Revista de Historia y Geografía Nº 22/2008
ISSN 0716-8985
pp. 29-40
Resumen
Este trabajo se propone conocer y analizar uno de los caminos que siguió el comercio en la época de la colonia: el de la frontera surandina de la gobernación de Chile durante el siglo XVIII, donde se conformó un particular régimen de intercambio, entre la plaza fuerte de Valdivia y los grupos indígenas asentados en la precordillera andina y las pampas, a través del paso de Ranco o Lliefen, que permitió satisfacer las necesidades de ambos grupos y generó un alto grado de interdependencia entre el mundo indígena y el no indígena, ya la vez favoreció el mantenimiento de cierto equilibrio de fuerzas, situación que contribuyó a la estabilidad de la frontera en las últimas décadas del período hispánico.
Palabras clave: frontera, plaza fuerte de Valdivia, Pampas, comercio, circuitos de intercambio, paso Ranco o Lliefen.
Abstract
This article attempts to identify and analyze one of the ways that commerce adopted at the time of the colony: the one of the south-Andean border by the Chilean government during the XVIII century, where a particular regime of interchange was created, between the Plaza Fuerte in Valdivia and the indigenous groups seated on the Andean range and the Pampas, through the Ranco or Lliefen pathway, which allowed to meet the needs of both groups and generated a high degree of interdependence between the indigenous and the non-indigenous worlds, and simultaneously, it favored the upholding of certain equilibrium of forces, which contributed to the stability of the border in the last decades of the Spanish period.
Key words: Border, Plaza Fuerte in Valdivia, Pampas, commerce, interchange
trails, Ranco or Lliefen pathway.
* Proyecto financiado por la Dirección de Investigación de la Universidad de Los Lagos. ** Universidad de Los Lagos. Contacto: lcarreno@ ulagos. cl
Luis Carreño• La frontera meridional. El comercio de la plaza fuerte de Valdivia y las Pampas. Siglo XVIII
Introducción
El proceso de conquista y ocupación en América hispánica derivó en la conformación de espacios fronterizos, en aquellas regiones donde la Corona española no pudo dominar las poblaciones nativas. Situación que derivó en que extensas regiones de América quedaran fuera del control de los hispano criollos, como aconteció en la Araucanía y las Pampas en el extremo sur del continente. Los intentos de penetración que se efectuaron carecieron de fuerza y de la intención de ocupar dichos territorios; buscaban, más bien por medio de soldados o de misioneros, tranquilizar a los habitantes de los territorios colonizados, frente a la amenaza, real o potencial, de los distintos grupos de indígenas, así como asegurar el control de ciertos puntos considerados estratégicos, tal como ocurrió con los asentamientos españoles en el extremo sur de América. El peligro inminente de la instalación de potencias extranjeras llevó a las autoridades españolas a la refundación de Valdivia a mediados del siglo XVII en la costa Pacífico y la fundación de Carmen de Patagones en el siglo XVIII en el litoral Atlántico.
Frente a estos establecimientos, nos queda la impresión de que aquellos espacios constituían la periferia del imperio Hispánico en América y no lograron articularse al resto del mundo colonial.
Sin embargo, recientes trabajos han demostrado que aquellas regiones no sólo lograron un grado de articulación al resto de la economía colonial sino que además contactaron el mundo indígena con el no indígena a través de circuitos comerciales que impactaron la producción y el comercio, y todo el conjunto de relaciones denominada fronterizas (Pinto, 2003: 29).
