Sunday, May 23, 2010

HISTORIA DEL TRABAJO EN MAGALLANES Y LA PATAGONIA -


INTRODUCCION


Manuel Luis Rodríguez U. Sociólogo - Cientista Político.


AGRADECIMIENTOS

Me hago un deber en expresar mi testimonio de gratitud por los comentarios, críticas y opiniones recibidos de los sres. Pavel Oyarzún, René Cárdenas Eugenín, Eugenio Mimica Barassi, Carlos Vega Delgado, Gerardo Alvarez Alvarez y del historiador argentino don Horacio Lafuente, quienes hicieron un valioso e inestimable aporte intelectual para enriquecer este ensayo.
El historiador magallánico y Premio Nacional de Historia don Mateo Martinic Beros, ha contribuido desinteresadamente con numerosos documentos inéditos y con su invaluable consejo experto.
Numerosos dirigentes sindicales, gremiales y obreros me ofrecieron su testimonio, el cual sirvió para enriquecer el contenido humano del relato.  Entre ellos cabe mencionar de una forma destacada a Francisco Alarcón Barrientos, Mario Galetovic, Francisco Márquez, René Cárdenas Eugenín y Custodio Aguilar.  La sra. Herminia González, secretaria administrativa en la Central Unica de Trabajadores en Punta Arenas hasta 1973, me permitió tener una visión testimonial única, sobre las reuniones del Consejo Directivo de esa organización.
Debo además un emocionado recuerdo de agradecimiento al dirigente minero y obrero José Evalterio Agüero Vera, quién me proporcionó valiosos testimonios sobre su vida y las condiciones de trabajo en las minas de carbón de Magallanes.
También don Roque Tomás Scarpa contribuyó con numerosos documentos y referencias de gran utilidad.
Un agradecimiento muy particular cabe hacer al personal de la Biblioteca Municipal y del Archivo Municipal de Punta Arenas, del Archivo de la Intendencia de Magallanes, de la Biblioteca del Instituto de la Patagonia, de la Biblioteca Pública de Puerto Natales y de los periódicos “El Magallanes” y “La Prensa Austral”, por su dedicación, profesionalismo y paciencia.
Debo también agradecer el trabajo de Pablo Velásquez Fuica, por sus búsquedas en el Archivo Nacional y otras bibliotecas y archivos en Buenos Aires. 
Numerosos alumnos inspirados por esta investigación, contribuyeron también con su esmerado trabajo de documentalistas, como Paula Vargas Valderas, Blanca Ruiz Romero, Yasna Santana, Arturo Navarro y Pamela Vargas Valderas, a quienes agradezco su dedicación y compromiso con este esfuerzo.
Fueron consultados además, para distintos aspectos de esta investigación, el Archivo Histórico de Ancud, el Archivo Histórico Municipal de Río Gallegos, los archivos de la Societé Historique de la Commune, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia y del Cementerio de Pere-Lachaise de París, del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina y de la Embajada de Francia en Buenos Aires, a cuyo personal agradezco su dedicación y esmero.
Mi hijo, Ricardo Rodríguez Roa, de alguna manera se vio involucrado en la creciente vorágine de documentos, folletos, contratos de trabajo, periódicos y miles de papeles en el hogar familiar, por lo que hizo también su valiosa contribución explorando la prensa obrera magallánica, en la Sección de Diarios de la Biblioteca Nacional en Santiago.
También debo agradecer la colaboración económica y el apoyo prestado por la Ilustre Municipalidad de Punta Arenas y en particular por su Alcalde Juan Morano Cornejo, para financiar una parte de la investigación cuyos resultados aquí publico.
En particular, todas las numerosas personas que ofrecieron sus testimonios personales acerca de sus experiencias de trabajo y en la vida sindical, y que aparecen nombradas en las Referencias del libro, merecen una mención especial de agradecimiento.
Por último, debo subrayar que el uso y presentación de la información documental y testimonial recogida por mí y por quienes han colaborado en la investigación, es de mi exclusiva responsabilidad.

Manuel Luis Rodríguez U.

PROLOGO DEL AUTOR 

Este ha sido un parto de larga gestacion.
Desde principios de la decada de los ochenta, buscaba y acumulaba en archivos diversos y literatura varia, materiales acerca de los movimientos obreros y sociales que jalonan la historia magallanica y patagonica.  Una inquieta curiosidad me perseguia desde aquel entonces: como han evolucionado, como se han formado, que han propuesto, cual ha sido el aporte del trabajo y de los trabajadores al desarrollo de Magallanes y la Patagonia?
Al cabo de un buen tiempo, tenia registrados numerosos episodios y acumuladas cantidades considerables de documentos y testimonios y entonces comprendi que habia tocado en los bordes de una enorme veta: la historia de los trabajadores, de sus organizaciones y de sus formas de trabajo, es decir, una “historia del trabajo y los trabajadores”, con todas las poderosas connotaciones que estas dos palabras poseen.
Entiendo y asumo que la historia es un campo de fuerzas, es una construccion cultural y politica y, al mismo tiempo, es el producto de las intervenciones de sujetos sobre estructuras, en el sentido de que los seres humanos y las organizaciones que crean, son actores que se ponen en escena en una representacion de la que la historia da cuenta, siempre desde el presente del historiador, pero donde los sujetos-protagonistas-actores no siempre estan completamente conscientes de los alcances del libreto que estan teatralizando en vida.    Por eso, tambien asumo que la historia no es lineal –sino probablemente de trayectoria ondulada y en forma de espiral sin fin- y al historiador le es otorgado por unn instante el raro privilegio de volver a intentar poner en escena a los actores y sus circunstancias, y sus contextos.
Cuando baja el telon de este relato-teatro, lo que espero sin embargo no son aplausos,  solamente deseo sentir que mis lectores han quedado con la profunda curiosidad de saber mas, de profundizar mejor en esta historia social de Magallanes y la Patagonia.
No pretendo dar lecciones ni extraerlas de los hechos que relato: solo pretendo que al leerlos, el lector pueda comprender mejor lo que sucedió y pueda encontrar el mismo, las continuidades, repeticiones, aceleraciones, retardos y quiebres en las sinuosas curvas del tiempo pasado.
Los sujetos iran apareciendo entonces como en la escena de un gran teatro: los veremos aparecer por un instante como protagonistas de primera linea, o mantenerse en roles secundarios, a algunos los veremos aparecer y desaparecer como estrellas fugaces; veremos sus discursos, conoceremos sus decisiones, escrutaremos sus gestos, oiremos sus palabras, juzgaremos sus documentos, valoraremos sus actos y despues presenciaremos como se van desapareciendo o transformando.
Este es el primero de una serie de volúmenes, en los que  presento un estudio histórico acerca de la evolución del trabajo, de los trabajadores y de los movimientos sociales formados por éstos en la región de Magallanes y la Patagonia, en el período que abarca desde 1843 hasta 1990.
Este primer volumen abarca el período entre 1843 y 1920.
Los orígenes de este trabajo, están en una primera investigación histórica  publicada en Punta Arenas en 1986, con el título de "Perfil Histórico del Movimiento Obrero en Magallanes. 1893-1973", texto que hoy se encuentra completamente agotado.   Aquel ensayo lo elaboré bajo los auspicios de la Pastoral Obrera de Magallanes en 1986, pero al momento de su edición y publicación final, fue entregada al público una versión inexplicablemente cercenada y vergonzosamente censurada.
En este estudio presento completas referencias cronológicas y bibliográficas sobre el trabajo y los sindicatos; se encuentran pormenorizados relatos de los eventos sindicales más importantes; aparecen las fechas y momentos más relevantes de las organizaciones sindicales de los distintos períodos; la explicación de las acciones, movimientos y huelgas más decisivas, así como las aspiraciones y demandas que las movilizaron.
Al mismo tiempo, aporto una profusión de citas y referencias respecto de una considerable cantidad de textos sindicales y documentos originales (en la forma de petitorios, pliegos de peticiones, contratos de trabajo, programas de acción, resoluciones, memoriales, declaraciones públicas e incluso discursos de algunos de sus dirigentes), a fin de poner de relieve -con la mayor fidelidad posible- el pensamiento y las posiciones de las organizaciones de los trabajadores magallanicos y patagonicos frente a sus problemas y a los de la región.
Como se apreciara, la historia social de Magallanes esta intimamente asociada a la historia social de Chile, pero tambien de la Argentina, de la Patagonia en general, y hasta de muchos otros paises del mundo.  De alli su interes y su importancia novedosa.
También incorporo algunas referencias acerca de las empresas existentes en la zona en los distintos períodos que abarca esta historia.
Más importante que la interpretación de los hechos, lo que he intentado hacer aquí es presentar los acontecimientos relatados por sus propios protagonistas, de manera que el lector "vea los acontecimientos" ocurridos, a través de las propias palabras, discursos y documentos de quienes fueron los protagonistas.
Además, he querido profundizar en el análisis del contexto socio-económico, político y cultural en el que se sitúan los hechos históricos relatados, a fin de lograr su mejor comprensión para el lector. 
No hay en este trabajo intelectual ninguna intención laudatoria ni de juicio crítico de la acción de los movimientos obreros y sindicales, sino solo he tenido el propósito de relatar los hecho tal como sucedieron (propósito por lo demás, inherente a la propia ciencia histórica) y situarlos en la perspectiva del contexto histórico (es decir, social, económico, político y cultural) en el que se produjeron.
 En este primer volumen, he elegido como título el de "Colonos, gañanes y peones", en referencia a las tres denominaciones más usuales que se daba a la gente de trabajo, durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.
 Considero que la historia del trabajo es parte del patrimonio cultural de un pueblo, y por lo tanto, este estudio constituye un esfuerzo de rescate de una parte significativa de la memoria histórica de Magallanes.
Cómo tópico de estudio, la historia del trabajo y de los movimientos sindicales y sociales -en cuanto campo específico del conocimiento histórico- puede ser situada en una frontera difusa entre la Historia Política, la Historia Económica y la Historia Social, pero además creemos que constituye un aporte a la Historia Regional, ya que debe tomar en consideración los hechos históricos relativos a ciertos aspectos sociales y políticos de la acción colectiva y de los movimientos sociales, y a las ricas y variadas formas de trabajo que existían en Magallanes y en la Patagonia.
¿Cuáles son los hechos históricos sobre los que se interesa y focaliza esta historia?.
Para los efectos de este ensayo, he compulsado información y datos acerca de cuatro tipos de eventos históricos, a saber: primero, la evolución experimentada por las condiciones económicas y sociales del trabajo y las organizaciones obreras y sindicales; segundo, los movimientos de demandas desplegados por las organizaciones obreras y sindicales; tercero, los conflictos y huelgas realizadas y sus resultados y; cuarto, las ideas, aspiraciones, intereses y demandas impulsadas por las organizaciones sindicales y obreras.
Por ello, dada la naturaleza compleja del tema investigado y dentro del amplio campo de la Historia de la región de Magallanes y de la Patagonia, es necesario subrayar que ésta es -a la vez- una visión panorámica y focalizada de la historia del trabajo, en casi un siglo de su evolución, y una interpretación de dicha historia.
Aún cuando ésta es una historia de los movimientos obreros y sindicales magallánicos, es necesario comprender que estos movimientos no aparecen ni funcionan desconectados de la realidad social y política de su época, por lo que necesariamente este relato incluye también referencias generales de orden económico, social y político, así como aparecen indicaciones sobre otras agrupaciones, movimientos y procesos sociales ocurridos en Magallanes en el período considerado.   
Además, esta íntima interconexión entre el mundo sindical y el resto de la realidad social, se extiende al aspecto geográfico, de manera que muchos procesos y movimientos obreros magallánicos encuentran su explicación y relación contextual -como se verá en el texto- con los movimientos obreros de la Patagonia argentina.
Los hechos relatados están respaldados por la documentación consultada y citada y, en aquellos eventos en que ha sido posible, se ha recurrido a numerosas fuentes testimoniales, que debieran darle al relato un aspecto más humano y realista.
Para un mejor ordenamiento de los datos y del relato, he  optado por seguir una periodización histórica que toma como criterios ordenadores los grandes períodos y grandes tendencias dominantes en la evolución general de los movimientos obreros y sindicales de la región magallánica, aún cuando -como se podrá observar en el texto- éstos períodos siguen de cerca las grandes etapas del movimiento obrero chileno e incluso, es posible percibir la  interdependencia existente entre estos movimientos y los procesos políticos y sociales generales de la región y del país. 
Así, cada uno de los capítulos, está limitado cronológicamente por la formación o crisis de las grandes agrupaciones, que reunían a los sindicatos y movimientos obreros. 
El marco teórico y conceptual en la Introducción, acerca del trabajo, la economía y los salarios, ha sido elaborado sobre la base de algunos de los principales autores de la Economía Política clásica.
La antigua sabiduría dice que para que un ser humano se realice plenamente en su vida, tiene que, por lo menos, sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.  Mi árbol lo  sembré a fines de 1973 en una desolada isla en el Estrecho de Magallanes; mi hijo crece y sigue creciendo y aquí está el primer libro.
Esta es una contribución intelectual y un aporte cultural, para la recuperación de la memoria histórica de la región magallánica y patagónica, al desarrollo de la identidad cultural regional y por un mejor conocimiento y comprensión de la historia social de la región de Magallanes y de la Patagonia.

Punta Arenas (Magallanes),  invierno de 2004.


PROLOGO DEL ESCRITOR EUGENIO MIMICA BARASSI 
Historia del Trabajo en Magallanes:
 nuestra memoria laboral y cultural


