Saturday, June 12, 2010

La presencia inmigrante Origen de los grupos inmigrantes. Gabriel Salazar Vergara, Julio Pinto. Volumen 2 de Historia contemporánea de Chile: Actores, identidad y movimiento.

Título Historia contemporánea de Chile
Historia (Santiago de Chile)
Volumen 2 de Historia contemporánea de Chile: Actores, identidad y movimiento, Julio Pinto Vallejos, Historia (LOM Ediciones)
Autores        Gabriel Salazar Vergara, Julio Pinto
Editor Gabriel Salazar Vergara
Editor Lom Ediciones, 1999

III. La presencia inmigrante
Origen de los grupos inmigrantes

Al hacer referencia al papel de los inmigrantes en los grupos medios, hay que revisar brevemente las características de su llegada al país y la imagen de la que social, política y económicamente han sido revestidos a lo largo del período a tratar.

Según Leonardo Mazzei, los inmigrantes formaron parte del proceso de "organización nacional" de las élites decimonónicas. Son bienvenidos y bien vistos por las élites oligárquicas desde el siglo XIX en adelante[1].
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Por una parte, ya desde los años de 1810-20, forman parte de la élite artesanal y del comercio interno de las mayores ciudades chilenas. Artesanos especializados franceses, alemanes e italianos se concentran en Santiago y Valparaíso, distinguiéndose por su refinamiento técnico y su cultura, del peligroso y popular artesanado vernáculo, formando un grupo más próspero, especializado y mejor considerado socialmente por las élites, que desde 1840 en adelante les concede patentes de exclusividad hasta por diez años.[2]

Asimismo, la llegada de comerciantes ingleses, franceses, italianos o norteamericanos, especialmente a Valparaíso, fue parte del proceso de desarrollo económico de la burguesía mercantil chilena, como lo han destacado los estudios que se refieren al auge decimonónico de dicho puerto[3]. Como representantes de casas comerciales europeas, y luego realizando sus propios negocios, se integran al contexto urbano y al tejido económico y social de espacios determinados, influyendo incluso en la arquitectura, los adelantos tecnológicos y la sociabilidad urbana. Como lo destaca Gonzalo Vial, llegan a darle a Valparaíso un "tono británico" y luego un "tono italiano" que lo diferencia de Santiago, en sus barrios del Cerro Alegre, sus actividades deportivas y la fundación de clubes de estilo inglés[4].

A ellos se suma la inmigración planificada de los años de 1850 en adelante.En el amplio esfuerzo por "desbarbarizar" y colonizar las amplias zonas desocupadas en el sur del país, la inmigración fue vista por las élites políticas como un punto positivo, que traería una fuerza de trabajo honesta, moderna y responsable a colaborar en el proceso. Los cronistas de la época, libres del temor a ser calificados como racistas o europeizantes, no temieron expresar públicamente las bondades de los distintos pueblos que podrían favorecer el desarrollo nacional. Desestiman a los españoles del sur, por su fama de pueblo poco laborioso y rebelde, y ensalzan especialmente a los pueblos germánicos, paradigma de templanza y laboriosidad[5]. Por ello, se privilegia una inmigración selectiva y planificada, donde las legislaciones desde 1845 en adelante, muestran una clara tendencia a reclutar inmigrantes con cierto grado de formación técnica y alfabetismo. Asimismo, se ofrecen garantías —como el transporte gratuito al país— a los inmigrantes que puedan traer conocimientos industriales específicos e incluso que puedan cargar con las maquinarías necesarias para realizarlos. De allí emanó la colonización de los espacios de la Araucanía por inmigrantes suizos y alemanes, llegados a raíz de las revoluciones y crisis económicas de 1847-48 y 1873-75[6].
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Luego comienzan las oleadas inmigratorias de otros europeos, especialmente agricultores y artesanos. Se trata de flujos sin planificación estatal, pero que son en general igualmente bienvenidos. Contamos allí a los inmigrantes europeos o levantinos llegados a raíz de las grandes convulsiones de la Europa desde fines del siglo XIX hasta las guerras mundiales: los croatas impulsados a la emigración por los conflictos balcánicos; los peninsulares de distintas regiones, debido a las guerras carlistas y la Guerra Civil Española; los italianos, judíos y otras minorías por las guerras mundiales; y los árabes que, consignados como "turcos", en realidad corresponden a contingentes de sirios, libaneses y palestinos. Su factor de inmigración fue precisamente la dominación turca en sus territorios de origen, y los problemas de estas minorías cristianas con un imperio musulmán"[7].

