Sunday, May 23, 2010

Carta de Don Salvador Sanfuentes al señor don Manuel Montt.







En Valdivia antes de la inmigración según Salvador Sanfuentes y Miguel Luis Amunátegui
Fuentes del mundo que nos rodea 
Autor Kurt Bauer 
Publicado en 1925 

Valdivia, Julio 17 de 1845.

«Mi apreciado señor i amigo,

«Llegamos a esle puerto sin novedad el 1.° del corriente, después de una navegación bastante feliz, aunque algo retardada por los vientos contrarios que en casi toda ella tuvimos.

«La vista de las hermosas costas de Valdivia, cubiertas de verdor, aun en medio del rigoroso invierno, nos consoló de las pequeñas penalidades que siempre se sufren en un viaje por mar.

«Luego que desembarqué, me di prisa a visitar las fortalezas del puerto. Ellas merecen su fama: i no se puede ver sin sentimiento el estado de rápido deterioro en que se encuentran, deterioro que pudiera evitarse con un insignficante gasto que se decretase a este efecto. Gran parte de los cañones están desmontados; i los que aun conservan sus cureñas, las tienen podridas. Así es que dentro de poco tiempo no habrá talvez con que hacer una salva, si no se pone un pronto remedio.

«Durante mi navegación, he oído opinar que el gobierno no debe hacer gastos en conservar estas obras, puesto que, si en un tiempo en que el arte de la guerra estaba mucho menos adelantado que en el día, pudieron mirarse como inespugnables, hoi una flota de pocas naves bastaría para apoderarse de ellas, aun cuando estuviesen servidas como en la época de los españoles.

«Esta opinión puede ser fundada hasta cierto punto; pero jamás podré persuadirme que no le convenga a una nación llamada, como Chile, a ser marítima por su posición jeográfica, el conservar un reparo donde puedan guarecerse con alguna seguridad sus buques en caso de una guerra. Creo, por el contrario, que, mientras mas avance la marina chilena, tanto mas se sentirá haber dejado con tanta inercia destruirse unos baluartes cuya construcción ha costado tantos miles a la España. p. 1

«El día 3 me puse en marcha para esta ciudad, admirando los bellos paisajes que el rio nos presentaba a cada paso. ¡Qué espectáculo para un santiaguino, acostumbrado a ver las márjenes del pequeño arroyo del Mapocho, el de este importante rio con sus riberas cubiertas de bosques, i que parece estar llamando la población i el comercio! A cada instante estiende uno la vista por sus recodos, esperando que se le presente alguna bella alquería; pero esta esperanza es inútil; i apenas si una o dos miserables cabañas interrumpen el verde cortinaje que, en un espacio de cuatro leguas, se levanta de uno i otro lado de las aguas, desde el puerto hasta Valdivia. 

«Los techos de madera de esta capital vienen al fin a ofrecer alguna variedad a la vista; pero una sola torre no se ve descollar sobre ellos; i a no ser por la bella casa de campo del ministro de la tesorería, que con una elegancia europea se levanta sobre la ribera, la apariencia esterior de las demás habitaciones no haría presumir mui bien de las proporciones de estos habitantes. Contribuyó también sin duda a la tristeza, que nos inspiró el primer aspecto, el tiempo lluvioso en que llegamos, i que ha proseguido con interrupciones brevísimas hasta ahora. 

«Al día siguiente, me recibi del mando, según Usted verá por la nota oficial que le dirijo; i desde luego todo mi empeño fué ponerme al corriente de los asuntos de esta administración. Pero mis deseos se han visto retardados por algunos días, pues la excesiva humedad del temperamento en que había pasado desde la estrema sequedad del de Santiago, me produjo una fuerte fluxión a la vista, de que solamente ahora estoi empezando a mejorar. 

Creo, sin embargo, poder dar a Usted desde luego una lijera idea del estado de esta población, reservando para adelante la noticia por menor de cuanto la concierne. «Es preciso salir de la capital para conocer lo que padecen los pobres presos en las cárceles de nuestras provincias.