         Resulta valioso por poder contar desde ahora con un texto documentado, profuso y profundo, nutrido además en cronologías, citas y paralelos, como esta particular Historia del Trabajo en Magallanes. Pero resulta satisfactorio también el hecho de que su autor sea un persistente conocedor del tema, un apasionado de su tierra natal, un magallánico irrestricto, sincero más que nada consigo mismo, que es quizás la mejor de las sinceridades de las que podamos disponer. Una obra enorme, de difícil temática y más complicada exposición, que ha demandado a Manuel Rodríguez Uribe la no despreciable cantidad de veinte años de acopio, consultas, registros, revisiones bibliográficas, testimonios orales y escritos, hallazgos felices, búsquedas febriles y no menos dudas personales respecto a su producto final.
         Cuánto de cierto, cuánto de reflexión innata y básica, y por lo mismo exenta de filosofía rebuscada, hay en la aseveración del autor de esta obra cuando asegura en su Introducción que “El trabajo creó a la Patagonia”. Una verdad sin discusión. Y es que la Patagonia conformaba un territorio donde nada había, más allá o más acá del deambular de los pueblos nómades originarios. Y aún ellos debieron trabajar e idear formas para alimentarse y para que sus medios de transportes marítimos, llámese canoas de troncos o de pieles, y hasta sus viviendas, hechas con iguales materiales, tuvieran la consistencia necesaria para no terminar naufragadas o arrancadas de su sitio, según el caso, por efectos de un temporal de viento y lluvia de patagónica frecuencia. Esa era y es una realidad.
         Si hasta la vestimenta fue acondicionada en función del trabajo. Los hombres y las mujeres de este fin del mundo debieron vestirse acorde a las condiciones laborales, casi siempre extremas, y a la climatología del lugar. Una climatología por lo general sin variaciones durante las cuatro estaciones del año. El vestuario era para el trabajo. La ropa, era "de trabajo". Y no podía ser de otro modo cuando los habitantes de Magallanes, mayoritariamente emigrados desde Europa, o desde el archipiélago de Chiloé (el orden de los factores no altera ni alterará el producto), traían impresa en sus mentes y voluntades una condición básica de existencia, apelando a una esencial forma de cubrirse, como requerimiento de una misma funcionalidad, guardándose en cambio y como recambio excepcional, cual tesoro en algún ropero o baúl, la única prenda o tenida "de domingo", a usarse en fiestas comunitarias o particulares, en bodas, nacimientos y funerales. Una sola prenda para ocasiones especiales, y una sola prenda, a lo más dos, para la subsistencia, para bregar de sol a sol, o de nublado a nublado, que acaso corresponda más a nuestra idiosincrasia magallánica.
         También la alimentación, una alimentación cuyos pilares eran las proteínas y los condimentos fuertes, tuvo y tiene una estrecha relación con el mundo del trabajo. Una dieta basada en productos cárneos, escasa sí de vegetales, y no sólo por la carencia de ellos,  pues bien se sabe que en Magallanes se dan perfectamente diversos tipos de hortalizas, aún fuera de invernaderos, sino por la necesidad de un sustento rico en materia grasa, fundamental para "soportar el frío" y las condiciones laborales de extramuros, que eran y siguen siendo, principalmente en aquellas faenas rurales, llámense campesinas o industriales, un requisito sin mayores variaciones. Dieta acorde a una necesidad de esfuerzo y resistencia. Comida fuerte para el trabajo fuerte, que es como decir comida de machos para machos y de hembras para hembras, sin más concesiones ni debilidades.
         Al incipiente Magallanes, y a toda la Patagonia, no llegaron capitales económicos, no hubo aporte monetario para sacar adelante al territorio, más allá de las "raciones" primerizas para entusiasmar el asentamiento humano y una que otra anémica inyección de apoyo estatal, consistente en materiales de construcción, en simple aporte monetario o en acarreo marítimo de fuerza laboral, cuando no de carácter e interés netamente funcionario, con uniforme o sin uniforme. Mucho más no hubo; mucho peor tal vez sí. El  mayor capital del que se dispuso entonces fueron las manos y brazos prestos al trabajo, al desvelo, y además con una mentalidad emprendedora para no ceder en el intento. Aunque no pocos sucumbieron. El trabajo era lo único que podían y necesitaban hacer, aquellos que se aventuraban por las desconocidas tierras australes de la Patagonia. Pero para concretar esa aventura necesitaban estar dotados de un espíritu de laboriosidad, de ahorro, de perseverancia y austeridad, cualidades que no todos tendrían, señala el autor en uno de sus comentarios, situación que, para mal, aún es aplicable en estos días. Y es que todo se hizo y debió hacerse acá, entre esa gente que llegó con una mano delante y otra detrás, vinieran de donde vinieran.
Si hasta la banca privada hubo de ser creada, y los seguros de capitales, y las mutuales o sociedades de socorros mutuos, y las instituciones de beneficencia y de salud, y la necesidad de que cada niño tuviera una instrucción educacional básica, e incluso la seguridad social. Leamos: Mientras en el resto de Chile, prácticamente sin protección legal, muchas categorías de obreros trabajaban casi en condiciones semi-feudales, en el Territorio de Magallanes una elevada conciencia social y un avanzado espíritu de seguridad social de parte de trabajadores y empresarios hacía posible que los obreros metalúrgicos contaran con una protección mínima en caso de accidente e incluso tuvieran las garantías de una atención sanitaria de urgencia en la Cruz Roja de la ciudad (institución benéfica que por cierto fue fundada primero acá, en Magallanes).
         Y es que todo hubo de ser iniciado de "mutuo propio". Incluso las ideas de reivindicación social, y los paradigmas libertarios y de justicia, dignidad y trato igualitario entre las personas, fuesen del apellido que fuesen. Así como el ahorro y el sudor llegaron de afuera, asimismo el intelecto del humanismo se apersonó desde esas mismas coordenadas, específicamente desde Europa. Vaya como testimonio este párrafo de una novela feminista de comienzos del siglo XX, inspirada en la ciudad de Punta Arenas: ¿Pero aquí, en este país nuevo tan rico y tan extenso, los obreros despiertan también? - preguntó ella ansiosamente. Se despiertan tanto más señora, cuanto que al venir a la vida respiran en la atmósfera socialista creada por otros y que pesa sobre todo el viejo mundo. Ellos, jóvenes, curiosos, ávidos, leen, escuchan, oyen y se hacen criterio aliado con sus pasiones ( ).
         Significativo resultan también aquellos acápites de la obra donde el autor habla de las "diferencias" entre la FOM (Federación Obrera de Magallanes) y la FOCH (Federación Obrera de Chile), expresando a través de documentos y testimonios que la organización magallánica (dicho sea de paso que el dirigente obrero Luis Emilio Recabarren la consideró la más importante colectividad trabajadora de toda Sud América) nunca se afilió a su similar chilena, no pudo ser absorbida por ella, principalmente por las diferencias ideológicas (anarcosindicalismo versus socialismo) entre una y otra. Sin embargo, más allá de consideraciones válidas en el campo de las ideas y de la distancia geográfica  - con la dificultad cierta de un contacto fluido en aquella época - debe considerarse esta discrepancia como consecuencia de escenarios distintos y de culturas totalmente contrarias. En efecto, mientras acá la FOM propiciaba un trato deferente, anteponiéndose casi de igual a igual a una oligarquía poseedora de miles y miles de hectáreas, su "par" santiagüina se encontraba recién tratando de zafarse del inquilinaje colonial y del resabio de las "encomiendas".
         Pero hay más. Resulta particular la forma como el autor va desgranando el recuento del trabajo en Magallanes. Lo hace década por década, desde 1843 (año de la Toma de Posesión y la construcción del Fuerte Bulnes) hasta 1973 (año en que se rompió violentamente el devenir democrático de la Nación). De un septiembre a otro septiembre. Es un esfuerzo notable de investigación que queda a la vista, y que abarca por lo mismo ciento treinta años de acontecimientos laborales en la zona. Década a década, por lo demás, van quedando registrados los hechos, las celebraciones del 1º de mayo con sus diferentes matices, pero también los incidentes polémicos, los puntos de vista, las denuncias, huelgas y petitorios, algunas y algunos más radicales que otras y otros. El impacto de las guerras mundiales en la economía y por lo mismo en las condiciones del trabajo, o la radiografía socio política nacional e internacional, son parte de aguda observación y desarrollo en la visión del autor, entregando un marco de referencia que apoya un mejor entendimiento del devenir regional. Aunque a ello debe sumársele cierto personal escenario que Manuel Rodríguez incluye para oxigenar su documentación. Cobra manifiesta importancia entonces, y le da una atmósfera familiar, la transcripción de avisos y citaciones insertos en la prensa local de la época, que sirven como registro del ambiente que rodeaba al mundo trabajador magallánico. Y llega el recuerdo, a la rápida, como para confirmar que la memoria siempre es y será frágil, a través de episodios que ya apenas forman parte de un pasado inmediato, visiones de un ayer romántico, como la forma de vida al interior de los hogares magallánicos, las marcas comerciales de productos y enseres, o las siglas de instituciones y empresas ya fenecidas, pero que en un momento circularon en boca de todos y hasta fueron motivo de no menos álgidas controversias. Un rescate de entornos y costumbres, como aquella tradición anual del "paseo de los huerfanitos", en una larga caravana de vehículos con sus cláxones al viento (a la lluvia, al frío, al sol tímido, al nublado amenazante, según el turno que fijara a mansalva la ruleta del clima ese día), rodando cálidos por las calles puntarenenses, en manos de los choferes de taxis de la ciudad. Si las bocinas escandalizaban al terminar el día y en fin de semana era fijo el anuncio de un casamiento, pero si sonaban en plena mañana o iniciada la tarde de un día intermedio se trataba, en forma incuestionable, de aquel paseo de los niños del Hogar Miraflores, y toda la población se daba por enterada.
         Como una puesta en escena, esta obra invita entonces a impregnarse con cada suceder, y hasta, por qué no, a respaldar o disentir con tal o cual medida administrativa, con tal o cual gestión obrera, con tal o cual decisión de demanda salarial, y a estremecernos, a asombrarnos y hasta a lamentarnos por tal o cual actitud o medida. Porque el trabajo es esencia en el hombre, es condición fundamental. Pero cuando en su nombre y por su causa brota la sangre, cuando llega y se presenta la muerte, el trabajo deja de ser una actividad y se vuelve inmolación. Porque la muerte, como escribió una vez el historiador argentino Osvaldo Bayer ( ), es irrecusable, irreconciliable, y porque también, como una vez anotara un poeta chileno (no recuerdo la fuente, de manera que por favor, disculpad al Alzaimer), sea uno o sean mil los inmolados, el holocausto es el mismo.
         Y es que en esta obra, mucho más que libro por su extensión y contenido, Manuel Rodríguez consigue que quien recorra sus páginas se vuelva protagonista, se torne partícipe, porque logra atrapar y hacer que los lectores, aquellos lectores interesados en la materia, tomen partido, se entrelacen, se alegren y hasta se enrabien con esa o aquella otra vicisitud. La lectura adquiere entonces militancia histórica y cultural, lo que le otorga una validez extra al texto mismo, que perfectamente pudo haber sido presentado como una mera exposición fría de los hechos. Manuel Rodríguez, superando la monotonía temática, buscó y consiguió una participación activa, de él y de quienes tengan su obra en sus manos. Decisión valiosa y no exenta de riegos. Un jugársela al todo o nada, considerando incluso aquellas labores femeninas comunes y corrientes, escasamente catalogadas y menos reconocidas, como el servicio femenino doméstico, o el de costureras, modistas, pasteleras y simples dueñas de casa.
         Sin pretensiones lúdicas, porque ya fue dicho que el trabajo no es un juego, mucho menos si hubo represión y mal trato, si hubo sangre y muerte de por medio, esta obra da espacios para teniéndola entre manos poner las manos en ella. Hay párrafos que abren sendas con el fin de interpretar lo interpretado, y para sacar conclusiones de las mismas conclusiones. Entramos así en el campo del lector participativo, del lector cómplice, en el decir literario. Y es que llama la atención, sólo a vía de ejemplo, entre otros que se puedan mencionar ante la profusa nómina de actores y protagonistas de esta amplia historia, la escasa presencia de apellidos de pueblos originarios provenientes del centro- sur de Chile. Al menos de apellidos paternos, pues en tiempos lejanos y aún hoy una mala suerte de patriarcalismo borró y borra de las listas toda rama materna. No se encuentra en los primeros trámites de la obra una evidente y palpable dirigencia, que incluya entre sus integrantes a componentes raciales nativos. Resulta curioso y como para sacar, precisamente, conclusiones de las conclusiones. Dicho elemento étnico estaba, aún más, debió haber tenido una fuerte presencia, al igual que hoy, entre el conglomerado de habitantes magallánicos, y para corroborar aquello no es necesario acudir a fuentes estadísticas. Sin embargo, salvo unos cuantos apellidos con claro vínculo originario, no se aprecia una fuerte incidencia ni protagonismo de tal vertiente en la conducción o en la participación dentro del conglomerado obrero, al menos en la época más álgida, esto es entre 1910 - 1920. Aunque tampoco mucho más después de eso. Curiosidad de curiosidades, acaso algún intento de respuesta se pueda encontrar en aquella interlocución entre el militar Arturo Fuentes Rabé y uno de los administradores de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego: Contamos en los montes de Carmen Sylva con tres familias de indios, excelentes cuidadores de ganado y muy poco exigentes en sueldos y en comidas. ( )
         Debe suponerse que no se estaba hablando en ese párrafo de nativos fueguinos selk'nam, y ello es entendible si se acepta que por la fecha en que transcurre el episodio se hace dudoso el asentamiento de familias de dicho componente racial, cuando ya todos ellos, por una u otra razón, habían desaparecido o hechos desaparecer de la isla grande, al menos en su porción chilena. La respuesta sea quizás más categórica: respecto a composiciones etnográficas los integrantes de la colectividad indígena (permítase la acepción colectividad) bregaban en Magallanes por necesidades fundamentales, como el plato de comida o el techo donde cobijarse. De otros sería el protagonismo de reivindicaciones sociales; de otros las ideas avanzadas traídas desde distintos escenarios, culturas y civilizaciones, y por lo mismo de otros el imprescindible y exigido trato igualitario. Así, mientras unos se esforzaban por mejores facultades desde una similar condición formativa a la de sus empleadores, diferencias de fisonomías, pigmentación capilar y poder económico de por medio, otros simplemente quedaban fuera o se mantenían al margen, tal vez por falta de discernimiento, urgencia por superar carencias endémicas, aunque quizás más que ninguna otra cosa por causa de condiciones existenciales fuera de un contexto de cultura ancestral.
         Lo anterior sí que no es una circunstancia pasada y de otro siglo. Querámoslo aceptar o no una situación paralela en todo ámbito se vive en el presente, donde el tómalo o déjalo se antepone a cualquier posibilidad particular de exigencias y donde conquistas logradas con dolor son borradas ante la oferta y la demanda ligera, y ante un individualismo y un materialismo cerrado, ciego y tentador, ofreciendo la oportunidad (y el triste espectáculo al mismo tiempo) de tener algo más, por el afán de parecerse y competir con el del lado, con el vecino o pariente, incluso con "el jefe" en asuntos de accesos y bienes de consumo. ¿Qué es eso de reivindicación social y para qué tanto romanticismo obsoleto, tanta conciencia, si lo que importa de verdad es cuántos electrodomésticos se puedan tener en casa, si a lo que se aspira es poseer un buen "home theater" para solazarse con películas arrendadas, sin olvidar la televisión por cable, el último teléfono celular con pantalla ancha y carcaza multicolor, o el más reciente "Dvd" con la música desechable del momento? Nietzcshe, en esta mentalidad que no se crea tan escasa, ni siquiera huele a comunismo; más bien suena y resulta algo tan lejano,  desconocido y fuera de contexto como la China misma.
         Por supuesto que en esta y otras materias el tema da para mucho de qué hablar y disentir. Y es que cuando se hace historia, se la comunica, se la percibe y se la absorbe, todo va a depender del cristal con que miremos o queramos mirar los distintos factores que intervinieron en su desenvolvimiento, sin que podamos evitar asumir una comparación entre el antaño y el hogaño. Puede ser nada más que un asunto de interpretaciones. Dejémoslo como tal, un asunto de interpretaciones.
         Sólo resta insistir en el aporte que en su conjunto entrega esta Historia del Trabajo en Magallanes. Un tema con muchas aristas, variadas perspectivas, distintos ángulos, no menos escenarios ni escasez de protagonistas, pero que aparte de todo ello, sirve principalmente como testimonio directo de la comparecencia laboral y cultural, que hubo de forjarse en esta tierra de siempre finales y siempre comienzos.
Eugenio Mimica-Barassi
Punta Arenas, otoño de 2004. 


INTRODUCCION

La historia de los movimientos obreros y sindicales en la región de Magallanes, es un  vasto tópico que ha sido intentado parcial y fragmentariamente por la historiografía regional.  Tampoco disponemos de una historia del trabajo en esta apartada región de Chile. 
En el haber de la Historia regional y en la que aparecen frecuentes referencias a los procesos sindicales y al mundo del trabajo, hay que anotar la vasta investigación y los trabajos acuciosos realizados por historiadores como Mateo Martinic Beros, Sergio Lausic Glasinovic y Carlos Vega Delgado, entre otros. 
Pero en todos ellos y no obstante la riqueza, calidad y profundidad de sus aportes, fuerza es de constatar que la problemática sindical y las luchas sociales de los obreros y trabajadores de Magallanes, así como las condiciones materiales y sociales de trabajo, o abarcan sólo ciertos períodos intensos y dramáticos incluso, o suponen referencias históricas adicionales y complementarias dentro de sus relatos.
No existe por lo tanto, una obra histórica de síntesis, que desbroce el campo de datos y conocimientos, o que intente agrupar en una sola visión la totalidad de los hechos históricos y de su trayectoria.  He aquí entonces la ambiciosa pretensión de esta obra: mostrar un panorama histórico general de la historia de los movimientos obreros y sociales y del mundo del trabajo de la región de Magallanes, abarcando desde sus remotos orígenes en 1843 hasta 1920, dejando pendiente para un segundo volumen, la historia social del período 1920-1973, y para un tercer volumen el período de 1973 a 1990.
La historiografía sindical chilena y latinoamericana en general, ha estado tradicionalmente dominada por una visión clasista y una interpretación conflictiva de los movimientos obreros y sindicales.  Esta escuela de interpretación histórica ha puesto el énfasis en la confrontación entre los trabajadores (y sus organizaciones) y los empresarios o patrones, lectura que puede parecer acertada en cuanto refleja un aspecto de la acción sindical, pero que resulta insuficiente para explicar la totalidad y la diversidad de las relaciones entre el mundo del trabajo y el sector empresarial, o entre los trabajadores organizados y el resto de la sociedad a la que pertenecen.
Esta no es una historia de huelgas y conflictos, es mucho más que eso: pretende abordar el conjunto del fenómeno del trabajo en sus múltiples facetas y formas.
Este ensayo por su parte, junto con reconocer la importancia y la visibilidad de los conflictos del trabajo -como que se les menciona profusamente en todo el relato- pone el acento también en el aporte constructivo, en las condiciones reales del trabajo, y en la contribución que los gremios han hecho a la economía y al desarrollo de Magallanes.  Por eso, se ha puesto el énfasis en las propuestas de los sindicatos y federaciones, las que a su vez, reflejan la visión de mundo y la visión de región del mundo de los trabajadores.
No hay que perder de vista que esta es, al mismo tiempo, historia social e historia regional. 
Es historia social el relato los hechos efectivamente ocurridos en el campo de las organizaciones que la sociedad y, en este caso, los trabajadores se han ido dando como consecuencia de sus particulares condiciones económicas, sociales, políticas y culturales.  Pero es también historia regional, porque los movimientos obreros a los que hace referencia este recuento, se formaron y actuaron en la región de Magallanes, y porque muchos de ellos, tomaron en sus manos numerosas banderas y demandas regionales y las convirtieron en aspiraciones regionalistas, muchas de las cuales -como se verá a lo largo del texto- tienen muchas y significativas resonancias contemporáneas.
Aún así, no deben olvidarse los límites de este esfuerzo: ésta no es una historia de la región magallánica, ni menos una historia social, económica o política de la región, sino solo un relato histórico panorámico acerca del trabajo y de quienes lo han protagonizado.

La conquista de la Patagonia


Magallanes, tierra de pioneros y aventureros...

Para comprender la historia del sindicalismo magallánico, es necesario primero comprender a Magallanes, y para comprender a Magallanes hay que reconocer que ésta zona forma parte de un espacio geográfico y socio-cultural mayor: la Patagonia.  Porque los habitantes de Magallanes son, en primer lugar, patagónicos.
¿Qué ámbito geográfico constituye la Patagonia?
La Patagonia es el amplio espacio geográfico situado en el extremo austral del continente sudamericano entre el Atlántico por el Este, el Pacífico por el Oeste y el océano Austral por el sur, y que abarca, por el lado argentino, a las provincias de Río Negro, Santa Cruz y Tierra del Fuego, y por el lado chileno, las zonas de Chiloé, Aysén y Magallanes. 
Desde un punto de vista histórico y cultural, la Patagonia parece no poseer una única ciudad capital en la que se sitúa el centro de la condición patagónica, pero son reconocidas como capitales de la Patagonia, Punta Arenas, por el lado chileno y Río Gallegos por el lado argentino, por haber sido éstas ciudades el punto histórico y  geográfico de partida de la colonización y conquista de los territorios australes.
En ninguna parte de Chile como en Magallanes se nota con mayor fuerza las profundas vinculaciones humanas, económicas y culturales entre chilenos y argentinos al interior del espacio patagónico.
En ambas vertientes de la frontera común, se produjeron a grandes rasgos, similares procesos de colonización, de poblamiento y de apropiación del territorio.  No es coincidencia que los respectivos Estados centrales operaron de la misma forma centralista desde Buenos Aires y desde Santiago, con respecto a los territorios australes, así como ambas regiones vivieron similares procesos migratorios procedentes de Europa y desde otras zonas interiores de cada país, además que la pampa patagónica argentina recibió importantes contingentes de migrantes chilenos, a lo largo de todo el siglo XX. 
Así también, los capitales ganaderos crecieron, se extendieron y conquistaron ambos territorios patagónicos, una vez que quedaron zanjados los principales litigios fronterizos.  La Patagonia chilena y argentina fueron al mismo tiempo, entre los últimos treinta años del siglo XIX y los primeros veinte años del siglo XX, una economía y una sociedad en la que el capital británico tuvo una influencia decisiva, más fuerte aún que los capitalistas chilenos o argentinos. 
Hubo un momento en la Patagonia en que, a ambos lados de la frontera, la libra esterlina fue una moneda corriente de pago en las transacciones comerciales y bancarias y hasta en la forma de pago del salario.
Por eso también, hay frecuentes similitudes en las historias sindicales de ambas partes de la frontera patagónica, porque en definitiva, se trata de un mismo espacio geográfico, humano y cultural, un mismo territorio configurado con la vocación, el tesón y el sacrificio de muchos hombres. 
En los años de auge de la Federación Obrera de Magallanes (antes de 1920), los "chasquis" de la Federación traspasaban a caballo las fronteras y las enormes pampas, para llevar sus periódicos y sus noticias a las estancias y a los ovejeros de la Federación Obrera de Río Gallegos.
Por eso, en el corazón de la Patagonia late la misma sangre chilota y eslava, española e inglesa, argentina y chilena, porque esos hombres, frecuentemente solos y sin mujeres ni familia, se aventuraron en Magallanes, en Ultima Esperanza, en Tierra del Fuego y en Santa Cruz, para forjarse un futuro y forjar en parte el futuro de este territorio.
Magallanes como parte de la Patagonia, fue desde sus inicios una tierra de colonización, tierra de aventureros, pioneros, exploradores y buscadores de riquezas. 
La Patagonia fue conquistada a caballo y con el trabajo y la sangre de muchos personajes, algunos de ellos míticos y de leyenda; fue conquistada por aventureros como Bernardo Phillipi, Santiago Zamora y Julius Popper, por pioneros como José Menéndez, por osados como Antonio Soto Canalejo, por buscadores de riquezas como Eduardo Simián, por visionarios como Gregorio Iriarte y Miguel Angel León...

