CONGRESO CONMEMORATIVO DE LA MUERTE DE DON DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO
Prof. Gabriel Eduardo Brizuela (UNSJ)
Prof. Jorge Ismael Mercado (UNSJ)
Prof. Alejandra Beatriz Biral (UNSJ)
EUROPA DE 1848
A partir de 1815 y con la reunión del Congreso de Viena, va configurándose el nuevo mapa europeo sobre los principios de restauración, legitimidad y equilibrio. Según estos, con la Restauración de los legítimos monarcas destituidos en el período 1789 - 1814 y la configuración de áreas de influencia de las potencias de la época, se aseguraría el equilibrio europeo.
Ahora bien, lograr la aplicación práctica de estos principios no fue fácil. Las personalidades que representaban a los países “fuertes”: Alejandro I de Rusia, Metternich de Austria, Castlereagh de Inglaterra, Talleyrand de Francia y Federico Guillermo III de Prusia, se preocuparon por acrecentar la influencia de sus países aún violando los principios enunciados anteriormente. De esta manera se fue “reordenando” el mapa europeo, reduciendo los 350 estados del Sacro Imperio Romano Germánico a 39 de la Confederación Germánica. Austria se aseguró su influencia en Italia y los Balcanes, extendiendo sus límites hasta Europa Central. Se constituyó el Reino de los Países Bajos uniendo Bélgica y Ho landa. Italia, simple “expresión geográfica”, según Metternich, no logró sus aspiraciones de unidad territorial. Francia volvió a sus fronteras de 1792, Rusia extendió sus límites hasta Prusia Oriental, Noruega, separada de Dinamarca, fue unida a Suecia, y la unión nacional suiza lograda con la República Helvética , no fue reconocida.
Políticamente, se fue imponiendo en todos los territorios el régimen monárquico. Algunos de ellos eran monarquías absolutas como Austria, Prusia, Rusia, España, Dinamarca y algunos estados alemanes. Otros eran monarquías constitucionales como Inglaterra, Países Bajos, Suecia y Noruega. El único estado verdaderamente republicano era la pequeña Confederación Suiza compuesta por 22 cantones.
La aristocracia recuperó su posición de privilegio, opuesta a cualquier cambio y claramente antiliberal; igual actitud asumió el clero que extendía la influencia de la monarquía hacia los sectores populares. El Tercer Estado (burguesía y campesinos) quedó postergado nuevamente.
Con esto se puede deducir que el Congreso de Viena:
“En su deseo de eliminar las huellas de la revolución y las conquistas del Imperio, (…, creó) una Europa legitimista, clerical y reaccionaria. Sin embargo, los gérmenes de las ideas de 1789 permanecieron vivos. El descontento fue incubando desde los intelectuales al proletariado, desde los liberales a los demócratas, desde los burgueses ilustrados a los obreros desarraigados por la naciente revolución industrial, en casi todas las clases de la sociedad y en casi todos los países. Este descontento espontáneo, esta revolución latente, hallaron su justificación en diversos tipos de ideologías, moderadas unas, virulentas otras. La Europa de 1815 estaba madura para una larga sucesión de revoluciones”[1]
En la configuración de este ambiente de inquietudes, dos nuevas corrientes político-ideológicas se insinúan y enfrentan al absolutismo: el “liberalismo” y el “nacionalismo”.
El liberalismo, íntimamente relacionado con la Revolución Francesa , defiende libertades: de prensa, de palabra, de asociación; es decir, combate los abusos de los gobernantes. Aspiraba al predominio del Parlamento frente a las monarquías basadas en el sufragio censitario. Muy unida a esta corriente, el nacionalismo protege todos los elementos propios de las nacionalidades so metidas: costumbres, lenguaje, tradiciones, pasado histórico, creencias, etc.
En tres oportunidades, el continente se vio afectado por las agitaciones producidas por el choque entre estas corrientes opuestas: El primero, en 1820; 1830 el segundo y 1848 el tercero.
En 1820, el movimiento fue más violento en unos lugares que en otros. Así, por ejemplo, en los estados alemanes fue rápidamente reprimido. No ocurrió lo mismo en España, donde los liberales, gracias a su triunfo, consiguieron controlar el país por espacio de tres años (“Trienio Constitucional Español”). Los Estados Italianos, Francia y Rusia también se vieron agitados, pero las sublevaciones fueron sofocadas. El nacionalismo consiguió imponerse en Grecia y los estados americanos.
En la segunda oportunidad, 1830, los liberales tuvieron un mayor éxito. El punto de partida fue Francia, donde fue destituido el gobierno absoluto de Carlos X, reemplazado por el de Luis Felipe. Los Países Bajos es el otro territorio afectado, donde Bélgica luchó y obtuvo su independencia de Holanda. No tuvo la misma suerte Polonia, que intentó independizarse de Rusia. Grupos italianos y alemanes intentaron levantarse pero fueron sofocados rápidamente.
