Tuesday, May 25, 2010

Alfredo Jocelyn-Holt Letelier. La independencia de Chile: tradición, modernización y mito

Título La independencia de Chile: tradición, modernización y mito
Autor Alfredo Jocelyn-Holt Letelier
Edición 2
Editor Planeta/Ariel, 1999

pp.111-118


El origen de la Modernización "Desde Arriba". 

(antecedentes)

A esto habría que añadir el carácter adaptivo de la Ilustración en América y en Chile. Su importancia debe medirse en términos de difusión y vulgarización, no en producción original. Es una Ilustración más bien periférica; depende de estímulos culturales exógenos provenientes de centros culturales como el español, a su vez dependientes de núcleos irradiadores originarios, como el francés.'' Y, por último, cabría señalar la disociación entre este pensamiento y cultura y la realidad social en que va operar. La Ilustración americana fue ante todo una imposicion vertical, no fue motivada por transformaciones sociales. De ahí su carácter ermnentemente proyectual y "arquitectónico" carácter que distinguirá a todos los movimientos ideológicos posteriores en Iberoamérica, y que por lo mismo le confieren a esta Ilustratración un sentido precursor prototípico de nuestra modernidad. 111


                                                                                        
No obstante estas salvedades, pensamos que la Ilustración constituye una pieza clave del desarrollo histórico chileno. Lejos de demostrar su inexistencia o debilidad estas características explican su impacto. El que haya sido oficial y reformista aminoró su peligrosidad; le otorgó apoyo estatal, permitió su difusión y a la larga hizo posible su arraigo. El que coexistiera con otras corrientes más tradicionales de pensamiento, mantuvo su carácter proyectual inconcluso, parte importante de su atractivo. El que fuera adaptíva, no original, hizo más expedito su impacto; bastó con aplicar un paradigma, no hubo necesidad de elaborado. El que fuera impuesta «desde arriba», la hizo tanto más efectiva, ya que debía operar dentro de uní sistema político y social de por sí vertical; alcanzó a quienes debía alcanzar, a los círculos de poder. Por último, el que fuera fundamentalmente de origen español, no excluyó otras fuentes, que incluso con el tiempo, le fueron ganando terreno a la versión oficial.    112

El impacto de la Ilustración en Chile no se centró en un conjunto específico de ideas, fue más bien global e indirecto, pero no por ello menos relevante. Introdujo una cosmovisión novedosas más moderna; no incitó un quiebre con el orden establecido, aun cuando alteró las bases de legitimidad política tradicional; y si bien no tuvo una repercusión revolucionaria, permitió crear las condiciones para un cambio radical en el orden político.112


Insistimos: creemos que la Ilustración constituye una pieza clave del desarrollo histórico chileno- Introduce cautelosamente la modernidad en una sociedad tradicional; comienza a modificar la concepción tradicional del poder político; y promueve imprevistamente algunos de los fundamentos medulares del eventual orden político republicano.112

debiera ser suficientemente clara. Las reformas promovidas por la Corona durante el siglo XVIII constituyeron un esfuerzo serio y calculado por modificar algunos aspectos de la sociedad americana y chilena surgidos durante los siglos XVI y XVII. Dicho programa reformista pone fin al orden político-social paralelo y endógeno, producto de cierto alejamiento y despreocupación anterior por parte del poder central. El Estado acrecienta su poder y presencia, y obliga a la élite dirigente local a acomodarse al nuevo orden de cosas. Y si bien a la larga se impone una transacción, ésta no descarta el elemento crucial del programa borbón, la idea de que el Estado es la única fuente de poder posible.113

Durante el siglo XVIII, por tanto, se produce un cambio cualitativo. El orden politico pasa a ser un orden moldeable, objeto de planificación y diseño. El Estado, además, se constituye en el único sujeto de este nuevo orden político. Y a fin de maximizar su fuerza, se institucionaliza, impone una concepción unitaria del poder, elimina a posibles competidores, y racionaliza sus fines, con lo cual queda lisa y llanamente desvirtuada la forma tradicional de concebir el poder político.

La finalidad ética del poder tal cual había sido propuesta por la escolástica medieval pierde su lugar preponderante frente a una nueva visión voluntarista del mismo. El sentido orgánico corporativo tradicional que buscaba ante todo una cierta armonía social se desdibuja. El Estado se justifica a sí mismo, ahora, en términos eminentemente utilitarios, en función de un mayor bienestar material alcanzable. En el fondo, el orden objetivo y natural de las cosas, partícipe de un orden a su vez más omnicomprehensivo y trascendente, se relativiza.