Territorio, migración 
y trabajo


Magallanes, tierra de pioneros y aventureros...

A decir verdad, Magallanes y la Patagonia pueden ser descritos como un vasto territorio formado gracias al trabajo de muchos pioneros.  La historia regional ha subrayado suficientemente la característica pionera de muchos magallánicos de origen o de adopción, como un rasgo que se encuentra en sus habitantes tanto por su manera de enfrentar las adversidades climáticas y geográficas, como en su voluntad de emprender, de perseverar y de progresar.
El  clima agreste, desolado, duro, ha forjado a los hombres y mujeres de trabajo en estas latitudes australes.  Vientos con frecuencia huracanados, que dificultan las faenas portuarias, o el traslado de los animales a traves de las pampas desnudas...lluvias repentinas que frenan el trabajo del constructor... frio intenso que pone barreras al quehacer del hombre del petroleo, al carpintero, al huertero, al colono...
En realidad, este ha sido siempre un territorio cuya geografía y cuyo clima parecen hechos para personas fuertes, duras y perseverantes.   Nunca ha sido fácil vivir en Magallanes, y por eso llegaron a éstas pampas desoladas, emigrantes de los más lejanos rincones del mundo, de recia voluntad trabajadora, atraídos por los grandes mitos de la Patagonia: la lejanía del fin del mundo, las pampas australes, el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos.  Posiblemente el naturalista inglés Charles Darwin, con sus afirmaciones rotundas y negativas sobre la Patagonia, contribuyó en parte a este mito, durante la segunda mitad del siglo XIX.
Magallanes fue -no es innecesario subrayarlo- fundado inicialmente por chilenos, que eran a su vez, marinos, artesanos y agricultores. 
Desde 1843 y 1848 en adelante, y sobre todo, en el activo período de la implantación de la ganadería ovina en Magallanes, las sucesivas oleadas de migración extranjera y chilota, constituyeron el trasfondo humano y social más importante en la formación de los movimientos sociales magallánicos,  hasta fines del siglo XX, aún cuando en el campo sindical también se integraron con el aporte de líderes de procedencia o descendencia extranjera.
Aquí llegó primero el chilote y después el  europeo y el eslavo.
Aquí emigraron y se forjaron sus familias, en el lento transcurrir del tiempo. 
El obrero chilote y el obrero eslavo tenían mucho en común y a su vez, profundas diferencias: ambos eran isleños, ya que provenían de territorios en forma de archipiélago, de islas semi-cerradas al contacto con el mundo, por lo que estaban imbuidos de fuertes tradiciones individualistas y familiares, de creencias religiosas y de mitos y leyendas; ambos provenían de mundos culturalmente rurales, es decir, ancestralmente apegados a la tierra. 
Las migraciones eslavas procedentes de Europa hay que asociarlas con los distintos momentos de crisis e incluso de guerras que ha vivido el viejo continente, mientras que las primera dos oleadas de migración chilota hacia Magallanes (sin contar con los procesos colonizadores desde 1843 en adelante), se produjeron entre 1894 y 1899, y a continuación se fueron produciendo lentos procesos de inmigración, radicación y poblamiento durante toda la primera mitad del siglo XX.
Pero la diferencia entre ambos (que se fue notando después de una o dos generaciones), y desde del punto de partida que les otorgó el espacio magallánico y patagónico, fue el distinto sentido del ahorro: el obrero chilote, trabajador y abnegado en su labor, podía gastar todo su salario de la temporada, en un fin de semana de juergas, en un curanto, un "pulmay" o un "reitimiento", mientras el obrero eslavo -pensando aún en su lejana tierra- ahorraba metódicamente y juntaba centavo a centavo su dinero, y se privaba de todas las comodidades "burguesas", hasta hacerse de un pequeño capital...  
Al cabo de una o dos generaciones, el chilote seguía siendo obrero -o lograba hacerse de una pequeña parcela: ¡el apego a la tierra una vez más!- mientas el eslavo se instaló con su pequeño almacén de menestras o su modesta carnicería, en un barrio de nuestras ciudades.
Ambos mundos se encontraron inicialmente -había chilotes y austriacos en los gremios de los años diez y entre los fundadores de la Federación Obrera- pero en los primeros tiempos muy rara vez se mezclaron socialmente: chilotes y eslavos no se casaban entre sí -cortejar a una chilota o "chilena" era poco común y acaso mal visto en la comunidad eslava- sino que sólo se formaron nuevas familias mayoritariamente dentro de su propio universo social y cultural. 
Esta integración entre una y otra cultura, se produjo en Magallanes gradualmente solo a partir de la segunda y tercera generación de inmigrantes.
Como producto de esta diferenciación social y económica, ya hacia los años treinta y cuarenta, los inmigrantes eslavos abandonaron el mundo sindical (sólo volvieron al sindicato los hijos o los nietos de los primeros inmigrantes) y los obreros chilotes pasaron a ser predominantes en número dentro de las organizaciones.
Este territorio fue desde sus inicios, y sobre todo durante la ultima mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, un espacio abierto a las voluntades fuertes y pioneras.  En este sentido, aquí cabría ampliar el concepto usual de "pionero".
Magallanes lleva el sello mítico y real, de haber sido una tierra forjada por pioneros, por gente osada que abrió caminos y horizontes, que emprendió proyectos y que con su trabajo, fueron los primeros en su actividad: así sin duda, fueron pioneros los comerciantes, industriales y empresarios chilenos y extranjeros de todo tipo y nacionalidad, que emigraron en busca de nuevos horizontes, muchos de ellos aventureros y audaces, que arriesgaron capital y esfuerzo con perseverancia y empeño; fueron también pioneros los obreros, agricultores y artesanos que se instalaron paulatinamente en la Patagonia, que trabajaron el campo y la ciudad, los bosques y las montañas, la pampa y el mar; así como fueron pioneras las mujeres que vinieron al extremo austral del mundo, acompañando a sus maridos, hermanos y parientes, y que forjaron hogares y familias.
Pero, además y sobre todo, cuando en la Patagonia y en Magallanes se habla de historia sindical, se está hablando también de una historia del trabajo, y el trabajo en Magallanes lo realizaron a lo largo de este siglo de historia, muchos chilenos y extranjeros inmigrantes: todos ellos contribuyeron mayoritariamente con su trabajo, con sus herramientas y su experiencia y sabiduría prácticas, con su empeño y esfuerzo, para que se desarrollen la ganadería, la industria y el comercio, en la medida en que ellos (o sus hijos y descendientes) fueron los obreros de los frigoríficos, de mar y playa, los ovejeros y los puesteros, los empleados de las oficinas y las industrias que hicieron funcionar los rodajes esenciales de las empresas regionales, generando el capital y la riqueza.
La conquista inicial de la Patagonia chilena, desde las costas del Estrecho de Magallanes, así como la fundación de Punta Arenas, fue obra de colonos y gente de trabajo, desde la expedición de la Goleta “Ancud” en adelante.
Los primeros chilotes llegados a Magallanes no trabajaron solos, sin embargo.  Aquí se encontraron con comerciantes, industriales y artesanos extranjeros emigrados: ingleses, escoceses, alemanes, eslavos en general, franceses, italianos y españoles, entre otras nacionalidades, quienes, al igual que los inmigrantes del sur de Chile, trajeron sus conocimientos, su experiencia, su sabiduría, sus estilos y disciplinas de trabajo, y juntos hicieron territorio y levantaron el progreso de Magallanes.
Es importante poner de relieve aquí que los inmigrantes del sur de Chile que descendieron hacia la Patagonia chilena y argentina, eran básicamente agricultores (de la papa y el trigo) y artesanos de la madera y la pesca, y hubieron de convertirse en ovejeros y ganaderos, lo que debe haber significado lentos y costosos procesos de adaptación y cambio de hábitos, costumbres, estilos y ritmos de trabajo.
En lo esencial, las sucesivas migraciones europeas y chilotas, además de otras regiones de Chile constituyeron la base humana, social y cultural que formó la población de Magallanes, con distintos grados y momentos de arraigo desde los últimos veinte años del siglo XIX y durante toda la primera mitad del siglo XX. 
Como se sabe, entre la década de los 60 y los 70 del siglo XIX se registran las primeras migraciones europeas, y con el aporte de la población chilena sureña fueron surgiendo y multiplicándose las primeras actividades económicas verdaderamente lucrativas: la agricultura y la crianza y caza de animales de pieles finas, así como el tráfico de pieles y la explotación del carbón y del oro en Tierra del Fuego, dieron paso desde 1876-1877 a la ganadería ovina la que adquirió rápidamente el carácter de extensiva, habida cuenta de los enormes campos disponibles, y a una multiplicidad de actividades industriales.
Las causas principales que explican las sucesivas migraciones europeas hacia la Patagonia son las sucesivas crisis económicas que azotaron al Viejo Continente, el atractivo que ejercían éstas tierras lejanas sobre quienes desearan aventuras, y la política de migraciones estimulada por los Gobiernos chilenos y argentinos en Europa desde mediados del siglo XIX. 
En Europa, "...se registraron graves crisis económicas originadas por la sobreproducción, es decir, por el lanzamiento al mercado de una cantidad de mercancías superior a la cantidad de compradores, que equivale a decir la capacidad adquisitiva de la población.  Estas crisis siguieron una pauta cíclica y ocurrieron en 1873, 1882-1884, 1890 y 1900-1901." ( ).
Los chilotes en cambio, llegaron en busca de trabajo, y  lo encontraron, pero su intención inicial no era radicarse.
Así, mientras los europeos llegaron y se arraigaron casi definitivamente en la zona, formando familias y construyendo su propio progreso, las migraciones chilotas se fueron realizando por lentas etapas sucesivas, en las que el varón viajaba a trabajar a las estancias magallánicas o de la Patagonia argentina, para después regresar cada año en invierno a Chiloé, proceso que se repetía en la temporada de esquila (noviembre a febrero), hasta que el emigrante-ovejero comenzaba a trasladarse y permanecer más tiempo en Punta Arenas o en Puerto Natales con su familia recién emigrada, o en muchos casos, formaba su familia en la zona.
Esta historia es también, una contribución a una historia del trabajo en Magallanes.
¿Cuál es el concepto de trabajo al cual se alude en esta historia?
Sin que sea necesario presentar una historia del concepto de trabajo, es necesario anotar que con el advenimiento de la Revolución Industrial y de la ciencia económica moderna, el concepto de trabajo vigente durante el medioevo quedó obsoleto: el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción produjo la disolución de los antiguos vínculos de sumisión del siervo a la tierra y al señor, separaron al trabajo de los medios de producción y subsistencia, extendieron el mercado como mecanismo central de regulación económica y social, y desplazaron la actividad económica desde la agricultura a la industria y de la vida en el campo a la vida urbana. 
A diferencia del siervo feudal, el obrero moderno, es un hombre libre, dueño de sí mismo y de su fuerza de trabajo.
A pesar de la oposición que se manifestaba entre los capitalistas y las clases llamadas proletarias, ambas clases sin embargo, formaban parte de un mismo universo económico y social, aunque cada uno de ellos esté situado en una posición diferente. 
El trabajo puede ser descrito como una actividad  mediante la cual los seres humanos despliegan conscientemente sus fuerzas creadoras transformando la naturaleza mediante la técnica, el conocimiento y la destreza, con el fin de obtener de ellas un producto, para la satisfacción de sus necesidades.
El trabajo sin embargo, no es una actividad homogénea, sino que por el contrario, se constituye en una inmensidad compleja y variada de actividades creativas y productivas, que evolucionan en el tiempo en función de la técnica y de los requerimientos del propio sistema económico.
El trabajo no es un mero despliegue de fuerza productiva, sino que debe ser entendido como una práctica integral, es decir, una actividad que involucra gran parte de las capacidades y potencialidades físicas, psicológicas e intelectuales del ser humano.
Lo que interesa principalmente a esta historia del trabajo en Magallanes, es el trabajo asalariado, es decir, aquella actividad productiva constitutiva de la riqueza capitalista, como consecuencia del excedente o plusvalía que se apropia el comprador de esa fuerza de trabajo.
El obrero, el empleado, el artesano, el gañán o el peón a que alude esta historia del trabajo, es un producto objetivo del capitalismo, de un modo de organización de la economía y de las relaciones sociales, basado en la utilización y explotación extensiva e intensiva de la fuerza de trabajo a cambio de una remuneración.  En el proceso del trabajo, el obrero o el trabajador en general, invierte una parte -siempre variable en proporción- de su energía y esfuerzo físicos, de actividad intelectual y psicológica, de motivación y de información.
El trabajo es una actividad a la vez, individual y social.  Es individual en la medida en que cada individuo ejecuta una tarea, una faena determinada la que forma parte de un sistema más o menos organizado de producción.    Pero, es social, en la medida en que generalmente, el individuo trabajador está inserto en un conjunto de individuos que ejecutan una serie establecida o una secuencia ordenada de actividades, todas interdependientes entre sí.  Es de esta colectividad que realiza un mismo tipo de trabajo, que produce un mismo tipo de productos, de donde surge a continuación el espíritu de cuerpo y la cohesión, así como una conciencia social común, la que resultará después en una organización que los agrupe.
Siempre dentro de este concepto, hemos de entender que el trabajo es una actividad consciente, racional, realizada por el trabajador, en el contexto de una unidad productiva o empresa y de un mercado económico.  Hablamos entonces del trabajo asalariado.  Durante todo el período comprendido en esta historia, el trabajo ha sido la fuente principal de la riqueza, habida cuenta el nivel general de desarrollo de la economía de Magallanes y del país.

Categorías y jerarquías
en el mundo del trabajo


El trabajo, como actividad humana racional, supone una organización, una estructuración de las actividades. 

