Católicos y luego Carlos V obtienen el reconocimiento del Real Patronato.

El aumento del poder real -observa Vázquez de Prada-, que venía a significar mayor eficacia del Estado, se hizo a costa de la nobleza. Sus miembros, al disminuir sus prerrogativas locales, optaron frecuentemente por incorporarse a los cargos y oficios reales de la Corte. En los cargos administrativos fueron designados a menudo hombres egresados de las universidades que pertenecían a los estratos burgueses. El pueblo llano, por su parte, no opuso dificultades al avance de la autoridad real, y poco a poco los monarcas quedaron como árbitros entre los distintos cuerpos sociales.

Otros factores contribuyen a consolidar el poder absoluto de los reyes: el comercio internacional, la expansión de las monarquías europeas hacia América, África y Asia y las nuevas técnicas de guerra, fundadas en el empleo de la pólvora que torna vulnerables a las hasta entonces inexpugnables castillos de los señores feudales. Pero de mayor importancia son los factores ideológicos: la obediencia pasiva predicada por algunos reformadores, el amoralismo de los discípulos de Maquiavelo y las doctrinas francesas que tienden a afirmar el poder real para superar las divisiones derivadas de las guerras de religión. Por lo demás, desde los siglos XIV y XV, se incubaba un ruptura de la síntesis elaborada por Alberto Magno, Tomás de Aquino y sus discípulos. Las últimas fases de la filosofía del Medioevo

-apunta Bidart Campos- habían disociado dos ámbitos que hasta entonces estaban íntimamente vinculados: el de la filosofía y el de la teología, la razón de la fe, la naturaleza y la gracia. En lo específicamente político esa ruptura impulsará a prescindir de los límites éticos que deben observar gobernantes y gobernados, estableciéndose de esta forma las bases de los totalitarismos contemporáneos.

 Protagonistas

Claude de Seyssel y la monarquía moderada

Esta realidad se percibe muy bien en La Grand´ Monarchie de France (1519), obra en la que Claude de Seyssel expresa su preferencias por una monarquía moderada. Seyssel (1450-1520), que escribe en su retiro tras una brillante carrera administrativa, diplomática y episcopal al servicio de Francia - y especialmente de Luis XII -, no es en absoluto un teórico abstracto. Sin disimular los inconvenientes que en principio puede comportar la monarquía, cree que el régimen al que ha servido, tal y como él lo describe, es el mejor posible: mezcla de monarquía, aristocracia y democracia. El poder real está "refrenado por tres frenos": las obligaciones de conciencia del rey y el carácter cristiano de la monarquía, los Parlamentos y "las buenas leyes y ordenanzas y costumbres que están establecidas de tal manera que casi no pueden romperse ni aniquilarse". Su análisis de la constitución consuetudinaria del reino - que considera como ideal -, es significativa po sus mismas ambigüedades. No proporciona una delimitación precisa, ni de los poderes del rey, ni de los derechos de los Parlamentos (prácticamente no se plantea el tema de los Estados Generales). El rey no puede cambiar la Ley Sálica; por consiguiente, tiene conciencia de las leyes fundamentales del reino, pero éstas no son definidas. Seyssel, aunque rechaza el término de absolutismo (para él , equivalente al de tiranía), sólo erige, sin embargo, frente a la voluntad real, obstáculos "que se pueden doblegar".

Seyssel defiende una concepción aristocrática y tradicional, contradicha y sobrepasada muy ponto por las teorías absolutistas de los legistas si se toman las fórmulas al pie de la letra.

La diferencia entre la monarquía moderada y la monarquía absoluta, considerable en el terreno conceptual, se reduce en la práctica.

Si los frenos elogiados por Seyssel pierden su eficacia la responsabilidad del hecho no incumbe a la difusión de esquemas jurídicos absolutistas. Eminentes jurisconsultos sostienen todavía, hacia la mitad del siglo, que el poder real es "más moderado que absoluto".

Lo importante es que la balanza de las fuerzas se inclina del lado de la autoridad real. Las doctrinas se modelan, con entusiasmo o con reticencias, en esa dirección. Sin embargo, donde el fenómeno encuentra una expresión intelectual más notable y original es en Italia.

Maquiavelo, Nicolás

La experiencia de la vida pública de la Florencia renacentista permitió a Nicolás Maquiavelo desarrollar un teoría política realista y pragmática cuya característica más destacada fue la separación de la moral de los individuos y la del estado.