El funcionamiento de la economía de los enclaves coloniales establecidos en la frontera sur va a depender, en gran medida, de la interrelación con los grupos indígenas que habitaban la región. El conocimiento del territorio, que estuvo casi vedado para los blancos hasta la segunda mitad del siglo XIX era el principal factor de poder para los grupos indígenas. A este respecto, ellos conocían a la perfección la topografía, el clima, las aguadas, las rutas factibles, lo que les permitía obtener y trasladar ganado en pie con mucha eficacia, abastecerse de presas de caza, obtener recursos específicos en parajes determinados, intercambio de productos con otros grupos vecinos y realizar largos viajes a través de la cordillera y de la pampa. En cambio, las poblaciones costeras, Valdivia en el Pacífico y Carmen de Patagones en el Atlántico, estaban prácticamente aisladas. El aprovisionamiento de alimentos vía marítima resultaba lento e incompleto, las comunicaciones de noticias y órdenes sufrían largas demoras y se sentían inseguros. Así, si por algún motive no llegaba el abastecimiento, necesariamente debían acudir a los indígenas para abastecerse de los productos que necesitaban.
Mientras los indígenas comprobaron que la intensificación del trato con los hispano-criollos ofrecía una vía para acceder a los bienes de origen europeo incorporado a sus preferencias, los pobladores de los fuertes encontraron en los intercambios locales el modo de contrarrestar los efectos del exiguo abastecimiento enviado desde los centros del poder por vía marítima. El Virreinato del Perú y Gobernación de Chile para el caso de Valdivia y Chiloé y Buenos Aires para Carmen de Patagones.
Las dos sociedades en contacto se beneficiaron con el intercambio comercial y empezaron a requerir los productos que el otro ofrecía. Lentamente se va produciendo una cierta integración entre los indígenas y el hispano criollo en la frontera. A fines del siglo XVIII, el circuito comercial de Araucanía, las Pampas y la plaza fuerte de Valdivia no sólo aumentaron, sino que además contaba con una amplia red de contactos que permitía el intercambio de productos entre los grupos indígenas asentados en dicho territorio con la población hispano criolla de Chile y Río de la Plata.
El comercio en las fronteras era sólo el extremo de una red mucho más extensa que articulaba un complejo sistema de intercambios a larga distancia. La comercialización de ganado, ponchos, sal y otros productos indígenas en los mercados chilenos, tanto indígenas como hispanocriollos, se convirtió entonces en la principal actividad mercantil indígena y sostén fundamental de su economía. Siguiendo antiguas vías de contacto prehispánicas, la estructura de este circuito comercial, que conectaba las Pampas con el centro y sur del actual territorio chileno a través de los pasos cordilleranos comprendidos entre Antuco y Ranco, se desarrolló a lo largo del siglo XVII y se consolidó en el siglo XVIII con el fenómeno conocido como Araucanización de las Pampas. A partir de allí y hacia mediados del siglo, las principales rutas estaban ya establecidas.
En este contexto, durante el siglo XVIII, las relaciones entre los indígenas de la precordillera andina y las pampas y la plaza fuerte de Valdivia conocieron un prolongado período de relativa paz que se evidenciaba en un creciente comercio interétnico a través del paso de Lliefen o Ranco.
Este trabajo se propone conocer y analizar uno de estos derroteros: el de la frontera surandina de la gobernación de Chile durante el siglo XVIII, donde se conformó un particular régimen de intercambio, entre la plaza fuerte de Valdivia y los grupos indígenas asentados en la precordillera andina y las pampas, a través del paso de Ranco o Lliefen, que permitió satisfacer las necesidades de ambos grupos y generó un alto grado de interdependencia entre el mundo indígena y el no indígena, ya la vez favoreció el mantenimiento de cierto equilibrio de fuerzas, situación que contribuyó a la estabilidad de la frontera en las últimas décadas del período hispánico.
1. Indígenas ganaderos y comerciantes
En la conformación del derrotero económico de Valdivia, Araucanía y las Pampas, los Pehuenches y Huilliches, asentados a ambos lados de la cordillera, en la latitud correspondiente a Valdivia y Neuquén respectivamente, fueron una pieza fundamental en el amplio circuito comercial que unía la producción ganadera de las llanuras pamperas con los mercados del Pacífico. Ellos comerciaban directamente con los hispano criollos y actuaban como intermediarios con aquellos grupos que no estaban en contacto con el blanco.