En efecto, al interior de los lugares de trabajo, se estableció una relación social y una jerarquización propiamente laboral, que es importante caracterizar.  El centro de la relación laboral entre obreros y patrones es el trabajo, el que se mide en la forma de un salario o remuneración. 
Los obreros y trabajadores en general realizan con sus patrones una suerte de intercambio: ellos cambian su propia mercancía, es decir, su fuerza de trabajo, por una mercancía que está en poder de quién lo contrata, el patrón o empresario, mercancía que adquiere la forma de dinero, o sea, el salario o sueldo, intercambio que se efectúa guardando una cierta proporción: una determinada cantidad de dinero (es decir, de salario) por una determinada cantidad de tiempo de utilización de la fuerza de trabajo. 
De aquí resulta entonces que, en términos estrictamente económicos, el salario del obrero o del trabajador es el precio del trabajo, como se explica más adelante.
Por otra parte, al interior de la fuerza laboral, en un momento determinado de su evolución histórica, se va estableciendo una jerarquización, que es al mismo tiempo, división del trabajo por efecto de la propia organización del proceso productivo, y categorización según los tipos de faenas o trabajos específicos que cada individuo debe realizar al interior de dicho proceso.
De esta subdivisión de tareas y funciones, surgen las distintas categorías de trabajadores en el sistema económico moderno: primero, se caracterizan trabajadores urbanos y rurales ( ) según sea el ámbito geográfico donde el trabajo tiene lugar; más adelante, a medida que el proceso productivo se va complejizando, aparecen diversas categorías laborales al interior de cada sector productivo.
Desde fines del siglo XIX, y específicamente en Magallanes y la Patagonia, se comenzaron a constituir las diversas categorías por rama de actividad: mineros del carbón; gente de mar, que incluía a su vez varias sub-categorías, tanto de gente embarcada como de faenas portuarias; metalúrgicos, herreros, etc.; campesinos ( ); carreros; etc., y una creciente gama de empleados, vinculados a las actividades del comercio, la banca, los seguros, los servicios portuarios y aduaneros.
Durante los últimos decenios del siglo XIX y antes de 1910, además, existía la categoría de los “gañanes” y “peones”, las que representaban a aquellos obreros manuales sin calificación ni especialización, ocupados en faenas generalmente rudas y que exigían un gran esfuerzo físico. 
Ya a principios del siglo XX, en Magallanes y en la Patagonia en general, el “gañán” era un obrero de trabajos urbanos y el “peón” era el obrero sin calificación útil para las faenas en el campo.  El “gañán” podía efectuar numerosas faenas de gran exigencia física, tales como cargar y descargar a hombro, sacos, javas, barriles, cajones u otras cargas pesadas.  El “peón” por su parte, era ocupado en trabajos menores en las estancias, en la esquila, en los corrales, en el alambrado de campos, aunque siempre siguiendo las órdenes de un capataz o de un obrero o artesano más especializado.
Peones y gañanes, a medida que se incorporaban en faenas de mayor exigencia técnica, iban adquiriendo por experiencia conocimientos y sabiduría práctica, y con el tiempo se fueron sumando gradualmente a las categorías obreras más especializadas.  De las categorías de peón y gañán, surgirían más tarde los “jornaleros”, un tipo de obrero no especializado, que realizaba faenas de esfuerzo físico y al cual se le cancelaba su salario diaria o semanalmente. 
Como se ha mencionado, el trabajo se organiza de modos distintos según sea la naturaleza de la actividad económica en la que éste interviene.
¿Cómo se organizaba el trabajo en las estancias, en los frigoríficos, en los almacenes del comercio, en los bancos, en las explotaciones petrolíferas?   De esta organización del trabajo, como se apreciará en el relato, dependía mucho el ritmo de la actividad de los sindicatos, así como las demandas y reivindicaciones de los trabajadores sindicalizados.
Las faenas del campo (esquila y marca, principalmente) se organizaban en torno a un administrador general de la estancia, un capataz y a varios grupos o comparsas de ovejeros y esquiladores. 
Los puesteros generalmente vivían en la estancia y trabajaban con sus propios caballos y sus perros, siempre bajo las órdenes de un capataz, en el recorrido periódico de los campos, en el desplazamiento de los piños, entre los campos de verano (para el pastoreo) y los campos de invierno, y hacia los corrales para el baño y la esquila.
La estructura jerárquica y de categorías obreras en las estancias de Magallanes y la Patagonia durante todo el siglo XX, era en general la siguiente.
Hacia 1935, por ejemplo, las categorías de trabajadores del campo en las estancias magallánicas incluían esquiladores, velloneros, ovejeros de estancias, ovejeros puesteros, peones, campañistas, carretoneros, carreros y carreteros, lecheros, alambradores, panaderos, cocineros, cortadores de carne y mozos, según aparece en el respectivo Convenio para la Temporada de Trabajo de la Industria Ganadera de Magallanes.  Habían además en las estancias otras categorías de obreros, tales como los mecánicos, herreros, choferes, fogoneros, ayudantes de cocina y de mecánicos, herreros, carpinteros, carniceros, aprensadores y jardineros.
De este modo, las estancias y frigoríficos magallánicos trabajaban y aun hoy trabajan, una temporada intensa (esquila, enfardado, transporte y envasado) que abarcaba desde octubre a marzo, y una temporada larga e invernal de menor actividad, de abril a septiembre, en que las faenas eran rutinarias y de resguardo, lo que ocasionaba que los esquiladores y ovejeros regresaban a la ciudad o a sus regiones de origen.
En síntesis, la ganadería y los frigoríficos realizaban sus faenas en el espacio de 4 a 5 meses del año, lo que ocasionaba que el obrero dedicado a estas faenas debía contar con un salario promedio superior al de otras actividades industriales del país.  Este salario, en 1935 por ejemplo, equivalía a $ 367,50, del cual el obrero destinaba más de la mitad en alimentación, algo más del 15% en vivienda, un 5 % en vestuario, un 9% en leña y carbón, un 5% en luz y desagüe, 6% en atención médica, y un 3.8% en sus cotizaciones en el Seguro Obrero ( ).
En los frigoríficos, por otra parte, el trabajo se organizaba según las distintas actividades, dando origen a diversas secciones: de cocina, corrales, grasería, hielo, máquinas, matanza, menudencias, secadero de carnes y secadero de cueros, en las que podían encontrarse obreros calificados por sus faenas. 
Trabajaban allí entonces, distintas especialidades de obreros: cocineros, cafeteros, cortadores de carne, guardianes de noche, fogoneros, engrasadores, roldaneros, carretilleros cortadores de asaduras y lavadores de reses, bajadores, garreadores, degolladores, etc.
En las faenas madereras, que se realizaban fuera de las ciudades en pleno campo y bosques, en cambio, existían distintas categorías de obreros, tales como obreros madereros, toneleros, carroceros, leñeros, vigueros, rastreadores, mientras que las distintas industrias asociadas a la madera daban origen a carpinteros de construcción, carpinteros de ribera y carpinteros de mueblería.
En las oficinas comerciales y bancarias, el trabajo se organizaba por departamentos a cargo de un jefe o gerente, un conjunto de secretarias y los empleados dependientes.
En la ciudad, en cambio, en el sector de los panificadores, el trabajo se organizaba fundamentalmente en jornadas nocturnas.  Las diversas faenas daban origen a especialidades distintas: panaderos, maestros y repartidores.  En los talleres de zapatería, a su vez, como en la mayor parte de las actividades artesanales, un "maestro" considerado como profesional, trabajaba con una serie de operarios, ayudantes y aprendices.
Distintas eran las faenas en los muelles y en los barcos.
En los muelles (en Punta Arenas hubo tres, y hubo otros en Natales, Porvenir y en cada frigorífico) en cambio, el trabajo se organizaba en función de las exigencias, ritmos y tiempos de recalada de los barcos y las empresas navieras. 
Como en los demás puertos de la región, en Punta Arenas, desde la construcción del muelle Prat con sus respectivas gruas a principios de los años cincuenta y hasta 1979, los trabajadores portuarios se organizaban en cuadrillas de estibadores (8 en el muelle y 8 en cubierta) a cargo de un Capataz, además de los tarjadores.  Las faenas se realizaban al ritmo de la llegada de naves al puerto, en dos turnos generales: de 08.00 hs. de la mañana a 16.00 hs., y de 16.00 hs. a 23.00 hs. en que se paralizaban los trabajos. 
En el muelle, los estibadores preparaban las "lingas" con la carga, para ser izadas a los barcos por las grúas, carga que era estibada al interior de las bodegas por la otra cuadrilla.  Un "Jefe de cubierta" (empleado de la empresa armadora) dirigía las operaciones de carga y descarga, en coordinación con el contramaestre del barco y ejercía autoridad sobre el capataz de los estibadores.  Por lo tanto, para las faenas de carga y descarga, estiba y desestiba, la coordinación del Contramaestre del barco y el Capataz de los estibadores era fundamental.
A su vez, los respectivos sindicatos de estibadores controlaban al acceso a las faenas en los muelles, dando prioridad a sus afiliados.  Con el tiempo, los estibadores traspasaban una parte de su trabajo a otros obreros que recibían la mitad del salario respectivo (conocidos como "medios-pollos") y hasta éstos llegaron a su vez, a traspasar su mitad de trabajo a otros jornaleros (llamados "cuartos-pollos"), sistema mediante el cual los estibadores lograban incorporar a familiares y amigos.
El período más intenso de la actividad marítima y portuaria en Magallanes, era entre octubre y mayo, especialmente condicionadas por  el embarque de los productos de la ganadería y por el comercio de cabotaje.  En general, al igual que en las faenas ganaderas, y siempre en el período 1950-1979, es de notar la importante  y mayoritaria presencia de obreros estibadores de orígen o descendencia chilota y de Llanquihue, aunque llegaron también de otros puertos como Talcahuano y Valparaíso.
Entre los obreros embarcados, por su parte, existía otro régimen y otra organización del trabajo. A continuación de la línea jerárquica de oficiales mercantes (capitán, pilotos y pilotines), las naves mercantes tenían una dotación de obreros que recibían la denominación general de "marineros".  Estos tripulantes obedecían a un Contramaestre, bajo el cual había un cierto número de marineros, incluyendo el timonel. 
Entre los marineros se distinguía el personal de cámara (cocineros, mozos y panaderos), y el personal de máquinas (carboneros, fogoneros, mecánicos, el aguatero y los grueros).   A bordo y estando en puerto, los tripulantes tenían un régimen horario desde las 07.00 hs. de la mañana hasta las 11.00 hs., en que almorzaban, y en la tarde realizaban trabajos menores o podían salir a tierra.

Mundo obrero, mentalidades
 y vida cotidiana


Magallanes, así como el resto de la Patagonia, fue una tierra de síntesis porque fue tierra de inmigración.  Y lo que se reunió en este apartado territorio, fue una amalgama de tradiciones y costumbres generando mundos sociales y culturales distintos y a veces contrapuestos.

Esta historia habla de sindicatos, de pliegos de peticiones, de huelgas, pero en realidad, en el fondo mismo de la historia aquí relatada estamos hablando de seres humanos, de obreros, de hombres y mujeres humildes, sometidos a las duras y difíciles condiciones de vida del pueblo.
¿Cómo vivían esos obreros?
¿Cómo eran sus costumbres y vida cotidianas?
El modo de vida cotidiano, doméstico de los obreros y empleados de Magallanes durante el período aquí descrito, experimentó lentos cambios, pero es posible encontrar rasgos más o menos permanentes: hay un modo de vida típicamente magallánico, centrado en el hogar y bajo techo, muy influído por las tradiciones chilotas y europeas que aquí se asentaron.
La vivienda, las costumbres hogareñas y ritmo de vida cotidianos, la cocina popular, la vestimenta y los modos de diversión del mundo obrero y popular han dado fisonomía a las ciudades magallánicas y patagónicas.  Ciertamente la vida del obrero y su familia, entre fines del siglo XIX y los primeros decenios del siglo XX, estaba profundamente marcada por la inseguridad y la precariedad, pero aún en ese contexto, los trabajadores fueron llevando pequeñas mejorías a sus hogares, a medida que el tiempo iba transcurriendo.
Los barrios pobres, habitados mayoritariamente por inmigrantes chilotes, estaban ubicados en los bordes periféricos de las ciudades de la Patagonia.  Sectores tradicionales como el barrio Arturo Prat, Playa Norte, Río de la Mano o más tarde, la población 18 de Septiembre de Punta Arenas, el sector Chile Nuevo de Puerto Natales, el barrio Chileno de Río Gallegos o el barrio Austral de Río Grande (en la Patagonia argentina), presentaban todos el mismo aspecto: casas sencillas de un piso dotadas de comedor, cocina, uno o dos dormitorios, construídas en madera o forradas en zinc con pequeñas ventanas a la calle, pintadas de colores vivos, barrios con calles rectas de tierra y barro o empedradas, con un alumbrado escaso o inexistente.  Muchas de esas viviendas fueron levantadas sobre pilotes de troncos, por sus propios dueños.
La vivienda popular magallánica, incluía un amplio patio, donde junto a la siembra de verduras, podía encontrarse una leñera-carbonera, una carnicera exterior (con puerta de malla fina, para enfriar carne al aire) y hasta un gallinero (con gallinas, patos, gansos  y a veces, pavos), lo cual junto con reflejar las costumbres chilotas de sus moradores, hacía posible a la familia auto-abastecerse de carnes de ave, huevos y algunas verduras (papas, lechugas, ajos, acelgas, perejil...)
Las viviendas magallánicas y patagónicas fueron construidas principalmente en madera.  El hecho de contar con el recurso de bosques y maderas en estado natural en los alrededores de Punta Arenas y Puerto Natales, le permitió a las ciudades magallánicas un amplio desarrollo en las formas y sistemas constructivos, los cuales fueron traídos por los distintos grupos inmigrantes a la Patagonia: unos, desde Europa con sus estilos de viviendas con techos elevados (en madera o con ladrillos), y otros, desde Chiloé con una mano de obra muy experta en el trabajo con las maderas.
A su vez, el aspecto interior de las casas proletarias de Magallanes era sombrío (estaban pintadas o empapeladas), pero había en ellas una atmósfera cálida.  Un pasillo central comunicaba el comedor (que se encontraba junto a la puerta de entrada), con los dormitorios laterales y la cocina al fondo, con puerta de salida al patio.  Estas casas se alumbraron principalmente con velas, hasta que la luz eléctrica se generalizó en las ciudades, desde los años veinte en adelante.
 El centro de la vida doméstica popular en Magallanes, como en toda la Patagonia, era la cocina.  Generalmente más amplia que las demás piezas de la vivienda, de cielo raso en madera pintada y paredes empapeladas, la cocina magallánica contenía la estufa a leña y carbón (que permanecía encendida durante todo el día), una mesa y sillas en madera que servían como comedor diario, y hasta un sofá donde tomaban asiento (o dormían) los ocasionales visitantes.  El calor de la casa venía de la gran estufa de la cocina, y de algún calentador alimentado permanentemente con leña, en la pequeña sala de estar.
 El baño estaba provisto de una tina de latón, de jarrones y fuentes enlozadas o en loza para el agua caliente, y a falta de alcantarillado, como sucedió en los hogares modestos hasta los años treinta y cuarenta, los desechos domésticos se acumulaban en barriles de madera que el "Servicio de Abrómicos" de la Municipalidad, retiraba semanalmente en carros tirados a caballo.
 En la casa popular magallánica y patagónica, gobernaba la mujer. 
La sabiduría doméstica y popular de la familia, se transmitía de madre a hija, de abuela a nieta y de suegra a nuera.  De fuertes tradiciones chilotas, la mujer realizaba la casi totalidad de las labores domésticas: cocinaba, lavaba, planchaba, preparaba el pan, y aprovechaba sus ratos de descanso para tejer y bordar, sin contar con las tareas de los hijos y el cuidado de su salud. En ocasiones, acompañaba al hombre en el trabajo de la siembra de su huerta. En los hogares proletarios de Magallanes, las mujeres se ocupaban en tejer frazadas y mantas de colorida lana, se bordaban manteles, cortinas y esterillas, y en los meses de verano o durante el embarazo, acostumbraban a bordar y tejer prendas para el futuro retoño.
 En estos hogares populares, se lavaba a mano y en tabla (con jabón azul "Sunlight" y "Lavandina") y la ropa era planchada con planchas de fierro o de carbón, y la mujer cosía y reparaba las prendas gastadas de su esposo o sus hijos, mientras el varón o el hijo mayor se ocupaban de picar la leña (que venía en trozos o en rajones).
 La cocina popular magallánica se formó con la triple influencia chilota, patagónica y europea. 
En los hogares más pobres, la alimentación giraba alrededor de la carne de capón o cordero, papas, legumbres, pescado y mariscos.  El plato típico principal de los pobres en Magallanes siempre fue el asado de cordero o capón (fuertemente condimentado) acompañado de papas y lechugas, aunque también lo fueron a mediados del siglo XX, el puchero, el plato de porotos con tallarines (o "con riendas" como se conoce popularmente) proveniente de la zona central, la cazuela de luche (luche, papas y costillas de cordero), el curanto en olla o el charquicán de cochayuyo, provenientes de la dieta del sur de Chile.
Ello explica porqué el "problema de la carne barata" preocupó tan hondamente a los sindicatos obreros en los años treinta, cuarenta y cincuenta: habían razones económicas (su precio reducido) y costumbres culturales (en el campo en Chiloé y en las estancias, se consumía abundante carne de cordero y capón, como que las chuletas formaban parte de la comida diaria de los obreros). 
Las verduras y frutas frescas eran escasas y costosas, por lo que se fue haciendo una costumbre cocinar con productos vegetales enlatados, a veces provenientes del extranjero.
En los hogares pobres se tomaba café (de trigo o de cebada) y té en infusión, pero la bebida popular por excelencia fue la yerba mate, una costumbre proveniente a la vez de Chiloé y de las estancias argentinas de la pampa patagónica. En casa, y siguiendo una costumbre antigua las mujeres preparaban mermeladas (de calafate y ruibarbo) para el consumo familiar. Con el tiempo, los hogares populares incorporaron al desayuno el "porridge" (avena hervida en leche con azúcar), componente alimenticio traído por los inmigrantes ingleses, que se incorporó en la dieta que se entregaba en las estancias a los obreros, como quedó estipulado en un Convenio Ganadero de los años treinta.
La vestimenta popular era simple, sobria y de colores oscuros. Para ciertas ocasiones especiales (casamientos, velorios, actos públicos, Fiestas Patrias y para la "foto familiar"), por ejemplo, hacia principios del siglo XX, el hombre vestía un traje de tres piezas con chaleco abotonado, camisa blanca con corbatín de palomita, al igual como eran vestidos los hijos varones, mientras la esposa llevaba un vestido largo oscuro, blusa de lino blanco sobre la que iba una mantilla bordada, todo lo cual daba un aspecto de sobria dignidad y austeridad. 
Aquí, modestas costureras y modistas, cuando no la propia dueña de casa, cosían y remendaban la ropa de la familia, pero también era tradicional entre los obreros urbanos, encargar y vestir a lo menos un traje nuevo al año, ya sea para las Fiestas Patrias o a fin de año. 
Esto sucedía con frecuencia también, cuando los obreros "bajaban" desde las estancias, al término de la temporada de esquila: muchos de ellos destinaban una parte de su paga para hacerse un traje a la medida o un abrigo, imitando la moda de los citadinos burgueses, sin contar con que el resto del salario, podía desaparecer en una o varias noches de juerga en bares, cantinas y prostíbulos.
El calzado del pueblo duraba varias temporadas en Magallanes, debido a que había numerosos talleres de zapateros (que fabricaban o remendaban) especialmente las imprescindibles botas de cuero.
En las estancias se generalizó entre los obreros, el pantalón bombacho, la chaqueta de cuero, la manta de castilla (de color negro) para el invierno y el gorro de lana tejida y la boina, traída por los españoles y portugueses.  La boina vasca era tradicional entre los varones en el campo y en la ciudad, hasta que se generalizó el sombrero alón, hacia los años treinta y cuarenta.
Como es posible suponer, el mundo social del pueblo, y de los obreros en particular, era muy limitado.  Las celebraciones domésticas más concurridas eran, por cierto, los casamientos y los bautizos, donde las familias invitadas aportaban comidas preparadas, tortas, galletas de avena o de miel y queques.   También fueron importantes las celebraciones religiosas como las procesiones, entre las cuales una de las más importantes, era la procesión de barcos de pescadores por la bahía para el día de San Pedro, tradición llegada a Magallanes a mediados del siglo XX y donde se manifestaban a la vez, la religiosidad popular y muchas costumbres cotidianas de los inmigrantes chilotes y sureños.
Mientras la vida del barrio giraba en torno al almacén y la carnicería, que eran frecuentemente un mismo establecimiento, el lugar principal de entretención y pasatiempo de los obreros era el bar.  Allí se bebía abundante vino chileno y aguardiente y se jugaba ruidosamente al truco, a la brisca y al cacho.  De hecho, el problema del consumo de alcohol entre los obreros y su solución mediante la educación, es una de las grandes causas  que motivaron a las Sociedades de Resistencia y los sindicatos, en los primeros cincuenta años de esta historia sindical.
Hacia los años veinte y treinta, se incorporó el "biógrafo" (el cine) a la vida social de los obreros.  La función dominical del biógrafo reunía a la familia obrera, en el teatro "Libertad" de Puerto Natales, en el teatro "Regeneración" o en el "Politeama" de Punta Arenas, mientras en los años de la Federación Obrera se daban veladas literarias y artísticas y se exhibían películas mudas. A su vez, en los años cuarenta y cincuenta comenzaron a generalizarse los aparatos de radio en los hogares populares, por lo que los obreros en las estancias o en la ciudad escuchaban frecuente y diariamente radio, en especial en las tardes y noches, para informarse de las noticias, oir música y sobre todo, para recibir los "mensajes".
Del mismo modo, como el nivel cultural de los obreros era mínimo, su educación fue principalmente producto de un esfuerzo autodidacta o algunos de ellos asistieron a la Escuela Nocturna Popular, por lo que toda la formación intelectual de estos sectores populares fue una tarea ingente que asumieron las organizaciones obreras e incluso algunas mutuales. 
El obrero en Magallanes en los primeros veinte o treinta años del siglo XX era analfabeto o tenía escasa instrucción básica, al igual que el "gañán" de 1890, de manera que los que aprendieron a leer lo hicieron a través de varios meses y años de dedicación personal: muchos de esos trabajadores debieron salir de su hogar a trabajar desde muy jóvenes, de manera que su interés en la lectura (diarios, volantes y libros) surgió más tarde, a través del contacto con otros obreros más instruídos.  Aquí, una vez más, el sindicato sirvió como aliciente y como medio social propicio para estimular la educación popular.