Nicolás Maquiavelo, nombre castellanizado de Niccoló Machiavelli, nació en Florencia, Italia, el 3 de mayo de 1469. Es poco lo que se conoce acerca de los primeros años de su vida. Parece que recibió una aceptable formación humanística, si bien no llegó a aprender el griego, uno de los elementos fundamentales de la educación de la época. En 1498, tras los cambios sobrevenidos en Florencia después de la ejecución de Savonarola, el monje que intentó imponer ascéticas formas de gobierno y religión, Maquiavelo fue promovido a un importante puesto, jefe de la segunda cancillería, a la temprana edad de 29 años. Inicialmente su función estaba referida a los asuntos internos de la república, pero después fue nombrado secretario del consejo ejecutivo de la ciudad (los Diez). La primera misión importante de Maquiavelo fue la llevada a cabo el año 1500 ante la corte de Francia. A su vuelta desempeño otras tareas diplomáticas.

Testigo de las duras acciones llevadas a cabo por César Borgia contra sus enemigos de la ciudad de Sinigaglia, se convirtió en admirador y amigo de aquél, creyendo que sus cualidades serían la solución para porner fin al desorden reinante en los estados italianos. Muerto el papa Alejandro VI, padre de César Borgia, ymuy poco después su sucesor, fue elegido Julio II, implacable enemigo de la familia Borgia. Entonces se produjo la caída de éste, y Maquiavelo, su antiguo admirador, celebró su prisión.

Elegido Piero Soderini gonfalonier (primer magistrado) de Florencia, Maquiavelo se convirtió en su mano derecha, inspirando la creación de una milicia y la división del territorio en distritos, bajo su propia supervisión.

Las luchas de Florencia contra los estados vecinos llegaron a su momento más crítico cuando la Santa Liga, dirigida por el papa, marchó sobre la república. Soderini fue sustituido y Maquiavelo perdió supuesto. En 1513, acusado de conspiración, fue encarcelado y sometido a tormento. Libre poco después, pero reducido a la pobreza, Maquiavelo se retiró con su familia a una pequeña propiedad cercana a la ciudad. Fue allí donde escribió su obra más famosa, Il principe (1513), dirigida a "liberar a Italia de manos de los bárbaros", en la que expuso su teoría política. Según Maquiavelo, el príncipe ideal debía establecer un poder absoluto capaz de acabar con la corrupción política y las disensiones internas del estado, y para ello recomendaba todos los medios, incluso la mentira y la violencia. En la práctica política posterior, el maquiavelismo se asoció a la falta de todo principio moral en la actuación del estado. Se ha dicho que uno de los modelos que pudo considerar Maquiavelo para conformar su teoría, aparte del ya citado César Borgia, fue el rey españor Fernando el Católico.

Maquievelo murió en Florencia el 21 de junio de 1527. Además de sus obras políticas, fue autor de una notable comedia titulada La mandragola (1524; La mandrágora).

 Un Patriota Italiano.-

Las ideas de Maquiavelo han suscitado, desde el siglo XVI hasta nuestros días.

Maquiavelo, patriota italiano, no deja de envidiar la solidez de los Estados nacionales como Francia o España, a pesar de que descubre en ellos barbarie feudal. Pero en la Italia anárquica, que soporta el peso de sus divisiones, agravadas por la nefasta presencia de la Santa Sede y las intervenciones extranjeras, el problema político se muestra, por el contrario de difícil solución.

Para elevarse el príncipe deberá ser "un hombre hábil o bien protegido por la fortuna".

Elegirá con cuidado a sus consejeros y evitará el cederles la menor parcela de autoridad; se dedicará tan sólo a defender y extender su poder por todos los medios, incluso el crimen si es necesario: "Vale más ser temido que ser amado".

Pero el príncipe debe cuidar su reputación; su fortaleza mayor es la adhesión de su pueblo. La hipocresía se convierte para el príncipe en un deber. Si logra conservar su vida y su Estado, "todos los medios que haya aplicado serán juzgados honorables".

Al proponer como modelo a César Borgia, Maquiavelo permanece dentro de la lógica de su concepción, pero subraya involuntariamente la fragilidad de sus aforismos. Exagera, sin duda, la grandeza de propósitos que atribuye al hijo del papa Alejandro VI; por otra parte, el papel que concede en la Historia a la fortuna le sirve de explicación un poco fácil del fracaso final, rápido y total de su héroe.

