Friday, May 21, 2010

Los Alemanes en Chile: 1816-1945.


pp. 25-35

CAPITULO   I
PROMOCIÓN Y DESAJUSTES DEL CHILE INDEPENDIENTE

A) UNA REPÚBLICA MODELO

HAY CONSENSO, en general, en considerar al Chile del siglo xix como una "feliz excepción" en América Latina, según la expresión de Alberdi. El historiador Tulio Halperin califica al tiempo de Portales de "éxito mayor en la Hispanoamérica republicana"(1) y Francisco A. Encina se refiere a él como a un "milagro sociológico". Alabado por viajeros extranjeros, apreciado por los exiliados que se refugian en él, servido por una administración pública provincial cuya calidad no se pone en dudas, ¿no es, acaso, el Chile posterior a 1830, la única república del continente que garantiza las libertades esenciales, que respeta las reglas constitucionales libremente consentidas, que es como una asombrosa réplica ultramarina de la Europa progresista? En medio de las Américas inestables y
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fraccionadas, él emerge como la única comunidad iberoameri na de hombres libres, simultáneamente receptiva a las ■ positivistas y europeas y sensible al sueño jeffersoniano de felicidad.

Fieles a sus compromisos, sus presidentes se esfuerzan salvaguardar ei honor en el exterior y por mantener el orden interno. De este modo, no es de extrañar que, hacia 1850, Chile aparezca como un oasis de paz y un asilo contra la opresión, Paladín de la inmigración europea que quiere eliminar distancias para amarrar definitivamente Chile a Europa, (Vicente Pérez Rosales escribe proféticamente en 1854: "La palabra "extranjero" en cuanto a sus efectos sobre el hombre en particular es, en misma, inmoral. Debe desaparecer del diccionario. La palab extranjero ha sido suprimida en Chile... Hermano es y chileno a Chile se acogió' (2) -

No hay falsedad en esa representación aun cuando, como recuerda Gonzalo Vial, empezarán a acumularse muchos probl mas económicos y sociales cuya solución se verá siempre poste gada.

En lo inmediato, en tiempos de Bulnes y de Montt, los mal tradicionales que preocupan son el atraso y lo inacabado d territorio. Si Chile siente la necesidad de recuperar su tiempo de eliminar su atraso —un atraso que es el de toda Iberoaméri respecto al tiempo aún europeo del mundo—, ello se dede sobre todo, a que su "intellígentsia" dirigente está consciente los obstáculos que hay que salvar, mientras que en los países vecinos rudos caudillos aún se empeñan en alzar al campo contra la capital o en guerrear entre sí, de una provincia a otra.

B) UN TERRITORIO INCONCLUSO

Como en otras latitudes de América lo inacabado del territorio es, sin duda, la insuficiencia más notoria, teniendo en cuenta
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sobre todo, el "uti possidetis" de 1810 ó 1818. En lugar del Chile colonial que se extendía de un océano al otro y que abarcaba, más allá de los ríos Quino y Diamante, ta mayor parte del cono sur, él se reduce a un rincón exiguo de ese dominio global. El Chile verdadero esti apretado entre los Andes y el mar, limitado al norte por el desierto y, al sur, por la selva ocupada, hasta 1880, por la Araucanía indómita. La soberanía del Director Supremo O'Higgíns, se limita al Núcleo Central, más o menos el tercio del Chile actual, isla agrícola útil de unos 30 a 40.000 km2, y cuya ocupación remonta a la época de la conquista. Muchos viajeros extranjeros, de Lips a Caldcleugh, confirman esta delimitación geográfica que se mantiene no obstante la frecuencia de los contactos y la multiplicidad de los intercambios con los araucanos.