La red de intercambio se iniciaba en la Pampa húmeda, al sur de Buenos Aires, donde los pampas que no tenían productos de valor en el mercado hispano criollo, lo único que podían intercambiar era el ganado libre que, en elevado número, existía en la Pampa en los primeros años, pero con la desaparición del ganado cimarrón por las matanzas indiscriminadas y la expansión de la frontera hispano criolla, se vieron obligados a apropiarse por la fuerza del ganado en las estancias de la frontera, el malón, convirtiéndose en una fuente de recursos. Según testimonio de Fr. Lorenzo Núñez,“los pampas de Buenos Aires y las malocas con los huilliches forman los almacenes de que disponen los Pehuenches para los intercambios con los españoles”(Pinto, 2003: 45). El malón no fue la única forma que tenían los indígenas para proveerse de ganado, sino también, como lo han demostrado historiadores chilenos y argentinos, el surgimiento de una economía pastoril en la Pampa y valles cordilleranos, producto de la transformaciones que había experimentado la sociedad indígena en los siglos XVII y XVIII.
Los pehuenches tienen crías de caballos, vacas, ovejas y cabras. Todos estos animales son de mayor corpulencia que los nuestros, y la causa está en las mejores aguas, pastos, y más extensión que gozan. Entre los montañeses, es el indio más rico el cacique Treca, tiene mucha hacienda y el cuidado de mantener divididas las manadas de yeguas según los colores, y lo mismo el ganado lanar. Cerca de sus habitaciones mantienen sus haciendas, que las ven todos los días (Cruz, 1835: 27).
En otras ocasiones, los Pehuenches junto a valdivianos, nombre con que se conocía allende los Andes los indígenas o mestizos de Valdivia, viajaban a la pampa para adquirir ganado intercambiándolo por ponchos, capturando el que aún quedaba libre en las pampas o realizando malones en los campos del sur de Buenos Aires. Esta situación explica la constante presencia de valdivianos en las pampas, fenómeno que fue advertido por viajeros y cronistas, como Luis Cruz, Francisco Menéndez, Basilio Villarino, Andrés García y otros que visitaron la región a fines del siglo XVIII y primera década del siglo XIX.
La actuación del cacique pehuenche Cayupilque es una demostración de esta situación. Ofrece a Villarino viajar con él: Para la provisión y mantenimiento y vender en Valdivia cuyo trato dejo entablado cuando vino a esta misma diligencia. Que él no hacia daño, pues el ganado que llevaba lo tomaba del bagual que andaba en el campo: que cuando venían de sus tierras, venía con unos pocos caballos pero que traían ponchos y otras cosas con los cuales hacía tratos con los indios del Volcán por caballos (Villarino, 1839: 37).
Cruz también se percató de las características que tenía el comercio que hacían los pehuenches con otros grupos indígenas e hispano criollos “hasta aquí he venido viendo ponchos, mantas, chamales y otras prendas de las que usan aquellos indios, por cada una de ellos llevan allá, diez y seis yeguas” (Cruz, 1935: 84).
El ganado era conducido hacia la cordillera donde era dejado en los valles controlados por los Pehuenches, situación que revistió fundamental importancia, ya que el ganado, por cuestiones climáticas, sólo podía cruzar en los meses de verano. Por eso los valles del Neuquén asentamiento de los Pehuenches, sirvieron para pasturas y recuperación del ganado. Llegado el verano cuando los boquetes de los Andes estaban libres de nieve los pehuenches conducían el ganado hacia Chile, cruzaban la cordillera en el paso Ranco y en cuatro jornadas estaban en Valdivia donde intercambiaban el ganado, mantas y ponchos por aguardiente y otros productos a los comerciantes valdivianos o aucaches y españoles, como denominan a la población blanca.