Después de 1830, Europa se tranquiliza; sin embargo los revolucionarios se prepararon para lanzar un nuevo acto de fuerza. La oportunidad les llega en 1848. En este momento las agitaciones sacuden todo el continente: Francia, Europa central y los Estados Italianos. Solamente Rusia, España, Portugal y Escandinavia estuvieron al margen.
En algunos lugares las rebeliones son de carácter democrático, en otros de carácter social, y en el centro y este de Europa de carácter burgués y nacionalista con el objeto de derrocar al Antiguo Régimen. Si bien para 1850 los movimientos han si do sofocados y restablecida la paz, dejaron su semilla. El Antiguo Régimen está en crisis, es algo innegable, sus bases no pueden sobrevivir, es necesario un cambio.
Sarmiento, que visitó Europa en estos momentos, lo advirtió claramente. El opina que el sistema de gobierno europeo está en crisis y no puede sostenerse por más tiempo.
Considera que: “los gobiernos paternales de Europa están a la vista de desaparecer, so pena de un conflicto...”[2]
SITUACION PARTICDLAR DE CADA UNO DE LOS ESTADOS EUROPEOS QUE VISITO SARMIENTO
Sarmiento, en sus viajes, siguió un extenso itinerario que le permitió recorrer diferentes países y ciudades. Partió de Valparaíso (Chile) a fines de 1845, traspuso el Cabo de Hornos y recaló en Montevideo y Río de Janeiro, arribando a Europa en mayo de 1846. Desembarcó en el puerto de El Havre (Francia), navegó por el Sena hasta Ruán y París. Por vía terrestre siguió hasta Madrid y, luego de pasar por África, regresó al continente, visitando Roma y siguiendo rumbo norte, Milán, Venecia y Florencia. Se internó en Suiza, después en las ciudades alemanas de Munich y Berlín; pasó por los Países Bajos y, de regreso a París, abandonó Europa rumbo a los Estados Unidos, luego de visitar Inglaterra.
Limitándonos solamente a los estados europeos, se analizará la situación de cada uno en el momento en que lo visitó Sarmiento, mencionando las impresiones que él obtuvo del viaje. Debemos aclarar que para hacer este análisis, nos fijamos como marco temporal el período 1815- 1848.
1- FRANCIA
El Congreso de Viena dispuso para Francia, como para otros estados, la restauración de su monarquía legítima. Así, los Borbones volvieron a ocupar el trono a partir de 1814 con los reinados de Luis XVIII (1814 - 1824) y Carlos X (1824 - 1830). El ideal de libertad sembrado por la Revolución comenzó a luchar por extenderse.
Luis XVIII, ante esta situación, se vio obligado a conceder algunas libertades a través de la Carta Constitucional de 1814, que organizaba un gobierno de carácter monárquico parlamentario. Esto le aseguró la permanencia y tranquilidad de su gobierno.
Sin embargo su sucesor, Carlos X, era un monarca “ultra absolutista y, secundado por su ministro Villele, trato de restablecer el Antiguo Régimen. Los liberales se mostraban alertas, el rey ejercía cada día un gobierno más autoritario, hasta llegar a modificar la ley electoral y disolver la Cámara en la que habían triunfado los liberales (26 de julio de 1830). En el enfrentamiento, estos últimos consiguieron adueñarse de la situación; el rey abdicó y se ofreció la corona al duque de Orleáns. Este la aceptó y fue declarado rey de los franceses como Luis Felipe I.
Su gobierno aumentó el predominio de las clases burguesas, su apoyo. Se caracterizó por el orden interno que favoreció el trabajo, la atención de cuestiones económicas, la paz exterior, la seguridad del régimen con el fortalecimiento de la Guardia Nacional , etc. La oposición comenzó a inquietarse porque se veía desplazada de la administración nacional. Se cometieron numerosos excesos reprimidos duramente por el gobierno. En 1846, año en que Sarmiento llegó a París, en las elecciones para la Asamblea , triunfó Français Guizot, por amplia mayoría.
Cuenta Sarmiento que se le ordenó presentarse en el ministerio de Relaciones Exteriores por disposición de Guizot. Allí fue interrogado sobre los asuntos del Río de la Plata y él compara esta situación con la de Francia en ese momento. Posterior mente se entrevistó personalmente con el ministro para conversar sobre educación primaria, y éste le ofreció toda la colaboración que necesitara. También se entrevistó con el barón de Mackau para discutir sobre el tema del Río de la Plata y luego con Adolphe Thiers.
La entrevista con Thiers le llenó de satisfacción, porque éste le prestó mucha atención a lo que relataba y lo invitó a visitar la Cámara el día en que, a través de su discurso, reseñó la labor de su ministerio. Sarmiento describe el interior del edificio y decoración. Dice: “La Cámara es un semicírculo, la mitad de un reñidero de gallos, de dimensiones colosales...”[3]
Nombra a algunos de los presentes y describe el desarrollo de la sesión, comentando principalmente el discurso de Thiers. Su carácter de dura crítica a la política que sigue Guizot en ese momento; muestra corno Francia ha perdido su rol de gran nación; es todo sólo retórica.