Un Admirador de la República Romana.-

Disipada esta quimera, Maquiavelo vuelve a sus reflexiones de republicano fiorentino, en los márgenes de Tito Livio. Sigue a Aristóteles, y, sobre todo, a Polibio. "El príncipe, los grandes y el pueblo gobiernan conjuntamente el Estado". Insiste en la importancia del pacto constitucional, pero apenas trata de los derechos de los ciudadanos aunque sí lo suficiente como para condenar a César: la Roma que exalta es la Roma republicana. El régimen civil, según Maquiavelo, es incompatible con la existencia de una nobleza feudal. Toda su teoría republicana, de inspiración romana, apenas puede encontrar, por consiguiente, campo de aplicación en un momento en el que el municipio y la república urbana libre agonizan en Italia.

Secularización y exaltación del Estado.-

Aunque la idea del Estado ocupa el centro de su pensamiento no llega a formular su teoría. El Estado, para él, es un dato, un ser al que no pretende explicar cómo filósofo. Tampoco siente Maquiavelo la necesidad de legitimar la subordinación del individuo al Estado. Su República tiene exigencias tan autoritarias como la tiranía del príncipe. La política es un arte racional.

Maquiavelo detesta y desprecia el gobierno de los sacerdotes, y es también adversario del poder temporal de la Santa Sede. No contento con laicizar el Estado, querría subordinarle por completo la religión, a la que concibe como instrumento de poder y elemento de cohesión social. El fondo mismo de su pensamiento político conduce a Maquiavelo a una posición, más que antirreligiosa, anticristiana.

Esta secularización y exaltación del Estado acarrean numerosas consecuencias: hostilidad contra el Imperio y contra todo lo que puede recordar el universalismo cristiano; desconfianza y desprecio hacia las aristocracias nobiliarias de origen feudal; concepción particularmente "realista" de las relaciones entre los Estados.

El Estado tiene como tendencia natural a extenderse. En estas condiciones se comprende la importancia primordial de la organización militar dentro de un Estado.

El lugar de Maquiavelo en el pensamiento político de su tiempo.-

"Hay que agradecer a Maquiavelo y a los escritores de este género - escribió Francis Bacon - el que digan abiertamente y sin disimulo lo que los hombres acostumbran a hacer, no lo que deben hacer".
Maquiavelo expulsa de la política toda metafísica y corta de una manera radical, el vínculo entre la ciudad de Dios y la ciudad de los hombres.

Lutero, Martín

Como iniciador de la Reforma religiosa del siglo XVI y por tanto del protestantismo, Martín Lutero es una de las figuras clave de la civilización occidental y de la cristiandad.

Nació Lutero - cuyo nombre en alemán era Martin Luther - el 10 de noviembre de 1483 en Eislebe, Sajonia-Turingia, Alemania, hijo de un minero que prosperó y llegó a ser consejero en la pequeña ciudad de Mansfeld. Lutero creció en ésta en un ambiente piadoso y de estricta disciplina. Tras estudiar en Magdeburgo y Eisenach ingresó en la Universidad de Erfurt, donde se graduó como bachiller en artes en 1505. Decidió entonces seguir la vida religiosa y solicitó su admisión en los agustinos de Erfurt.

Este carece de experiencia personal de los problemas políticos, los descubre a través del Evangelio y de San Pablo, en un perspectiva puramente religiosa. En los años de su "conversión" - es decir, antes del asunto de las indulgencias (1517) - plantea dos temas que seguirán siendo fundamentales a lo largo de toda su predicación: el carácter divino de toda autoridad establecida y la separación radical entre la Fe y la Ley. Lleva hasta el último extremo el precepto cristiano, más matizado en otros doctores, que ordena una sumisión incondicional a la autoridad, debido a que ésta tiene un origen y una misión divinas. Pero la ciudad de Dios no puede realizarse en la Tierra: "El mundo de la ley es, por completo, el mundo del pecado". Las consecuencias políticas de este corte total entre lo temporal y lo espiritual no son sencillas, ya que cada hombre se encuentra comprometido a la vez en ambos órdenes en el de la sujeción y en el de la libertad.

Lutero decidió poner por escrito sus opiniones y redactó en 1520 tres célebres tratados que supusieron la base del luteranismo y el inicio de la Reforma. En ellas afirmaba la salvación del hombre sólo por la fe.

En 1521 fue excomulgado.

En 1525 contrae matrimonio.

En la segunda dieta de Speyer, en 1529, se aprobó un decreto por el que los estados católicos actuaban duramente contra Lutero y sus seguidores; éstos elevaron una protesta, y surgió así la denominación de protestantes.

Extendido el protestantismo, pronto comenzaron a hacerse notar diferencias entre sus seguidores.