A la larga, este cambio traerá consigo consecuencias radicales no intencionadas. Del programa borbón pareciera deducirse que todo puede cambiar. Esto refuerza al poder político; le entrega un potencial casi ilimitado al orden establecido. Pero a la vez, lo vuelve más vulnerable. De acuerdo a la concepción tradicional del poder, cada cosa tenía su lugar; el poder servía para reafirmar  113

un orden social objetivo.29 Al debilitarse esta concepción tradicional y al promoverse una noción neutra del poder, voluntarista y utilitarista, desprovista de aparentes límites éticos, y además definible tautológicamente —en el fondo, el poder según esta visión, se legitima por el poder— queda abierto el camino para quienquiera que obtenga poder imponga el cambio. Dicho de otro modo, al concebirse un instrumento de cambio poderoso, que en efecto pareciera estar en condiciones de cambiarlo todo —el Estado— y al ponerlo al servicio de quien controla la fuerza, nada impide que otros cambios eventuales se produzcan desde este mismo Estado pero ahora dominado por otros sujetos con poder.114

Esto último era, por supuesto, imprevisible como lo fue también el derrumbe de la monarquía, pero explica por qué aun cuando ésta se desmoronó siguió vidente la concepción ilustrada del poder. La forma neutra de como se define a quienes manejan el poder por parte de esta nueva concepción, posibilitó que otros actores asumieran eventualmente un papel protagónico en el orden" político. En realidad, estamos frente a una idea moderna del poder perfectamente conciliable con el republicanismo y con las aspiraciones del grupo dirigente local. De ahí que persistiera más allá de 1810, posibilitando a su vez que el paso entre un antiguo y nuevo orden de cosas fuera más fluido y menos rrastornador, otro ejemplo más de cómo elementos de continuidad van aparejados con elementos de cambio.                                                  114

Este cambio político conceptual requirió, además, de un cambio cosmovisual más global. La cultura imperante, integrista y católica, constituía un obstáculo para esta nueva concepción del poder. Por lo mismo, el Estado borbónico apoyó al nuevo ideario ilustrado y alteró la relación hasta entonces existente entre el poder temporal y la Iglesia, subordinando ésta a aquél. Con ello el
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Estado perdió un aliado poderoso, y quizás aún más trascendental, impidió que se llevase a cabo una fusión entre la modernidad y la tradición dentro de un paradigma tradicional.

En efecto, los jesuítas habían hecho serios esfuerzos por conciliar ambos aspectos durante los siglos XVI y XVII sin modificar las bases establecidas del orden tradicional. Junto con propiciar un ordenamiento orgánico patrimonial escolástico medieval, se adscribieron a la idea imperial en su versión nacional, sentaron las bases de un derecho de gentes que ha sido calificado como moderno, apoyándose en una visión iusnaturalista, conciliaron sistemas de producción comunitarios con enfoques empresariales altamente eficientes permitiéndoles participar en el comercio intercolonial, y por último, se mostraron relativamente abiertos i al nuevo pensamiento ilustrado. Este intento de modernización (desde una perspectiva todavía tradicional fue, sin embargo,desde una perspectiva todavía tradicional fue, sin embargo, abruptamente abortado. Con posterioridad a 1767 sólo cupo armonizar la continuidad y el cambio dentro de un contexto conceptual modernizante.


Aquí se inserta la llamada «Ilustración Católica», nuevo intento por fusionar los dos elementos en juego pero ahora asumido desde el polo modernizados Coexisten en esta proposición rasgos autoritarios, ortodoxoreligiosos y jerárquicos con pretensiones racionalistas, utilitarias y secularizantes. Se admite una concepción neutra del poder sin que esto merme el tradicional respeto y lealtad hacia la monarquía. Se evita un quiebre cosmovisual total optándose por una estrategia ecléctica, pragmatica, agregativa y dirigista. En fin, se llega a un equilibrio entre lo nuevo y lo persistente, pero cada vez más encuadrado dentro de un paradigma modernizador que privilegia el cambio, expresado en lenguaje ilustrado y con intenciones proyectuales constructivistas. 
pp.115-116