Más allá de la Frontera, al otro lado del Toltén y antes de la región ingrata de los canales y las islas, existe otro Chile, oceánico y selvático, poblado por pacíficos huilliches los que, aprovechándose de las luchas por la independencia, vuelven a tomar posesión de los Llanos de Osorno, repoblados, no hacía mucho por Ambrosio O'Higgins, en 1780. Toda esta región de los volcanes y de los lagos —Riñihue, Raneo, Puyehue, Rupanco, Llanquihue— está cubierta por una majestuosa selva primitiva que, alrededor de los años 1830 ó 1840, causa el asombro de los pocos extranjeros que se aventuran en ella.

En la cartografía de ese Sur dormido que acaba de reunir Gabriel Guarda(3), se puede seguir el inventario y la pacífica reconquista emprendida por el Chile republicano adolescente. De 1845 a 1875, la colonización alemana, siguiendo de cerca esta reexploración sistemática, va a abordarlo, a penetrarlo, a transformarlo —desde los esteros valdivianos hasta las orillas del Llanquihue—, incorporándolo definitivamente a la continuidad territorial nacional. Pero aún hacia 1840, no son más que tierras de monte,   "recobradas por la selva, cortadas por
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ciénagas, borradas de la memoria", al decir de un intendente de Valdivia(4).                                                                               

En este Chile austral abandonado, subsisten sin embarge dos puntos de apoyo, dos bastiones del antiguo poderío ibérico sobre "la mar océano", desde la desembocadura de Magallanes la ciudad de Valdivia, cuya importancia colonial es recordada por Gabriel Guarda y la isla de Chiloé, dependencia exterior languidecente, ambas realistas recalcitrantes, que se unieron tardíamente a la República; Valdivia en 1820 y Chiloé, seis años más tarde. Finalmente, más lejos aún, allí donde nada existe! salvo el recuerdo de Sarmiento de Gamboa, las tierras magallánicas esperan la reocupación, la que les llegará con el viaje de li goleta Ancud, en 1843, y la fundación del Fuerte Bulnes. La dimensión del país será así considerada realmente, y una especi de conciencia geográfica del Estado permitirá poner atajo a la pretensiones foráneas.                                                     

Desde Europa, el Chile republicano naciente se ve como un enclave; pero en comparación con una Argentina aún virgen deshabitada, es un enclave poblado, una provincia hispanoamericana plena: 586.000 almas, según el censo de 1813, más de un millón, en 1835 —sin contar los araucanos—, cerca de do millones, al promediar el siglo. Por su demografía, él ya ofrec una resistencia cierta al aventurerismo armado, a la violencia anarquizante y a los intentos de levantamiento, que sólo lograj afectarlo en 1851 y 1859, en tanto que ellos paralizan el impulso de los-,países vecinos.

esta precocidad en la toma de conciencia de lo nacional unida a lo inacabado del territorio, favorece el papel de avanzada de una eventual inmigración europea. Esta depositará su con-í fianza en un país estable, organizado y con estructura políticas sólidas, al mismo tiempo que ejercerá su acción en su parte virtual y sinuosa que el tiempo colonial muriente apenas si había tocado. El extranjero tendrá su lugar en Chile, y a él le corresponderá el honor y el beneficio de llevar a cabo la unidad territorial del país, para que éste pueda establecer sus fronteras a la mayor brevedad, en pos de su seguridad y de su prosperidad. 28-29

C) DISTORSIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES

Territorio inconcluso, como lo son igualmente su economía y su sociedad. El Chile del siglo xix, a la vez Estado de Derecho y República de élites, está dominado, a partir de Portales, por una aristocracia de negociantes y terratenientes y regido, desde el siglo XVIII, por el sistema del inquilinaje y su complemento, el peonaje y la errancia. Hacia 1850 se ve afectado por una relativa presión demográfica que, a pesar de los discursos modernistas de los hacendados y de la presentación del maquinismo anglo-sajón, no acarrea ningún proceso serio de modernización. Los progresos representados por el telégrafo, el ferrocarril, la instrucción pública, las industrias extractivas y los intercambios, deben ponerse al haber del capitalismo extranjero y de gobiernos imbuidos de la religión positivista del progreso indefinido. Pero el Chile "profundo", entiéndase mayoricanamente rural, apenas si evoluciona. Según datos de la Sociedad Nacional de Agricultura la producción es, a fines de siglo, "decadente y pobre", eliminada a partir de 1870, de los mercados del Pacífico y de Europa, servidos por las exportaciones masivas de los países nuevos.