Dice Sarmiento que al día siguiente, Guizot hace la réplica al discurso de Thiers; él logra procurarse dos entradas y asiste. Con un tono desafiante defiende al gobierno, criticando la administración de Thiers. A través de su discurso trata de a callar a la oposición, creyendo en una verdadera victoria.
Sin embargo, ésta se ha fortalecido; como sus pedidos no son escuchados ganaron la calle y, a través de la “campaña de los banquetes” dieron comienzo a la revolución que provocó el fin del “rey burgués” e inició la Segunda República Francesa (1848).
2- ESPAÑA
De la misma manera que ocurrió en el país anteriormente analizado, los Borbones volvieron a ocupar el trono español en la persona de Fernando VII en 1814. Inmediatamente restableció la monarquía absoluta, como la más clara manifestación del Antiguo Régimen, desconociendo la Corte de Cádiz y la Constitución liberal de 1812.
Varios son los problemas que Fernando VII tuvo que enfrentar: por un lado fortalecer su régimen monárquico; por otro enfrentar a los liberales que se oponían a esta política, y en tercer lugar la separación de las colonias americanas. En la solución de estos problemas, su gobierno se desgastó, perdió equilibrio y apoyo.
Los sectores liberales comenzaron a inquietarse y en enero de 1820 -aprovechando la salida de tropas rumbo a América al mando del Gral. Rafael Riego- decidieron actuar. De Andalucía, el movimiento se extendió con fuerza al resto del territorio y, por esa razón, el rey debió jurar fidelidad a la Constitución de 1812, prometiendo ser su más férreo defensor.
De 1820 a 1823 se inicia el llamado “Trienio Constitucional Español”; aparentemente Fernando VII está dispuesto a ejercer un gobierno de carácter constitucional. Nuevamente se restablecen las libertades que consagraba la Constitución.
Sin embargo, las potencias europeas, a través del principio de intervención, consagrado en el Congreso de Viena y fortalecido a través de los congresos posteriores y de la Santa Alianza , respondiendo al pedido de auxilio de Fernando VII, decidieron intervenir el país. La intervención la encabezó el duque de Angulema con los “Cien Mil Hijos de San Luis”. El gobierno liberal, refugiado en Cádiz, se rindió en octubre de 1823. A partir de allí, comienza una nueva etapa en el gobierno de Fernando VII; su política es vacilante, complicada con el problema sucesorio. Poco a poco el país se encamina hacia la guerra civil.
Entre 1823 y 1833 se desarrolla el último período del gobierno de Fernando VII, conocido como la “Década Ominosa”. Se tomaron medidas represivas contra masones y liberales, Riego fue ejecutado y debió enfrentar la oposición de su hermano, el infante Don Carlos.
La lucha entre absolutismo y liberalismo se desencadenó con mayor fuerza a la muerte de Fernando. Dejó como heredera a su hija Isabel (de tan sólo tres años de edad), bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón. Con la abolición de la Ley Sálica , su hermano, Don Carlos, protestó porque consideraba usurpados sus derechos a la corona. Se inició una guerra civil entre los defensores de uno y otro, a la que se unieron los liberales (moderados) que apoyaron a María Cristina e Isabel, y comenzaron a ser llamados “cristinos”, y los absolutistas -que se unieron a Carlos y por ello se los llamó “carlistas”-. Las guerras también recibieron esta denominación.
Esta Primera Guerra Carlista culminó con la firma del “Convenio de Vergara” (1837) y el triunfo de los cristinos. La heredera fue declarada mayor de edad, tomando el nombre de Isabel II. Durante los primeros años (hasta 1854) ejerció un gobierno moderado con tendencia al absolutismo, tratando de mantener el orden aún durante la crisis europea de 1848.
Esta era la situación de España cuando la visitó Sarmiento. Muy poco es lo que refiere sobre los problemas del país. Sin embargo, estos son en parte la causa del atraso que él encuentra.
(Omitimos comentarios del periplo africano por escapar del tema central).
3- ITALIA
El Congreso de Viena no logró satisfacer la espiración de los italianos de unidad territorial. El país, según el canciller austriaco Metternich, siguió siendo una simple “expresión geográfica”. Se estableció el Antiguo Régimen y los estados italianos, reducidos a siete, según nuevo mapa elaborado en Viena, fueron devueltos a sus soberanos o anexados a Austria.
Geográficamente, en el norte se encuentra el reino Lombardo- Véneto, con capital en Milán y sometido a Austria, y el reino de Cerdeña Piamonte, gobernado por los Saboya, con capital en Turín a quien se anexó Génova. Italia central comprendía los ducados de Parma, Módena y Toscana, sometidos a Austria. También los Estados Pontificios, con capital en Roma, y Ferrara ocupada por Austria. Finalmente en el Sur, el reino de Nápoles o de las Dos Sicilias, que se entregó a los Borbones, sus legítimos dueños.