en definitiva, el aporte hecho por la Ilustración en el XVIII  es más instrumental que de contenido. No son tanto las  nuevas ideas las que se imponen, como el nuevo tipo de relaciones producidas entre los principales actores históricos, y la nueva forma como éstos se comienzan a expresar. De hecho, buena parte del ideario tradicional se mantuvo, como consta del uso de formulas jurídicas escolásticas durante la crisis de 1810, tema abordado más adelante. Más aún, las corrientes ilustradas más radicales tuvieron una acogida progresivamente importante pero subsidiaria a la vertiente oficial. Además, no es posible hablar de nuevos sujetos históricos; la Ilustración en Chile no fue un reflejo de cambios infraestructurales, sino más bien una adaptación cosmovisual impuesta verticalmente. 116

Así y todo, hubo una transformación sustancial. El antiguo  conflicto entre el poder central y el local debió encuadrarse dentro del Estado. La élite reconoció que no era factible oponerse al poder institucional confrontacionalmente; debió valorar y acó-                                     116

modarse al nuevo esquema que le era impuesto. Optó finalmente por la cooptación. Asumió como propio el nuevo orden de cosas y obtuvo frutos considerables de dicha elección: un aumento y afianzamiento creciente de su poder. En otras palabras, el refor-mismo ilustrado mantuvo el orden establecido aun cuando se vieron alteradas las formas de relación entre los poderes en juego. Este cambio, a primera vista, no parece tan radical porque no produce un quiebre e impera un clima general de moderación, pero sí prepara el terreno donde puede cundir un cambio más drástico e impredecible, y se ponen en movimiento por primera vez los mecanismos que serán instrumentales para este eventual cambio.117

Hemos mencionado la concepción neutra del poder y el alcance global del Estado; cabría señalar además la aparición de lo ideológico como fuerza motriz. Las transformaciones llevadas a cabo durante el siglo XVIII no habrían sido posibles si no hubieran obedecido a una propuesta paradigmática, modelística, a priori. Detrás del programa modernizador borbónico hay implícitos teóricos y abstractos, existen diagnósticos de la realidad que se construyen a partir de una base conceptual previa, y hay intentos de moldear la realidad conforme a un plan o diseño racional. Se percibe también un ánimo por trasladar e imponer esquemas que corresponden originalmente a otras experiencias históricas, y se observa un uso deliberado de esta construcción apriorística para efectos legitimantes. Evidentemente, estas características aproximan el proyecto ilustrado borbónico a una proposición ideológica de corte moderno."117

La naturaleza ideológica de esta cosmovisión también se detecta en otros aspectos: en la configuración de un espacio discursivo que incluye a quienes manejan el lenguaje impuesto, excluyendo a todos los demás; en el intento por hacer hegemónico 117


Este discurso entre quienes disponen de cierto poder, es decir las élites; y en la aparición de ciertos individuos versados en el nuevo ideario ilustrado —trátese de funcionarios reales o sencillamente de hombres cultos con un amplio manejo enciclopédico—algunos de los cuales hemos ya identificado. Todo esto permitió ir perfilando un ámbito de diálogo construido sobre la base de paradigmas compartidos, instancia participativa embrionaria que a la larga posibilitaría la creación de un espacio político más definido y moderno.                                                               118    

En síntesis, la Ilustración en Chile constituye un hito trascendental. Introdujo una cosmovisión moderna especialmente en lo político. Permitió un cambio adecuado a las condiciones imperantes promovido por la Corona y aceptado por la élite dirigente local. Se planteó en términos moderados evitando quiebres en el orden establecido. Alteró, sin embargo, las bases de legitimidad tradicional. No pretendió negar el pasado, sino al contrario quiso armonizarlo con el presente, claro sí que desde una perspectiva modernizante. Mantuvo a los actores históricos tradicionales, pero modificó sus interrelaciones. Avanzó en la resolución del tradicional conflicto entre Corona y sociedad civil al circunscribirlo al interior del Estado. Promovió una visión neutra del poder, formuló sus proposiciones en términos ideológicos. Y creó un ámbito de diálogo, germen de un eventual espacio político moderno.118

A la larga, la Ilustración sentó inadvertidamente las bases para un cambio posterior más radical. Puso en movimiento algunos mecanismos asumidos luego por el republicanismo, y de esta forma y sin preverlo, tendió un puente entre el antiguo y el nuevo régimen que irrumpió a partir de 1810.118