Evolución del inmigrante en Chile
¿Qué ocurrió con estos inmigrantes en la cultura, la economía y la política nacional? Como principio de respuesta, tal vez sería interesante partir señalando lo que no ocurrió con ellos.

Primero, no se integraron del todo a los proyectos soñados por las élites decimonónicas. Si bien se establecen en el país, no llegan a formar parte de una masa de trabajadores asalariados. Probablemente se resistieron a un proceso de proletarización que ya habían experimentado o eludido en sus países de origen[8].

Segundo, no llegan a formar un grupo transformador a nivel profundo de las estructuras o las jerarquías sociales del país. La inmigración no fue en Chile un proceso masivo que produjera ese efecto, como sí ocurrió en Argentina o Uruguay. Porcentualmente, la cantidad de extranjeros residentes en el país ha sido muchísimo más baja que la de esas naciones vecinas o Brasil. En Chile, las "colonias* extranjeras no han constituido ni ghettos ni ciudades aparte y no han modificado (salvo en mínima escala) ni el habla nacional ni las costumbres. Acaso con la excepción de pueblos como Capitán Pastene, no hay en Chile asentamientos que evoquen a una "pequeña Italia", o una España o una Croacia.
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Por lo tanto, tampoco han "blanqueado" nuestra población a nivel de porcentajes generales. Los datos cuantitativos no acompañan a cierto discurso chauvinista nacional, en el que Chile, como Argentina y Uruguay, se habría constituido gracias a la inmigración en uno de los países latinoamericanos "blancos", a diferencia del mestizaje, el claro porcentaje netamente indígena y la "negritud" visibles más al norte del subcontinente.

Sin embargo, es innegable que los inmigrantes han tenido un papel en la realidad social chilena de este siglo. Según varios autores ya citados, estos grupos se hicieron parte de un empresariado medio urbano, manufacturero, comerciante y técnico relativamente exitoso. A nivel de imágenes, el panadero español, el tendero levantino, el almacenero italiano y el colono alemán se fueron haciendo parte del repertorio social del país. Sin constituir en su mayoría ghettos diferenciados del resto de la población, ellos y sus descendientes tendieron a unirse con mujeres de los grupos medios y bajos chilenos, quienes también colaboraron en su despegue comercial, como aclaran los estudios para el caso italiano y español de Baldomero Estrada[9].

Estos grupos, al tenor de esa evolución, despiertan la admiración, pero también las críticas. En los sectores medios de origen nacional, el éxito de los inmigrantes fue sentido como una amenaza: se advertían sus buenas relaciones con las élites, y se argumentaba que la falta de industria nacional, unida a la dominación del comercio que estaban ejerciendo, restringía a la clase media chilena a los empleos públicos y limitaba a los nacionales a posiciones secundarias. Intelectuales nacionalistas del Centenario, como Nicolás Palacios, lanzaron virulentos ataques contra la inmigración, especialmente contra la italiana, bajo el supuesto de que quitaban espacio al desarrollo y las oportunidades de los chilenos. También se criticó la contratación de técnicos y profesionales extranjeros, mejor pagados que los nacionales. En los datos aportados por Lilian Mires, el porcentaje de técnicos extranjeros empleados por la industria nacional entre 1919 y 1926 asciende a un 47 o 48 % del total. Por su parte, Carmen Norambuena ha destacado las diatribas contra los "agencieros" (dueños de casas de préstamo y empeño) a comienzos de este siglo, que se expresaban a través de la prensa. Estos agencieros—en su mayoría españoles— concitaron el odio de quienes debían recurrir a ellos para empeñar sus bienes: los obreros, los empleados y otros numerosos miembros de los sectores pobres y medios"[10]. Otra fuente de resquemores fueron las posiciones clave que ocuparon los inmigrantes en actividades como la educación. La Iglesia Católica miró con desconfianza la introducción de profesores extranjeros, en su mayoría alemanes, por su supuesta afinidad con sectores más proclives a una educación moderna y laica[11].
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Porque los inmigrantes rebasaron rápidamente el nivel del almacén de barrio o la panadería de la esquina. Sus descendientes, integrados a una clase media en rápido ascenso, o se integraron a la vida empresarial, o tomaron los caminos más tradicionales de la burocracia, la carrera profesional o la política. Algunos de sus miembros pasaron incluso a formar parte de las élites, llegando a integrar el gran empresaríado nacional, la política de las cúpulas y los círculos de la "alta cultura". Aunque su llegada a Chile data de comienzos del siglo XIX, el caso de los Alessandri es en este sentido emblemático, no sólo por la dinastía política generada a partir del "León de Tarapacá", sino también por Hernán Alessandri, figura señera en la historia de la medicina chilena, y por Jorge Alessandri, destacado ingeniero, cuya actuación en el ámbito profesional y empresarial ha sido hasta cierto punto opacada para el público por su actuación política"[12].