Al haberse mantenido la fragmentación política, los italianos ansiaban su unificación. Esta, lentamente, comenzó a elaborarse a través de Sociedades Secretas, principalmente masónicas, y de la producción literaria que se comentaba y leía, a pesar de la estricta censura. La existencia de estas sociedades secretas se hizo necesaria por la acción represiva ordenada por Metternich en el territorio bajo soberanía austriaca, o la emprendida por los Borbones en las Dos Sicilias.
Sin duda, la más importante de todas fue la de los Carbonarios, que si bien se originó en Francia, se extendió hacia los Estados Alemanes, España e Italia. En ella, grupos liberales y nacionalistas mantienen vivo el sentimiento de “Risorgimiento” o resurrección del país, recordando las glorias de la época renacentista.
Durante 1820- 1821, los carbonarios emprendieron una lucha tenaz que abarcó principalmente el reino de las Dos Sicilias y el Piamonte. Estos movimientos liberales se transformaron en verdaderas revoluciones que se oponían al absolutismo de los monarcas (recordemos que para esta época España vivía una situación similar). La Santa Alianza decidió intervenir militarmente y las revueltas fueron sofocadas. Sin embargo, las sociedades secretas decidieron educar a la juventud y atraerse a la población para una nueva oportunidad.
Esta se presentó una vez producida la revolución francesa de 1830, organizando los carbonarios levantamientos en Parma, Módena y los Estados Pontificios. Si bien fracasaron, despertaron interés en el extranjero y se atrajeron las simpatías de Inglaterra y Francia. También comenzaron a proyectar la organización del futuro país como una monarquía constitucional bajo la dirección de los Saboya, según Cavour y Ricassoli. Fueron estos, junto a Mazzini, Garibaldi y Gioberti los creadores y defensores del movimiento político y nacional italiano llamado “Risorgimiento”. Estos patriotas predican el ideal de unidad territorial e independencia del Imperio Austriaco. Este ambiente de efervescencia es el que captó Sarmiento a su llegada a Italia. El nos dice:
“Como este estado violento era común a toda la Italia , de muchos años atrás, los escritores italianos Mazzini, Pellico, Penzi, Galletti, el Abate Gioberti, todos en fin, cuantos se sentían dotados del don de la palabra, al mismo tiempo que atacaban las pequeñas y rastreras tiranías italianas, inculcaban en los ánimos la idea de nacionalidad itálica y la necesidad de reunirse bajo un gobierno central que, dejando a los príncipes italianos la plenitud de su in dependencia, bajo formas modeladas y regulares de gobierno, constituye de toda la Italia , tan deprimida hoy en la balanza política de Europa, una nación respetable, con una marina común, representándose los diversos soberanos por agentes en un congreso italiano...”[4]
También se refiere el prócer sanjuanino al nuevo Papa, Pío IX, que a la muerte de Gregorio XVI ha llegado para dirigir los Estados Pontificios. Tuvo la satisfacción de conocerlo personal mente y conversar con él sobre el Río de la Plata , donde contaba con varios amigos. Comenta Sarmiento que el nuevo Papa fue recibido con júbilo por el pueblo y los patriotas italianos por su apertura hacia las libertades que se solicitaban. En contraposición a ello, Austria y los príncipes italianos se inquietaron.
Dice: “El advenimiento de Pío IX fue la señal de alarma para los gobiernos despóticos, como lo fue de júbilo y de esperanza para los pueblos y los hombres inteligentes, que se interesan en el progreso de la especie humana (...) El sombrío Gobierno austriaco amenazaba al Papa bondadoso que había probado en dos horas que los presos políticos, los cadalsos y el descontento público que se quiere ahogar en sangre y en violencia, son la obra exclusiva de los malos gobiernos. Las reformas que ya se traslucían provocaban otras tantas protestas fulminantes, como si el nombre de libertad, pronunciado libremente en Roca, fuese la condenación y el anuncio de la caída de los despotismos italianos y de la férrea dominación austriaca en la Lombardía…”[5]
También, al visitar Venecia, hace referencia al odio que los venecianos manifiestan hacia la dominación austriaca.
Este clima de inquietud se manifestó nuevamente hacia 1848, en que la revolución francesa de ese año repercutió en el país. Si bien los patriotas fueron derrotados por los austriacos, el ideal se mantendrá y materializará en los acontecimientos posteriores.
4- SUIZA
Según Duroselle, en 1815 Suiza era la única república de Europa que, integrada por veintidós cantones, se dio a sí misma una constitución. Era un país de montañeses donde, en su carácter de confederación, estaba considerada como una avanzada democracia.