«En la de esta ciudad los he encontrado apiñados en un galpón, donde penetra con tanta facilidad la lluvia, que ha llegado a formar pantanos dentro de la misma pieza; i los miserables allí detenidos tienen que permanecer i dormir casi sobre el agua. 

«No me he apresurado a mandar hacer las reparaciones que se necesitan, proponiéndome trasladar a estos infelices al peque- 
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ño cuartel que va a dejar desocupado la compañía de cazadores, que marcha para Santiago.

«Escusado es decir que las mujeres no tienen lugar de reclusión; i los jueces se ven precisados a implorar de los vecinos la recepción en sus casas de las criminales que se recojen o a soltarlas de nuevo. 

«Aun no se ha dado principio a la construcción de la cárcel últimamente decretada por el gobierno; pero están ya acopiados parte de los materiales; tan luego como la estación lo permita, me propongo activar esta obra, hasta ver, si a la conclusión del próximo verano, pueden dejarse algunos de los departamentos en estado de servir. 

«No es quizas mucho menor la necesidad de una iglesia decente i cómoda que se padece en este pueblo; mas no me estenderé mucho sobre este punto, pues ya lo considero suficientemente instruido acerca de él. 

«Sensible me ha sido el no haber alcanzado a traer conmigo al alumno de la escuela normal, porque no es de lo mejor el que actualmente dirije la fiscal de este punto, i porque, si se retarda mucho la venida de Roldan, será talvez este un embarazo para la planteación del pequeño colejio, a cuyo fin se me han dado auxilios. 

«La falta de local aparente en que colocarla, i que hace indispensable el alquiler de una casa, i por otra parte mi deseo de plantear un establecimiento que no deje que desear por ahora a los valdivianos, me han resuelto a aprovechar una suscripción de los vecinos que con un fin análogo se había promovido de antemano, para aumentar los fondos que se me han concedido. Don Rafael Arce, que era el principal promotor de esta suscripción, me ha asegurado que, estendiéndola a. los departamentos de Osorno i la Union, donde hai muchos vecinos que desean dar educación a sus hijos, podría hacerse subir a cerca de quinientos pesos. 

¡Ojalá que pueda pronto avisar a Usted la fundacion en este pueblo de un establecimirnto tan necesario, i que contribuiria no poco a la detener la emigracion que se experimenta de los hijos de las familias acomodadas! 

«Espero también que he de conseguir inspirar la suficiente confianza a los caciques de los indios bárbaros, para que me confien 
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los hijos mayores que han de sucederles en el mando para darles a mi lado una educación esmerada, como me sea posible. 

«El inconveniente, en mi concepto, mas grave que se esperimenta para la prosperidad de esta provincia, es la escasez de numerario que en ella se sufre. Es preciso persuadirse que, si el gobierno no se apresura a remediar esta falta, cuantas providencias se tomen para su progreso, quedarán largo tiempo infructuosas. 

Aquí no se ven jamás la plata, ni las monedas menudas de oro. Solo las onzas aparecen una que otra vez. La moneda que jeneralmente circula, es el cobre i unos pocos vales que han escapado a la recolección que está haciendo esta tesorería i están ya tan sucios i remendados, que son apenas una sombra de lo que fueron. 

Sin embargo, se solicitan con ansia, pues es el único modo como se evita llevar tras de si un criado con un gran saco de cobre para la compra mas insignificante que quiera hacerse, i ¡ojalá que este pequeño inconveniente fuera el único producido por la escasez del medio circulante!

«El mal fuertísimo que de ella resulta es la costumbre cimentada de pagar a los trabajadores en efectos avaluados a un precio exorbitante, i que ellos mas veces no necesitan; pero que se ven precisados a recibir para venderlos después por la cuarta parte de lo que a ellos les han costado. Así es que no hai peón que no se encuentre adeudado en cincuenta, ciento o mas pesos respecto de su patrón, lo que los constituiría en una verdadera esclavitud para toda la vida, si ellos no correspondiesen a esta insufrible tiranía mudando continuamente de patrón sin acabar de devengar a ninguno, hasta que, formándose ante los jueces un verdadero concurso de acreedores sobre sus personas, se ven obligados a concluir por fugarse de la provincia, privándola de un sinnúmero de brazos útiles. Aquí tiene Usted la causa de la escasez de obreros que tanto se lamenta, i que produce también, para remate del mal, la desmoralización mas rápida por el hábito del engaño.