Ansiosos de hallar oídos en una conciencia colectiva nutrida de valores occidentales, a pesar de la pobreza de la mayoría, los más eminentes espíritus chilenos se dolerán tempranamente de la "indolencia criolla", considerada como la única responsable de los retrasos que se denuncian. Pondrán sus esperanzas, a partir de 1830, en la venida de "brazos calificados", artesanos, especialistas, jefes de obra, dispuestos a comunicar su saber y sus procedimientos a un país víctima de la tutela española. Ilustrados, pero prudentes, ellos ponen en guardia sin embargo contra
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la admisión masiva e incontrolada de inmigrantes indiscriminados que pueden poner en peligro el orden político y económio del que son garantes y beneficiarios. La selección extranjera que ellos preconizan tendrá por misión el hacer avanzar a la "mejor parte" del pueblo chileno.

Así pues, colonización y educación, son una doble y difícil misión de voluntarios que se querrá excepcionales y que habra que ir a buscar a Europa. Entusiasta y exigente, este discurso aristocrático de promoción de un país mal conocido tardar todavía mucho en hacerse oír.              

D) INMIGRACIÓN IMAGINARIA
Y PROYECTOS DE COLONIZACIÓN DE 1820 A 1850


La inmigración alemana —la primera en data de tas oleada; migratorias europeas hacia este país y la más importante también por sus efectos inmediatos— fue el resultado de una conjunción de esfuerzos y de circunstancias. El espíritu de aventuras que se supone característico de los alemanes se incorpora a los sucesivos proyectos oficiales chilenos, de 1810 a 1848. Conviene aquí recordar brevemente las disposiciones de éstos.  

En la primera parte del siglo XIX, la idea del aporte de inmigrantes europeos surge repetidamente en las declaraciones de propósitos de los Proceres. Ya en 1811, José Miguel Carrena había encargado a su representante en Londres, José Antonio Pinto, que reclutara colonos irlandeses para defender lo que so llamará después la Patria Vieja, expuesta al regreso afrentoso de España. Consolidada la emancipación, sus sucesores multiplica rán proyectos y leyes de inmigración, en 1824, 1825, 1838 1842. Recurrir a Londres es, pues, la cosa más natural. ¿Acaso no fue con la ayuda inglesa que Chile se liberó? Ademas, ¿no fue Cochrane quien tomó Valdivia? (4)                         
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No faltan buenas razones aparentes para preferir a los irl andeses. De O'Higgins a Mackenna, hubo numerosos irlandeses en último período colonial, como asimismo en el de la Ilustracion y en el de las luchas por la Independencia. Se piensa además de ellos se amoldarán, mejor que otros, a un sistema económico rendiente de Inglaterra. Finalmente, el campesino irlandés conoce la hambruna y la opresión. Duro para el trabajo y católico ferrviente, hallará en el sur de Chile, el clima, los lagos y el rerdor de su isla. La Gran Isla de Chiloé ¿no es acaso como una rlanda de las antípodas, en donde se dan en abundancia todas as variedades de papas silvestres descritas por Darwin, quien stuvo en la isla en 1834? ¿Sus habitantes, como los de la verde Erin, no cultivan también el lino y el centeno? ¿No son, gualmente, criadores de cerdos, pescadores y emigrantes? Desde 1825, un proyecto de instalara 500 familias irlandesas en la araucania; en 1848 el ingles Dow propone 10.000, comprometiéndose a protegerlas de los indios, pero sin precisar su ubicación. La Sociedad Nacional de Agricultura es más realista cuando afirma que esos colonos "no pueden razonablenente instalarse entre Bío-Bío y Toltén, ya que ese territorio aún no está sometido", y que hay que buscar más allá, "en la región situada al sur de Valdivia, donde las tierras vírgenes son extensísimas"(6).