A pesar de todo, el Congreso de Viena no reconoció la República Helvética y restableció las oligarquías aristocráticas, que gobernaban los cantones. Sin embargo, la inquietud revolucionaria también se manifestó -sobre todo a partir de l830 cuando las reformas van inclinando a los elementos burgueses hacia el control del gobierno-.
Hacia 1847, año en que Sarmiento visitó el país, se insinuaba una guerra civil que despertó el interés de Occidente por éste. El conflicto era fundamentalmente religioso y se enfrentaban los partidarios y adversarios de los Jesuitas o ‘moderados y protestantes”. Ante la amenaza de intervención extranjera los integrantes de la Dieta afirmaron que Suiza cumpliría sus deberes si Europa reconocía su independencia de toda influencia extranjera. Se fortalece el sentimiento patriótico que superó las diferencias que envolvieron al país en la guerra civil de 1848.
Sarmiento puntualiza en su relato la heterogeneidad que caracteriza a los suizos en cuanto a idioma, religión e ideales políticos. Sólo los une la lucha política. Dice: “... El único vínculo que une a todos estos elementos heterogéneos, es la lucha de los dos grandes partidos que con diversas demostraciones agitan hoy el mundo cristiano, tan bien representados en el Gran Consejo federal hasta ahora poco, que teniendo cada uno número igual de sostenedores, no ha podido en un año tomar disposición alguna, porque la votación estaba en empate eternamente. Sacáronlo de este atrolladero las elecciones del centón de San Gall que tuvieron lugar en los momentos de mi tránsito por los lugares…”[6]
Después de las elecciones se impone el elemento liberal -también llamado protestante-, que supera la crisis y comienza a regir los destinos del país.
5- ALEMANIA
De la misma manera que ocurrió en Italia, los estados alemanes no consiguieron materializar sus aspiraciones de unidad territorial con su participación en Viena. Aspiraban a alcanzar las prerrogativas que el Congreso les había negado. Allí quedó demostrado que no interesaba una Alemania unida, menos a Austria. Esta era la encargada de dirigir ese conjunto de estados que, de varios centenares, fue simplificado en treinta y nueve.
El ideal de libertad y unidad territorial se extendió entre las universidades y los círculos intelectuales molestos por la forma en que Austria, a través de una dieta pasiva y conservadora, dirigía la Confederación. Al avanzar los años, el movimiento adquiere más fuerza y se torna antiaustríaco y nacionalista.
En 1817 hay un intento liberal protagonizado por los estudiantes de Jena; pero Austria organizó la represión en forma in mediata, suprimiendo las asociaciones estudiantiles y expulsando a muchos rebeldes. Metternich aplicó una política represiva, cada vez más fuerte. Alcanzar la unidad política se hizo una tarea dificultosa.
No ocurrió lo mismo desde el punto de vista económico. Favorecido por la revolución francesa de 1830, se manifiesta una nueva agitación nacionalista que inteligentemente aprovecha Prusia para intervenir y desplazar a Austria. Corro entregarse a la unificación política es más problemático, decide lograr la unidad económica.
Para ello concertó acuerdos aduaneros con los estados del norte, y poco a poco fue atrayendo el resto hasta que, en 1834, todos se fundieron en la “Unión Aduanera alemana” o “Zollverein” bajo la dirección prusiana (excepto Hannover). Esta unidad no sólo trajo beneficios económicos sino que preparó la unidad política de los alemanes, bajo la dirección de Prusia. Si bien la idea de un estado nacional es prematura, gracias al Zollverein se unieron los estados del norte, en tanto que los del sur (hasta 1866) se congregaron en torno a Baviera.
A favor de este nacionalismo germánico trabajaban pensado res como Federico List, que ven en la unidad aduanera el punto de partida para lograr la unidad política y nacional. El movimiento universitario exalta la nacionalidad alemana a través de la prédica de Hegel y Droysen. Estos también advierten lo peligroso del “dualismo austro - prusiano” que representa un obstáculo para alcanzar la unidad política. Necesariamente había que elegir entre uno u otro.
Los hechos darán la supremacía a Prusia. Sarmiento, que re corre ciudades alemanas en estos momentos, así también lo advierte, destacando que su sistema de educación, inteligentemente elaborado, la capacita para la vida política, porque todas las clases de la sociedad hacen uso de su razón porque la tienen cultivada.
Las agitaciones de 1848 también se hicieron sentir en los estados alemanes, donde además de libertad política e igualdad civil se pide la unidad nacional. Prusia se colocó al frente de los estados y logró la reunión de una asamblea en Francfort, en mayo de 1848, que votó una constitución para el estado federal alemán, con la exclusión de Austria. Esta no demoró su respuesta - dispuesta a no perder su influencia en los estados germanos- y por la acción del nuevo canciller príncipe de Schwarzenberg concertó un acuerdo por el cual ambos estados se repartían el control de los asuntos alemanes. Además, denunciaba los intentos de Prusia de organizar un estado unitario bajo su dirección. Sin embargo, el triunfo de Viena no durará mucho tiempo.