Lutero falleció en su ciudad natal, Eisleben, el 8 de febrero de 1546. Tras su muerte se agudizaron las disensiones no sólo entre las iglesias protestantes sino en el seno del propio luteranismo, pero su figura permaneció siempre como la del gran inspirador de la Reforma.

Calvino, Juan

Entre los grandes del naciente protestantismo del siglo XVI, Juan Calvino descolló por sus singulares dotes pata la organización política y eclesiástica, y su influencia fue decisiva para la difusión de la nueva fe en Europa, el norte de América y otras regiones del mundo.

Calvino, cuyo nombre francés era Jean Cauvin o Calvin, nació en Noyon, localidad de la Picardía, en el norte de Francia, el 10 de julio de 1509. Hijo del secretario del obispado de su ciudad natal cursó estudios de humanidades en famosos colegios parisienses y más tarde leyes en las universidades de Orleans y Brujas, donde tuvo como maestros a importantes pensadores de la época. En 1532, Calvino evidenció sus sólidos conocimientos de latín e historia con su edición del tratado de Sénea De clementia (Sobre la clemencia).

Poco después de publicar esta obra, Calvino se convirtió al protestantismo, pero cuando el grupo de teólogos reformadores al que pertenecía fue ilegalizado en Francia, abandonó París. A principios de 1535 se instaló en Basilea, Suiza, allí apareció al año siguiente su obra fundamental, Christianae religionis institutio (Instituciones de la religión cristiana). Se trataba de un brillante resumen de las doctrinas protestantes, donde, entre otras cosas, postulaba la predestinación de los elegidos, rechazaba los sacramentos tal como los entendía el catolicismo y esbozaba un nuevo esquema de organización para la nueva forma del cristianismo. Con esta obra, traducida al francés en 1541, Calvino se convirtió en uno de los principales teólogos protestantes.

Todavía en 1536, tras un breve viaje a Italia - donde mostró su talento político para atraer el apoyo de los poderosos hacia el protestantismo -, al pasar por Ginebra fue invitado a permanecer en ella. Calvino permaneció allí dos años, pero elaboró un código litúrgico y moral tan severo que fue expulsado por el consejo ginebrino.

Desde 1538 hasta 1541 residió en Estrsburgo, donde creó una nueva liturgia y asentó nuevas instituciones parroquiales, al tiempo que dirigía personalmente una congregación. Conoció a importantes teólogos luteranos como Melanchton y Martín Lutero.

No menos hostil que Lutero respecto a los "fantásticos" que pretenden liberar al cristiano del orden político tradicional, Calvino tiene el mérito de oponerles una construcción más racional y, por ello, más universalmente eficaz que la Obrigkeitstaat luterana.

Durante los años siguientes, tras eliminar a todos sus opositores - sin dudar en ejecutarlos cuando lo considera preciso -.

A partir de 1550 se dedicó sobre todo a apoyar a otros grupos protestantes afines a sus tesis y a proporcionar coherencia a su doctrina.

Juan Calvino murió en Ginebra el 27 de mayo de 1564, lo que no impidió la continua expansión de las iglesias reformadas.

Bodin, Jean

Nace en Angers en 1530. Su vida está cargada de extraños matices. En un siglo en el que la posición religiosa tiene implicancias políticas, no resulta nítida su militancia confesional. Algunos le atribuyen ascendencia israelita. Habría profesado como carmelita, siendo después eximido de sus votos por haberlos formulado a edad muy temprana. Se cuestionó, también, su catolicismo, y se le consideró un hugonote disimulado. Lo cierto es que Bodin fue un jurista que integró el núcleo de los políticos, liderados por el Canciller Michel L´ Hopital. Ante las sangrientas guerras de religión, que amenazaban con destruir el reino de Francia, este grupo auspició una política de tolerancia procurando afirmar la autoridad real por encima de las discrepancias confesionales.

La filosofía política de Bodin -afirma George H. Sabine- es una mezcla singular de cosas viejas y nuevas... una amalgama de superstición, racionalismo, misticismo, utilitarismo y tradicionalismo. Para Marcel Prelot, empero, es un autor original. Considera que es difícil situarlo porque no siendo maquiavélico, aristotélico, tomista o utópico, sus teorías tienen, sin embargo, un poco de estas corrientes de pensamiento.

 Hobbes, Thomas

Jean Bodin es la gran figura del absolutismo en el siglo XVI. En el siglo XVII es Thomas Hobbes quien lleva dicha corriente de pensamiento hasta sus últimas consecuencias.