Pero aún hay otros obstáculos e incertidumbres que dificul-an la realización de esos proyectos. Hasta 1850, Chile no gozan Europa de una reputación muy favorable. Se le asimila a sus vecinos, por simple evocación de una persistente leyenda negra anti-hispánica. Agregúese a eso la distancia —¿no es el fin del nundo?—, el Cabo de Hornos, los araucanos y la falta de una descripción pormenorizada, ya que Humboldt no se detuvo allí. y por otra parte, ¿serán las propias colonias proyectadas quienes deberán asegurar su supervivencia y su protección contra las incursiones mapuches? Los teóricos de la colonización, Duval o
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Leroy-Beaulieu, en Francia, Marcial González, en Chile(7), es ti oían indispensable realizar trabajos previos de acceso y de des-broce, en tanto que los proyectos estatales sólo hablan de entre-(ttst de reembolsos, de derechos de arrendamiento a largo plazo que gravarían la instalación de los colonos. De este largo período de vacilaciones y de buenos deseos, sólo es de citar una disposición: el lugar de instalación de los futuros asentamientos. Se piensa en el Chile de la región de Valdivia, más allá de la Frontera, y cuya colonización favorecerá al mismo tiempo el cerco y la no expansión de la "barbarie". Desde esta época se advierten ya, sin embargo, los temores de un enquistamiento alógeno y, por consiguiente, la necesidad de una mezcla inmediata entre chilenos y extranjeros.

A partir de los años 50, luego que el fracaso de las revoluciones de 1848 en Europa hubo aumentado el flujo migratorio hacia las Américas, los alemanes ya se encuentran instalados en Valdivia. Un poco tardíamente, e impelido por la necesidad, todo patricio chileno aparece entonces prohijando un proyecto. Futuro protector de la Colonia de Llanquihue, Vicente Pérez Rosales sueña, en 1854(8), con tener su propia sociedad de emigración. Su tío, Javier Rosales, por veinte años ministro de Chile en Francia y "el más parisino de los chilenos", comenta los infructuosos intentos de su gobierno(9), y Ramón Irarrázaval, embajador en LimA, predica la importación de coolíes chinos.

Para pasar del dicho al hecho, el mismo Pérez Rosales, nombrado en 1857 "Agente de colonización de Chile en Europa" con asiento en Hamburgo, escribe su "Ensayo sobre Chile", un Chile ordenado, bucólico y prometedor, al que sólo falta un toque europeo final. Dos años antes, Vicuña Mackenna había publicado —en francés también, ya que esta lengua le era tan familiar como a Pérez— un Chili consideré sous le rapport de son agriculture et de l'immigration européenne cuya retórica romántica debería haber seducido a los vacilantes. Un edén, dice, espera
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aquí al intrépido. Clima saludable, inexistencia de rivalidades paralizantes, administración pública comprensiva, libertad iniciativa, espacio ilimitado: el colonizador, al igual que amante de una naturaleza intacta no podrían menos que sentírse felices allí;

"Inmensas regiones aún inexploradas, de una fertilidad inagotable de las que los habitantes futuros cosecharán los eternos frutos. Aquí es donde los hijos de Europa que se dirijan Occidente detendrán su peregrinar para formar sus hogares, este Chile, solemne por sus bosques seculares, sonriente, por sus praderas de eterno verdor..."10.