Sindicatos
 y sociedad magallánica


Los sindicatos en un territorio tan alejado de los centros vitales del mundo como era Magallanes -al igual que en cualquier rincón del planeta- surgieron del trabajo y de la necesidad.

 Magallanes y toda la Patagonia eran la última frontera, la frontera austral del mundo.
Desde un punto de vista social, el Territorio de Magallanes en su primer siglo de historia, funcionaba casi como un "far-west", un lejano sur salvaje e indómito, y donde la ley se imponía con rigurosa mano dura (como ocurrió ante el motín de los Artilleros o las violencias inauditas de Cambiazo), o donde cada uno tenía que armarse de valor y de perseverancia, para defender sus propios derechos atropellados.
La organización social y sindical es un aprendizaje lento y difícil.  El sindicato surge como resultado de la necesidad y de la utilidad, es decir, se constituye allí y cuando los trabajadores comprenden la necesidad de coaligarse para promover sus intereses y actuar en la escena social, y se integran en él en la medida en que lo perciben como una organización eficaz, es decir, como una herramienta útil para realizar sus intereses y aspiraciones. 
Desde este punto de vista de su función social, el sindicato es una herramienta, y en cuanto herramienta, sus formas de acción son amplias, variadas y flexibles, pudiendo ir desde la demanda, la propuesta, el lobby, el petitorio y la comunicación escrita, pasando por las distintas formas de presión pública (mitines, manifestaciones), de disminución del ritmo e intensidad y productividad del trabajo, hasta las formas clásicas de paralización o huelga: la huelga reivindicativa, la huelga solidaria y la huelga política.  En Magallanes se han ensayado históricamente todas éstas formas de acción sindical.
Además, como la experiencia histórica lo ha mostrado el concepto de sindicato ha ido evolucionando en el tiempo en esta región.  La idea inicial de "sindicatos por empresas" o por rama de actividad (que surge con la Federación Obrera de 1911) se transformó lentamente en los llamados "sindicatos obreros" y los "gremios de empleados" (característicos de los años treinta y cuarenta), para dar paso después de 1953, al concepto de "sindicatos únicos" en el que se reunían empleados, profesionales y obreros.
Del mismo modo, en el período de este estudio, hubo "sindicalismo reivindicativo", en el sentido de ser portador de ciertas demandas económicas y sociales precisas y focalizadas, y también hubo "sindicalismo propositivo", que fue aquel de ciertos sindicatos y organizaciones que, trascendiendo el economicismo inmediato de sus demandas, propusieron tareas, proyectos e iniciativas orientadas al desarrollo de la región. 
En particular, este sindicalismo propositivo, característico de los años sesenta y setenta del siglo XX, implicaba una "visión de región" y también necesariamente una "visión de país", como fue el caso de los obreros ganaderos (con sus propuestas de subdivisión de las tierras, reforma agraria y eliminación del latifundio), del gremio del Magisterio (con sus proposiciones acerca de la reforma de la educación nacional), y del gremio de los petrolíferos (con sus Comisiones Técnicas de donde surgieron conceptos como la "independencia energética" del país, la "defensa del petróleo para Chile" frente a las tentativas privatizadoras, la "integración vertical de la industria petrolera chilena" y la expansión de los sistemas estatales de distribución de los combustibles).
Pero, ¿cómo surgen los sindicatos en la historia social de Magallanes?.
Los obreros llegados a Magallanes inicialmente (es decir, en los treinta últimos años del siglo XIX) sólo se contrataban y trabajaban, pero a medida que su experiencia se lo indicaba, sintieron la necesidad de unirse con quienes vivían su misma realidad, cuando comprendían que sus intereses sólo serían defendidos por ellos mismos y nadie más. 
Es necesario tomar en cuenta además que, por lo menos antes de 1920, la relación laboral y contractual "obrero-patrón" no estaba regulada en Chile por leyes sociales claras, de manera que las condiciones de trabajo estaban ampliamente sometidas al arbitrio, a la improvisación y a las condiciones particulares de cada zona y de cada empresa.
¿En qué momento es posible descifrar la existencia de una "clase obrera" -en el sentido clásico del término- en Magallanes?
   Se trató de un lento proceso de incubación, que abarcó los primeros veinte años del siglo XX y que culmina con la experiencia de la Federación Obrera.  Hubo "clase obrera" en Magallanes, desde el momento en que números cada vez más grandes de trabajadores se vincularon a determinadas faenas, en que esos trabajadores se fueron organizando en sociedades, gremios y sindicatos y sus federaciones y en que -como colectivo- fueron tomando conciencia de su condición social y económica, es decir, cuando se vieron a sí mismos como clase y cuando se formaron su propia visión de mundo.
Se trata de un proceso lento en el tiempo que se desarrolla tanto en las mentes de los individuos como en el sentido colectivo que van adquiriendo, a medida que descubren y se descubren intereses, ideales y aspiraciones comunes.
El hecho objetivo es que la formación de las organizaciones mutuales, de resistencia y los sindicatos no surgen desde una ideología importada y tratada de aplicar, ni se crean espontáneamente por el arte de magia de un líder, por más ilustrado o experto que éste sea, sino que constituyen la expresión organizada de una lenta y difícil maduración individual y colectiva de las conciencias y las voluntades.
En Magallanes los obreros y más tarde los empleados y otros trabajadores, formaron sindicatos y otras organizaciones, porque sus derechos conculcados no serían protegidos ni defendidos por los patrones o las autoridades, sino porque ellos mismos comprendieron, que sus derechos y sus demandas, intereses y aspiraciones, debían ser promovidos por ellos mismos.  Pero también hubo empresas como ENAP, en la que la relación entre los jefes y los trabajadores fue muy cercana y "horizontal" (sobre todo en los campamentos), lo que dio orígen a una "cultura corporativa petrolera" a la que todos adhirieron, y en la que el sindicato no fue más que un catalizador y un portador necesario de demandas, de iniciativas comunes y de propuestas.
Hay que subrayar aquí, que la formación de las organizaciones obreras en Magallanes, siguió una trayectoria similar a la de las entidades obreras de la Patagonia y del resto de Chile: en una primera etapa, se crearon sindicatos por actividad (ovejeros, frigoríficos, mar y playa, mineros, etc.), y en una segunda fase, se constituyeron las uniones, federaciones o centrales que agrupaban a dichos sindicatos.  Esta es una tendencia que se observa a lo largo de todo el período considerado en esta historia.
A medida que se iban formando y fortaleciendo, y que ganaban presencia en la opinión pública local, los sindicatos se fueron integrando gradualmente en la vida social y política de Magallanes, especialmente después de 1913, aportando su visión particular de la sociedad, y poniendo en el tapete del debate público muchos problemas y necesidades que formaban la por aquel entonces llamada "cuestión social".
Los sociedades, gremios y sindicatos, y las organizaciones que los agrupaban, además, establecieron relaciones diversas con las entidades gubernamentales, autoridades e instituciones, las que fueron receptáculo dfe sus petitorios y memoriales.  Es el caso de la Junta de Alcaldes y posterior Municipalidad, pero también la Gobernación y las propias entidades empresariales, las que recibieron sus propuestas, proyectos, demandas y reivindicaciones.
La Federación Obrera de Magallanes, la Confederación de Trabajadores (CTCH) y la Central Unica, así como algunos de sus principales gremios y sindicatos afiliados, se relacionaron estrechamente con entidades públicas y privadas, instituciones gubernamentales, autoridades y partidos políticos, tejiendo alrededor suyo -como se verá a lo largo del relato- una red amplia y compleja de intercambios y de vínculos.
Además, los sindicatos y sobre todo las federaciones que los agrupaban, en la primera mitad del siglo XX, pusieron un especial énfasis en la actividad artística y literaria, y en la creación y difusión de su propia prensa.   La historia de la prensa obrera regional y local, es uno de los aspectos más ricos, variados e interesantes que muestra el sindicalismo magallánico.
 Muy frecuentemente, la rica y variada historia, profunda y cotidiana de cada sindicato, de cada organización obrera, se encuentra escrita en sus simples diarios, en sus modestos periódicos, elaborados por improvisados redactores y corresponsales.
Especialmente desde la época de la Federación Obrera hacia delante, los diarios, boletines, manifiestos y otras publicaciones impresas, dieron vida a la difusión de sus demandas e intereses, y por eso es necesario destacar que a través de los periódicos obreros y de la prensa escrita en general, es posible hoy seguir en todos sus detalles la trayectoria de los movimientos, federaciones y sindicatos de Magallanes, a través del tiempo.
Otro aspecto significativo de la labor sindical en Magallanes, es la amplitud y alcance social de las demandas y reivindicaciones de los sindicatos y federaciones. 
En efecto, y como lo muestra especialmente la historia sindical de la primera mitad del siglo XX, a medida que los sindicatos obreros fueron integrándose y formando parte de la vida social y política de la sociedad magallánica, sus demandas no sólo hacían referencia a sus necesidades y carencias grupales, sino que muy frecuentemente asumieron y tomaron en sus manos las amplias aspiraciones, peticiones y propuestas del conjunto de los trabajadores, y también de toda la población de la región.
De este modo, al asumir como propias las demandas colectivas regionales y locales, muchas organizaciones sindicales y obreras aquí formadas, adquirieron un tono específicamente magallánico y patagónico y un sentido fuertemente regionalista, que las distingue -por ejemplo- de los movimientos sindicales de la capital. 
Hay un regionalismo cada vez más evidente en el sindicalismo magallánico, pero también es posible percibir otras corrientes de ideas, las que atraviesan la sociedad magallánica y los movimientos obreros, en una compleja mezcla de ideas, de creencias, de influencias exteriores  (provenientes del centro del país y del extranjero) y de aprendizajes locales frutos de la lenta maduración de la experiencia y del estudio autodidacta.  Salvo en contadas ocasiones, nuestros dirigentes obreros y sindicales magallánicos no eran "expertos con escuela", ni tenían una formación ideológica avanzada, sino que más bien fue la dura experiencia de la escuela de la vida y de las luchas, la que les hizo aprender.
En síntesis, el regionalismo (como manera de ver el mundo, y como sentimiento de defensa de la condición regional de los individuos y los grupos), debe ser comprendido como un ingrediente constitutivo absolutamente integrado en las aspiraciones, intereses y reivindicaciones de los movimientos obreros de Magallanes.
Los sindicatos magallánicos, además, desarrollaron una activa y creciente vinculación con los poderes públicos, mostrando un interés siempre presente en torno a los principales problemas sociales, económicos y políticos de la región e incluso del país.  Muchas autoridades recibieron sus delegaciones y respondieron a sus memoriales, y hubo toda una generación de parlamentarios que se hicieron eco de sus aspiraciones y demandas (como Alfredo Hernández, Exequiel González Madariaga, Ernesto Guajardo Gómez, Salvador Allende, Carlos González Yaksic, Luis Godoy Gómez, Alfredo Lorca Valencia y otros), presentando sus peticiones ante las autoridades o representando sus intereses en el Congreso Nacional.
Pero, además de este "regionalismo transversal", notorio entre las demandas sindicales ya desde los años veinte, hay un "universalismo" expresado en las cuatro grandes corrientes que subyacen en las profundidades ideológicas e intelectuales de los movimientos obreros magallánicos: anarquistas, socialistas, comunistas y social-cristianas, como se analiza a continuación.

La evolución de las ideas 
en el mundo obrero


En la evolución ideológica e intelectual de los movimientos sindicales de Magallanes, pueden distinguirse en general, dos grandes fases históricas: en una primera etapa (la de las mutuales y de las sociedades de resistencia) se "disputaban" la influencia entre los trabajadores del Territorio, las ideas anarquistas y las creencias socialistas, fase que es claramente observable  a través de la Federación Obrera hasta el desastre de 1920; y una segunda etapa, que abarca desde 1920 hasta 1960 aproximadamente y que culmina en 1973, y que estuvo caracterizada por la doble y poderosa hegemonía e influencia ejercida por socialistas y comunistas en los organismos de extracción obrera, por la declinación y desaparición de las corrientes anarquistas, y por un lento surgimiento de las influencias social-cristianas y social-demócratas, especialmente en los sectores sindicales de clase media, técnicos y profesionales.

La primera expresión de ideas de los obreros en Magallanes, se encuentra en el mutualismo.
El nacimiento de las mutuales, o sociedades de ayuda mutua, o de ayuda  recíproca, o de socorros mutuos, o de protección recíproca, se pierde en la prehistoria.
      Es decir que en la historia no escrita, la que se conoce por medio de informaciones, signos, leyendas, comentarios que se han transmitido de 
generación en generación.
      
El mutualismo como institución, es el sistema social más antiguo conocido en el mundo, ampliamente practicado por las comunidades. Señalamos en forma sintética, entre otros, los siguientes acontecimientos: Tres mil años antes de Cristo, existían agrupamientos en las márgenes del río Nilo (gran río de África, célebre en la historia por las  civilizaciones) que habían establecido sistemas de protección mutua. Funcionaban para casos de inundación y otras catástrofes climáticas.

En Palestina (territorio de Asia en la costa occidental del continente, que limita al oeste con el mar Mediterráneo) se registra el Tratado de Bava-Cama sobre asociaciones de mercaderes que mutuamente se juntaban para proteger sus caravanas y prestarse auxilio.
Los colegios romanos (Italia), tenían una organización interna libre, sin más límites respecto del Derecho Público. Los Emperadores no podían inmiscuirse en su administración o vida interna. Los estatutos u ordenanzas eran establecidos por los mismos colegios, y enunciaban los fundamentos de la organización, régimen de gobierno, relaciones de confraternidad y los días de banquetes o fiestas.
Estos colegios contaban con órganos de gobierno similares a los que conocemos actualmente en las mutuales: comisión directiva; y tenían como  misión defender los intereses societarios, controlar la administración y las prestaciones que se efectuaban.
 
A su vez, existían en Grecia asociaciones de amigos que practicaban la mutualidad y tenían como objetivo el socorro recíproco de sus miembros  para los casos de necesidad. Las "hetairas" griegas eran también asociaciones que prestaban ayuda a sus integrantes en caso de indigencia o  enfermedad.