La defensa realizada por Thomas Hobbers de la monarquía autoritaria en su célebre Leviathan basada en sus concepciones acerca de la naturaleza humana que hicieron de él el primer gran empirista británico.

Hobbes nació en Westport (actual Malmesbury), Wilshire, Inglaterra, el 5 de abril de 1588. Era hijo de un vicario y, tras estudiar en Oxford, fue designado preceptor del hijo de Lord Cavenedish, segundo conde de Devonshire, a quien acompañó en su viaje por Francia e Italia. Posteriormente, siempre como tutor, pasó largas temporadas en Europa continental y conoció personalmente a Galileo, que ejercería gran influencia en su obra. En 1629 vuelve a París donde estudia las ciencias de la naturaleza y las matemáticas. Hacia 1637, encontrándose ya en Inglaterra concibe la idea de exponer sus doctrinas a través de un triple tratado que sintetice sus teorías filosóficas y políticas. Hobbes redactó The Elements of Law, Natural and Politic (Elementos de la ley natural y política), obra que circulaba ya en manuscrito en 1640. En ella postulaba un filosofía natural basada en un materialismo mecanicista, según el cual los únicos objetos de la filosofía, que ha de seguir el método geométrico, son la materia y el movimiento, cuyas combinaciones matemáticas originan todas las cosas. La conciencia no sería sino el movimiento nervioso, y la política el estudio de los contactos entre los cuerpos nerviosos, es decir, los hombres. Sobre estas bases sentaría su defensa el absolutismo monárquico.

Por lo que respecta a la teología, Hobbes la excluía del campo de la filosofía, pues aun cuando consideraba que las leyes naturales respondían a los mandatos divinos, nada era posible conocer racionalmente acerca de Dios.

La vida de Hobbes fue sacudida por los acontecimientos políticos ocurridos en Inglaterra a lo largo del siglo XVII. Partidario de los Estuardo, se refugia en Francia cuando en 1640 Carlos I convoca el Parlamento Largo. En 1650 se publican dos fragmentos de su autoría bajo los títulos Human Nature y De Corpore Politico. Su obra más conocida, Leviathan, or the Matter, Form and Power of a Commonwealth, Ecclesiastical and Civil (1651; Leviatán, o la materia, la forma y el poder de un estado eclesiástico y civil). Sus ideas disgustaron a los partidarios de la corriente absolutista de derecho divino. Según Hobbes, la primera ley natural del hombre es la auto conservación, que lo induce a imponerse sobre los demás: "El hombre es un lobo para el hombre". Para construir una sociedad, todo ser humano ha de renunciar a parte de sus deseos y establecer un "contrato social", cuyo garante es la soberanía. Para que ésta sea efectiva ha de recaer en un sola persona, y de ahí la conveniencia de la monarquía absoluta. Es de hacer notar, de cualquier forma, que, a diferencia de autores anteriores, para Hobbes la soberanía del rey no residía en el derecho divino, sino en el mantenimiento del contrato que le había dado tal soberanía.

En 1651 Hobbes regresó a Inglaterra y publicó De corpore (1655) y De homine (1658), que ampliaban sus teorías físicas y psicológicas, Tras la restauración de 1660 gozó del favor real, pero ante las acusaciones de ateísmo lanzadas sobre él por los estamentos eclesiásticos preferió no intervenir en la vida pública.

En Hobbes prevalece un absolutismo diferente. Jacques Chevalier señala que se obra inspira en concepciones mecanicistas y en ideas sensualistas, materialistas y utilitaristas. Ello motivó que en los últimos años de su vida, a partir de la restauración de los Estuardo, se viera envuelto en interminables polémicas, especialmente con el Canciller Hyde, conde de Clarendon, y con los obispos anglicanos, que lo acusaban de ateísmo, herejía y blasfemia.

Thomas Hobbes murió a los 91 años en Hardwich Hall, Derbyshire, el 4 de diciembre de 1679. Su influencia sobre el empirismo fue grande y, curiosamente, sus tesis sobre el contrato social serían reinterpretadas por pensadores como Jean-Jacques Rousseau para desacreditar las concepciones monárquicas que el pensador británcio quiso defender.

Bossuet

Nace Jacques-Bénigne Bossuet en Dijón, el 27 de septiembre de 1627. Canónigo de Metz, Obispo de Condon y después de Meaux, preceptor de Delfín, célebre orador y apologista, Bosseut es una de las figuras más importantes del largo reinado de Luis XIV. Polemiza con protestantes, jansenistas y quietistas. Se inclina en la polémica entre el Rey de Francia y el papa Inocencio XI hacia el galicanismo.