Sin embargo, consideramos que se debe ser cuidadoso a la hora de repetir un esquema historiográfico tradicional que análoga el papel de los inmigrantes en Chile con la historia de las familias de ese origen que han terminado por integrarse a las élites. Es efectivo que un porcentaje de ellos lo ha logrado, pero ¿cuál es la relevancia en términos generales de ese porcentaje en relación al destino de la mayoría de los descendientes de inmigrantes llegados al país? Habría que estudiar hasta qué punto los clubes de campo, centros de reunión y festividades de las "colonias" reúnen a un porcentaje significativo de esos emigrados y sus descendientes, o sólo al sector que se ha elevado hacia la clase alta. Estudios como los de Mario Matus para el caso de los judíos sefaradíes, o de Armando Barría sobre la presencia árabe han avanzado en el camino de hacer de la historia de estos inmigrantes más que un recuento de personajes ilustres, pero aún quedan importantes cuestionamientos pendientes[13].

Con todo, no cabe negar a estos grupos un peso significativo en la formación de las clases medias nacionales. Cari Solberg, en su estudio comparado de la inmigración en Chile y Argentina, sin hacer distingo del tamaño del flujo migratorio, considera que tuvieron un peso significativo en la emergencia de grupos de clase media urbana. Realizaron un proyecto de ascenso social, se concentraron en empresas mercantiles e industriales propias del empresariado medio, y se casaron con mujeres que incorporaron a ese ascenso social. Hubo en suma un efecto multiplicador, continuado en sus hijos y descendientes"[14].
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Creemos que debe quedar claro que, más que un grupo social determinado dentro del contexto de las clases medias, al hablar de los inmigrantes hablamos de un "grupo de origen*, quizás el que mejor corresponda al concepto de "caravana de origen" acuñado por José Bengoa. Las rutas específicas de esa caravana, sus porcentajes reales de ascenso a las cúpulas sociales, su comportamiento como "colonias" y su impacto sobre la sociedad mayor, son temas que en gran medida aún están por estudiarse.
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[1] Leonardo Mazzei. Inmigración y clase media en Chile", Proposiciones N"24, Santiago. SUR, 1994.
[2] Luis Alberto Romero, ¿Qué hacer con los pobres? Óp. cit capítulo III.
[3] Eduardo Cavieres, Comercio chileno y comerciantes ingleses, 1820-1880. Un ciclo de historia económica, Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso, 1988.
[4] Gonzalo Vial, Óp. cit., yol. I, torno I. capítulo I.
[5] Por ejemplo, Vicente Pérez Rosales, Recuerdos del pasado.
[6] Jean Pierre Blancpain, Las alemanes en Chile (1816-194S), Santiago, Colección Histo-Hachette, 1985; Carmen Norambuena Carrasco, “Política y legislación inmigratoria en Chile, Cuadernos de Humanidades N° 10, Universidad de Santiago de Chile, 1990; Lilian Mires, "Notas sobre la constitución de las clase medias chilenas; los inmigrantes", SUR Profesionales, Documento de Trabajo N° 59,1986.
[7] Benedicto Chuaqui, Memorias de un emigrante. Santiago, Editorial Nascimento, 1957; Lorenzo Agar, *El comportamiento de los migrantes árabes en Chile y Santiago", tesis inédita de Licenciatura, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1982.
[8] Leonardo Mazzei, op. cít.
[9] Baldomero Estrada (ed), Presencia italiana en Chile, Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso, 1993; Inmigración española en Chile, Santiago, Universidad de Chile, 1994.
[10] Carmen Norambuena Carrasco, "Inmigración española en Chile, 1890 1920 los prestamistas", Preposiciones N° 24, Santiago, SUR, 1994.
[11] Lilian Mires, Óp. cit. p.19.
[12] Ver a este respecto María Rosana Stabili, op. cit
[13] Mario Matus González. Tradición y adaptación: vivencia de los sefardíes en Chile, Santiago, Comunidad Sefaradí de Chile, 1993; Armando Barría y Elias Sakalha, Presencia árabe a través de la historia, Valparaíso, Ediciones El Observador. 1989.
[14] Carl Solberg. Inmigration and Nationalism. Argentina and Chile, 1890-1914, Austin, The University of Texas Press, 1970.