El piloto de la Armada Real, Basilio Villarino, que entre 1782 y 1783 navegó por el río Negro hasta los faldeos de la cordillera de los Andes, con el objetivo de encontrar un paso hasta Valdivia, entrega detallada información del circuito comercial de las pampas con Valdivia. Según Villarino, se encontró con unos trescientos indios con un arreo de ganado de 8.000 cabezas, habiendo logrado el piloto atraer algunos indios a la nave: dijeron que venían de la sierra del Volcán, que ha de cerca de un año bajaron a buscar ganado caballar y vacuno, y que el motivo de pasar tanto tiempo en aquellos parajes es por la abundancia que hay de ganado, y por las facilidades para el mantenimiento con los cuales hacen tratos con los de Valdivia, una veces llevándolos los indios a dichos pueblos, y otra viniendo los cristianos a comprárselos en sus tierras, el cual cambian por sombreros, cuentas, frenos, espuelas, y añil para teñir ponchos.(Villarino, 1839: 39)
Era costumbre que todos los años, en los meses de enero y febrero llegaran los conchavadores cristianos valdivianos a comerciar con los pehuenches, intercambiando variados productos por ponchos y ganado. Después del ganado, la confección de ponchos era la actividad más importante de las tolderías en manos de las mujeres.“Las tolderías eran verdaderos centros de producción textil que respondía, no sólo a las necesidades de cubrir la vestimenta familiar y los requerimientos de la vida social, sino también la demanda del mercado colonial chileno (Varela y Manara, 2003: 179).
En este circuito comercial, participaban los diversos grupos indígenas que poblaban la pampa y la precordillera y en la cual intervenían también comerciantes hispano criollos. Sin embargo, los “únicos dueños de los pasos cordilleranos eran los pehuenches y los huilliches cordilleranos, intermediarios y participantes en el circuito ganadero”(Navarro, 2003: 5) que unía las estancias del campo bonaerense con los mercados del sur chileno a lo largo de los ríos del norte de la Patagonia. El control y dominio de los pasos cordilleranos permite explicar los continuos enfrentamientos de pehuenches con los huilliches.“Los pehuenches son aliados de los españoles, de los cuales reciben apoyo logístico en sus guerras contra los huilliches cordilleranos por el control de las vías andinas de comunicación”(Mandrini, 2003: 9).
Los pehuenches se convirtieron en hábiles comerciantes, situación que fue observada por viajeros y cronistas que recorrieron la región. Luis Cruz anota en su diario que los pehuenches ofrecían su mercadería y trataban de sacar partido de la situación.:“Vino el cacique Treca a ofrecerme sus haciendas, por si acaso necesitaba carnes para el mantenimiento de mi comitiva. Recibiendo mis agradecimientos, se interesó por una mula que traía en mi tropa, ofreciéndome por ella una yegua de carga, buena y gorda”(Cruz,(1835: 41).
A Basilio Villarino le llama la atención el conocimiento que los pehuenches tenían de Valdivia y la situación del mercado para colocar sus productos:
Me quede admirado al haber oído hablar a estos indios de nuestras guerras con los ingleses, pues me preguntaron si aún duraban Y preguntándole yo, por donde habían sabido de esta guerra, respondieron que en Valdivia lo habían sabido y por ese motivo valían en aquella plaza todas las cosas mas caras pues no podían pagar las embarcaciones de España para las Indias (Villarino, 1839: 42)
El estar informado del estado del mercado hispanocriollo, que no se podía enviar barcos para abastecer Valdivia, el alza de los precios de sus productos, nos deja de manifiesto la racionalidad económica de los indígenas y la importancia que tenía para ellos el comercio con la plaza fuerte de Valdivia.
El requerimiento de ganado de los pobladores del Pacífico representaba un capital para aquellos indígenas que llegaban con una tropa de animales a Valdivia; pues seguro que de allí volvía bien vestido y provisto de lo que necesitaba él y los suyos: paños, alcohol, dagas, machetes, yesqueros, pañuelos finos, aperos chapeados de plata, alhajas para sus mujeres y cañas de coligues para las lanzas.