Bossuet, además, sostiene la heterodoxa teoría según la cual el concilio general tiene supremacía con relación al Papa. En la referida Declaración se sostiene que "la Santa Sede Apostólica debe respetar las reglas, las costumbres y las constituciones concedidas al reino y a la Iglesia galicana" (francesa).

A diferencia de Hobbes, su punto de partida es aristotélico. En el Libro Primero de La Política sostiene como el estagirita que el hombre está hecho para vivir en sociedad. Su punto de llegada, empero, será absolutista, como el del autor del Leviathan. Pero el absolutismo del preceptor del Delfín presenta características distintas.

Aun cuando teóricamente considera aceptables todas las formas de gobierno establecidas, se inclina Bossuet claramente por la monarquía. Para él la monarquía es sagrada. Bossuet afirma efáticamente que la monarquía es absoluta. Frente al Rey, aunque sea un gobernante injusto o pagano, los súbditos deben obedecer. No hay en Bossuet lugar para la jus resistendi de los escolásticos. Sólo podría desobedecerse al Príncipe cuando este ordenara algo contra Dios.

A pesar de su absolutismo, Bossuet no auspicia en modo alguno el ejercicio de un gobierno arbitrario. El príncipe debe sujetarse a los mandatos de la justicia, la equidad y el derecho natural. Pero esta sumisión a tales ordenamientos heterónomos no supone que quede sujeto a ninguna potestad humana.

Bossuet propone una monarquía paternal cuyo titular actúe limitado y condicionado por el único "contrapeso verdadero del poder": el temor de Dios.

Para Bossuet como para Hobbes -comenta Jean Touchard-. la última palabra de la política es la sumisión al poder; pero llegan a esta conclusión común por caminos opuestos: individualismo laico y utilitarismo en Hobbes, respeto por la tradición y abandono a la Providencia en Bossuet. El absolutismo de Hobbes y el de Bossuet son, por consiguiente, diferentes.

Bossuet piensa en un rey absoluto, pero embebido del espíritu cristiano de justicia y de rectitud. Lo equivocado radica en suponer que el monarca absoluto es el que mejor puede llevar a cabo un gobierno justo".

EL ESTADO

Para referirse al Estado Bodin utiliza el vocablo República. La define como recto gobierno de varias familias y de lo que les es común, con potestad soberana.

Otro aspecto importante es la afirmación de que las familias y lo que les es común (los patrimonios) son anteriores al Estado. En su extensa obra Bodin refuta el utopismo colectivista, y toda forma de comunismo, y se empeña en preservar a la familia y al derecho de propiedad de cualquier desborde autoritario. Este enfoque sugiere desde el comienzo la serie de graves contradicciones que encierran su pensamiento. En efecto, no obstante tratarse de un precursor y un propulsor del absolutismo monárquico, plantea desde las primeas páginas de su libro limitaciones que no se condicen con esa visión del poder político.

Sin perjuicio de señalar la confusión que se advierte entre Estado y gobierno, la definición de Bodin suscita varios comentarios. En primer lugar, destacamos que Bodin se refiere en su tratado a las Repúblicas rectamente gobernadas. Se aparta así del plano de los hechos, por el que se inclinaba Maquiavelo, para referirse exclusivamente a formas de Estados legítimas.

La soberanía

Los textos referidos a la potestad soberana que debiera regir en toda República son los que reflejan con mayor claridad la tendencia absolutista de Bodin.

Define a la soberanía como summa in cives ac subditos legibusque soluta potestas (poder supremo sobre los ciudadanos y súbditos, no sometido a leyes). En la versión francesa la soberanía aparece definida como puissance absolue et perpetuélle d´ une république (potestad absoluta y perpetua de una república).

Pero no todo aquel que ejerce poder es titular de soberanía. Sobre el punto Bodin es categórico: "Si el pueblo otorga su poder a alguien de por vida, en calidad de oficial, o teniente, o bien para descargarse solamente del ejercicio de su autoridad; en ese caso no es en absoluto soberano, sino simple oficial, o teniente, o regente, o gobernador, o guardián y arrendatario de la autoridad ajena". Pero "si el poder absoluto se le entrega pura y simplemente, sin calidad de magistrado, ni de comisario, ni de manera precaria, es por completo evidente que ése es, y se puede llamar monarca soberano: pues el pueblo se ha desprendido y despojado de su poder soberano, para investirlo: y en él, y sobre él se halla transferido todo su poder, autoridad, prerrogativas y soberanías". Esta última posibilidad, que es la auspiciada por Bodin para Francia, significa abandonar las tesis medievales según las cuales el príncipe es un vicario de la comunidad para optar por una donación irreversible que sirve de sustento al poder absoluto.