6-PAISES BAJOS
Entre las disposiciones del Congreso de Viena, con respecto a este territorio, se dispuso su constitución en el Reino de los Países Bajos. La unidad entre estos estados: Bélgica y Holanda, se mantuvo por espacio de quince años, porque en 1830 el primero se independizó.
Efectivamente, en Bélgica su floreciente actividad económica y su próspera burguesía se oponían a la política absolutista de Guillermo I. El sentimiento nacionalista y católico belga - influenciado por la revolución francesa de 1830- promueve agitaciones al término de las cuales proclama la independencia del país (septiembre). Los holandeses tratan de resistir, pero todo fue en vano. Al año siguiente se redactó la Constitución del país y se ofreció la corona a Leopoldo de Sajonia - Coburgo, que tomó el nombre de Leopoldo I. Recién en 1838 Holanda reconoció la independencia.
A pesar de este enfrentamiento, en ambos países se logra un orden político firme y un importante desarrollo económico. Bélgica logró una rápida industrialización que provocó un aumento en el bienestar de su población. Políticamente, alcanzó una marcada estabilidad, no siendo afectada por levantamientos revolucionarios ni golpes militares. Su sistema de gobierno, similar al inglés, aseguraba el equilibrio entre el rey, el Parlamento bicameral y el Gabinete.
Con la independencia de Bélgica, Holanda quedó territorial mente muy reducida, con un área menor a la de Dinamarca y una población menos numerosa que la de Bélgica. No alcanzó una rápida industrialización, sino que siguió siendo un país de burgueses, agricultores y pescadores. De gran importancia agrícola y comercial, estrechó relaciones con países con alto grado de desarrollo industrial, ya que se encontraba en, el cruce de caminos entre Alemania, Bélgica y Gran Bretaña. Así defendía una política librecambista muy ventajosa para el país. Políticamente, quizás a causa de su prosperidad económica, no hubo resistencia frente al régimen conservador de los Orange. Recién en 1848 tuvo que conceder una constitución que transformó a los Estados Generales en un Parlamento bicameral y aumentó la base electoral.
7- INGLATERRA
Era el país europeo que hacia 1815 gozaba de la situación política más estable y de la economía más avanzada.
La estabilidad de su situación política se debe al equilibrio existente entre los elementos que integran su gobierno: Rey - Gabinete - Parlamento. Desde la revolución de 1688 se aseguró este equilibrio y se fortaleció el funcionamiento de la monarquía parlamentaria que los Hannover respetaron. De esta manera, la oligarquía de nobles terratenientes, eclesiásticos anglicanos, hidalgos rurales y magnates del comercio se aseguran el control del Parlamento. Por medio de la mayoría parlamentaria predominante (ya sea Whig o Tory) se imponen en las elecciones de ministros reales y el primer ministro posibilita relaciones cordiales entre Rey y Parlamento.
Económicamente, el país (desde el siglo XVIII) está viviendo la revolución industrial y sus consecuencias. La mecanización de la industria textil, el aumento de la producción de hulla, la tecnificación en la agricultura, la aparición de la máquina de vapor y su aplicación en los transportes, sobre todo ferroviario, son los adelantos que la caracterizan. Traen como consecuencia desarrollo del sistema fabril y problemas obreros, aumento de la población urbana en detrimento de la rural, gran producción que busca fuentes de materias primas y mercados de consumo, etc.
Todos estos factores hacían de Inglaterra un país “modelo” para el continente, libre de los problemas que allí se producen. Ahora bien, esto no quiere decir que la búsqueda de libertades no se haya manifestado. Sí se presentó, sobre todo solicitado reformas en el viejo sistema electoral con el objeto de limitar el número de representantes en ciudades con reducida población, (“burgos podridos”) y concederlos a ciudades industriales, como Liverpool y Manchester. Atento a estos reclamos, el rey Guillermo IV estuvo de acuerdo en la reforma que, luego de resistencia en el Parlamento, se concretó en 1832. Según esta reforma: 1) distritos con menos de 2.000 habitantes se vieron privados de su representación; 2. se concedieron representantes a los condados más poblados como Manchester, Berminghan, Sheffield y Leeds; 3) se modificaba la base electoral, existiendo un elector cada 30 habitantes con el objeto de darle participación a la burguesía, y 4) el voto seguía siendo público. Con esta reforma se limitó el monopolio político con que contaba la aristocracia, facilitando la participación política a la burguesía. La reforma también aseguró un entendimiento entre los dos grandes partidos; los conservadores o “torys” principalmente terratenientes, y los liberales o “whigs” industriales en su mayoría.
Este ambiente de “equilibrio político” o llamado de “transición” se mantuvo en el reinado siguiente que se inició en 1837 hasta 1901, bajo la dirección de Victoria I. Durante este gobierno, la revolución industrial continuó progresando y se extendió a mayor número de actividades, la situación de los obreros mejoró, se amplió el intercambio interno y externo que favoreció la expansión colonial y la política de reformas se amplió.