2. El comercio o conchavo en los faldeos cordilleranos
La regularidad e intensidad del comercio de la plaza fuerte de Valdivia con los indígenas de la precordillera andina y las pampas fue observada por un testigo que visitó la región a fines del siglo XVIII, y lo registró en su diario de viaje:
El boquete de Lliefen o Ranco, uno de los más importantes de los existentes al sur de Valdivia por el abundante comercio que se hacía a través de él. El tráfico debió ser considerable. Los Pehuenches traían ganado el que era intercambiado por aguardiente y otros productos con los indígenas del sector o comerciantes chilenos (O’Higgins, 1942: 81).
Lo normal era que un comerciante o grupo de comerciantes se dirigiera hacia el sector cordillerano del lago Ranco en cuyas riberas se encontraban varios poblados indígenas, Maihue, Chanco, Huequecura, Futrolhue, Huapi, Ilihue y Tringlo, los que mantenían relaciones comerciales con grupos del otro lado de los Andes.
La subsistencia de estos indígenas se basaba principalmente en el comercio ultra cordillerano que se realizaba a través del boquete de Lliefen en las cercanías del lago Ranco con sólo 594 pies de altitud. Ellos les vendían a los Pehuenches la mayor parte de sus cosechas, recibiendo a cambio caballar y vacuno. El mismo tipo de trato realizaban comerciantes chilenos (Señoret, 1876: 232).
Existía una ruta que seguían los que hacían este comercio, Arique, Huequecura, Arquilhue y Maihue donde los comerciantes valdivianos “esperaban a los indios Pehuenches para comprarles sus animales por aguardiente, que es uno de los mejores negocios, pues cambian una carga de ese licor por ganado”(Señoret, 1876: 233).
El padre Francisco Menéndez, que a fines del siglo XVIII en tres oportunidades cruzó la cordillera hacia Nahuelhuapi en busca de la ciudad de los Césares, señala que los pehuenches utilizaban el paso de Ranco y llegaban hasta las pampas de Buenos Aires, pero no se permitía que se internasen los españoles, y que sólo en 1774 se había logrado un armisticio con los caciques de Ranco, a cuyo terreno llegaban los conchavadores, pero no podían cruzar la cordillera.
Para los indígenas, el mayor agravio que podían cometer los hispano-criollos era ingresar sin su permiso a sus tierras. Los Pehuenches, amigos fieles de los españoles de Valdivia, a los cuales les guardaban toda clase de consideraciones, elevaron una queja al gobernador de Valdivia por el ingreso a su territorio de Fray Francisco Menéndez en su tercer viaje hacia Nahuelhuapi. Según Menéndez,“los Pehuenches quisieron matarlo. Posteriormente hicieron junta los Pehuenches con los puelches en que acordaron que, luego que entren los de Chiloé, darían con ellos, y que se cerrase completamente dicho portillo”(1900: 342).
Por razones de seguridad y como manifestación de reconocimiento al poder y dignidad de los caciques y su gente, la entrada a territorio indígena debía seguir ciertas formalidades. Hacer tres humaderas notificando su intención de ingresar, enviar un mensajero anunciando su proximidad y solicitar permiso para entrar en las tierras del cacique. Si estas formalidades no eran observadas, era señal de mala fe.
Los comerciantes de Valdivia, al llegar a la ribera norte del lago Ranco, se detenían en las cercanías del actual poblado de Futrono donde anunciaban con tres humaderas sus intenciones de ingresar a territorio indígena (La palabra Frutono en mapudungún significa tierra de humaderas), enviaban un mensajero y solicitaban autorización a los caciques para ingresar a sus tierras. En el sector de Arquilhue, las caravanas se detenían donde se llevaban a efecto las transacciones.
3. Importancia del comercio para los hispanocriollos.
El uso del boquete de Ranco como vía de comunicación entre Valdivia y las Pampas obedecía al interés de los hispano criollos de utilizar un camino emplazado en territorio indígena, no controlado por las autoridades coloniales que permitía la introducción ilícita de productos que la Corona tenía expresamente prohibido vender o intercambiar a los indígenas, como piezas de hierro labrado,“porque de ellas hacían lanzas y puñales para la guerra”, alcohol por “los perniciosos efectos que producía en los indígenas”.