Para que no queden dudas acerca de lo que debe entenderse por poder absoluto, Bodin expresa: "El pueblo o los señores de una República pueden otorgar puramente y simplemente el poder soberano y perpetuo a alguien para que disponga de los bienes, de las personas, y de todo el estado a su antojo, y entregarlo después a quien le plazca".

El absolutismo de Bodin se encuentra definitivamente perfilado en otros textos en lo que expresa que "el monarca queda separado del pueblo"; que "no tiene que rendir cuentas sino a Dios"; que "no puede prestar juramento sino a Dios"; que "el punto principal de la majestad soberana y poder absoluto consiste principalmente en dar leyes a los súbditos en general sin si consentimiento", y que "la soberanía no está limitada ni en poder, cargo ni tiempo determinado".

 Puesto que el pueblo se ha despojado y privado absolutamente de su poder para transferirlo al soberano, e investido con él, entonces el soberano ya no forma parte del pueblo y del cuerpo político: "queda separado del pueblo", ha sido convertido en un toto, un todo separado y trascendente, que se encarna en su viviente persona soberana, y merced a lo cual el otro todo, el todo inmanente del cuerpo político, es gobernado desde arriba. Cuando Jean Bodin dice que el príncipe soberano es la imagen de Dios, esta frase debe interpretarse con la plenitud de su fuerza, e implica que el soberano -sometido a Dios, pero que no tiene que rendir cuentas sino a El- trasciende el todo político lo mismo que Dios trasciende el Cosmos.
Agrega Maritain que en la perpectiva de Bodin soberanía implica el poder supremo separado y trascendente -no en la cúspide (como en el Medioevo), sino por encima de ella ("par dessus tous les sunjects")- que gobierna desde arriba a todo el cuerpo político. Por eso dicho poder es absoluto (ab-soluto, es decir desligado, separado) y consiguientemente ilimitado, tanto en la extensión como duración, y sin tener que rendir cuentas a nadie en la tierra.

Los limites

A pesar de tan categóricos textos, Bodin reconoce en otros pasajes de su obra la existencia de límites que deben ser rigurosamente observados por quien ejerciere el poder soberano. Tal contraste pone de manifiesto un contradicción derivada de las influencias asimiladas por el autor de los seis libros de la República. Max Adam Shepard considera que Bodin se encuentra en la encrucijada entre la noción medieval del príncipe sometido a la ley y la noción moderna (absolutista) del príncipe liberado de cualquier ley sobre la tierra. La primera conduce al constitucionalismo de Locke y Montesquieu. La segunda, a través de Hobbes, al totalitarismo. En Bodin la contradicción no aparece resuelta.

En el esquema de Bodin -afirma Prelot- no hay lugar para el derecho de rebelión. Los súbditos deben obedecer la ley incluso si ésta les parece injusta.

Varios son los límites que marca Bodin. Figuran entre ellos: -1- la ley divina; -2- la ley natural; -3- los pactos celebrados con los súbditos; -4- las leyes fundamentales del Reino. También el derecho de propiedad constituye una importante limitación.

Las formas de gobierno

Bodin se manifiesta adverso a toda forma mixta de gobierno.Se inclina por vincular las tres formas clásicas con su concepto de soberanía: "no hay más que tres Estados o clases de República: la monarquía, la aristocracia y la democracia.

El Estado de naturaleza

Hobbes toma como punto de su teoría política la supuesta existencia de una etapa presocial en la que el hombre es un lobo para el hombre: Homo hominis lupus.

El pesimismo antropológico de Hobbes, conforme surge del texto transcripto, es total. Considera que el hombre es un ser intrínsecamente corrompido, un egoísta que busca la satisfacción de sus impulsos sin sujeción a ninguna norma trascendente. Observamos así un abandono sin tapujos de la tradición medieval, de San Agustín, Santo Tomás y la neoclásica. El derecho natural, en la versión de Hobbes constituye una verdadera adulteración. Derecho natural: "la libertad que cada hombre tiene que usar su propio poder como quiera, para la conservación de su propia naturaleza".