«Cuantos artesanos industriosos han venido de Valparaíso, han tenido al poco tiempo que volverse, por las razones indicadas, en la mayor miseria, i maldiciendo el dia en que se resolvieron a venir a Valdivia. 

«Aun no me atrevo a proponer un remedio eficaz para cortar tantos males; pero puedo asegurar a Usted que este 
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asunto ocupará en adelanto mi atención preferente, como convencido de su inmensa trascendencia. «Por ahora creo que serían los mejores arbitrios: 

1.° El disponer que ante ningún juzgado se admitiese demanda contra peón, que tuviese mas de un mes de fecha desde su primer orijen, para evitar de este modo que los patrones adeuden en cantidades de consideración a sus operarios, i hacerlos cancelar a menudo sus cuentas. 

2.° El emitir hasta cierto número de nuevos billetes, todos de pequeñas sumas, desde un real hasta dos o tres pesos, para quitar de esto modo el interés que podría haber en falsificarlos, i a fin de que pudiesen servir para el sinnúmero de pequeños tratos de los pobres i del ordinario de las familias. 

«Toda clase de jentes podría hacer uso de ellos si, en lugar de indicarse por medio de letras su valor, se hiciese esto por medio de objetos naturales pintados en ellos. Guardando en las cajas de la tesorería en onzas de oro la cantidad correspondiente al valor de los billetes que se emitiesen, podrían recojerse todos fácilmente el día que por cualquier motivo se creyese oportuno, i se. remediaría en mucha parte la necesidad gravísima que dejo indicada «Me he estendido demasiado en esta carta, i he sido talvez importuno; pero cuento con la induljencia de Usted i con la predilección que le merece esta provincia. Solo agregaré que he tenido la satisfacción de ser mui bien recibido por este vecindario.

¡Ojalá que pueda yo realizar de algún modo sus esperanzas! «Hágame el favor de ofrecer mis afectuosos respetos al señor don Antonio Varas, a quien no escribo por falta de tiempo, i de aceptar los sentimientos de .sincera amistad con que le deseo toda clase de felicidades.—B. L. M. de U. 

Salvador Sanfuentes i Torres. 

«Postdata:
«Si Usted puede aumentar por el presente año de gastos estraordinarios la pequeña cantidad asignada en el presupuesto para agasajos de indíjenas de esta provincia, con todo encarecimiento le suplico que lo haga, encargando a alguna persona intelijente el comprar en Santiago un surtido de pañuelos de algodon, algun añil, espuelas doradas, si las hubiese, i otros objetos, como chaquiras grandes, etc., que sean del agrado de los indios; o si esto le fuese pensionoso, autoríceme al menos a mi para hacer el gasto. 

«Antes de venirme, invertí yo algunos reales en Santiago i Valparaíso en compras de estas bujerías; pero, como no andaban mui abundantes mis fondos, el acopio no pudo ser de la estensión que se necesita. «Se me ha anunciado que, para la primavera, vendrán a visitarme todos los caciques de esta provincia, i aun los bárbaros de Toltén i la Imperial. 

«Ya puede Usted presumir cuánto me importa ganarme desde el principio su confianza i cariño, para poner en planta nuestros planes; i no hai otro medio mejor de lograrlo que por medio de los presentes. Lo que el intendente no haga con ellos por si mismo, mal puede hacerlo por la escasa cooperación que le prestan los subalternos. ¡Cuánto siento ignorar el idioma, i no poder entenderme con ellos directamente sin necesidad de intérprete! 

«Sanfuentes.» 
pp. 5-6