A las autoridades coloniales les preocupaba la situación. Por tal motivo, en reiteradas oportunidades enviaron expediciones con la orden de cerrar los pasos cordilleranos. A raíz de la rebelión de los indios de Río Bueno en 1792, para evitar el paso de los indígenas, las autoridades ordenaron cerrar los pasos cordilleranos frente a Valdivia. Al teniente Juan de Dios Brito le correspondió cerrar el paso de Ranco, que cumplió “desgajando piedras quizás con barrenos, y cortó dos pasos precisos, y en igual forma el camino que comunicaba de Ranco a Riquinahue, y el de este va por la orilla de la laguna al territorio del Río Bueno y de los llanos”(O’Higgins, 1942: 94). La medida no surtió efecto, porque los Pehuenches siguieron cruzando la cordillera y comerciando con los indígenas de Ranco y los pobladores de Valdivia. El Virrey del Perú, aprovechando la visita a la región del Capitán Tomás OHiggins, le confió la tarea de “reconocer los pasos de Riquenahue y Ranco y en caso de estar abiertos los hiciese cerrar para impedir la comunicación de los indios Pehuenches de la otra banda con los huilliches de esta”(O’Higgins, 1942: 94). El encargado de cumplir la orden fue el Ingeniero Manuel Olaguer y Feliu. Una vez concluida la tarea informó a las autoridades.“La imposibilidad de cerrarlos absolutamente, porque siempre abrirán por otras partes, aunque sea a costa de grandes rodeos, por lo favorable que le es la comunicación con los Pehuenches, y que la frecuentan por los más ásperos y agrios caminos con cabalgaduras acostumbradas y criadas en aquellos riscos”(O’Higgins, 1942: 20).
El intercambio de productos con los indígenas permitió a los pobladores de Valdivia estar suficientemente abastecidos de productos. Un conocedor de la región, Pedro Usauro Torres, nos describe la situación: De ganado no carecen los que tienen estancias y chácaras y no falta vecino que se considere tiene quinientas vacas de vientre y carneros. Traen anualmente para sus provisiones estos vecinos por medio del conchavo con los indios, no faltándoles vacas. Sin embargo se produce escasez en los meses de invierno, debido a las lluvias y el cierre del paso cordillerano por la nieve, impiden el comercio (Martínez, 1898: 74).
La favorable situación de Valdivia dentro del espacio indígena explica su importancia como asiento comercial con los naturales de la región y aquellos grupos asentados en la vertiente oriental de los Andes. Su cercanía al paso cordillerano de Ranco, continuación de la Rastrillada de los chilenos, una de las rutas más importantes del circuito ganadero que se extendía desde la Pampa hasta el centro-sur de Chile, y la proximidad de los territorios pehuenches y huilliches cordilleranos facilitaba el acceso a la plaza fuerte en forma rápida y expedita. Según los indígenas, desde sus territorios cordilleranos estaban en Valdivia en cinco jornadas. En cambio, para llegar a Carmen de Patagones en la costa Atlántica, debían viajar más de tres meses de una marcha muy difícil,“al terminar la travesía los caballos están extenuados. Difícilmente se encuentra pasto en el camino (Munster, 1990: 361).
El comercio con los indígenas explica la motivación de los pobladores de Valdivia por abastecerse de mercaderías demandadas por éstos y así poder intercambiarlas con los naturales. No obstante, su aislamiento y dependencia del Situado de Víveres, la plaza fuerte de Valdivia, al menos durante el siglo XVIII, se mantuvo suficientemente abastecida de productos, que a juicio de la autoridad llegaban “como medio no sólo de traer al vecindario de la plaza víveres frescos, sino asegurar la amistad con los indios”(Guarda, 1970: 265).