Sobre la base de esa autonomía plena, Hobbes estima que en el estado de naturaleza "cada hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso en el cuerpo de los demás". Así queda explicado, en el enfoque de este autor, el estado de guerra de todos contra todos en el que se vive antes de constituir el estado. "Todos los hombres tienen derecho a todas las cosas y, por tanto, donde no hay Estado nada es injusto".

 Origen del estado

Los hombres abandonan la vida presocial en busca de la seguridad. El impulso que motiva al hombre al tránsito hacia la vida comunitaria -según Hobbes- es el cuidado de la propia conversación. Para llegar a esa meta será menester constituir un "poder visible" que "tenga a raya" a los hombres sujetándolos mediante el "temor al castigo".

A fin de preservar la seguridad individual los hombres convienen en celebrar un contrato. Es éste muy distinto al pacto de sujeción de la Edad Media. Se trata ahora de un único convenio multilateral para fundar el Estado y crear un Poder supremo.

"El acuerdo de los hombres es sólo por contrato, es artificial. Para lograr que su Acuerdo sea constante y duradero se necesita un Poder Común capaz de librarlos del temor y de dirigir sus actos en pro del Beneficio Común".

"La única manera de erigir ese Poder Común, para defenderlos de una invasión de Extranjeros y de las injusticias de uno y otro, y por consiguiente darles la seguridad necesaria para que puedan alimentarse de su propia industria y de los frutos de la tierra y vivir contentos, es confiriendo todo su poder y fuerza a un Hombre, o a una Asamblea de hombres, que pueda reducir todas sus Voluntades, por pluralidad de votos, en una sola Voluntad: lo cual quiere decir, designar un Hombre o una Asamblea de hombres para que encarne a sus personas; es una verdadera Unidad de todos ellos en un sola Persona".

"Yo autorizo y cedo mi Derecho de gobernarme a este Hombre, o a esta Asamblea de Hombres, con esta condición: que tu le cedas también tu Derecho y que autorices todas sus acciones de la misma manera". Hecho esto, la Multitud, unida en una persona, se llama República, en latín civitas. Así se genera el gran LEVIATHAN, o mejor (para hablar con mayor reverencia) el Dios Mortal al cual debemos, bajo el Dios Inmortal, nuestra paz y defensa. En él consiste la Esencia de la República; la cual es Una Persona que actúa como una gran multitud, merced al Contrato natural de todos ellos, con lo cual lo han convertido en el Autor, a fin de que emplee la fuerza y los medios de todos ellos, como juzgue pertinente para su Paz y Defensa Comunes".

"Y esta Persona es llamado SOBERANO, y se dice de ella que tiene PODER SOBERANO: y quienes son súbditos suyos".

El Leviathan

El titular del poder soberano: el Leviathan. Este ser tiene un poder absoluto. No hay en este esquema para límites como los concebidos por Bodin, El Estado, luego de constituido, pasa a ser la única fuente de orden jurídico. Aquí nos encontramos con el más radical positivismo jurídico.

La doctrina de Hobbes contribuye a poner en relieve la pendiente hacia el absolutismo promovida por los primeros impulsores del protestantismo. La oposición de Hobbes al Pontífice Romano es total, pero la potestad religiosa no queda vacante, la asume el nuevo Leviathan.

Hobbes es un precursor del totalitarismo contemporáneo. Diseña un sistema de ideas que sirve de sustento al m completo absolutismo. No hay espacio en su sistema para la libertad religiosa. Tampoco para la afirmación de otros derechos o libertades que deriven de la ley natural. Sólo lo que aparezca consagradi en la ley positiva tiene para Hobbes verdadero imperio. Su enfoque es así marcadamente relativista. Es menester ceñirse a lo que exprese el Leviathan. Los derecho individuales, sólo tendrán vigencia en tanto sean expresamente reconocidos en el ordenamiento positivo. El Estado tiene una única obligación: preservar la seguridad, ejercer de modo efectivo la autoridad.

Jorge García Venturini, en su obra Politea, coincide con Jacques Maritain al considerar que "el dios mortal hobbesiano"es el antecedente directo del estado totalitario hegeliano.

Conclusión

El absolutismo retorna a sus originarias concepciones paganas. Reuniendo en una misma mano el cetro y la cruz, confundiendo lo que corresponde al César y lo que corresponde a Dios, se hace totalitario.

Bibliografia
 Historia de las ideas políticas
Alberto Rodriguez Varela
A-Z editora 
Enciclopedia Hispánica
Editorial Británica 
Historia de las ideas Políticas
Jean Touchard
Colección de Ciencias Sociales
Serie de Ciencia Política
Editorial Tecnos