Según Teofrasto de Lesbos (filósofo) griego que frecuentó las escuelas de Platón y Aristóteles) cuyos conocimientos abarcaban todas las ciencias, las mencionadas asociaciones se conocieron antes de la Era Cristiana.
En la Edad Media se hicieron famosas en la antigua Germania (hoy Alemania) y en el norte de Italia, las Guildas, asociaciones de tipo y característica mutual.  También en la Edad Media se conocieron en España los montepíos, entidades de tipo mutual que prestaban socorro a viudas y huérfanos. Y en Francia e Italia -hacia el siglo XV- alcanzaron relevancia las sociedades de socorros mutuos, constituidas por trabajadores de un mismo gremio.
El mutualismo en Magallanes, como se verá a lo largo de este relato histórico, se encuentra en las bases fundacionales de los movimientos obreros y sindicales, pero siguió una trayectoria distinta y paralela.
El mundo obrero y las distintas organizaciones sindicales que le dieron expresión, fueron permeables a los distintos procesos intelectuales y culturales que atravesaron la sociedad magallánica en sus distintas etapas históricas.
Como llevamos dicho, hubo entre 1893 y 1920-30 una fuerte influencia anarquista y del socialismo científico.  El anarquismo fue traído inicialmente por emigrantes españoles y franceses, entre otros, tales como Gregorio Iriarte y los redactores del diario "El Trabajo" de la F.O.M., la cual se difundió a través de la prensa obrera, y de la literatura que circulaba entre los obreros más instruídos (los libros de Bakunin y Kropotkin se encontraban en la biblioteca de la Federación Obrera).
Una de las diferencias fundamentales entre el anarco-sindicalismo y las doctrinas socialistas, reside en que mientras para aquella, la huelga no es más que un paso, una etapa en la lucha contra el capital, la que culmina en la "acción directa", para los sindicalistas socialistas la huelga es la etapa superior de la lucha de los obreros y campesinos.
El movimiento anarquista del siglo XIX se inscribe en una tradición política e intelectual antigua, que aparece marcada a la vez por la reivindicación de la independencia y la libertad del individuo negándose al orden socio-político impuesto y vigente, y por la afirmación de que los grupos humanos son capaces de organizarse en forma autónoma según sus deseos y voluntad fuera o al margen de la autoridad política.
Por lo tanto, para el anarquismo la "cuestión social" consistía no solamente en negar al Estado burgués, sino sobre todo en considerar a los individuos y a los grupos como actores dotados ellos mismos de la capacidad para engendrar otra forma de organización social: "ni Dios ni amo" (el slogan más frecuente de los anarquistas), significaba precisamente que ningún principio superior podía sobreponerse a la libertad, por lo que gran parte de la orientación que guía a los grupos y militantes anarquistas entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, es la lucha anti-autoritaria, donde quiera que se encuentre dicha autoridad.  De aquí también sus profundas diferencias con el socialismo.
Los principales autores de las diferentes corrientes del anarquismo eran conocidos de los dirigentes obreros de principios del siglo en Magallanes: P-J. Proudhon, Toltoi, M. Kropotkin, Malatesta y M. Bakunin eran leídos a través de los libros, revistas y en los propios artículos de la prensa obrera regional.
El anarquismo se orientaba por la idea de proponer una perspectiva de emancipación sin construir una política (que es lo que explica que en la Patagonia se hayan formado sociedades de resistencia y gremios de inspiración anarquista, pero no así partidos anarquistas), y por el propósito de considerar la "cuestión social" como algo que la misma sociedad debía resolver.  Lo que hace entonces el ideario anarquista es rechazar las instituciones (Estado, ley, religión) que la sociedad se da, en nombre de la primacía de la libertad, al mismo tiempo que denunciaba el autoritarismo, sea socialista o de otros tipos, que se proponen liberar al ser humano pero en realidad comienzan por controlarlo en nombre de la eficacia económica o del sentido de la Historia.  Para los anarquistas eran los propios obreros los que debían liberarse de sus cadenas y para alcanzar esa libertad, no necesitaban ni de partido ni de estructuras de poder.
De este modo, el anarquismo en cuanto ideario libertario, fue menos una doctrina y más bien se desarrolló entre los obreros y artesanos de Magallanes como un estado de ánimo, y como una práctica cotidiana de reflexión y práctica social, que se encontraba relacionada con ciertas formas de cultura literaria y artística.
El anarco-sindicalismo se arraigó en Magallanes y en toda la Patagonia, desde los años 80 del siglo XIX y perduró hasta los años 30 del siglo XX, a través de numerosos inmigrantes europeos que fueron sus portadores, adalides y pioneros (entre los cuales destacan Gregorio Iriarte, Antonio Soto Canalejo y Miguel Angel León, entre otros), y posteriormente, en el sindicalismo obrero de las estancias de Ultima Esperanza y de una abundante literatura difundida de mano en mano.
EL anarco-sindicalisimo es un medio de organización y un metodo de lucha y de accion directa de los trabajadores que tiene sus raices en los postulados de la Primera Internacional de los Trabajadores y en los del sindicalismo revolucionario.
Se inspira en fuentes esencialmente federalistas y anarquistas y, con neta actuacion revolucionaria y clara orientacion libertaria en la practica. Tiende constantemente a conquistar las maximas mejoras, en todos sentidos. Para la clase obrera, con miras a su integral emancipacion, la supresion de todo genero de explotacion y de opresión del hombre por su semejante o por una institucion cualquiera, y al mismo tiempo lucha por la abolicion de todo capitalismo y de toda forma de Estado.
Opuesto irreductiblemente a los sistemas sociales y politicos actualmente imperantes, propugna por la transformacion radical de las sociedades y regimenes en ellos asentados y por la instauracion de un medio social de convivencia humana basado en los principios del socialismo libertario.
El anarcosindicalismo no es una doctrina ni una filosofia. Su contenido teorico lo extrae del socialismo humanista y principalmente del anarquismo, en cuyos postulados de defensa integral de la personalidad humana, de la libertad, de solidaridad, de apoyo mutual y de asociacion voluntaria y federativa, halla su mas solido fundamento.
El anarcosindicalismo, dentro del movimiento obrero moderno, constituye una corriente sindical absolutamente independiente, de acusadas caracteristicas propias, lo mismo por su contenido basico que por su forma de organizacion y su desenvolvimiento funcional, exento de todo centralismo y de toda burocracia.   Tiene siempre en cuenta a personalidad del afiliado y le estimula su participacion en la vida sindical. Respeta la autonomía de las secciones, de los sindicatos, de las federaciones y confederaciones. Se singulariza tambien por los metodos de accion directa que emplea, por su dinámica y estrategia de lucha y por su orientacion social y finalista. Otro de sus rasgos distintivos inconfundibles es su rechazo de toda colaboracion de clases, de todo compromiso con el capitalismo o con el Estado, aun en noinbre del "interes nacional": de toda participacion o intervencion en organismo alguno mixto o oficial dependiente del gobierno o del patronato: de los arbitrajes y legalismos y de toda especie de intermediarios en las contiendas sociales cotidianas. El anarcosindicalismo, considerandose en lucha permanente y sin tregua contra el sistema que combate y se propone abolir, rehusa todo cuanto limite, coarte e interfiera su libertad de acción su posición se halla siempre a la vanguardia de la lucha social y las reivindicaciones de los trabajadores.
Los anarquistas llegados a Magallanes (generalmente artesanos u obreros especializados con alguna educación intelectual) contribuyeron a la formación de las primeras Sociedades Obreras de Resistencia y, después de la formación de la Federación Obrera (1911), trabajaron en crear la prensa obrera y los primeros gremios y sindicatos.  De hecho la Federación Obrera de Magallanes se definía a sí misma, hacia 1920 como se verá, como una sociedad obrera de resistencia, reflejando las influencias anarquistas que caracterizaban a su dirigencia en ese entonces.
 Las dos tendencias anarquistas, la llamada "tolstoiana" y la "bakuninista" (por sus promotores teóricos más relevantes, León Tolstoi y Mikhail Bakunin) se personificaron en personajes obreros o ligados al obrerismo magallánico.
Al interior del sindicalismo magallánico y de la historia social de este territorio, hay también una fuerte tradición socialista.  
El socialismo llegó como idea a estos parajes lejanos, en los barcos de los inmigrantes europeos de fines del siglo XIX, que ya habían conocido y leído las obras de Marx y sus primeros intérpretes (Jules Guesde y Paul Lafargue, éste último yerno del propio Marx) y que trajeron españoles e italianos, cuando no algunos franceses, suizos y belgas, recogiendo las experiencias de las revoluciones europeas de 1830 y 1848.
El socialismo de fines del siglo XIX, encontró en los primeros treinta años del siglo XX en Magallanes, un terreno social fértil en los numerosos obreros de procedencia chilota, al infundir en ellos el concepto de igualdad y justicia social, al desarrollar un tipo de organización sindical cada vez más vinculado e interdependiente con los partidos de izquierda tradicionales, y al promover un rol cada vez más activo del Estado en el proceso económico.
Aún asi, con toda la fuerte orientación colectivista y estatista que adquieren los sindicalistas magallánicos dirigidos por obreros socialistas -sobre todo cuando toman contacto con las teorías de V.I.Lenin y de J. Stalin en los años cuarenta y cincuenta- no debe dejar de sorprender que la gran aspiración de los obreros de las estancias, desde los años veinte y hasta la década de los sesenta, haya sido la propiedad individual de una pequeña parcela de tierra...en definitiva, el viejo y profundo resabio de la idiosincracia chilota.
Al mismo tiempo, hay que observar la paulatina radicalización del discurso y del lenguaje de los dirigentes sindicales, fenómeno que resulta cada vez más evidente a partir de 1953, pero que se hace muy notorio desde mediados de la década de los años sesenta hasta 1973.
En síntesis, el mundo de los trabajadores de Magallanes se alimenta de un tronco común obrerista y mutualista, y se constituye como movimiento obrero y sindical en el encuentro y en el conflicto entre el anarquismo y el socialismo.  Pero, a partir de estas dos fuentes doctrinales primigenias, el sindicalismo magallánico fue abriéndose a nuevas influencias ideológicas.
Paralelamente a las influencias anarquistas y socialistas, ya desde la segunda década del siglo XX, es posible percibir el surgimiento de tendencias del obrerismo o sindicalismo "puro", más tarde denominado "gremialismo".
Los obreristas o sindicalistas puros, tanto entre los obreros como en los empleados, postulaban y practicaban una acción sindical separada y alejada de los partidos políticos y limitada al ámbito de los problemas del propio sindicato. 
Ellos consideraban que los gremios y sindicatos debían limitarse estrictamente a plantear y lograr la solución a las demandas y necesidades económicas, sociales y culturales de los trabajadores, sin traspasar al límite hacia el protagonismo o la propuesta política.
El enfoque obrerista o gremialista de las relaciones entre el capital y el trabajo, era de conciliación y de diálogo, por lo que confrontados a los conflictos y al recurso de la huelga, tendían a oponerse a llegar a esta herramienta de acción, salvo en circunstancias extremas.   En los orígenes intelectuales del gremialismo obrerista hay que descifrar, entre otros factores, alguna influencia de las ideas masónicas, del racionalismo ateo y de las doctrinas liberales.
Este era tanto un sindicalismo a-político como un apoliticismo gremial, subrayando que las esferas de acción del gremio o sindicato y del partido político eran distintas e incluso, contrapuestas.  Hubo sindicalistas "a-políticos o gremialistas" en todos los sectores del mundo sindical magallánico, desde los sindicatos ganaderos, hasta los sindicatos petroleros, pasando por los gremios de empleados y funcionarios.
Los sindicalistas puros o gremialistas, al igual que los anarquistas -siempre minoritarios dentro del mundo sindical magallánico y patagónico- no tendieron a la creación de organismos paralelos, sino que prefirieron permanecer al interior de las organizaciones existentes.
Hay que notar que las tendencias regionalistas que se formaron en el escenario político magallánico (hacia los años treinta y cuarenta del siglo XX) no plasmaron en corrientes sindicalistas, aunque encontraron coincidencias muy frecuentemente con los gremialistas a-políticos.
Desde el punto de vista político, debe reconocerse que el gremialismo a-político (respaldado en algunos casos por las organizaciones sindicales estadounidenses, tales como la AFL-CIO), tendió a encontrarse en las mismas posturas con los sectores políticos regionalistas, conservadores y de derecha.
Por su parte, desde la formación de la Central Unica en 1953, se comienzan a percibir en Magallanes la emergencia de nuevas influencias intelectuales e ideológicas en los sindicatos y gremios: aparecen las corrientes social-cristianas, se fortalecen las tendencias social-demócratas y se consolida la relación entre los partidos políticos y los sindicatos. 
De allí emergieron en definitiva formas distintas y características de hacer sindicalismo: hubo así un estilo de sindicalismo socialista, un sindicalismo comunista, un sindicalismo radical y un sindicalismo demócrata-cristiano, cada uno de ellos con sus visiones y rasgos característicos.
Asimismo, al interior del sindicalismo magallánico, es necesario distinguir siempre, por lo menos dos grandes orientaciones generales de acción sindical: una, denominada del "sindicalismo reivindicativo y apolítico" que se pretende desligado de las influencias partidistas, pero que siempre resulta acatar la posición y las ofertas patronales; y la otra, del "sindicalismo militante", que entiende la acción sindical en términos de "lucha de clases en el sistema capitalista" y que considera el terreno sindical, como terreno de la influencia, presencia y predominio del propio partido, en competencia con los demás partidos.
 Y lo que es más significativo, es que muy frecuentemente y sobre todo en la etapa entre la década de los sesenta y 1973, este sindicalismo se considero investido de una misión histórica: la de la liberación de la clase trabajadora.
En efecto, rápidamente desde 1912 en adelante y sobre todo, con las grandes organizaciones federadas (la CTCH de 1938 y la CUT de 1952), dentro del movimiento obrero y sindical de Magallanes, ha sido posible distinguir un sindicalismo reivindicativo (motejado incluso de "economicista"), y centrado en la búsqueda de satisfacción a las demandas materiales y sociales de sus afiliados, y alejado de las grandes retóricas ideológicas anti-sistema que han caracterizado al discurso sindical tradicional (que se encuentra mayoritariamente en los gremios de empleados); y al mismo tiempo, se han desarrollado formas de sindicalismo militante con grados diversos de politización y de vínculos con los partidos políticos existentes, y centrado en ciertas demandas  económicas y sociales, pero siempre asociadas discursivamente con una crítica al sistema capitalista y a quienes detentaban el poder económico (que era claramente notorio en los sindicatos ganaderos, de la construcción y mineros).
Más aún, dentro del sindicalismo magallánico es posible distinguir además otras líneas transversales de orientación. 
Cuando se examina, por ejemplo, la prensa obrera y la abundante documentación producida por los organismos sindicales y obreros -que en este libro se citan abundantemente-  puede observarse la presencia de una suerte de "sindicalismo protestatario", abocado en forma constante, a la contínua queja y demanda de soluciones a los problemas de los asalariados, y al mismo tiempo, se encuentran formas de un "sindicalismo propositivo", aquel que -como se ha explicado mas arriba- además de las reivindicaciones inmediatas se aventura a proponer soluciones no sólo a las necesidades específicas de un sector laboral, sino incluso a los problemas económicos, sociales y culturales de la región.
Por cierto, estas no son líneas de acción claramente discernibles dentro de las prácticas sindicales -porque las fronteras que delimitan una y otra modalidad no son tajantes- sino más bien, son estilos que se superponen y se mezclan incluso dentro de la historia de un sindicato, y que sin duda, dependen entre otros factores, de los líderes sindicales que dirigen en un momento a las organizaciones y del complejo juego de influencias sociales, culturales y políticas en el que se inserta la acción de los sindicatos.
Por otra parte, es necesario distinguir también los "sindicatos legales", aquellos que desde 1925 en adelante, acataron la legalidad vigente y se ajustaron a ella, para desarrollar su acción, de los "sindicatos de hecho", que sin aceptar el marco organizativo fijado por la ley, funcionaron en los bordes de la legalidad (tales como el Sindicato de Campo y Frigorífico de Puerto Natales y el Comando Unido de Trabajadores del Petróleo, para nombrar a los más característicos), pero que no obstante esta condición, desempeñaron un protagonismo sindical y social muy relevante.
Siempre existió alguna forma de relación entre el mundo sindical y los partidos políticos, especialmente de los partidos tradicionales de izquierda, Comunista y Socialista o del Partido Radical, pero fue una relación no fácil y frecuentemente conflictiva, que ocasionaba disputas grupales y controversias ideológicas.   Pero en su esencia, la relación entre el sindicalismo organizado y los partidos de la izquierda histórica en Chile y en Magallanes, se basaba en la profunda adhesión de estos movimientos con las demandas y aspiraciones de los trabajadores y, sobre todo, porque esos líderes sindicales y gremiales eran militantes de izquierda y no había en esa doble condición ninguna subvaloración sino por el contrario, un legítimo motivo de orgullo personal y familiar.
De hecho, Luis Emilio Recabarren, fundador del movimiento obrero chileno, hizo aprobar en la III Convención Nacional de la Federación Obrera de Chile (FOCH), 1919, una posición original sobre la sociedad socialista, nunca planteada por los teóricos del marxismo del siglo XX. Esa resolución decía: "Abolido el sistema capitalista, será reemplazado por la Federación Obrera, que se hará cargo de la administración de la producción industrial y de sus consecuencias". Lo inédito de la propuesta de Recabarren era el planteamiento de que la Federación Obrera -y no el partido- se haría cargo de la "administración de la producción". De ninguna manera podría pensarse que ésta era un actitud antipartido de un hombre que fundó el Partido Obrero Socialista (POS) en 1912 y el Partido Comunista en 1922.
Recabarren volvió sobre el tema en 1921 en un folleto publicado en Antofagasta, zona de obreros mineros del salitre, titulado "Lo que da y dará la Federación Obrera" donde se afirma: "El gremio tiene por misión, después de cumplir su programa de labor presente, preparar la capacidad de todos sus asociados para verificar la expropiación capitalista reemplazándola en sus funciones directoras de la producción y del consumo".
Estas influencias ideológicas evidentes y cambiantes, hicieron posible, además, que muchos dirigentes sindicales "transitaran" entre el mundo sindical y el mundo político, en una relación muy estrecha e interdependiente.  Nunca es posible ni racional establecer una frontera absoluta entre ambos mundos.
Hay entonces -en el período que abarca este relato- numerosas y conocidas figuras históricas del sindicalismo magallánico, como Alfredo Hernández Barrientos, Abel Paillamán, Ernesto Guajardo Gómez, José Cárcamo Barría, José Evalterio Agüero, Francisco Alarcón Barrientos, José Donoso Hueicha, Pedro Calixto Mansilla, Octavio Castro Sáez, Jose Ruiz de Giorgio y muchos otros, que surgieron como líderes en cuanto dirigentes sindicales y desde allí posteriormente ingresaron en el mundo de la Política, o pasaron un tiempo por la actividad política y continuaron ligados al sindicalismo.
Pero además, es imposible hablar de historia del sindicalismo magallánico, sin hacer las necesarias referencias (aunque sea complementarias, como las que se encuentran a lo largo de este ensayo) a las luchas obreras y sindicales en la Patagonia, al movimiento sindical nacional de Chile, e incluso a los vastos y complejos procesos sociales y movimientos obreros a escala internacional.
Y como los sindicatos no son creaciones intelectuales, sino que manifestaciones de la sociabilidad humana, en cuanto grupos sociales generan conexiones con el resto de la sociedad, que son amplias, complejas e incluso conflictivas: con los partidos políticos comparten posiciones e intereses y disputan el espacio público; con las organizaciones empresariales mantienen un contacto permanente e inmediato, que les es imprescindible; con las autoridades políticas, tienen formas múltiples de comunicación y de intercambio; con las demás organizaciones sociales, encuentran coincidencias e intereses comunes.
Aún así, el proceso de formación y desarrollo de los sindicatos es gradual y lento.  E igual de lenta que la formación de los sindicatos, ha sido tradicionalmente la educación de los líderes sindicales.
 En efecto, durante muchos años en Magallanes la formación del dirigente obrero y sindical ha sido autodidacta y experiencial, es decir, basada principalmente en su propio aprendizaje personal y en la experiencia de vida acumulada.
Muchos de ellos, sobre todo en los primeros cincuenta años y en los campos y estancias, los dirigentes obreros aprendieron solos a leer y escribir, en un proceso de formación y crecimiento personal lento y dificultoso. 
Más avanzado el tiempo y hacia los años sesenta y setenta del siglo XX, los dirigentes sindicales comenzaron lentamente a tener "escuela", en el sentido de que muchos de ellos habían recibido una educación básica y a veces secundaria, y además, las confederaciones y centrales unitarias se preocuparon de entregarle a sus dirigentes una preparación (aunque no siempre sistemática) en materia de leyes sociales, conflictos colectivos y otras materias de liderazgo y administración sindical.
En todo caso, y para los efectos de este ensayo histórico, las creencias, doctrinas e ideologías que han circulado en el seno del mundo del trabajo, con consideradas aquí como "hechos sociales" y más precisamente como "hechos históricos", en la medida en que expresan y reflejan el universo mental y simbólico de las personas que trabajan, dentro de un contexto social y temporal determinado.

Pliegos, conflictos
 y huelgas


La historia sindical está puntuada de ciertos momentos y etapas en las que los conflictos y las huelgas se intensifican y se vuelven más frecuentes, y otras fases de mayor calma social y relativa tranquilidad.