El comercio con el Virreinato del Perú permitió a los pobladores de Valdivia contar con excedentes para intercambiar con los indígenas.“En 1762, se estimaba que en Valdivia había ocho a diez bajeles de 400 a 500 toneladas que hacían el comercio con el Callao-Lima”(Guarda, 1970: 266). Además del comercio con el Virreinato, la plaza mantenía un activo intercambio de productos con Concepción, Chiloé y Valparaíso, llevando maderas y tejidos de lana y regresando con productos para satisfacer las necesidades de la población de la plaza fuerte y de los indígenas de la precordillera andina y las pampas.
Para Valdivia, el comercio con Chiloé tenía especial relevancia, por cuanto la isla administrativamente dependía del Virreinato del Perú, con el cual mantenía un comercio regular para satisfacer los requerimientos de sus habitantes. Según Menéndez, en 1792, a San Carlos de Ancud arribaron ocho buques procedentes del Callao. El valor de los cargamentos fue de 15 a 20 mil pesos, mucho más de lo precisaba la isla. La cercanía de Valdivia permitía acceder a los excedentes, especialmente el aguardiente de Pisco, que era el producto más cotizado por los indígenas.
Para los indígenas de la región, el comercio de alcohol con Valdivia se explica porque en la Pampa no había cómo abastecerse de licor. A fines del siglo XVIII, el excedente de “la modesta producción de Mendoza se canalizaba hacia el mercado urbano de Córdova, Tucumán y Buenos Aires, de modo que el abastecimiento del sector indígena pobre y marginado quedaba a expensas de la producción chilena”(Sepúlveda, 1959: 46).
Los grandes centros productores de bebidas alcohólicas de Chile en el siglo XVIII, que eran Concepción y Coquimbo, no estaban en condiciones de abastecer el mercado indígena de la Pampa. La producción de vino y aguardiente de Concepción no era capaz de satisfacer los requerimientos de los indígenas de la Patagonia Septentrional, además el control de las autoridades españolas de los pasos cordilleranos al norte de Antuco no permitía el ingreso de bebidas alcohólicas y artículos de hierro a territorio indígena.
Según Claudio Gay, la provincia de Concepción hasta mediados del siglo XIX “enviaba apenas 2000 a 3000 arrobas al mercado de Valparaíso, porque el resto lo consumían en la provincia la prole y los indios”(Gay, 1862: 216). En cambio, la mayor parte de la producción de Coquimbo era enviada a Potosí a través del puerto de Pisco. Una parte de esta producción era enviada a Chiloé, a la cual tenían acceso los pobladores de Valdivia.
Conclusiones
Durante el siglo XVIII, las relaciones de los pobladores de Valdivia con los indígenas de la precordillera andina y las pampas, a través del paso cordillerano de Lliefén o Ranco, generó una fuerte dependencia entre ambas sociedades: para los indígenas, Valdivia era vista como un lugar de encuentro y plaza comercial que permitía a éstos adquirir productos imposibles de conseguir o fabricar en su territorio y solo podían obtenerse mediante intercambio con los hispano criollos y para aquellos grupos situados lejos de la frontera, por trueque con otros indios que actuaban como intermediarios. En cambio, para los habitantes de Valdivia, el comercio con los indígenas era visto como una posibilidad de acudir a éstos para abastecerse de lo que necesitaban y la posibilidad de comercializar los excedentes de los productos indígenas demandados por el mercado hispanocriollo y satisfacer las demandas del mercado indígena.
Como resultado de estas relaciones, se conformó en la frontera meridional del imperio hispano una extensa red de circulación, que comenzó a vincular las distintas regiones del territorio indígena ya este en su conjunto con áreas controladas por los hispano criollos, acentuando la dependencia de cada grupo respecto de los otros y de la sociedad blanca y estimulando, entre los indígenas, la obtención o producción de bienes estimados por los no indígenas a fin de canjearlos en la frontera. Las fuentes rebelan que los productos más cotizados por los indígenas eran el alcohol y el añil y para los hispanocriollos el ganado y los ponchos.
Valdivia, como espacio fronterizo marginal, funcionó, en gran medida, como articulador de las relaciones con los indígenas de la precordillera y las pampas, que se vincularon históricamente con la sociedad blanca.
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