Muy pocas son las referencias que Sarmiento expresa sobre este país.
LOS EUROPEOS
En realidad, cuando aquél día de octubre Sarmiento fue llamado por Montt a su despacho, su situación personal en Chile era muy comprometida; para ser sinceros, se encontraba “entre la espada y la pared”. Sus innumerables polémicas eran la “pared” pero de pronto apareció la “espada”, cuando arribó a Santiago el enviado del Gobernador Juan Manuel de Rosas, Baldomero García. El ataque de Sarmiento no se hizo esperar; la réplica de García tampoco: o su silencio o la extradición.
Y al decir de Sarmiento: “...es Montt un amigo bueno…”; tenía razón y además cristalizaría un viejo anhelo de don Domingo: conocer Europa, la “cuna de la civilización”. Debería recorrer varios países, por cuenta del Gobierno chileno, para estudiar el estado de la educación y los métodos de enseñanza.
Once días más tarde, el 28 de octubre de 1845, partía Sarmiento en el Enriqueta, en un viaje que duraría más dedos años, y que le permitiría ver una realidad, tres continentes; clasificar sus ideas- desechar unas, confirmar otras-, y, por supuesto, salir de la arena chilena, donde ya su propia vida peligraba.
La torna de relacionarse de Sarmiento es -se deja traslucir- muy simple, campechana y simpática; en otros casos, con cartas de presentación. Ya en la isla de Juan Fernández toma contacto con un grupo de norteamericanos originarios del estado de Kentucky y, desde allí, comienza una “cadena” de presentaciones y cartas que paso a paso le van abriendo las puertas.
En Montevideo, como sabemos, se relaciona con Bartolomé Mitre, Esteban Echeverría y Florencio Varela; conoció, también, a Adolfo Saldías.
De Uruguay a Brasil, en donde conoce al naturalista alemán Konig, al Gral. Fructuoso Rivera y a José Mármol; estos últimos no necesitan carta de presentación entre nosotros, aunque para él fue una gran experiencia. Ya antes de llegar a Europa, Sarmiento había conocido algunas de las personalidades de nuestra historia. Pero, cuando se embarcó nuevamente en el paquebote “La Rose ”, comienza la conexión europea; tal vez su amistad con Tandonnet fuera el último nexo entre su país, la Pampa , la “barbarie” y el viejo mundo. Conoció Tandonnet no sólo a Rosas, sino también a Manuelita y no nos es difícil adivinar en torno a qué temas giraron las primeras conversaciones; pero su amigo tenían otro polo de atención -era discípulo de Fourier-. Sarmiento dice de él: “era palansteriano”, y ese es el momento en que, lentamente, los temas se acercan a Europa y se alejan de América.
Ya en Francia conoce a Julio Belín, hijo de un afamado impresor parisino quien, en el cultivo de la amistad, llegó a viajar a América, Chile, ser socio de Sarmiento y finalmente su yerno, pues se casó con su hija Faustina.
A orillas del Senna, en Grand Bourg, vivía el que fue tal vez la figura máxima de nuestra historia: el General José de San Martín, quien fue visitado por Sarmiento por primera vez el 24 de mayo. El gran General recibía pocas personas -por sus años, lógicamente, casi 70-; pero al presentarse don Domingo con una carta en mano del General Gregorio Las Heras -su camarada de armas- le allanó el último obstáculo.
No queremos profundizar en este tema, no Porque carezca de importancia, sino por escapar al tema en general y porque está tratado más profundamente en otro trabajo presentado a este Congreso y a esta Comisión.
Tal vez Francia fue el país en que logró Sarmiento acceder y conocer personalmente a grandes figuras de la Historia -claro es también que fue el país europeo en que más tiempo permaneció-. Podemos mencionar a Adolfo Thiers; François Guizot; el barón de Mackau, etc.
Revisando otras fuentes bibliográficas, nos transformamos momentáneamente en “historiometristas”; es decir que medimos -en este caso, menciones- de diversas personalidades que Domingo F. Sarmiento conoció. Veamos pues:
— Gálvez, en “Vida de Sarmiento”, 20 personalidades;
— Rojas, en su “Profeta de la Pampa ”, 28 personalidades;
— Bunkley, en su “Vida de Sarmiento, 19, y
— el mismo Sarmiento, en “Viajes...” y en su periplo euro peo, un número más elevado, lógicamente, que los autores que se sirvieron de sus obras como fuentes.
Entonces, uno de nosotros, en una hoja apaisada, realizó un desglose de autores, incluyendo los antes mencionados, y luego un ordenamiento por países. Luego de obtener un cuadro comparativo -más que interesante-, recorrimos las Obras Completas de Sarmiento, a través de su índice -lógicamente, para ver cuántas veces los menciona a cada uno de ellos- resultando: Guizot, 36 menciones; Thiers, 34; Cobden, 21; Bugeaud (en África), 16 y Lesseps, 10; a Pío IX, 9, y San Martín, 48 menciones.