¿Qué explica estas diversas etapas?
Al examinar los períodos de mayor agitación sindical y frecuencia de conflictos entre el capital y el trabajo, en el período histórico considerado en este estudio, siempre se percibe la convergencia de varios factores: hay componentes económicos y sociales generales, y hay factores propios de la estructura y organización sindical existente.
Por ejemplo, como se verá en el relato, hubo diversos momentos de intensificación de las huelgas y conflictos, como sucedió en el período entre 1916 y 1920, entre 1958 y 1961 y entre 1965 y 1969.  Pero, no puede establecerse una relación causal automática entre "crisis económica" e "incremento de las huelgas y conflictos sociales", porque esa relación no existe.
No es automático que una situación social y económica difícil para las personas que trabajan, produzca una repetición e intensificación de las huelgas: deben darse otros factores.  De donde se deriva que diferentes crisis económicas producen diferentes efectos sociales. 
La crisis económica originada al término de la I Guerra Mundial (1918 en adelante) encontró en Magallanes y en al resto de la Patagonia un "terreno social" propicio a las huelgas y al conflicto, gracias a la fuerza masiva de la Federación Obrera y la influencia del liderazgo anarquista que la orientaba.
En cambio, en la profunda crisis ocasionada por la Gran Depresión de 1929-1933, los sindicatos en Magallanes estaban debilitados y por lo tanto, no hubo esa profusión de huelgas y conflictos que vimos en 1919 y 1920.
En el caso del período 1965-1969, como se verá en el segundo volumen, la inflación creciente carcomió el poder adquisitivo de los trabajadores, lo que sumado a una Central Unica poderosa y situada políticamente en la oposición a los Gobiernos de turno, dio como resultado una intensificación de las demandas y los conflictos, y un incremento en el número y frecuencia de las huelgas.
Por lo tanto, en ésta como en otras etapas históricas, pueden combinarse factores tan variados como las crisis económicas (externas o nacionales), el incremento de la inflación y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, los cambios y deterioros en los precios de los productos de exportación de la economía magallánica, la carestía y escasez de los productos de consumo básico, los efectos de las políticas económicas de los Gobiernos, pero también habrá que observar la calidad de los liderazgos sindicales, la disposición combativa y perseverancia de los trabajadores sindicalizados, el clima social de descontento imperante, la organización interna de los sindicatos y su potencial numérico de afiliados, y en especial, el poder de negociación y de presión de que son capaces los sindicatos.
Pero, además, dado que los sindicatos no funcionan al margen de la sociedad, hay que tomar en cuenta el estado de ánimo general de la población, el grado de adhesión que las demandas sindicales encuentran en el resto de la comunidad, la posición del Gobierno y de los partidos políticos y, por cierto, la organización, presencia pública y capacidad de resistencia de las organizaciones gremiales de los empresarios.
Una huelga en el proceso histórico, es un momento único e irrepetible en el que se combinan circunstancias de la más variada índole.
De este modo, cada conflicto y cada huelga es una arena socio-política donde entran en juego los sindicatos y los gremios empresariales directamente implicados, pero además, intervienen la prensa, con su poder de difusión y silenciamiento, las autoridades de Gobierno, con el peso jurídico y político del Estado, los partidos políticos y los parlamentarios, con sus redes de influencia.
Muchos de los archivos de instituciones públicas y empresariales de Magallanes y de toda la Patagonia conservan todavía los petitorios y memoriales conteniendo las demandas de los trabajadores y sus organizaciones representativas.

 Territorio, economía 
y desarrollo


La historia de Magallanes comienza por el mar, pero las fuentes originarias de su progreso y desarrollo inicial, se encuentran en el campo, es decir, en la tierra.

Una vez que los habitantes del territorio pasaron las duras pruebas de la creación y consolidación de la Colonia (1848-1870), percibieron que la característica principal de su geografía eran las grandes pampas, las que abarcan desde Ultima Esperanza por el norte, hasta la península de Brunswick y que dominan la extensa Isla de Tierra del Fuego.
Con la introducción de la ganadería ovina (desde las islas Falklands) en la década de 1870, el poblamiento regional se comienza a internar en las enormes estepas magallánicas, y estas tierras que eran originalmente del Estado, fueron entregadas por el Fisco chileno y durante el período que va desde los últimos treinta años del siglo XIX a los primeros veinte años del siglo XX, a concesionarios y arrendatarios locales o extranjeros.
Y además, como se optó por realizar una ganadería de tipo extensivo, las pampas magallánicas -al igual que las de la Patagonia argentina (Santa Cruz, Tierra del Fuego y Río Negro)- fueron consideradas propicias para la constitución de grandes explotaciones ganaderas: así, durante la primera parte del siglo XX y gracias a las ventajosas concesiones de arrendamiento ofrecidas por el Estado chileno, se constituyó el latifundio magallánico en la forma de grandes estancias.
La estancia magallánica, un rasgo característico del paisaje patagónico, se constituye de una gran extensión de pampas abiertas, progresivamente cercadas y delimitadas, en cuyo centro o punto principal se encuentra el "casco", frecuentemente ubicado en las cercanías de los caminos de acceso; se trata de un conjunto de construcciones, generalmente en madera y zinc: viviendas para los ovejeros, la casa patronal, la casa del administrador, los galpones y los diversos corrales para el manejo de los piños.
Además, según la extensión de la estancia, se levantaron pequeñas y aisladas viviendas para los "puesteros", ovejeros instalados en pequeñas casas-habitaciones en lugares alejados e importantes de la explotación, para  cuidar y vigilar a los animales y las alambradas.
Posteriormente, cuando el desarrollo de las explotaciones alcanzó ciertas dimensiones industriales, se levantaron junto a la costa magallánica los grandes frigoríficos y puertos de embarque, para facilitar la salida de los productos envasados hacia los mercados exteriores.
La economía ganadera domina el desarrollo económico magallánico, el modo de poblamiento y de ocupación del territorio, hasta 1950 aproximadamente, cuando el descubrimiento del petróleo abre una nueva etapa del proceso económico y territorial: la fase petrolera, a su vez, marca una nueva fase de evolución de los movimientos sindicales magallánicos, apareciendo la figura del obrero petrolero y dando una nueva importancia al trabajo de empleados, técnicos y profesionales.
Aunque se trata de una tendencia que ya se estaba esbozando en los años treinta y cuarenta, entre 1950 y 1973,  incluso hasta fines del siglo XX, el desarrollo económico de Magallanes ha ido adquiriendo una evidente y progresiva inclinación hacia las actividades de servicios, como el comercio, aunque se presentan nuevas perspectivas en la pesca, los servicios turisticos y  la explotación forestal.
En términos históricos generales, puede interpretarse que el conjunto del desarrollo económico de Magallanes ha estado siempre ligado a la explotación y/o producción de un recurso natural; como que el desarrollo económico y social de ésta región, ha estado siempre asociado estrechamente a un recurso natural o materia prima, el que ha sido el eje articulador de la economía y la evolución social. 
Así al "ciclo de la pesca y el carbón", característico de la segunda mitad del siglo XIX, le siguió el "ciclo de la lana y la ganadería" (entre 1880 y 1950 aproximadamente), para continuar desde mediados del siglo XX con el "ciclo del petróleo y del gas".
Por lo tanto, los distintos períodos de la historia sindical de Magallanes se corresponden muy cercanamente con las distintas etapas que ha seguido su desarrollo económico. 
Los orígenes de los movimientos obreros del territorio magallánico (mutuales, sociedades de resistencia y los primeros sindicatos) hay que asociarlos a la fase de inicio y expansión del ciclo de la lana y la ganadería (fenómeno que es similar incluso en el tiempo, en la Patagonia argentina), mientras que la crisis de la ganadería, coincide con los comienzos del ciclo del petróleo, y por lo tanto, con la declinación de los sindicatos ganaderos y el auge de las organizaciones obreras urbanas y de los trabajadores del petróleo, fenómeno que es característico entre 1950 y 1973.
En términos económicos, lo que aquí se denomina como el "ciclo de la lana y la ganadería" se corresponde con un modelo de desarrollo regional agro-exportador: lo esencial de la producción de las estancias y frigoríficos se orientaba a la exportación hacia algunos mercados europeos, ingleses en especial, lo que de paso daba a Gran Bretaña una influencia considerable en la economía magallánica.
Del mismo modo, cuando sobreviene la crisis de la ganadería y del modelo agro-exportador (principalmente, por la crisis de la navegación en el Estrecho de Magallanes debido a la apertura del Canal de Panamá, y por la caída de los precios de la lana a consecuencia de la expansión en el uso de las fibras sintéticas), el desarrollo económico de esta zona se orienta (desde 1950 en adelante) hacia un modelo de sustitución de importaciones e industrialización, sistema en el que se apoya la producción petrolera regional, haciendo intervenir al Estado como agente económico planificador, inversor y productor (a través de CORFO, el Banco del Estado, la Oficina Regional de Planificación y la Empresa Nacional del Petróleo).
Finalmente, hay que considerar que la importancia estratégica otorgada a Magallanes por el Estado central, desde la segunda mitad del siglo XX, le ha dado un peso gravitante a la Administración Pública en el conjunto de la fuerza de trabajo y de la economía regional, lo que también ha otorgado influencia a las organizaciones sindicales representativas de los funcionarios públicos.

Trabajo, salarios
 y riqueza


Probablemente una afirmación preliminar que cabe subrayar aquí es que el trabajo hizo a Magallanes; fue el trabajo lo que construyó a Magallanes y la Patagonia, en un esfuerzo interminable y multifacético. 