A estos arranques líricos, el colono alemán había respondí ya con su presencia, pero el autor aún no lo había visto. D: años más tarde, reincide con un informe sobre la inmigrad extranjera11 en el que mezcla la observación con las mismas utopías. Este documento contiene, sin embargo, muchas enseñanzas sobre algunos tenaces prejuicios aristocráticos. Sigue predicando la formación de comunidades aldeanas nuevas en que extranjeros "sobrios, trabajadores y amantes de su hogar estarían codo a codo con los nacionales promoviendo una reforma sin revolución y el progreso inteligente de un pueblo prisioñero de estructuras coloniales aún. Pero, ¿a qué nacionalidad apelar? Si el piamontés es, de los italianos, el único aceptable; el suizo es de desear, por su experiencia en migraciones y vasco, por su honradez a toda prueba —no obstante su obstinación en regresar una vez que ha hecho fortuna—, el irlandes, parece demasiado turbulento, el español, incapaz de olvidar que antaño fue el amo de América, y el francés, demasiado superficial e inconstante, "ave de paso que carece de espíritu religioso" que derrocha en palabrerío lo mejor de sus fuerzas". Del ingles puede admirarse su sentido de justicia y su espíritu tolerante, como su apego a las instituciones liberales, pero sólo es un buen. colono en su medio, en un mundo anglosajón y desdeña siempre  el país que explota. Si todas las nacionalidades pueden resultar convenientes, es el alemán quien, según Vicuña, es el mejor colono y "también el menos peligroso para la debilidad de Chile", por venir de un país dividido, incapaz de recurrir a los cañones para venir en ayuda de sus nacionales.
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Por su carácter, por sus costumbres, por su propensión a la vida comunitaria, la "raza alemana" es la más apta para mezclarse con la chilena, para inculcarte los ejemplos más saludables. Los "brazos alemanes" son los mejores y el colono de origen germánico puede, desde ya, disfrutar de las primicias de su esfuerzo, en este Chile austral que le recuerda su país de origen.

Aunque aún no ha ido al lugar mismo a observar a los alemanes en su trabajo. Vicuña no escatima elogios para ellos en la segunda parte de su informe..¿Cómo iba a imaginar que cinco años más tarde, con la unificación alemana, bajo la égida de Prusia, la imagen del alemán de ultramar iba a cambiar radicalmente y que, luego de 1880, gracias a la celebración pangermánica, ella sería la cristalización de la obsesión de un Estado dentro del Estado, y del peligro de una raza diferente que permanecería obstinadamente aparte?

Pero, por ahora, la intelligentsía chilena aún ignora los primeros pasos tímidos de una aventura asombrosa. Hay que partir de Alemania para esclarecer lo que fueron la época de los precursores y los antecedentes laboriosos y personalizados de esta migración.
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1.    in Histoire contemporaine de l'Amerique latine, Paris, 1972, p. 126.
2.    in Memoria sobre Emigración, Inmigración y Colonización, Santiago, 1850, p. 20.
3.    cf. Cartografía de la Colonización alemana 1846-1872. Ed. Universadad Católica de Chile, Santiago, 1982.
4.   Archivo Nacional de Chile. Min. del Interior, Valdivia. Vol. 328, 181 1855, p. 175.
5.   cf. Historia de Valdivia, 1552-1952. Santiago, 1952. Un Río y «j Ciudad de Plata, Itinerario histórico de Valdivia. Valdivia, 1965.
6.    Informe del 24 de marzo, 1842, in perez canto, Breves Noticias de Colonización i de la Inmigración en Chile. Santiago, 1848.
7.   cf. J. Duval, Histoire de l'émigration européenne, asiatique et africaine XlXe siecle; ses causes, ses effets. París, 1862; p. Leroy-Beaulieu, De colonisation chez les peuples modemes. París, 1847; M. González, La Europa y la América. La Emigración europea en sus relaciones con el engrandecimiento las Repúblicas americanas. Santiago, 1848.                                      
9.   in Apuntes sobre Inmigración i Colonización. París, 1853.                   
10. Le Chili consideré sous le rapport de son agriculture et de l'émigration europeene, París, 1855, p. 127.                                                      
11. in citado en Benjamín Vicuña Mackenna, Bases del informe presentado al Supremo Gobierno sobre la inmigración extranjera por la comisión especial nombrada con este objeto y redactada por el secretario de ella (Santiago, 1865).