¿A qué nos condujo esto? A una reafirmación: en la Europa pre - 48, fueron dos estadistas como Guizot y Thiers a quienes más recuerda a través de sus obras; a Richard Cobden -a quien conoció en España-, célebre economista y parlamentario inglés, el cual dejó una profunda huella a lo largo de su obra -lo visible- y al igual que los anteriores, son indudablemente quienes en Sarmiento más influyeron. La mayor cantidad de menciones corresponde a su personaje más admirado: un argentino, San Martín. No en vano su primer artículo periodístico en Chile fue escrito sobre él.
¿Fue Europa la que más influyó sobre Sarmiento, o los europeos?
Indudablemente en Sarmiento fue por una confirmación: en algunos casos se dio –España-; en otros, se trastocó en desilusión –Francia-; Alemania fue la “sorpresa” e Inglaterra, lo intrascendente.
Los relatos de las entrevistas de Sarmiento con grandes personalidades de la época como Pío IX - el primer Papa que pisó suelo americano-, Guizot, Thiers, etc., nos dejan un excelente retrato de ellos y de sus países, y una confirmación: su “modelo” no estaba allí; estaba en América.
¿Fueron los europeos a quienes conoció quienes influyeron en Sarmiento?
No. Creemos más que el sanjuanino tomó algo de cada uno de ellos, pero tenía bastante claro —incluso antes de partir— qué es lo que buscaba. Y no estaba ya en Europa.
Como cierre de nuestro trabajo, podemos decir que: a esa primera parte, donde se describe la Europa que Sarmiento vio (que indicamos como “pre - 48” en alusión al año clave), y a esta segunda parte, donde se hacen breves referencias sobre personalidades que Sarmiento conoce, creemos que es un buen mérito haber en tendido que Domingo Faustino Sarmiento es un contemporáneo y que sus “Viajes...” son una invalorable fuente, tal vez no muy utilizada en nuestro ámbito.
Su visión de Europa es un documento excepcional; los relatos de sus entrevistas, una curiosidad intelectual.
LOS AUTORES.
SARMIENTO, Domingo Faustino, Obras Completas. Buenos Aires, Luz del Día, 1949. (También, 1° y 2º edición Belín Sarmiento)
CONGRESO CONMEMORATIVO DE LA MUERTE DE DON DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO
UNSJ- FFHA- Agosto de 1988
AUTORES: Prof. Gabriel Eduardo Brizuela
Prof. Lydia Edith Gómez
TITULO: “DE NUEVA ORLEANS A VALPARAISO. (Incógnitas de un viaje)”
COMISION: VI — Otros aspectos
RESUMEN
Este trabajo, realizado por los integrantes de la Cátedra “Historia Americana III” (contemporánea), titulado “De Nueva Orleáns a Valparaíso”, trata de hacer algún nuevo aporte al último tramo del primer viaje de Domingo Faustino Sarmiento que realizara entre 1845 y 1847.
Tomando como base documental las propias obras de Sarmiento, y lógicamente el tomo V - “Viajes por Europa, África y América” - los autores tratan de reconstruir en parte el tramo entre Nueva Orleáns -cuando Sarmiento abandona Estados Unidos- y su llegada a Valparaíso (Chile), terminando un viaje de aproximadamente veintiocho meses.
Del trayecto mencionado, Sarmiento -en este caso acompañado por su amigo chileno Santiago Arcos -, sólo dedica ocho líneas de la última página del Volumen V: “Residimos en Nueva Orleáns diez días hasta contratar un pasaje para la Habana.. .”
¿Por qué dio Sarmiento tan poca trascendencia a ese último tramo de su viaje?
A partir de esa pregunta, los autores tratan de “recuperar” no sólo algunas partes del viaje, sino responder al anterior interrogante, siempre en la medida que todo análisis empírico y especulativo lo permitan.
Deseamos dejar claramente explicitado que en este caso los hechos sobre los que hemos trabajado son fuentes que proporcionan información directa, aunque escasísima (conocimiento basado en fuentes), pero los pasos siguientes, como el establecimiento de los hechos sobre los que las fuentes nos proporcionan información, la explicación causal, la interpretación y la apreciación, son conocimientos no basados en fuentes, porque no existen o no se conocen.
Los Autores.
[1] DUROSELLE, Jean Baptiste, Europa de 1815 a nuestros días. Vida política y relaciones internacionales. Barcelona, Labor, 1967, pág. 11.
[2] SARMIENTO, Domingo Faustino, Obras Completas. Viajes por Europa, África y América. 1845-1847. Buenos Aires, Luz del día, 1949, pág. 323.
[3] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., pág. 121.
[4] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., pág. 258.
[5] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., pág. 267.
[6] SARMIENTO, Domingo F., Op. Cit., pág. 317.