El trabajo humano fue la principal razón del surgimiento, progreso y  desarrollo de la Patagonia.
Puede afirmarse que todo lo que hay fuera de la naturaleza, en ésta región austral del mundo, es el fruto del trabajo esforzado y tesonero, del trabajo pionero de miles y miles de personas que, provenientes de las más variadas zonas del mundo, llegaron a construir un futuro.
En la fundación de los nuevos  poblados y ciudades, y en todo el proceso posterior de desarrollo y expansión de las economías regionales, ha estado presente el trabajo, como el motor esencial del progreso, de la movilidad de las personas y las familias, de la formación de la riqueza y los capitales.  
Los primeros colonizadores trabajaron en la pesca, la caza, el comercio de pieles, en los bosques y la madera, y en la explotación del carbón.
El trabajo creó la Patagonia.
El trabajo hizo progresar a Magallanes.
La gran mayoría de los colonos e inmigrantes (europeos y chilotes) cambiaron el rostro de Magallanes, de la pampa argentina y de toda la Patagonia, mediante su trabajo cotidiano y silencioso, con su iniciativa creadora, y entonces se hicieron trabajadores: peones, ovejeros, velloneros, meseros, escoberos, esquiladores, puesteros, alambradores, carboneros, carreros, pescadores, guachimanes, estibadores, zapateros, artesanos, colonos, choferes, peonetas, empleados, obreros del petróleo, vendedores, etc.
Pero, además, el trabajo en esta región austral está fuertemente condicionado por las exigencias del clima y la geografía.  Hay que destacar que en la Patagonia, numerosas faenas del campo y la ciudad tienen un carácter estacionario debido al crudo invierno.
Esto provoca que, por ejemplo en el campo, las faenas ganaderas más importantes (la esquila, la esquila de ojos, el baño, la marca, etc.) se realizaban –y se realizan todavía- entre diciembre y febrero, quedando muchos obreros cesantes el resto del año.  Similar es la situación de los obreros de la construcción, los que deben trabajar en el verano, y subsistir durante el largo otoño e invierno.
En la actividad ganadera, predominante en la Patagonia hasta los años 50 del siglo XX, el momento culminante era la faena de la esquila. 
Cientos de trabajadores de las más variadas especialidades se congregaban en las estancias, durante dos o tres meses.  Venían en barco desde Chiloé,  o a caballo desde las estancias del sur argentino, y después de la esquila, mientras los puesteros permanecían en las estancias, los demás “bajaban” a Punta Arenas o Puerto Natales, para gastar su salario acumulado en bares, pulperías, almacenes y casas de remolienda, o para la casa recién construída y la familia recién formada. El comercio de éstas ciudades, se reactivaba en febrero, marzo y abril gracias a los obreros de las estancias recién pagados.
Así, las dificultades climáticas casi insalvables, y especialmente las duras condiciones de trabajo, entre otros factores, contribuyeron a darle conciencia a los trabajadores de su condición, de que compartían todos la misma suerte y destino, y de que necesitaban unirse para lograr surgir.  Y sólo cuando se sintieron trabajadores, se comprendieron parte de una misma categoría social, y fueron construyendo su solidaridad, tomaron conciencia y se organizaron.
Pero, en la medida en que el trabajo es el fundamento humano y material de la riqueza y del progreso, cabe interrogarse por la forma y las condiciones en que dicha actividad humana se constituye en el fundamento creador de la riqueza.
Para los efectos de esta historia, se entiende el trabajo como la transformación social de la naturaleza.  Pero, ¿cómo se relacionan el trabajo y el capital o la riqueza?
Un primer elemento de comprensión para establecer ésta relación entre el trabajo y la riqueza o el capital, es el que afirma que en el curso del proceso económico los trabajadores, en este caso, los asalariados u obreros, intercambian con el dueño del capital su fuerza de trabajo, a cambio de una cierta cantidad de dinero, intercambio que tiene un cierto carácter contractual y que se realiza guardando siempre una cierta proporción: a una determinada cantidad de trabajo, o más bien dicho, de fuerza de trabajo empleada, se corresponde una cierta cantidad de dinero: el salario. 
El problema esencial de la condición obrera es el del salario y de su poder adquisitivo.
Adam Smith en su "Riqueza de las Naciones" dice a este respecto que "los salarios del trabajo, en todas las naciones, se acomodan al convenio que por lo común se hace entre estas dos partes, cuyos intereses de ningún modo pueden considerarse los mismos.  El operario desea sacar lo más y el empresario dar lo menos que puede.  Los primeros están siempre dispuestos a concertar medios de levantar, y los segundos de bajar, los salarios del trabajo"( ), con lo cual deja en evidencia la polaridad y oposición de intereses que envuelve el salario del trabajo y las tendencias distintas que expresan el obrero por un lado, y el patrón por el otro.
Según esta premisa entonces, el salario no sería más que la expresión monetaria, el nombre reflejado en dinero con el que se denomina al precio de la fuerza de trabajo.  Si un obrero de la construcción, o un esquilador de las estancias, o un obrero de las faenas petrolíferas, recibe una cierta cantidad de salario, éste salario es entonces, una manifestación del precio del trabajo, el equivalente en dinero de una cierta cantidad de fuerza de trabajo dedicada a dichas tareas específicas. 
 P-J. Proudhon lo grafica de otra manera diciendo: "Cuanto más se divide el trabajo y se perfeccionan las máquinas, tanto menos vale el obrero; en su consecuencia, menos se le paga y por ende con un jornal más exiguo, aumenta su faena.  Esto es falsamente lógico, no pudiendo impedirlo ninguna legislación, ninguna dictadura.  Prodúcese pues una baja de jornal, no obstante las huelgas, los reglamentos, las tarifas,  la intervención del poder: el patrono dispone de mil medios de burlar la presión de la violencia y la autoridad." ( )
En su esencia, el trabajo no tiene valor, por cuanto es precisamente la fuente y la medida de todos los valores en el sistema económico.  Lo que se somete a las leyes del mercado y de producción es la fuerza de trabajo, es decir, la capacidad del ser humano para producir valores.
Históricamente el salario y las remuneraciones han sido casi siempre pagados en forma de dinero, y sólo en ocasiones o momentos críticos, se ha recurrido al pago en especie. 
Por consiguiente, cierto tiempo de aplicación del trabajo, de la fuerza de trabajo, se erige en condición de pago de su valor.  Por eso, determinado período de trabajo expresado en horas, días, semanas o meses y correspondiente a las condiciones concretas de una cierta duración de la jornada de trabajo, se equipara en la práctica, al valor de la fuerza de trabajo aplicada durante ese período. 
Así, el precio del trabajo sirve de base para el cálculo del salario.  El obrero reproduce en el proceso del trabajo, el valor de su fuerza de trabajo, y además, crea valores adicionales, ganancias, utilidades o plusvalía.  Por lo tanto, el valor de la fuerza de trabajo expresado en dinero, es el precio de la fuerza de trabajo, adicionado con el valor que crea.  Tal es la premisa que establece C. Marx en su ensayo "Trabajo asalariado y capital" donde afirma: "El obrero obtiene a cambio de su fuerza de trabajo medios de vida, pero, a cambio de estos medios de vida de su propiedad, el capitalista adquiere trabajo, la actividad productiva del obrero, la fuerza creadora con la cual el obrero no sólo repone lo que consume, sino que da al trabajo acumulado un mayor valor del que antes poseía". ( ).  Y agrega un poco más adelante, la siguiente afirmación: "La parte del capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción en que disminuye la parte del trabajo, el salario, y viceversa.  La ganancia aumenta en la medida en que disminuye el salario y disminuye en la medida en que éste aumenta." ( )
Interesante resulta anotar que, mediante el contrato, convenio colectivo u otra forma de convención entre el patrón y el trabajador, antes que el obrero cobre en forma de salario el valor convenido de su fuerza de trabajo, éste entrega al patrón o empresario cierta cantidad de trabajo. Se produce así una suerte de anticipo: el trabajador primero trabaja y entrega su fuerza de trabajo, y sólo después de realizado el trabajo recibe la remuneración respectiva.
¿Cuáles son las formas que reviste el salario?
Existen dos formas fundamentales de salario: el llamado "salario por tiempo", y el "salario por pieza o por producción".  En el primer tipo, la magnitud del salario depende de la duración del tiempo que se ha trabajado; y en el segundo tipo, la cantidad de salario depende de la cantidad de producción rendida al término de un cierto período.  Al interior de estas dos formas principales, se manifiestan múltiples diferencias.
El salario por tiempo parte de la premisa de que la fuerza de trabajo se vende siempre por un período de tiempo, el que puede ser por horas, por ciertos días al mes, por semanas y por mes.  Para calcular el salario por tiempo es preciso fijar la unidad de medida del precio del trabajo: esa unidad, generalmente es la "hora de trabajo".  Por lo tanto, el precio de la hora de trabajo es el cociente de la división del precio del salario por día de trabajo, es decir, el valor diario efectivo de la fuerza de trabajo, por el número de horas que componen la jornada laboral.
Al regir el sistema de salario por tiempo, se tiende a aumentar la intensidad de la actividad laboral, o a incrementar la duración de la jornada diaria de trabajo, a fin de obtener un mayor rendimiento del trabajador.
A su vez, el "salario por pieza o por producción" es una variante del salario por tiempo.  Este sistema establece una proporcionalidad (ascendente o descendente) entre la cantidad de producto entregado y la cantidad de remuneración que se deberá cancelar.  La modalidad más tradicional y antigua de salario por pieza es el que se paga por unidad de producto entregado o "salario a destajo". 
Partiendo de la experiencia práctica o de la medición del trabajo del obrero, se fija la norma de rendimiento de los trabajadores, que suele reflejar la cantidad estimada que un obrero con cierta pericia, trabajando a una intensidad media, produce en una hora o en un día laboral.  Se fija del mismo modo, la tarifa para el pago de la confección de cada unidad o producto.
Esta estimación se obtiene como cociente de la división del precio de una hora o un día de trabajo, por el número de unidades producidas en una hora o en una jornada de trabajo. 
Gracias al sistema de "salario por pieza o por producción", se establecen en las empresas normas de rendimiento que cada trabajador debe cumplir, so pena de ver disminuido su salario o remuneración e incluso a ser despedido, y además, se consigue intensificar el esfuerzo del trabajador.
Por ejemplo, en las faenas de las estancias magallánicas, el obrero esquilador recibía un "salario por pieza" (como aparece en los respectivos Convenios Colectivos), es decir, proporcional a la cantidad de ovejas esquiladas, caso que era similar al de los panaderos de las estancias y de la ciudad, y  de ciertas categorías de estibadores en los puertos.  
En cambio, recibían "salario por tiempo" en Magallanes, algunas categorías de los trabajadores petrolíferos (cuyo régimen de trabajo en terreno, daba origen a sistemas de turnos), los empleados de comercio y bancarios, y algunas categorías permanentes de obreros ganaderos de menor calificación (puesteros, velloneros, campañistas, peones, etc,.)
A su vez, al interior de una misma unidad productiva, las diferentes tareas o faenas producen frecuentemente diferentes remuneraciones, las que dependen del tipo de faena realizada y del tiempo de trabajo invertido para realizarla.   Del mismo modo, desde el punto de vista de su carácter monetario el salario se manifiesta en tres formas a lo menos: el salario fijo (que es una base de ingresos que no se modifica cualesquiera sea la cantidad o el tiempo de trabajo realizado); el salario  semi-variable  (que se compone de una base fija de salario y una cantidad variable de remuneración, según la productividad del trabajo realizado) y el salario variable (que depende exclusivamente de la productividad del trabajo y de la cantidad producida).
La riqueza que crea el trabajo, es por lo tanto tan necesaria para el progreso de la sociedad, como la propia actividad del trabajador.  A. Smith lo grafica de la siguiente forma: "La abundante recompensa del trabajo, así como es efecto necesario, es también el síntoma más seguro de los progresos de la riqueza nacional.  El escaso sustento del pobre trabajador, por el contrario, es el que indica seguramente que las cosas se mantienen en una situación estacionaria o que van cada vez a mayor decadencia". ( )
Como se ha visto, la fuerza de trabajo constituye una mercancía que se vende en un mercado (hoy conocido como el mercado laboral), y que su dueño, el trabajador, pone a disposición del propietario de la empresa, el dueño o patrón, para asegurarse su subsistencia y poder desarrollarse humana y profesionalmente.  El sentido del trabajo, sin embargo, trasciende los límites de una relación económica o meramente económica; el trabajo es una vía, un medio de realización del ser humano, en cuanto individuo en el proceso económico, pero también es una de las formas fundamentales a través de las cuales el ser humano se realiza en cuanto persona: por el trabajo nos hacemos útiles, nos mostramos útiles, somos útiles a la sociedad y a través del trabajo se pone de manifiesto, la inteligencia, la creatividad, la imaginación y las capacidades físicas e intelectuales del individuo, en cuanto individuo y en cuanto ser social y ser sociable.
Así como el capital, como valor que se valoriza, no encierra solamente relaciones de clase, un determinado carácter social, basado en la existencia del trabajo como trabajo asalariado ( ), el trabajo, como actividad que valoriza el valor, no encierra solamente relaciones de clase y de subordinación, sino que también es la fuente de la creación del valor y de la riqueza.
Por eso se entiende que el trabajo, y la fuerza de trabajo en acción es la propia actividad vital del ser humano, y en este caso, del trabajador en general y el obrero en particular.  Y por lo tanto, el salario que recibe por su actividad en la medida en que es un precio, se rige por las mismas leyes que mueven al mercado y que determinan el precio de las demás mercancías. 
El precio de la fuerza de trabajo, o sea el salario, como podrá apreciarse en el texto, se establece por la competencia entre compradores y vendedores, por la relación existente en este instante entre la oferta y la demanda en el mercado laboral y en el conjunto del sistema económico.
El salario o la remuneración en general del trabajador, es a la vez, el precio de la fuerza de trabajo que ha sido adquirida o contratada por el empresario o su representante-administrador, y también es la expresión monetaria del poder adquisitivo del trabajador en el mercado, aunque no toda su remuneración la destine a adquisiciones directas en dicho mercado.
Así, como veremos en el curso del relato, que cuando la crisis económica golpea los hogares modestos, y los asalariados entran en un período de cesantía, se incrementa la oferta de brazos para trabajar, descienden los salarios, aumentan relativamente los precios de los artículos de consumo habitual y los trabajadores que tienen trabajo y están organizados, ejercen presión para el aumento de sus salarios.  C. Marx escribe a este respecto que: "El salario se halla determinado, además, y sobre todo, por su relación con la ganancia, con el beneficio obtenido por el capitalista: es un salario relativo, proporcional.  El salario real expresa el precio del trabajo en relación con el precio de las demás mercancías; el salario relativo acusa, por el contrario, la parte que se concede al trabajo directo  de los valores creados por él, en proporción a la parte que se reserva el trabajo acumulado, el capital." ( ), de donde puede desprenderse que la determinación de los salarios es una función del estado general de la economía y de la situación especifica de la empresa en particular.
Esta relación entre los salarios y los precios de los artículos de consumo habituales, permite comprender la diferencia entre el salario nominal y el salario real, siendo el primero el salario que el trabajador percibe en forma monetaria, mientras que el llamado salario real es la cantidad de valores de uso (mercancías y servicios) que el trabajador puede adquirir, a un nivel concreto de precios, con su salario nominal después de deducirse los impuestos y otros descuentos.  Esto significa que el salario real cambia en proporción directa al cambio del salario nominal y en proporción inversa al cambio de los precios de las mercancías y servicios que son del consumo del trabajador.  Por ésta vía, los salarios y su evolución en relación con los precios, se conectan con los procesos de inflación.
A título de ejemplo, no valía lo mismo -en términos de poder adquisitivo real- el salario mensual de un ovejero de estancia de $ 275 (como sucedía en 1930), si el kilo de carne de cordero (base de la alimentación popular) costaba $ 1.00 ó $ 2.60.
Para graficar ésta relación se ha llegado a establecer una "canasta familiar" mensual, que resume proporcionalmente los principales artículos de consumo habitual, y que permite formular un salario mínimo mensual.
En períodos de "bonanza" o de baja inflación, los asalariados disponen de mayores posibilidades de encontrar buenos trabajos, incluso pudiendo cambiarse de una empresa a otra, los salarios crecen relativamente, los precios de los artículos de primera necesidad se mantienen en una cierta estabilidad, y disminuye la intensidad y frecuencia de la presión sindical de los trabajadores organizados. A. Smith expresa a este respecto lo siguiente: "Aunque las variaciones en el precio del trabajo no siempre corresponden a las del precio de las provisiones, sino que son las más veces opuestas, no por eso debemos inferir que el precio de las provisiones no tenga influencia alguna en el del trabajo.  El precio pecuniario de éste se regula por dos precisas circunstancias: la demanda o busca de trabajadores, y el precio de los abastos necesarios para la vida." ( ).  Y agrega a continuación: "El alza de los salarios del trabajo aumenta necesariamente el precio de muchas cosas..." ( )
Así entonces, la remuneración del trabajo sube o baja, o sea varía constantemente según la relación dinámica existente entre la oferta y la demanda de trabajo; según el grado de competencia entre los compradores (es decir, los empresarios) y los vendedores de fuerza de trabajo (o sea, los obreros y trabajadores); según el nivel de experiencia, formación especializada y nivel profesional de los trabajadores (de donde resulta que a mayor nivel de formación y especialización del trabajador, el salario o sueldo es más elevado) y según el nivel mismo de especialización en la división del trabajo (es decir, que no es lo mismo -en términos de exigencias técnicas y de responsabilidad- la labor del vellonero de una comparsa de esquila, del estibador de un muelle, o de un albañil de la construcción,  que la de un técnico de perforación en una torre petrolífera), todo lo cual produce enormes variaciones y complejidades, en los tipos y cantidades de salarios y sueldos de unos y otros.
Del mismo modo, en la medida en que se incorporan nuevos recursos tecnológicos al trabajo y a la propia empresa, el trabajo (como conjunto o secuencia de operaciones físicas e intelectuales) se va simplificando, y por lo tanto, el costo del trabajo y el salario que se paga por éste, se va modificando.
 Así también, la decadencia de ciertas actividades económicas y de los trabajos y salarios que de allí resultan, puede explicarse también por la baja incorporación tecnológica o la escasa actualización de los procedimientos de trabajo: piénsese en los casos de la ganadería extensiva magallánica, de la explotación carbonífera y  petrolífera, en las que al no  realizarse una permanente modernización de las operaciones, se han ido convirtiendo gradualmente en actividades cada vez menos rentables y menos productivas o que requieren de alguna forma de reconversión. 
Y ello repercute sobre los sueldos y salarios de los trabajadores.
Lo esencial que resulta de este análisis, es que el trabajo produce riqueza, y por lo tanto, la riqueza económica y social en un momento dado de la historia de una sociedad, es el fruto de la combinación de técnica, capital y trabajo, pero en una ecuación en la que el trabajo desempeña el papel de motor productivo fundamental de la riqueza y del capital. 
El trabajo es la fuerza que pone en movimiento la técnica, que genera e induce la inversión y la aplicación del capital y, lo que es más importante, el trabajo es la fuerza productiva que agrega valor a las materias primas y recursos naturales, sobre los que hay inversión de capital y técnica. En términos de Marx, "...lo que sobre todo aumenta esta fuerza productiva es una mayor división del trabajo, la aplicación en mayor escala y el constante perfeccionamiento de la maquinaria.  Cuanto mayor es el ejército de obreros entre los que se divide el trabajo, cuanto más gigantesca es la escala en que se aplica la maquinaria, más disminuye relativamente el coste de producción, más fecundo se hace el trabajo" ( )
 Los recursos que constituyen el capital natural de la región de Magallanes: carbón, pesca, pampas, bosques o petróleo, no tendrían ninguna significación económica más que nominal, si no hubiese sido por el trabajo del minero, el pescador, el leñador, el ovejero y el obrero petrolífero que, junto a la técnica aplicada y al capital invertido, construyeron las distintas formas de riqueza del territorio, forjando de paso su desarrollo.
El obrero o el trabajador en general, a su vez, percibe el salario o sueldo, y lo mide o lo relaciona mentalmente con los costos y gastos de su propia subsistencia personal y familiar.  Pocas veces la Economía o los economistas examinan la cuestión de los salarios o remuneraciones, desde la perspectiva del propio individuo que trabaja.
En efecto, visto el asunto desde el punto de vista del propio trabajador, la remuneración es una medida económica de dinero que el mismo compara con la totalidad de los gastos económicos que irroga su persona y su familia, y con la cantidad de trabajo que tiene que realizar para percibir dicha remuneración, de donde se desprende una percepción "salarios- costo de la vida- economía" que es única y cambiante.
En efecto, si el salario que percibe, le alcanza apenas para sus gastos de alimentación, vestuario y vivienda, el obrero percibirá que su salario es bajo, que el costo de la vida es alto y que su trabajo es probablemente mal valorado. En cambio, si su sueldo es elevado, sus necesidades y gastos se incrementarán casi exponencialmente, y tendrá una percepción más positiva del costo de la vida y de la forma como es valorado su trabajo. 
Las diferencias sustanciales que se presentan entre los salarios obreros y los sueldos de los empleados, por tanto, tienden a producir no solo una diferenciación social al interior de la fuerza de trabajo de la sociedad (salvo en el caso de obreros altamente especializados, como sucede en ciertas faenas petrolíferas, por ejemplo), sino que además, produce un poder adquisitivo distinto para cada segmento socio-económico.  Siempre desde el punto de vista del trabajador, la remuneración es comparada por el también, con la cantidad, dificultad e intensidad del trabajo realizado para obtenerla, comparación que siempre es subjetiva y variable. 
Si el trabajador realiza una faena extenuante o cansadora, deprimente y repetitiva (un esquilador, por ejemplo), considerará que su remuneración es siempre insuficiente y de que está "mal pagado" su trabajo, mientras que aquel que ejecuta una jornada más liviana, variada y cambiante (un empleado de banco o un vendedor), tenderá a considerarse "bien o suficientemente pagado".
Del mismo modo, cuando el trabajador percibe que su remuneración en general le alcanza sólo para llevar un modo de vida modesto o cercano a la pobreza (lo que generalmente materializa a través de las viviendas, vestuario y otros elementos  materiales de vida cotidiana) y compara su modo de vida, con el de quienes dirigen o son propietarios de la empresa donde trabaja, tenderá a formarse la percepción de que -en general- la riqueza está siendo mal o injustamente repartida, generando disparidades y diferencias sociales y económicas. 
  Por eso, puede afirmarse que el salario que recibe un obrero, frente a los costos reales de la vida cotidiana y concreta, en un momento dado de la historia de una comunidad, es un elocuente espejo que refleja la realidad de las condiciones de vida de los asalariados, o sea, de una mayoría de las familias e individuos que componen esa comunidad.
De allí que con frecuencia, en el relato se hace alusión a los contratos de trabajos y a los sueldos y salarios de los trabajadores sindicalizados, por cuanto su comparación con los precios de ciertos artículos de consumo habitual, permitirá al lector comprender más fielmente el nivel y el modo de vida de las familias obreras y de trabajadores.
Los salarios y las remuneraciones en general, por lo tanto, en la medida en que expresan al mismo tiempo, el precio del trabajo contratado y el valor monetario del poder adquisitivo, constituyen un referente económico muy significativo, para comprender el estado general de la economía y la situación real en la que se encuentran los trabajadores, en un período de la historia.

Contratos de trabajo
y formas del contrato


Las condiciones salariales, por lo tanto, deben considerarse como la base fundamental sobre la cual se establecen las relaciones entre el patrón y los trabajadores.  Como se verá a lo largo de esta historia, las formas de contratos fueron variando, y se fueron complejizando según las demandas y las características técnicas de las faenas.

En un primer momento sin duda (por ejemplo desde 1860 y 1870 en adelante), muchas de las relaciones entre un obrero o artesano y su patrón, quedaban en el plano de los "acuerdos de palabra".
Así, hacia 1870 y 1880 vemos aparecer algunas formas preliminares de contrato o "proto-contratos", como el que existía entre el capitán de un barco ballenero y lobero y sus marineros, o como la "cotización" que le entrega un maestro carpintero al dueño de la vivienda que debe reparar, y que los compromete a ambos, aunque no aparezca la firma del "contratante".
En las condiciones de las explotaciones mineras y auríferas de Tierra del Fuego de fines del siglo XIX, en cambio, veremos aparecer el llamado "contrato de avío" entre el dueño de la explotación y sus mineros, según el cual el propietario proporciona las herramientas y se fija una modalidad de reparto del oro descubierto.
En las faenas ganaderas y en los frigoríficos, en cambio, se firmaron primero "contratos individuales" los que fueron reemplazados gradualmente desde 1912 en adelante por los contratos o "convenios colectivos", logrados bajo los auspicios de la Federación Obrera primero, y a continuación de los sindicatos Ganadero y de Campo y Frigorífico. 
En el contexto de las faenas de las estancias, desde mediados de la década de 1910, aparecieron los llamados "contratos de enganche", según los cuales los obreros son contratados a completa disposición del patrón, sin especificación de lugar y tipo de faena que deberá realizar.
En las explotaciones petrolíferas, por su parte, y dada la naturaleza de empleados públicos que revisten los trabajadores de ENAP, la contratación daba origen a "contratos privados" y a continuación, desde 1950 en adelante, a "actas de avenimiento" que adquirían el carácter de convenio colectivo para las distintas categorías de empleados y obreros.

FUENTES Y REFERENCIAS

Algunas referencias sobre el tratamiento y presentación de las fuentes consultadas.  Al final de este relato, se presentará la bibliografía completa de esta investigación.
Este ensayo presenta un panorama general de los tres grandes períodos de la historia del trabajo en Magallanes, entre 1843 y 1973, en la siguiente forma:
Primer período: Los Fundadores (1843 - 1920);
Segundo período: Los Derrotados (1920-1938);
Tercer Período: Los Reconstructores (1938-1953); y
Cuarto período: Los Protagonistas (1953-1973);

Además de ésta periodización del relato, éste aparece subtitulado por décadas sucesivas, de manera de facilitar la lectura y la comprensión de la evolución sindical y laboral, en su continuidad.
El texto principal, que ha sido escrito presentando la secuencia cronológica real de los acontecimientos tal como se produjeron, está además, acompañado de numerosos recuadros explicativos, en los que se profundiza la información histórica acerca de los movimientos y eventos cruciales del período, se presentan las organizaciones sindicales vigentes en el período en cuestión y las sociedades mutuales y se reproducen documentos sindicales u obreros originales, de importancia para el período, así como numerosos contratos de trabajo individuales y colectivos. 
Estos recuadros contienen también, cuando los hechos lo ameritan, un relato pormenorizado día a día de algunos eventos importantes de la historia sindical magallánica.
Además, cuando los antecedentes disponibles lo permiten, se han elaborado algunos recuadros titulados "Salarios y precios en Magallanes" en los que se presentan los salarios de los trabajadores y obreros más importantes del período, junto a los precios de los artículos de consumo más frecuente, lo que permitirá al lector formarse una idea de la relación "salarios-precios" en distintos períodos históricos.   Al comienzo de cada capítulo (y también en la forma de recuadro), se expone un panorama socio-económico y político, que constituye el contexto general en el que se sitúan los hechos relatados. 
Es importante subrayar que siempre que se citan textos o documentos originales, se han mantenido escrupulosamente la redacción, giros idiomáticos y ortografía originales del o los autores, por respecto a la verdad histórica
Las citas tomadas de la prensa (obrera y regional en general), se presentan con una indicación del periódico en la que se encuentran y la fecha de su publicación y aparecen señaladas al pié de página, con las iniciales que se indican a continuación.

Citas textuales

CHA:   Chile Austral.
BG:   Boletín Ganadero. Organo de la Unión de Pequeños Ganaderos de         Magallanes.
EA:    El Austral.
EM:    El Magallanes.
EN:    El Natales.
ET:    El Trabajo.
EP:    El Productor.
EC:    El Comercio.
LPA:   La Prensa Austral.
LN:    La Nación.
LU:    La Unión.
LU-RG: La Unión de Río Gallegos (Santa Cruz- Argentina).
LV:    La Verdad.
RAU:   Revista Argentina Austral.
RMB:   Revista Menéndez-Behety.
MT:    The Magellan Times.
AM-PA: Archivo de la Municipalidad de Punta Arenas. Actas de Sesiones. Decretos de la Alcaldía.
ABM:   Archivo Braun-Menéndez. Correspondencia.
ASETF: Archivo Sociedad Explotadora Tierra del Fuego.  Correspondencia. Copiadores de Cartas. Libros diversos de Cuentas. Memorias Anuales.

Las Referencias Bibliográficas y documentales, han sido reunidas y clasificadas por categorías  y en orden alfabético al final del segundo volúmen, de manera de presentar las principales fuentes escritas, documentales (libros, documentos privados y públicos, colecciones de periódicos y revistas) y testimoniales compulsadas y utilizadas para la elaboración de este ensayo.